AFICIÓN TAURINA ESPAÑOLA
MARIANO ESTEBAN CARO
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LA ANCESTRAL AFICIÓN TAURINA
“La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda”, decía el gran aficionado que fue Ortega y Gasset (1883-1955), catedrático de metafísica en la Universidad Central de Madrid. En Alemania le llamaban “Torero del Ser”. Este pensador también se refirió a “la trágica amistad, tres veces milenaria, entre el hombre español y el toro bravo”. Rafael Alberti va más lejos: “El negro toro de España/ libre al sol del redondel/ que nadie puede doblarlo/ que nadie puede matarlo/porque toda España es él”.
La ancestral afición a jugar-luchar (lidiar) con el toro bravo está profundamente entrañada en la “Piel de Toro”, como llamó a España el geógrafo griego Estrabón (año 64 a C).
Por esta afición taurina se conserva en España el “Bos taurus ibericus”, descendiente del uro primitivo (Bos primigenius). Estuvo presente, desde tiempos prehistóricos, en el norte de África, Europa y Asia, pero ha desaparecido totalmente a causa de su peligrosidad indomable y por la falta de utilidad en la producción de leche y en la comercialización de su carne.
El toro bravo es la mayor aportación española a la genética mundial y a la biodiversidad animal, a cuya preservación insta la ONU en la Cumbre de la Tierra (Río 1992) y en el Convenio Internacional sobre la Diversidad Biológica (Nairobi 1992). “La pérdida de esta diversidad biológica amenaza nuestros suministros alimentarios y nuestras posibilidades de recreación” (ONU).
De España el toro bravo pasó a Portugal, Francia e Hispanoamérica, donde también existe una gran afición taurina.
Un rápido recorrido por nuestra historia nos ayudará a descubrir y a describir cómo «el toreo es la riqueza poética y vital mayor de España» (García Lorca); así como verdadero Patrimonio Cultural, reconocido legalmente en Francia (2011) y en España (2013).
LOS TOROS EN LA ANTIGÜEDAD
PREHISTORIA
Del paleolítico son las pinturas rupestres de toros en Altamira (Cantabria); del mesolítico, los toros de Albarracín (Teruel); y del neolíticos los de Villar del Humo (Cuenca).
A época prerromana pertenecen los toros de piedra como los de Guisando.
IMPERIO ROMANO
Julio César (año 100 a. C.) trajo los juegos de toros a la arena de los teatros y circos hispanos. Grandes escritores hispano-romanos, como Séneca, nacido en Córdoba el año 4 a. C., al que Nietzche denominó «el toreador de la virtud»; y Marcial (Calatayud, año 40), relatan que la gente de su época ya saltaba, corría y bailaba con el “retozón novillo”.
ÉPOCA VISIGÓTICA
San Isidoro Arzobispo de Sevilla (560-636), aconsejaba a los jóvenes que no corrieran peligro, enfrentándose a los toros bravos, para conseguir, con la fama, la admiración de las mujeres (Etimologías). Y Sisebuto, rey visigodo entre 612 y 621, llegó a amonestar enérgicamente a Eusebio, obispo de Barcelona, por ser “taurorum adeptus” (aficionado a los toros).
EL CID “TOREADOR MAYOR”
Desde el año 711, durante la dominación árabe, los cristianos siguieron corriendo toros y también los musulmanes hispanos. En plena reconquista, el caballo hispano-árabe entra en el juego de alancear a los toros como entrenamiento para la batalla.
El Cid Campeador (1043-1099), con su caballo Babieca, practicó esta forma de toreo: En el año 1075, en homenaje al rey Alfonso VI en un viaje a Asturias, se alancearon toros bravos, destacando en este cometido Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. “Viva el Cid que es toreador/ mayor de aquesta ciudad”. Como era costumbre, en las bodas de las hijas del Cid Doña Elvira y Doña Sol, celebradas en Valencia con los infantes de Navarra y Aragón, también se corrieron toros.
TOROS EN LOS REINOS CRISTIANOS
ANTIGUA COSTUMBRE
Se generalizó la costumbre de “correr toros”, para festejar diversos acontecimientos. La Crónica del Rey Sabio, al referirse a las Cortes convocadas en Oviedo el año 815 por Alfonso II el Casto, rey de Asturias, dice: “E de que duraron lidiaban cada día toros”. En el siglo XII en Palencia “se corrían vacas con cuernos dorados y cascabeles” para recibir al nuevo obispo. La primera corrida documentada data de 1128 con motivo de la boda del Rey Alfonso VII en Saldaña. En 1154, Luis VII rey de Francia, que estaba haciendo el Camino de Santiago, al llegar a Burgos, fue agasajado por su suegro Alfonso VII el Emperador (1105-1157) con una fiesta en que se corrieron toros.
Hay testimonios históricos de que ya en el siglo XII se toreaba a caballo y también a pie.
EL TORO DEL NOVIO
Llamado también “Toro nupcial” del que se hace eco la Cantiga 144 del Rey Alfonso X el Sabio (1221-1284): el novio y sus amigos, ayudándose con sus capas de vestir, traían hasta la puerta de la novia un toro bravo, al que lanzaban banderillas, haciéndole sangre, con la que el novio se untaba para recibir la bravura y la fuerza genésica del burel.
EL TORO DEL MISACANTANO
También se corrían toros para agasajar en su primera misa (“misa nueva) al neosacerdote misacantano, también toricantano, ya que debía dar algún lance, aunque “Las Partidas” prohibían a los clérigos “lidiar con bestia brava”.
