SAN ROQUE (Soneto)

SAN ROQUE PEREGRINO DE LA CARIDAD

 

MARIANO ESTEBAN CARO

                                               * * *

                        Cumpliendo así el mensaje divino

                        tus bienes a los pobres repartiste

                        y ligero de Montpellier saliste:

                        Era la Roma eterna tu destino.

                        En aquellos enfermos del camino

                        a Cristo dolorido descubriste:

                        sobre ellos la santa cruz hiciste

                        y la salud les dabas, Peregrino.

                       Que tu obra de Buen Samaritano

                       a imitar tu ejemplo nos provoque,

                       viendo en cada hombre un hermano.

                       Y cuando en el dolor a ti te invoque

                       se sentirá seguro el quismondano,

                       porque eres su Patrón, Señor San Roque.

                                                                    16 de agosto de 1994

 

 

 

 

 

SAN ROQUE Y LOS PAPAS

LOS PAPAS Y LA DEVOCIÓN A SAN ROQUE

 MARIANO ESTEBAN CARO

URBANO V (1362-1370)

Había sido monje benedictino y profesor de derecho en la Universidad de Montpellier, donde, ya siendo Papa, estuvo en varias ocasiones. Por bula de 25 de septiembre de 1369 crea en Montpellier el Colegio de los Doce Médicos. San Roque, que iba acompañado por el Cardenal Grimoard, visitó en Roma al Papa Urbano V.

 ALEJANDRO VI (1492-1503)

Nació en Játiva (Valencia) en el año 1430. Era sobrino del Papa Calixto III. El Papa Alejandro VI autorizó a la Cofradía de San Roque de Roma para que construyera una iglesia en honor del Santo así como un hospital anejo a la misma. En el año 1501 envió a Granada una reliquia de San Roque para que protegiera a aquellas tierras ante el peligro musulmán.

 LEÓN X (1513-1521)

Era de la familia de los Medici. Bajo su pontificado se celebró el Concilio de Letrán. Este Papa fomentó el culto a San Roque, concediendo varios privilegios a la nueva iglesia dedicada al Santo en la ciudad de Roma.

 PAULO III (1534-1549)

Siguió promoviendo la Cofradía Romana de San Roque. En la bula “Cum a nobis”, firmada en 1547 aparece San Roque entre los santos que habían pertenecido a la Orden Tercera Franciscana. Como en las fiestas de todos los santos Terciarios Franciscanos, también en la fiesta de San Roque y en los templos dedicados a él, el Papa concedía a los fieles diversas gracias e indulgencias.

 PAULO IV (1555-1559)

Este Papa fue un decidido reformador de la Iglesia. Elevó la Cofradía romana de San Roque a la categoría de Archicofradía, siendo, desde entonces, matriz de las restantes cofradías de San Roque en la Iglesia Universal.

 PÍO IV (1559-1565)

En su pontificado se clausuró el Concilio de Trento. Hizo Cardenal a San Carlos Borromeo, que mantuvo vivo en la Iglesia el espíritu reformador de Trento.

En el año 1560 la Archicofradía de San Roque en Roma fue autorizada directamente por el Papa para construir un lazareto en las faldas del Monte Mario. En su Carta Apostólica de 18 de octubre de 1560 Pío IV confirmó las indulgencias y privilegios concedidos por sus antecesores a la Archicofradía romana de San Roque.

 GREGORIO XIII (1572-1585)

Fue uno de los grandes Papas del siglo XVI. Eminente jurista, fundó en Roma la Universidad Gregoriana y otros colegios nacionales para estudiantes de teología y cánones.

Por mandato directo suyo se incluyó a San Roque en el Martirologio de la Iglesia. Este acto no supuso la canonización de San Roque, sino la proclamación oficial, por parte de la suprema autoridad de la Iglesia, de la certeza del pueblo cristiano, ya desde el siglo XIV: la santidad en grado eminente de Roque de Montpellier.