UN FRAILE TORERO
En tiempos de Fernando III el Santo, rey de Castilla entre 1230 y 1252, dos frailes llegan a una plaza grande de Toledo a pedir limosna, donde estaban viendo correr Toros los nobles toledanos. Uno de ellos dijo a los frailes “como en desden: “frailes si tomaredes aquel toro, será buesttro y esta Plaza donde estamos”. Uno de los frailes se encomendó a Dios “y enttrando en el Coso se fué para el toro con gran confianza y tomándole por los cuernos le hizo estar quedo y mui manso”. Ante este hecho, los nobles les dieron la Plaza y limosnas para edificar allí su Convento” (Pisa, Historias de Toledo).
SIGLO XIV
UNA COSTUMBRE GENERAL
Están documentadas las fiestas de correr los toros en toda la geografía española durante el siglo XIV. Desde este siglo se implantan de forma regulada las corridas en las poblaciones españolas. A esta fecha pertenece la plaza de toros cuadrada de Puebla de Sancho Pérez (Badajoz) adosada a la Ermita de Nuestra Señora de Belén.
Año 1328: En Zaragoza “delante de la Aljafería estaba un campo cerrado donde se corrían los toros que se llevaban porque cada parroquia enviaba el suyo divisado con las Armas Reales y con mucha música, gente y monteros” (Anales de Aragón, Jerónimo Zurita). En el año 1328 era general la costumbre de correr toros en Aragón.
Año 1387: Hay que destacar a Juan I (1387-1395), rey de Aragón, Valencia y Barcelona, que fue un gran aficionado. En la localidad de Fraga hizo preparar dos toros bravos para probar unos perros alanos de Castilla, con vistas a utilizarlos en las corridas, para cansar a los toros y así ser alanceados por el monarca. Juan I trajo trovadores de Francia, para dicha corrida. Para otra corrida de toros organizada por el monarca aragonés, estando en Barcelona, en una carta suya decía: “Porque querríamos tomar plazer en veros matar toros, vos dezimos e mandamos que vengades aquí a nos, con quatro toros los más bravos que haver podredes e ocho murillos e dos alanes vaqueros e dos matatoros e questo non mudades ni tardedes si nos cobdiciades complacer e servir, comnos vos faremos aquí satisfacer cumplidament todas las misiones e treballos e faremos a vos a los dictos matatoros aquella remuneración que conviene.”
Año 1388: Los historiadores del Reino de Navarra recogen el nombre de Joan Gris, ganadero de bravo en Tudela, como comisionado por el rey Carlos III el Noble, para recoger los toros más bravos que en la Ribera encontrase y que habrían de ser dedicados a las fiestas celebradas con ocasión de la visita del duque de Borbón el año 1388. Se sabe también que uno de los más notorios matatoros fue Juan de Santander que alcanzó gran fama en Pamplona donde en 1401 recibió diez florines como paga por su tarea. Juan de Santander ya había actuado en 1388 matando un toro de la antigua ganadería navarra propiedad de de don Joan Gris.
Parece que estos matatoros practicaban unas suertes a pie, empleando instrumentos no arrojadizos.
Año 1396: Durante la visita de Enrique III a Sevilla se corrieron toros todos los días, tanto a pie como a caballo.
En el reinado de Enrique III de Castilla (1379-1405) aparecen por vez primera documentos que acreditan que se corrían novillos en vez de toros, debido a una epidemia que diezmó el ganado, prohibiendo en un año matarse terneros y lidiarse más de dos toros en las corridas.
1399: En las Cédulas de las primeras corridas navarras se dice que se pagaron a “Joan Triper y a Joan Agraz, matatoros, por sus trabaillos de dos toros que mataron, 17 florines”.
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
Se inicia una costumbre en la Universidad de Salamanca: El claustro de profesores en pleno y los estudiantes acudían a las corridas de hasta 10 toros, que se organizaban para celebrar el doctorado de un alumno, cuyo “Vitor” se pintaba en la fachada de un edificio universitario con sangre de toro, almagre y barniz. En la Universidad salmantina estudiaban quienes serían los más influyentes prohombres de la época.
SIGLO XV
LOS REYES
Destaca la afición del rey Juan II (1405-1454), que en Madrid mató dos toros: uno a puntilla en una plaza cuadrada de madera en 1418 y alanceó otro por su mayoría de edad en 1419. En el año 1433, en la primera visita del rey Juan II a Escalona, Don Álvaro de Luna organizó una corrida de toros en el patio del palacio.
En 1478 Isabel la Católica dio a luz al príncipe Juan en el Alcázar de Sevilla. El acontecimiento se celebró con grandes corridas de toros en la sevillana plaza de San Francisco, asistiendo los mismos reyes y su corte.
TOROS EN ROMA
En 1455, con motivo de la canonización del valenciano San Vicente Ferrer, su paisano el Papa Calixto III (1455-1458), cuyo escudo papal estaba presidido por un toro, organizó una corrida en Roma. Y asimismo el Papa Alejandro VI (1492-1503), español también, organizó varias corridas a la española en la Plaza de San Pedro, para celebrar la conquista de Granada y el descubrimiento de América. En una de ellas estuvo presente Erasmo de Rotterdam.
En esta afición taurina destacó un familiar del Papa, llamado César Borgia, que el 24 de junio del año 1500, en la corrida celebrada detrás de la Basílica de San Pedro, “se enfrentó a pie con un trapo y una espada corta a cinco toros”.