Este acto litúrgico-administrativo del Papa Gregorio XIII hace oficial y universaliza el culto a San Roque. Es una consecuencia de lo dispuesto sobre el culto a los santos en la sesión XXV del Concilio de Trento, que establecía la necesidad de que el obispo diocesano aprobara el culto a una imagen determinada. Dado que el culto a San Roque había llegado ya hasta el Nuevo Mundo, la ratificación oficial de su culto debía hacerla la autoridad universal del Papa.

 SIXTO V (1585-1590)

Reconoce explícitamente la canonización de San Roque, hecha por Clemente VII en Aviñón, cuyo culto se había extendido por el mundo entero.

 CLEMENTE VIII (1592-1605)

En la Constitución “Quaecumque” vuelve a reconocer los privilegios y las indulgencias de la Cofradía romana de San Roque y renueva las normas sobre la agregación de otras cofradías a su matriz de Roma.

A petición de Clemente VIII se envía desde Venecia una pequeña reliquia de San Roque a la parroquia romana del mismo nombre.

 PAULO V (1605-1621)

En su pontificado se terminó la Basílica de San Pedro. Paulo V fomentó las cofradías de San Roque así como la construcción de santuarios y ermitas a él dedicadas. En un Breve de 11 de octubre de 1606 concedía indulgencias a las cofradías de San Roque asociadas a la Archicofradía de Roma.

 URBANO VIII (1623-1644)

Este Papa en el año 1629 volvió a confirmar el culto a San Roque, al aprobar los textos litúrgicos de la misa y del oficio divino de la fiesta de San Roque. Ya el Papa Sixto V había creado la Congregación de Sagrados Ritos. En el año 1640, a petición de Urbano VIII, se envía desde Venecia una reliquia de San Roque a la archicofradía de Roma.

 INOCENCIO XII (1691-1700)

Dispuso que en las iglesias de los franciscanos se celebrara la fiesta de San Roque el 16 de agosto con rito doble mayor.

CLEMENTE XI (1700-1721)

Siguió fomentando el culto a San Roque, concediendo indulgencias incluso a las poblaciones más pequeñas de la Cristiandad. Es el caso del Breve del Papa Clemente XI de 5 de julio de 1720, en el que se concede indulgencia plenaria y remisión de todos los pecados a los fieles, que con las debidas condiciones, visiten el día 16 de agosto la ermita de San Roque en Quismondo de la diócesis de Toledo (España). Este pueblo tenía en 1720 poco más de 600 habitantes.

 PÍO VI (1775-1799)

Pío VI el día 13 de enero del año 1789 elevó a la categoría de Archicofradía la Cofradía de San Roque en Venecia. Este Papa en el año 1782 había visitado la Scuola de San Roque en Venecia.

 PÍO IX (1846-1878)

En el pontificado de Pío IX tienen lugar varios acontecimientos eclesiales de gran importancia: la definición dogmática de la Inmaculada (1854), la celebración del Concilio Vaticano I (1869-1870) y la pérdida de los Estados Pontificios (1870). En el año 1856, a petición del Papa Pío IX, se envía desde Venecia a Montpellier la tibia de San Roque. Fue este Papa el que aprobó la erección de la iglesia dedicada a San Roque en Montpellier, que se sufragó por suscripción popular y se abrió al culto en el año 1867.

 PÍO X (1903-1914)

Había sido Patriarca de Venecia y, por tanto, miembro de honor de la Archicofradía veneciana de San Roque. Por expreso deseo suyo siguió siendo cofrade también durante su pontificado.

Cuando fue beatificado en 1921, la Archicofradía de San Roque de Venecia le dedicó un altar en su iglesia, que era consagrado por el Patriarca Roncalli el 24 de septiembre de 1954.

 JUAN XXIII (1958-1963)

También había sido Patriarca de Venecia. Es el Papa que convocó el Concilio Vaticano II. En la audiencia que concedió a las cofradías venecianas el día 16 de diciembre de 1961, se refirió a la de San Roque con palabras muy elogiosas. De nuestro Santo dijo que “había servido a Cristo en los apestados”.

 JUAN PABLO II (1978-2005)

En la audiencia del sábado 30 de diciembre del año 2000, el Papa Juan Pablo II dirigía un particular saludo al Comité nacional italiano de Amigos de San Roque. A ellos, junto a otras organizaciones de voluntariado, Juan pablo II les dijo que debían mantener vivo “el deseo de socorrer a quien necesita ayuda”. Y los animaba a que fueran “iconos vivos del Buen Samaritano”.

 BENEDICTO XVI (2005-2013)

En Callosa de Segura de la diócesis de Alicante (España) en el año 2009 se celebró el VI centenario de la Gloriosa Aparición de San Roque. Con este motivo, el Papa Benedicto XVI otorgó la gracia del Año Santo Jubilar, que culminó con la venida a Callosa de la Reliquia del Brazo de San Roque, que se venera en Roma, y que por vez primera se traía a España.

 

 

ERMITA DE SAN ROQUE EN QUISMONDO

PRIMERA ERMITA DE SAN ROQUE

                   EN QUISMONDO

 

AÑO 1599

La peste asoló al vecindario de Quismondo, que, ya en este año, se puso bajo la protección de San Roque y le declaró su Patrón.

En agradecimiento, prometieron construir una Ermita en su honor y eligieron el emplazamiento: a la salida del pueblo, en una loma, que domina dos valles, junto al viejo camino de Maqueda, que abrieron los árabes para llegar hasta Alamín.

 AÑO 1630

Llega a Quismondo un nuevo Cura Párroco: Don Juan Pérez de Velasco. Fue él quien animó a los quismondanos a cumplir la promesa hecha en 1599.

Comienzan las obras de la Ermita, siguiendo lo mandado en la licencia para construirla, concedida por el Infante Cardenal de Toledo Don Fernando de Austria. Sus dimensiones serían 40 por 20 pies (11 por 5,5 metros).

 AÑO 1632

FINALES DE JUNIO.- La Ermita está ya terminada. En su retablo se instala la imagen de San Roque. También un altar y una campana.

Esta imagen de San Roque pertenecía a alguna de las célebres escuelas de la imaginería barroca toledana. Fue destruida el 21 de julio de 1936.

Se envía al Arzobispado de Toledo la solicitud para que en esta nueva Ermita se pueda celebrar la Santa Misa.

DÍA 7 DE JULIO.-En un hermoso documento, el Cardenal Arzobispo de Toledo concede lo solicitado, a condición de que los hijos de Quismondo –los de 1632 y sus sucesores- se comprometan a tener la Ermita “bien reparada de todo lo necesario perpetuamente”.

DÍA 12 DE AGOSTO.-Todo el pueblo de Quismondo, con su Párroco y autoridades a la cabeza, ante Notario, hace un VOTO SOLEMNE, por el que aquellos hombres buenos, antiguos, se obligan a sí mismos y a sus sucesores a tener la Ermita “bien tratada y reparada por siempre jamás”.

Una copia de este VOTO es presentada urgentemente a la autoridad Eclesiástica de la Diócesis de Toledo, que firmó la providencia el 18 de agosto, dando su Visto Bueno.

DÍA 20 DE AGOSTO.-Se bendice la nueva Ermita según el ritual. Para ello salió del templo parroquial de Quismondo una procesión hasta la nueva Ermita: abría paso la Cruz Parroquial. El Cura Párroco llevaba el Santísimo Sacramento. Una vez llegados a la nueva Ermita, se procedió a su bendición por el Párroco de Novés y se celebró en ella, por primera vez, la Santa Misa.