En el escudo pontificio de Alejandro VI también había un toro. Por deseo de este Papa son muchos los toros que están representados en los Aposentos Borgia del Vaticano: se trata de seis salas del Palacio Apostólico, que a finales del siglo XV fueron destinadas por Alejandro VI para su uso propio. Entre 1492 y 1494 fueron realizados los frescos y las pinturas por Bernardino Pinturicchio.
LA CELESTINA Y LOS TOROS
Fernando de Rojas nació en La Puebla de Montalbán hacia 1470. En 1494 marchó a Salamanca para estudiar. Volvió a su pueblo natal en 1502 y aquí residió hasta 1507, fecha en que se traslada a Talavera de la Reina, donde ejerció el cargo de Alcalde Mayor de la ciudad. En esta época se reestructuran en Talavera las fiestas de Mondas y los Toros.
Hacia 1497, Fernando de Rojas, siendo estudiante en Salamanca, escribió La Celestina, cuya primera edición es de 1499, en la que hay varias referencias a la fiesta de “correr toros”.
Acto I: se refleja la suerte del “Salto de la Garrocha”: se ejecutaba de frente, saltando el torero por encima del toro apoyado en la garrocha y cayendo de pie cuando el toro ha pasado. (“Esgarrochados como ligeros toros”).
Acto VI: También aparece el acoso del toro a base de lanzarle flechas y arponcillos, para enfurecerle (“Aquella cara, señor, que suelen los bravos toros mostrar contra los que lanzan las agudas flechas en el coso”).
Acto IX: Se describe el momento de estar “esperando toros” (encierro).
Acto XIII: El festejo tenía lugar muy temprano (“madrugaron”), en medio de un gran jolgorio (“grandes voces”). Los mozos volvían “desgreñados” como un “bellaco”, después de haber bebido y “en alguna taberna se debe haber revolcado”.
Fernando de Rojas, antes de escribir La Celestina en 1497, vivió de cerca la fiesta de toros en La Puebla de Montalbán, su pueblo natal, y durante su estancia como estudiante en la muy taurina tierra de Salamanca.
SIGLO XVI
TOROS EN AMÉRICA
El 12 de octubre de 1492 se descubría América. Los españoles muy pronto llevaron allí su fe, su cultura y sus fiestas. Entre 1519 y 1521, los frailes dominicos fueron trasladando ganado bravo desde España al valle de Toluca en México: en total 24 toros y 50 vacas de casta navarra. La primera corrida celebrada en la ciudad de México fue el 24 de junio de 1526. Y por primera vez se “corrieron toros” en la Plaza Mayor de Lima el 29 de marzo de 1540, actuando Francisco Pizarro y su hermano Hernando como alanceadores.
EL EMPERADOR CARLOS V
Muy aficionado a la equitación (cuadro de Tiziano), fue también un activo aficionado práctico al toreo a caballo. Ya a su llegada España en 1517, en Llanes (Asturias) presenció una corrida de toros muy bravos, y otra en Aguilar de Campoo (Palencia). Él mismo alanceó un toro de los doce que se lidiaron en la plaza de Valladolid el 5 de junio de 1527 con motivo del bautizo de su hijo Felipe (grabado de Goya). En 1538 se reúnen por última vez Cortes en Toledo. Con tal motivo, Carlos V rejoneó toros con rejón corto.
FERNANDO DE ROJAS, ALCALDE DE TALAVERA
En el acuerdo del Ayuntamiento de Talavera de 14 de junio de 1508 el bachiller Fernando de Rojas, «vecino de La Puebla», es presentado por el alcalde de Talavera. Es de suponer que, por entonces, Rojas debió fijar su residencia definitiva en Talavera, alternando durante varios años tareas políticas y administrativas y la profesión de abogado. Entre 1508 y 1538 los Libros de Acuerdos del Ayuntamiento de Talavera muestran cómo en diversos años (al menos, en 1508, 1511, 1512, 1523 y 1538) Fernando de Rojas actúa como Alcalde Mayor de la ciudad. El 3 de abril de 1541 hace testamento. Su funeral se celebró en la iglesia de San Francisco el lunes 19 de Junio de 1541. Fue enterrado en la Iglesia del Monasterio de la Madre de Dios. En 1980, en un nicho situado en el Claustro de la Colegial talaverana se colocaron sus restos y una pequeña parte de los mismos está en La Puebla de Montalbán, en el monumento al autor de la Celestina.
La presencia de Fernando de Rojas en el Ayuntamiento de Talavera coincide con los momentos en que se revitaliza y se estructura la fiesta de Mondas y Toros.
TALAVERA Y LOS TOROS
ARRAIGO POPULAR
Para comprender el rechazo que produjo en España la normativa eclesiástica sobre los toros, traemos a estas páginas el caso de la afición taurina de Talavera en el siglo XVI, arraigada en el sentir religioso de las gentes (su devoción a la Virgen del Prado) y en las estructuras más básicas y populares de aquella sociedad: la parroquia y los gremios.
FIESTA DE MONDAS Y TOROS
En el año 1507, como consecuencia de la epidemia que asoló la población, se hizo un voto a la Virgen del Prado, en el cual se rememoraba la Fiesta de “Mondas y Toros”, que desde tiempo inmemorial se celebraba en Talavera en honor de su Patrona. Este voto se revitalizó y formalizó en 1515 para dar cumplimiento a esa promesa hecha en 1507, mediante escritura pública ante el escribano Pedro Gómez el 30 de marzo de 1515. Antes, el día 25 de febrero de 1514 para coordinar esta fiesta se firma un Acta de Concordia, en que se crean el cargo de “Canónigo Torero”, por parte del Cabildo de la Iglesia Colegial, y también el cargo de “Concejal Torero” por parte del Ayuntamiento. En 1538 García Fernández funda, junto con otros caballeros, la Hermandad de la Caballería de Nuestra Señora del Prado para armonizar la numerosísima participación de caballistas en estas fiestas y en el desarrollo de las corridas de toros.