 AÑO 1720

DÍA 5 DE JULIO.- En este día, el Papa Clemente XI firmó un Breve Pontificio en pergamino, concediendo, para siete años, la Indulgencia Plenaria y Remisión de todos sus pecados a todos los fieles cristianos de ambos sexos, que, en las condiciones acostumbradas, “visiten la Iglesia Ermita de San Roque en las afueras de Quismondo de la diócesis toledana devotamente cada año el día de la fiesta de San Roque, desde las primeras vísperas hasta la puesta del sol de su día”.

 AÑO 1744

El Visitador eclesiástico informa que la Ermita de San Roque estaba “reparada, decente y ornamentada”.

 AÑO 1749

DÍA 23 DE AGOSTO.-Hace testamento Don Francisco Gómez-Manzanilla y Belluga, hijo de Quismondo y Canónigo de la Catedral de Cartagena-Mucia, dejando para la Parroquia de nuestro pueblo una concha para bautizar, un Lignum Crucis y una reliquia de San Antonio y otra de San Roque, todo en plata.

El Lignum Crucis fue confiscado en la desamortización de 1837, junto con otros objetos de plata: una custodia, dos cálices, y varias patenas y cucharillas. La concha y las reliquias, donadas por Don Francisco Gómez-Manzanilla, se conservan en nuestra Parroquia.

La reliquia de San Roque está suficientemente autentificada por la Autoridad Eclesiástica, tras un largo expediente.

 AÑO 1823

Debido al peligro de ruina en que estaba la iglesia, se comienza a enterrar en la Ermita. No se sabe cuántas personas fueron sepultadas en ella: serían muy pocas en los 61 metros cuadrados. Pero a causa de estos enterramientos, que conmovieron el suelo, y de los años de pobreza y epidemias, que siguieron a la invasión francesa, la Ermita llegó a estar en situación ruinosa.

En 1839, por orden de la Diputación Provincial, existía un arancel de enterramientos en la Ermita: 40 reales por un adulto y 20 por un párvulo. En este año ya existía un pequeño cementerio anejo a la Ermita de San Roque, que se saturó en 1895 a causa de las epidemias de cólera. Se abrió un “nuevo camposanto” junto a la ermita de San Sebastián, en el Camino de Escalona. El último enterramiento en el Cementerio de San Roque fue en 1907 en alguna sepultura en propiedad.

En el mes de octubre de 1959 se hizo la “monda” de las sepulturas de este viejo cementerio de San Roque, trasladándose sus restos a una fosa común en el cementerio municipal (por la zona del pozo actual).

 AÑO 1850

El Informe Madoz habla de la Ermita “arruinada de San Roque”, que ya en este año tenía el camposanto “a su inmediación”.

AÑO 1928

En este año 273 vecinos de Quismondo contribuyeron con sus aportaciones para restaurar la Ermita: desde 1.000 pesetas a 0,25. Casi un 40% dio una peseta, un 14% contribuyó con 2 pesetas y cinco dieron 20 pesetas. En total se recaudaron 3.083,50 pesetas.

La respuesta fue buena, ya que el jornal diario de cada uno de los que trabajaron en aquellas obras era de 2,50 pesetas.

 AÑO 1951

Durante las obras de ampliación de la iglesia para convertir en tercera nave el patio que daba a la plaza, la Ermita acogió el culto y la administración de los sacramentos, celebrándose en ella bodas, bautismos, funerales y primeras comuniones.

 AÑO 1957

La techumbre de la Ermita de 1632 estaba en malas condiciones, pero no sus muros ni cimentación. Se tomó la decisión de derruirla y hacer una nueva Ermita, que se bendijo como Oratorio Público el día 10 de agosto de 1963.

 

SAN ROQUE TERCIARIO FRANCISCANO

SAN ROQUE

TERCIARIO FRANCISCANO

 

MARIANO ESTEBAN CARO

                            

                                       * * *

LOS FRANCISCANOS EN MONTPELLIER

A pesar de que en 1209 el Papa Inocencio III impulsó una cruzada contra los albigenses, quince años después las ideas heréticas de esta secta seguían vivas en el sur de Francia. Por lo cual la Orden Franciscana en el año 1224 envía a la zona a San Antonio de Padua (1195-1231), que hasta el año 1227 predicó incansablemente en Montpellier, Toulouse, Puy, Burdeos, Arles y Limoges.