ORGANIZACIÓN DE LAS FIESTAS
Ya en cuaresma se ponía un cestillo en cada parroquia para recoger fondos, que se emplearían en la Fiesta de Monda y Toros. Las fiestas comenzaban el domingo de Pascua, llamado de la “Leña Florida”: se recogía leña para ayudar a los pobres y guisar los toros muertos en las diversas corridas, que se celebrarían en esta semana. El jueves se traían los toros hasta el prado junto al Tajo, paredaño con la ermita de la Virgen. El viernes las reses eran compradas y encerradas en los corrales de la ermita. Las llaves de estos corrales eran guardadas por el canónigo torero el viernes y por el concejal torero el sábado.
Se compraban en total 22 toros: un toro el deán y cabildo, otro la Justicia, y otro el mayordomo de la Villa. Un toro era comprado por cada uno de los ocho gremios siguientes: traperos, herreros, carpinteros, pescadores, molineros, panaderos, zapateros y carniceros. A estos once se unían los cuatro de la iglesia del Salvador, pagados por los barberos, mesoneros, tejedores, carreteros y yunteros. La parroquia de Santa Leocadia tenía la obligación de comprar tres: el de los tenderos y el de los cavadores y el que se conocía con el nombre del “toro del leño”. La parroquia de Santiago debía comprar dos correspondientes a los palomeros y hortelanos. La de San Miguel compraba uno (el de los podadores). Y la de San Clemente otro, pagado por los esparragueros, torneros, vareadores, viñadores y otros oficios. Cada uno de los párrocos era el encargado de la compra de sus toros.
Las parroquias debían preparar las talanqueras en las plazas y calles de su demarcación. El viernes por la tarde comenzaban a correrse los toros a pie o a caballo. Y el sábado, por la mañana, en la Plaza del Pan frente al Ayuntamiento, se corrían todos los toros que faltaban.
UNA “CARIDAD” DE TORO
La distribución de la carne de los toros muertos en las corridas se hacía de la siguiente manera: un cuarto y la piel era para los que lo habían donado, lo demás lo hacían piezas pequeñas que eran colocadas sobre retamas. De allí se cogía lo necesario y se cocía en grandes calderos. El domingo se hacía “la caridad del toro”: colocaban grandes mesas, cubiertas con manteles, en las que comían los pobres. El guiso también se llevaba a los que estaban en los hospitales y a las monjas de clausura.
AFICIÓN POPULAR
El caso de Talavera pone de manifiesto cómo en los pueblos españoles se vivía la afición a correr los toros: tenía una raíz religiosa de homenaje y agradecimiento, involucrando en su desarrollo a las parroquias, con sus medios y personal (el párroco al frente); y también a los gremios, que eran los grupos más activos de la vida socioeconómica de la época, en los que estaban integrados los aprendices (adolescentes y jóvenes), los oficiales y los maestros.
NORMAS ECLESIÁSTICAS
PROHIBICIONES
El concilio provincial de Toledo (1565-1566) prohibió a los clérigos participar en corridas o sueltas de toros y también los votos de correr toros “que se hacen por causa de religión”.
El día uno de noviembre de 1567 el Papa Pío V en su bula “De Salute Gregis” excomulgaba a las autoridades civiles y eclesiásticas que permitieran la celebración de corridas de toros, por considerarlas un juego suicida. Anulaba asimismo los juramentos y votos de celebrar fiestas de toros, “pues esto no honra a Dios”. El Papa había sido mal informado sobre el desarrollo de las corridas de toros y las medidas de seguridad que se tomaban.
RECHAZO POPULAR GENERALIZADO
Fue muy fuerte el rechazo de estas normas eclesiásticas. Hay que destacar la oposición de la Universidad de Salamanca, con sus grandes maestros a la cabeza, como Fray Luis de León. El gran poeta Luis de Góngora (1561-1627), canónigo de Córdoba, fue repetidamente amonestado por asistir con frecuencia a las corridas de toros: “Salí, señor don Pedro, esta mañana/ A ver un toro que en un Nacimiento/ Con mi mula estuviera más contento/ Que alborotando a Córdoba la llana”. Luis de Góngora estudió Cánones (Derecho) en la Universidad de Salamanca entre los años 1576-1580.
Más aún, en esta situación de desobediencia generalizada siguieron actuando numerosos curas toreros, especialmente en Navarra.
FELIPE II DEFIENDE LOS TOROS
LA INSISTENCIA DE FELIPE II
Ante esta contestación popular, Felipe II logró suspender los efectos de las normas eclesiásticas. Paralizó la publicación de la bula papal: “tengo entendido que de acá se les ha mandado a los obispos orden que sobreseyesen”, informaba el Nuncio del Papa. La bula no se acató, pero se evitó el conflicto, por la astucia, paciencia y prudencia de Felipe II.
Las “rogaciones” del rey de España ante Roma eran constantes. Gregorio XIII (1572-1585), en 1575 decidió lo siguiente: “revocamos y quitamos las penas de excomunión”, que había decretado Pío V. En carta al Papa Sixto V (1585-1590) insistía el rey: «las corridas de toros están en la sangre de los españoles hasta tal punto de no poder privarse de ellas sin gran violencia». Pero fue Clemente VIII (1592-1605), quien definitivamente en 1596 levantó las condenas canónicas, ya que, según le había expuesto en una carta el rey Felipe, “no habían logrado erradicar los espectáculos de los toros en los reinos de las Españas por su innata y cuasi natural afición a correr los toros”.