San Antonio, además de predicar al pueblo cristiano, fundó en Montpellier

un Estudio General para que los franciscanos estudiaran teología y cánones.

Había sido autorizado por San Francisco de Asís, quien en una carta recordaba que el estudio no debía apagar el espíritu de oración y devoción.

A la sombra de la Universidad de Montpellier también los dominicos habían

fundado su Estudio General.

San Antonio de Padua enseñó teología en el Estudio General Franciscano de

Montpellier durante los años 1225 a 1227. Era un profundo conocedor del pensamiento teológico de San Agustín, al que dedicó más de diez años de estudio. Supo conjugar la sencillez de la predicación al pueblo con la profundidad y el rigor teológico.

Fue en Montpellier donde le desapareció a San Antonio el libro de los salmos que utilizaba para las clases de teología. Le fue devuelto por un novicio de

forma misteriosa. A partir de este hecho se invoca a San Antonio para encontrar los objetos pedidos.

Así pues, los ideales de vida cristiana del franciscanismo más genuino fueron plantados y cultivados en Montpellier durante más de dos años por el

gran apóstol y predicador, que fue San Antonio de Padua. Este franciscano

universal, fiel intérprete del estilo de vida de San Francisco, es el padre del

movimiento franciscano en Montpellier, cuna de San Roque, quien formó parte de la Orden Tercera Franciscana en la comunidad de esta ciudad. La presencia franciscana, desde entonces, fue constante en Montpellier, consiguiendo edificar su convento en el año 1320.

 

ORDEN TERCERA FRANCISCANA SEGLAR

San Francisco de Asís es el iniciador de un estilo de vida cristiana, que fue tomando forma en las diversas órdenes franciscanas. En 1210 el Papa Inocencio III aprobaba la orden de los franciscanos. En 1212 fueron fundadas las Clarisas. Con su Carta a Todos los Files, San Francisco ponía las bases de la Orden Tercera, para que también los seglares, sin dejar el mundo ni sus familias ni sus tareas propias, pudieran vivir el evangelio en su integridad. Así a la Orden Tercera pertenecieron personas de toda condición y clase social. También los seglares en su vida ordinaria podrían

hacer suyos los valores evangélicos más destacados en el espíritu franciscano: la humildad, la fraternidad, el amor a la naturaleza, el trabajo

por la paz y muy especialmente la misericordia y a pobreza.

Para San Francisco, el “Poverello” de Asís, la pobreza es la virtud que hace

más amigo de Cristo; el ideal de pobreza se resume en una total renuncia a

la posesión de bienes y en la mayor limitación de su uso.

El cuidado de los enfermos, como obra de misericordia, fue otro valor vivido

intensamente por San Francisco, que comía con los enfermos en su misma

escudilla. Todo el que ingresara en la orden franciscana debía estar dispuesto a vivir en las leproserías y a mendigar para sostenerlas. Cuando

los frailes se dedicaron más a la predicación y comenzaron a vivir en los conventos, el cuidado de los enfermos y leprosos recayó en los miembros de la Orden Tercera, ya que una de sus obligaciones estatutarias consistía en cuidar y visitar a los enfermos.

Desde finales del siglo XIII la Orden Tercera franciscana seglar adquirió solidez y pujanza. El Papa Nicolás IV, en el año 1289, con la bula Supra Montem, dio a la Orden Tercera su aprobación solemne así como su propio

estatuto jurídico y espiritual. En el año 1297 el Papa Bonifacio VIII canonizaba a San Luis Rey de Francia, que había sido miembro de la Orden

Tercera, distinguiéndose por su amor y dedicación a los enfermos, leprosos

y apestados. Él mismo los cuidaba, comiendo frecuentemente con ellos.