FELIPE II Y LAS VACAS
Felipe II respetó y defendió la secular afición española a los toros: Una “antigua y general costumbre destos Reynos –decía- y para la quitar será menester mirar más en ello, y ansí por agora no conviene se haga novedad”. En esta actuación de Felipe II influyó decisivamente su consejero el doctor Juan López de Velasco, que en 1570 hizo llegar al rey un informe para enviarlo al Papa, preparado por la Universidad de Salamanca.
Recoge bien la actitud de Felipe II el siguiente hecho: En una audiencia con los nobles, en la que pusieron de manifiesto el malestar del pueblo por estas prohibiciones, intervino el Rey: Decidnos ¿Qué dispone la Bula?
-Prohíbe, señor, que se corran los toros.
-Pues a fe que os podéis divertir sin contrariar la decisión de nuestro Santo Padre.
-¿Y cómo señor?
-Pues corriendo vacas.
En consecuencia, para celebrar el matrimonio de Felipe II con Ana de Austria, en octubre de 1570 se hicieron “corridas de vacas” en toda España. En Toledo, con tal motivo, durante las noches del 6 al 15 de octubre de 1570, se “corrieron vacas” por las calles. Y de nuevo para celebrar la victoria de Lepanto el 7 de octubre de 1571, se “corrieron vacas” en Toledo.
EL TOREO EN EL SIGLO XVI
UNA CORRIDA EN EL SIGLO XVI
En el documento (conservado en el Archivo General de Simancas) enviado en 1570 por el doctor Velasco al rey Felipe II para que lo hiciera llegar al Papa, se hace constar que “correr los toros” era una costumbre general con más de 500 años de historia. Incluso en las aldeas, se hacía por “fiesta y regocijo” todos los años en determinados días o para celebrar un acontecimiento extraordinario. Era una fiesta mayor del pueblo, que se celebraba “con expresa autoridad y aprobación” de las justicias, quienes tenían que dar su consentimiento, “licencia y orden”. Para evitar daños a los asistentes, las justicias ponían muchas medidas de seguridad: “haciéndose talanqueras, reductos y lugares donde se aseguren y recojan los que andan al toro, proveyendo que los niños y mujeres y otras personas impedidas no estén en la plaza”, sino refugiados en las talanqueras. Antes de comenzar se hacía un pregón y los alguaciles andaban por la plaza para prevenir y hacer cumplir las normas. Además en la plaza había gente a caballo, que “guarece a los de a pie, y los de a pie se favorecen los unos a los otros, y entre ellos ay muchos muy diestros y animosos que lo hacen muy fácilmente”. El resto de los asistentes “lo hacen de lexos y de donde se pueden fácilmente salvar”
CÓMO SE TOREABA EN ESTE SIGLO
Laurent Vital, cronista flamenco de Carlos V, refiere cómo se toreaba en 1517: La corrida tenía lugar en una plaza grande, cerrada por seguridad. La cuadrilla se componía de un número de “mozos valientes, a pie y a cuerpo, llevando cada cual en su mano el correspondiente chafarote” (alfanje corvo hacia la punta). “Para mas incitarle los toreros, le tiran unos palos de diez pies de largo que tienen a la punta un pincho de hierro afilado como el de una lezna”. Muerto el toro, es arrastrado fuera de la plaza y se saca otro.
Argote de Molina (1548-1596) da más detalles: la plaza estaba cercada con palenques o vallas de madera. Corrían los toros gente a pie y a caballo: los de a pie “andando en torno a los toros en caracol…y echándoles capas a los ojos los detienen”. A veces para pararlos se servían de alanos o “perros de toros”.
NO ERA UN JUEGO SUICIDA
El documento dirigido a Felipe II dice: “no se va a combatir ni lidiar con el toro cara a cara ni temerariamente, y los que lo hacen son algunos que tienen tanta destreza y están con tanta seguridad que entre mil no sucede a uno peligro”.
El Papa había sido mal informado como si las corridas de toros fueran un juego suicida. La Iglesia siempre ha enseñado que “es absolutamente ilícito suicidarse” (Santo Tomás de Aquino).
TOROS EN EL SIGLO XVII
TOROS EN ESTE SIGLO
Los festejos taurinos fueron muy apoyados por todos los reyes de este siglo. Decía Quevedo (1580-1645) en un soneto: «que influye la española monarquía / fuerza igualmente en toros y rejones».
Por la beatificación de de Santa Teresa de Jesús en 1614 se celebraron corridas de toros en todas las poblaciones donde había conventos de Carmelitas. Se lidiaron más de doscientas reses.
AÑO 1616: PRIMERA NOTICIA TAURINA EN PUEBLA DE MONTALBÁN
Por la visita eclesiástica de 1616 sabemos que “siempre que se corren toros se haze el toril en la pared de la iglesia y zierran la calle de la iglesia y ansimismo echan a perder la parez por muchas partes para los andamios de los tablados”. Los toros en los siglos posteriores se siguieron celebrando en la Plaza Mayor, con un sistema de empalizadas (vallas o talanqueras), que además servían de asiento. Existían también en la Plaza las llamadas “casa-balcón” para ver los toros. Y situado entre la plazuela de la iglesia y la Plaza Mayor estaba el “Balcón del Duque”, en cuya planta baja estaba la carnicería. Se imitaba así a la plaza Mayor de Madrid, terminada en 1617: presidía la corrida el rey desde un balcón de la casa de la Panadería. En esta época, en muchas poblaciones (¿también en la Puebla?) los toros o novillos que se corrían eran traídos por el obligado de la carnicería, como una de las condiciones para su concesión.
La iglesia parroquial en 1687 seguía prestando su madera e incluso sus bancos para montar la plaza de toros. Gran parte de este material se perdía o quedaba inútil. De nuevo en este año 1687 el visitador manda que “que no se dé la madera de la iglesia para fiestas de toros ni tablados de comedias”.
EL QUIJOTE Y LA TAUROMAQUIA
En 1616 moría Miguel de Cervantes Saavedra, autor de Don Quijote de La Mancha (escrito entre 1605-1615). Fue poeta, novelista y dramaturgo español, nacido en Alcalá de Henares en 1547. Es considerado como el más grande escritor español de todos los tiempos, y uno de los mejores escritores universales. La defensa de la libertad aparece continuamente a lo largo de El Quijote:«-La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
En este contexto hay que situar el relato de Don Quijote frente al tropel de toros, cabestros y vaqueros de un encierro (2ª parte, 58): “¡Ea, canalla —respondió don Quijote—, para mí no hay toros que valgan, aunque sean de los más bravos que cría Jarama en sus riberas!…No tuvo lugar de responder el vaquero, ni don Quijote le tuvo de desviarse, aunque quisiera, y, así, el tropel de los toros bravos y el de los mansos cabestros, con la multitud de los vaqueros y otras gentes que a encerrar los llevaban a un lugar donde otro día habían de correrse, pasaron sobre don Quijote, y sobre Sancho, Rocinante y el rucio, dando con todos ellos en tierra, echándole a rodar por el suelo”.
2ª Parte, 17: “Bien parece un gallardo caballero a los ojos de su rey, en la mitad de una gran plaza, dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro”.
LOS TOROS EN EL SIGLO XVIII
DEL TOREO A CABALLO AL TOREO A PIE
En 1723 Felipe V prohíbe a los nobles y cortesanos el toreo a caballo. Ganan protagonismo los ayudantes del caballero o “chulos de estribo”. Eran cuadrillas de hombres del pueblo sin caballo ni lanza. Torean a pie con una tela y un rudimentario estaquillador. A la cabeza estaba el matador-maestro. De esta época son Pedro Romero, Pepe-Hillo, Martincho y, sobre todo, Costillares, que inventó el volapié y la verónica, renovó el traje de torear y estructuró la faena. Todos fueron inmortalizados por Goya, conocido popularmente como “Don Francisco el de los toros”.
PRIMERAS PLAZAS DE TOROS
Comienzan a construirse las grandes plazas de Toros: La de Béjar, que eracuadrada en 1667, se construye redonda en 1711. En 1730 la Real Maestranza de Sevilla y en 1754 la de Ronda. La de Zaragoza es de 1764 y la de Aranjuez de 1796.
PRECEPTIVAS TAURINAS
En el siglo XVIII el toreo a pie comienza a fijar sus reglas. Desde finales del siglo anterior se venían publicando preceptivas taurinas. Pero al decaer el toreo a caballo, salen a la luz, ya en el siglo XVIII, varias preceptivas taurinas del toreo a pie, entre las que destaca el manuscrito conocido como Cartilla de Osuna “en que se notan algunas reglas de torear a pie, en prosa y en verso”. Estuvo circulando manuscrita desde finales del siglo XVII y fue impresa en 1750 por García de Baragaña para demostrar “el méthodo de torear a pie”. No se puede olvidar la “Carta histórica sobre el origen y los progresos de las fiestas de toros en España”, de Nicolás Fernández de Moratín, que apareció 1777. En el año 1778 se publicaba la preceptiva taurina de Josef Daza titulada “Precisos manejos y progresos del arte del toreo”. En 1779 José Fernández Gatica escribió un tratado de los diferentes tipos de toros y su comportamiento en el ruedo. En 1796 aparece publicada en Cádiz la “Tauromaquia o arte de Torear” de Josef Delgado (Pepe-Hillo): es la primera de las grandes preceptivas taurinas de las corridas modernas del toreo a pie con picadores de vara larga (“toda suerte en el toreo tiene sus reglas fijas que nunca faltan”).
PRIMEROS CARTELES
Comienzan a aparecer los carteles para anunciar los festejos taurinos, que antes se hacía mediante un pregón por calles y plazas de la población. El primer cartel del que se tiene noticia es de 1737 en Madrid en la plaza del Soto de Luzón. En 1761 aparecen en Sevilla los primeros carteles de toros: de 1763, anunciando la inauguración de la temporada en Sevilla, es el más antiguo que se conserva. Del Puerto de Santa María se conserva un cartel anunciando la corrida, que se celebraría el 20 de junio de 1780 con 10 “toros que se han de correr” de varias ganaderías de la “ciudad de Xerez”. Para los matadores Pedro ROMERO de Ronda y Joseph DELGADO alias YLLO de Sevilla. A pie de página del cartel se puede leer: “El Señor Todopoderoso los libre de todo mal”.
EL SIGLO XIX Y LOS TOROS
TOROS POR LA INDEPENDENCIA
Los franceses, al invadir las tierras de España, asumen el toreo como una realidad española y del pueblo. Para congraciarse con los españoles fomentaron la tauromaquia, organizando, con entrada gratuita, las llamadas “corridas josefinas”. El mismo José Bonaparte asistió a varias de ellas.