Este Santo Rey moría en el año 1270 contagiado por la peste. Fue grande el

influjo del testimonio de San Luis Rey, sobre todo, en Francia así como el impulso papal que recibió la Orden Tercera franciscana seglar en esta época.

 

SAN ROQUE TOMA UNA DECISIÓN RADICAL

Cumpliendo los consejos que su padre le dio al morir, Roque comenzó a repartir sus bienes entre los pobres y necesitados hasta quedar en la más absoluta pobreza. Una interpretación del evangelio realista, concreta y literal llevó a nuestro Santo a vivir la experiencia de la pobreza total. Roque

hizo el reparto de sus cuantiosos bienes procurando que no se propalara la noticia.

No parece que Roque tomara esta decisión como consecuencia de un voto de pobreza y mendicidad, tan frecuente en el siglo XIII. Pero sí que conecta

con un movimiento eclesial de esta época: la ruptura con un régimen económico y social, en el que la misma Iglesia estaba inmersa.

La trascendental decisión de San Roque de quedar en la más absoluta pobreza para ponerse en camino inmediatamente pertenece al más puro estilo franciscano. Es una prueba más de su pertenencia a la Orden Tercera

Franciscana Seglar. Una característica definitoria del movimiento iniciado por San Francisco Asís fue la pobreza itinerante para ayudar a los pobres, los apestados y los enfermos de lepra.

Roque, como San Francisco, también se casó con la pobreza. Para ambos el

pobre es la imagen misma de Jesús. No esperaron a que el pobre acudiera a

ellos en busca de ayuda, sino que salieron a su encuentro, conviviendo con

ellos en los albergues, hospitales y leproserías. El “beso al leproso” para San Francisco tiene el mismo significado que el contacto inmediato con el apestado para San Roque: es símbolo del amor al necesitado, al pobre, al enfermo, que son la imagen del Señor. Nuestro Santo, además de curar y limpiar a los leprosos, hacía sobre sus frentes la señal de la cruz. Roque, como San Francisco, se propuso “seguir desnudo a Cristo desnudo”. Ambos

se hicieron pobres para servir con total libertad a los pobres y enfermos.

Roque, siguiendo a San Francisco, también hizo una lectura del evangelio realista y sin glosas. El beso de San Francisco de Asís al leproso hace realidad “la cercanía al enfermo afectado por enfermedades infecciosas: un

objetivo al que la comunidad eclesial debe tender siempre” (Benedicto XVI,

24-11-2006).

 

SAN ROQUE EN LA ORDEN TERCERA FRANCISCANA

En la vida de San Roque de varias formas se hace presente y manifiesto el

espíritu franciscano. Existe una secular tradición franciscana que considera a San Roque como miembro de la Orden Tercera Franciscana. Sin entrar en

un convento, como seglar, San Roque vivió en el mundo los grandes valores

franciscanos. Los historiadores de la Orden Tercera consideran a San Roque

como un terciario del siglo XIV, muy querido por el pueblo por ser abogado

contra la peste y epidemias. Fue –dicen- un auténtico franciscano piadoso con hombre y animales.

La presencia franciscana en Montpellier venía siendo muy significativa desde

el primer tercio del siglo XIII con la presencia tan activa de San Antonio de

Padua. Parece que la práctica de visitar los hospitales, como obligación propia de los terciarios, era habitual en San Roque ya antes de partir hacia

Roma y encontrarse con los apestados. El hábito y la indumentaria que llevó

a lo largo de su peregrinar era muy similar a la de los terciarios. La cercanía, incluso física, con que Roque trató a los enfermos es una característica del más primitivo espíritu franciscano. Que muy especialmente está presente en la radical decisión tomada por San Roque de vivir la “pobreza itinerante” al servicio de los pobres, leprosos y apestados.