Pero incluso en las corridas se puso de manifiesto el patriotismo de la gente del toro. Es el caso de Juan Núñez Sentimientos y Agustín Aroca Castillo, que el día 26 de septiembre de 1808, en Madrid, brindaron sus toros contra los invasores franceses y por la independencia de España. Aroca sería fusilado por los franceses en la población toledana de Huecas. Hubo varios toreros guerrilleros: los más conocidos fueron Aroca y los picadores Ildefonso Pérez Naves y Jerónimo Martín Pajarito.
LOS GARROCHISTAS DE BAILÉN
En la batalla de Bailén se distinguieron los lanceros y garrochistas andaluces (unas 300 picas), sobre todo, vaqueros, ganaderos, guardas y monteadores expertos en acoso y derribo, que, “con su caballo y su garrocha de torear”, se habían alistado en el Regimiento de Lanceros Voluntarios del Ejército Español. Los “Garrochistas de Bailén”, por aquellos olivares, a lomos de sus caballos, sin uniforme, con su vestimenta de trabajo, un pañuelo rojo en la cabeza y un cuchillo de monte en la faja, con una larga garrocha de picar toros, se enfrentaron valientemente a los franceses. El general español Teodoro Reding, comandante general de las tropas españolas en Bailén, y artífice de esta victoria, en su parte de guerra decía de los Garrochistas andaluces que fueron “bisoños triunfadores de las águilas napoleónicas”, prestando servicios muy relevantes. El 24 de agosto el pueblo de Madrid los recibió como héroes. Los historiadores franceses dicen de ellos que eran “redoutables” (temibles).
LA FIESTA NACIONAL
En las Cortes de Cádiz se debatió la cuestión taurina el 12 de septiembre de 1813. Al frente de los diputados que defendían los festejos taurinos estaba el catalán Antonio Capmany. Este diputado catalán hizo una sólida defensa de las corridas de toros, calificándolas como “nacionales”: “No hay en los tiempos y pueblos modernos una reunión más vistosa, más alegre y popular, que se puede llamar nacional, donde se respira el aire libre debajo de la gran bóveda del cielo”. Fiesta Nacional en el sentido en que la Constitución de Cádiz (la “Pepa”) entendía la Nación: “La soberanía reside esencialmente en la Nación” (Art. 3).
TOROS EN PUEBLA DE MONTALBÁN POR LA CONSTITUCIÓN (1812)
La primera Constitución española fue promulgada en Cádiz el día 19 de marzo de 1812. La Suprema Regencia del Reino ordenó que se jurase esta Constitución en todas las poblaciones con gran solemnidad y con fiestas y regocijos populares. En La Puebla de Montalbán tuvo lugar la jura el 28 de agosto de 1812 por la mañana en la iglesia parroquial. Una vez terminado este acto, “se oyó tocar por varias veces tambor y clarín y la tropa de Infantería hizo dos descargas de fusil”.
A continuación, en la Plaza Pública se hicieron “capeadas de Novillos”: todos los balcones con colgaduras y, presidiendo el acto, en el balcón de las Casas Consistoriales adornado “con ricas telas”, un retrato bajo dosel del rey Fernando VII, al que daba guardia la tropa de infantería. Imitaban así una “Real Corrida de Toros”, con el zaguanete de alabarderos dando escolta al balcón del Rey. Todo ello en un ambiente de “regocijo y fiesta”, con música, bailes y salvas de escopeteros.
Por otras poblaciones sabemos cómo se desarrollaban estas “capeadas de novillos”, en que se lidiaban varias reses: durante toda la tarde como en Carpio, matando al final un “torete”; o durante todo el día como en Escalona, donde al final se mataba un “gran toro”.
LITERATURA TAURINA DEL SIGLO XIX
Terminamos el recorrido por el siglo XIX con la visión taurina de dos grandes poetas del siglo XIX: el concepto geométrico del toreo que en aquellos años tenía José Zorrilla (1817-1893), autor de Don Juan Tenorio: “El diestro es la vertical/ y el toro la horizontal”. Y la belleza romántica, que en 1848 ponía de manifiesto Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) en la crónica que escribió de una corrida de Miuras: “Si bravo y pujante había salido el primero de los toros de Miura, valiente y feroz por demás fue el segundo. Este toro, cárdeno de color, de cabeza y cola finas, era tan bien hecho y bien plantado, que pudiera de él decirse con verdad “Nunca el ancho rodeo /que da Betis, con tal fruto/, pudo fingir el deseo/ más bella estampa de bruto”.
EL SIGLO XX Y LOS TOROS
GRANDES TOREROS
Siglo de grande toreros muy relacionados con importantes personalidades: Joselito y Belmonte, amigos de los personajes más señalados del momento. La Generación del 27 es el grupo poético-cultural que más se ha aproximado a la Tauromaquia, aportando un mayor número de obras inspiradas en el mundo del Toro. Ignacio Sánchez Mejías, torero y dramaturgo, fue promotor y mecenas de la Generación del 27, a la que pertenecía un buen número de grandes poetas, alguno de los cuales sería Premio Nobel de Literatura (Vicente Aleixandre en 1977) o Director de la Real Academia Española (Dámaso Alonso 1968-1982).
La muerte de Ignacio Sánchez Mejías por gangrena el 13 de agosto de 1934 como consecuencia de una cornada el día 11 en la plaza de Manzanares (Ciudad Real), quedó reflejada en una de las mejores elegías de la lengua española: “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de Federico García Lorca.