En el comentario previo de Acta Sanctorum Augusti III (n. 10) dedicado a San Roque, se recogen varios testimonios, que atestiguan la pertenencia de

nuestro Santo a la Orden Tercera franciscana. Así Arthur du Monstier en su Martyrologium Franciscanum (París 1638) incluye a San Roque entre los miembros de la Orden Tercera franciscana (pg. 272-273). Y cita además otros testimonios como el de Benigno Fremaut, que en su Leyenda General de los santos de la Orden Seráfica dice que Roque, antes de partir para Italia, entró en la Venerable Orden Tercera franciscana. En esto coincide con el P. Luke Wadding en su obra Anales Minorum, al referirse al año 2327 (III, 1327, n. 13).

Pero el más importante testimonio que avala la pertenencia de San Roque a

la Orden Tercera Franciscana se contiene en la Bula “Cum a Nobis” del Papa

Paulo III (1534-1549), firmada en Roma en 1547. En este documento papal

aparece San Roque entre los santos y santas que fueron miembros de esta

Orden Franciscana seglar, en cuya fiesta y en los templos a ellos dedicados,

el Papa concedía a los fieles diversas gracias e indulgencias (Antonio de Siles, Monumentum Tertii Ordinis, II, pg. 81).

En el año 1875 el P. Ireneo de Orleans, en su obra titulada “Vie Populaire et

Edifiante du Glorieux Sant Roch”, llega a la conclusión de que San Roque perteneció a la Venerable Orden Tercera, a partir de la presencia determinante del espíritu franciscano en su trayectoria vital.

 

SAN ROQUE Y LOS APESTADOS

Sobre la peste bubónica la historia de la medicina tiene datos ciertos desde

los primeros años del siglo III. Es definida como una enfermedad infecciosa

aguda, cuyo germen invade el organismo a través de la piel, las mucosas o

las vías respiratorias, produciéndose una tumefacción de los ganglios linfáticos, conocidos también como bubones. El descubrimiento del bacilo de

la peste (Yersinia pestis) en 1894 facilitó el conocimiento de la misma. La epidemia más grave se produjo a mediados del siglo XIV (la llamada “peste

negra”), que causó la muerte de unos veinticinco millones de personas (un

tercio de la población de Europa).

San Roque, en su peregrinación hacia Roma en el verano de 1367, se encontró con numerosas poblaciones invadidas por la “peste negra”. En todas partes se entregó al cuidado de los enfermos, atendiéndolos y cuidándolos. Especialmente en los hospitales, como el de Acquapendente y

el de Piacenza, donde Roque fue contagiado. Sin prisas. Permanecía allí el tiempo que fuera necesario. Sobre la frente de los apestados hacía la señal

de la cruz. La caridad, la fe y la oración de Roque de Montpellier hizo que el

Señor concediera la curación a innumerables apestados. Incluso en Roma se

curó un cardenal, que en 1368 le acompañó a visitar al Papa. Ya de regreso

a Montpellier, en Piacenza, el mismo Roque fue contagiado por la peste. Se

le produjo un enorme bubón en el repliegue de la ingle, que evolucionó en

hemorragias y necrosis purulenta. Curado milagrosamente, Roque quedó desfigurado por las cicatrices. Y desconocido por sus paisanos, murió en la cárcel de Montpellier.

Las frecuentes oleadas de peste hicieron que siguiera vivo el recuerdo de aquel peregrino, que curaba a los apestados haciendo sobre su frente la señal de la cruz. La piedad popular comenzó a encomendarse a San Roque

como abogado contra la peste, erigiendo en su honor iglesias y ermitas a la entrada de las poblaciones. Así desde finales del siglo XIV y durante todo el siglo XV se extendió por Europa la devoción a San Roque.

En 1489 llegó a España, concretamente a Valencia. En 1501 el Papa Alejandro VI enviaba a Granada una reliquia del Santo y en 1563 Felipe II hizo que llegara otra a San Lorenzo de El Escorial. De España pasó al Nuevo

Mundo, donde, en 1576, nació Roque González, hijo de españoles, al que en

1988 canonizó el Papa Juan Pablo II.

 

MARIANO ESTEBAN CARO