Grande fue la amistad de Domingo Ortega y Don José Ortega y Gasset; de Luis Miguel Dominguín y Picasso; de Antonio Ordóñez y Hemingway; de Gerardo Diego con los Bienvenida.
Sin olvidar a Manolete: gran emoción sintió Churchill al recibir en 1945, enviada por Manolete, la cabeza disecada de un toro lucero, estoqueado por él, que tenía en su testuz una gran “V” blanca (signo de la victoria). En 1950 la esposa y la hija de Churchill estuvieron en la finca “La Companza” de la familia Dominguín, viviendo de cerca el ambiente de taurino.
PINTURA Y ESCULTURA
Botero, Dalí, Picasso y su tauromaquia. Zuloaga hizo un cuadro al Chepa de Quismondo, que está expuesto en el Museo de Arte Moderno –MoMA- de Nueva York. Y Joaquín Sorolla, que en su “Visión de España” en catorce paneles regionales al óleo, pone en el centro un paseíllo en la Real Maestranza de Sevilla. Y Vázquez Díaz (1882-1969), Benjamín Palencia (1894-1980) o Antonio López.
En escultura taurina: Mariano Benlliure, el gran maestro, autor del Monumento al Toro de Lidia o la “Estocada de la Tarde”. Y Sebastián Miranda (1885-1975) con su célebre figura de Vicente Pastor.
LITERATURA
Un Premio Nobel toreando, como Camilo José Cela en 1957 en la Companza-Quismondo, con unos zahones y un capote que le prestó Luis Miguel Dominguín: recibió un puntazo en una nalga. Cela “soñó” con ser torero (“el Gallego y su cuadrilla”) y de hecho toreó en varios pueblos de Ávila. O Vargas Llosa, que, de joven, empeñó su máquina de escribir para ver a Ordóñez y ahora torea con Ponce al alimón. O el Nobel norteamericano Ernest Hemingway, autor de grandes novelas taurinas en inglés, corriendo los Sanfermines. O Valle-Inclán, muy amigo de Belmonte y haciendo el Don Tancredo con su gran barba: “hay arte en los toros y mucho”, decía.
Y la figura de Azorín que disfrutó de la Fiesta y en alguna ocasión toreo: “Toros de Flores eran traídos a Monóvar por las antiguas veredas para ser lidiados en las fiestas. El encierro era público. Una vez cogí yo un capote y di unas verónicas” (Albacete Siempre). En 1924 era miembros de la Real Academia Española.
Y los versos taurinos de importantes poetas españoles del siglo XX (de ideología distinta, pero con la misma afición): Lorca (“Cinco toros de azabache/ con divisa verde y negra”), Alberti (“De sombra, sol y muerte, volandera/ por un clarín de sangre azul torera”), Bergamín (“Cante y canto es el toreo”), Miguel Hernández (“como el toro me crezco en el castigo”) y Pemán (“Vamos a echarle un vistazo/ niña, a la feria de abril”), Gerardo Diego (“Y la torera cintura/ -flor de elegancia- clausura/, pura, la media verónica”); Fernando Villalón (“Plaza de piedra de Ronda/ la de los toreros machos”) o Manuel Machado (“Mi deseo primero hubiera sido/ ser un buen banderillero”).
DON GREGORIO MARAÑÓN
Hay que señalar a Don Gregorio Marañón (1887-1960) médico eminente, prestigioso investigador de la enfermedad del tiroides conocida como bocio, gran humanista y prolífico escritor, numerario de todas las Academias españolas y Doctor Honoris Causa por varias universidades. Este destacadísimo personaje de la España del siglo XX vivió la “fiesta hermosa” de los toros “con juvenil emoción”, decía su hijo. Fue admirador y amigo de varias figuras del toreo: “Yo conozco, trato y estimo a bastantes toreros y son gente apacible y bondadosa”. Le decía Cagancho: “Don gregorio, de Despeñaperros para arriba, no se torea, se trabaja”. Transmitió la afición a sus hijos y a sus nietos, a los que, durante el veraneo en San Sebastián, llevaba a los toros.
JUAN PABLO II
El Papa Juan Pablo II recibió en audiencia privada al torero Ortega Cano con su madre, después de la gravísima cornada en Zaragoza (13 de octubre de 1987), que le mantuvo muchos días al borde la muerte en la UCI, donde le llevaron un manto de la Pilarica. Aquel día, Ortega Cano regaló al Papa un capote de paseo bordado con la Virgen del Perpetuo de Socorro, de la que Juan Pablo II era muy devoto. En esta ocasión el que sería San Juan Pablo II concedía su bendición pontificia al diestro José Ortega Cano y a su madre doña Juana Cano Ríos, haciéndola extensiva a todos los toreros y a sus familias. En 1999 Juan Pablo II recibió a Enrique Ponce y a su esposa. El torero valenciano entregó unos regalos al Pontífice y este correspondió con rosarios bendecidos.
SIGLO XXI
LOS TOROS DE LA LIBERTAD
Ante los problemas y objeciones a la fiesta de los toros, aparece el rey Juan Carlos I, aficionado sin complejos y adalid de las libertades: su presencia en los ruedos impulsa en el siglo XXI los “Toros de la Libertad”.
FILOSOFÍA
Gustavo Bueno Martínez (1924-2016), catedrático de filosofía y autor de numerosos libros, es el pensador español más importante desde Ortega y Gasset. Aficionado taurino confeso, decía que “la Fiesta de los Toros es un fenómeno religioso”. Y añadía: “decir que los toros no son cultura es no tener ni idea de la idea de cultura”.