AMOR DE LOS PADRES Y AMOR DE DIOS

                  AMOR DE LOS PADRES Y AMOR DE DIOS

 

 MARIANO ESTEBAN CARO

EL AMOR DE LOS PADRES REVELA EL AMOR DE DIOS.-El cometido, que por vocación de Dios tiene la familia “brota de su mismo ser y representa su desarrollo dinámico y existencial. Familia, ¡sé lo que eres!”. El mismo Juan Pablo II explica este imperativo fundamental de la familia: ser de modo creciente comunidad de vida y amor, pues “la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor” (FC 17). La familia, en cuanto participa del amor de Dios, uno y trino, tiene la misión de revelar, comunicar y custodiar el amor.

“Dios es amor”. Éste es el mensaje fundamental de la revelación. El amor misericordioso de Dios “además de a través de la paternidad, se hace conocer también por medio de la ternura inigualable de la maternidad”, decía Juan Pablo II (2 de octubre de 1985). Cuando los esposos se ayudan mutuamente en su camino de madurez humana y cristiana están revelando el amor de Dios.

Al dar la vida a los hijos, los padres asumen la responsabilidad de darles razón de este maravilloso don, que es la vida misma: “de este amor divino los padres sois testimonio y ministros” (21 de mayo de 1983). El ser humano, hombre y mujer, “es llamado por Dios para ser testigo e intérprete del eterno plan de amor”, decía el Papa (22 de agosto de 1984). Para poder ser signo del amor de Dios a los hombres, la familia ha de llenarse de este amor de Dios. La gracia del sacramento del matrimonio ayuda a los esposos a realizar la vida familiar.

En la Audiencia a un grupo de recién casados, el 29 de enero de 1986, les dijo el Papa que eran verdaderamente signos del amor de Dios: “el Dios del amor es el Dios de la vida”. A los Equipos de Nuestra Señora, el 23 de septiembre de 1982 les decía que este mundo envejecido, que ya no cree en la vida, en el amor, en la fidelidad, necesita “signos de la alianza nueva y eterna que le revelen el amor auténtico”. Y añadía: “A través de la fidelidad de los esposos podrán vislumbrar (entrever) la fidelidad del Dios viviente”.

El amor de los esposos y padres es revelación del amor de Dios. Para ello el amor de los padres hacia sus hijos debe ser un amor fiel, un amor de predilección, un amor que aguarda y espera y respeta la libertad de sus hijos. En el amor del padre y de la madre, reflejo del amor del Padre, los jóvenes se verán impulsados a amar a Dios y a los hermanos, pues “nadie puede amar si no se siente amado” (Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud de 1999).

La familia, iglesia doméstica, “en el calor de las relaciones interpersonales de sus miembros debe ser un signo del amor de Dios. El Espíritu Santo, a través del sacramento del matrimonio, transforma el amor de la familia, haciendo de él “un reflejo de la gloria de Dios, del amor de la Santísima Trinidad”. Y continúa el Papa:”semejante modelo de familia es epifanía de Dios, manifestación de su amor gratuito y universal” (5 de enero de 1994).

DESCUBRIR EL AMOR DE DIOS EN EL AMOR DE LOS PADRES.-El día 13 de mayo de 1988, en su Mensaje a los Niños decía Juan Pablo II a los padres: “Dios quiere encomendaros a los niños para que, a través de vuestro cariño, descubran el amor de Dios”. Los padres revelan de modo cercano el amor de Dios. Es una nueva y trascendental responsabilidad, que reciben de Dios los esposos cuando llegan a ser padres, pues “su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible del amor de Dios, del que viene toda paternidad” y, a la vez, el hijo es la prueba de la autenticidad del amor de los padres (FC 14).

El hijo no es un derecho de propiedad, sino el don más hermoso que Dios puede conceder a un matrimonio (Catecismo de la Iglesia Católica 2378). Los hijos reciben a través de los padres el reflejo y la revelación del amor de Dios. Pero los niños son, a su vez, signo que compromete a los padres para construir todos los días la verdadera comunidad de vida y amor, que es la familia.

La imagen y semejanza del Dios-Amor es transmitida a sus descendientes por el hombre y la mujer, como esposos y padres. Por ello, los hijos son un don del amor de Dios al amor de los esposos. Juan Pablo II, el 20 de noviembre de 1993 decía a la Conferencia Internacional sobre la Infancia que “los derechos del niño se resumen en el derecho a ser amado”; la sociedad y la familia acompañarán de modo efectivo el desarrollo de sus retoños, si ponen como base de todas sus iniciativas “una renovada conciencia del deber de amor al niño”.

El derecho de los niños a ser amados se convierte para sus padres en un gozoso deber, que el sacramento del matrimonio transforma en “un ambiente de amor sólido al que tienen derecho los hijos” para su armónico desarrollo. Este ambiente se construye sobre la estabilidad y el intercambio enriquecedor de la pareja, decía Juan Pablo II (1 de mayo de 1989).

En la Homilía de la misa para las familias en Madrid el día 2 de noviembre de 1982 se refirió el Papa a la norma fundamental de la comunidad familiar: no es la utilidad o el placer, sino la norma personalística de que “toda persona es afirmada en su dignidad en cuanto tal, es querida por sí misma”. Y subrayaba que “el respeto a esta norma explica que en la familia todo se haga por amor”, un amor abierto a los demás y dispuesto a servir a la iglesia doméstica. En el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1994, Juan Pablo II escribía: el pequeño ser humano ha de experimentar “el calor de un afecto cercano y constante”. El día 5 de abril de 2001, ante treinta mil jóvenes reunidos en Roma, pedía a las familias cristianas que ayudaran a otras familias que pasan por dificultades, “para que todo hijo que nazca pueda experimentar la tierna paternidad de Dios”.

LOS PADRES, ARTÍFICES DEL SENTIDO DE DIOS EN SUS HIJOS.-La vida diaria en común en el seno de la familia es la prueba que demuestra a los hijos si sus padres saben compartir o, por el contrario, están encerrados en su propio egoísmo. “La familia es el lugar privilegiado para la educación y el ejercicio de la vida fraterna y la solidaridad” (Juan Pablo II, Mensaje para la Cuaresma de 1994). En el Mensaje para el Domund de 1981 decía Juan Pablo II: “Con su ejemplo, más aún que con sus palabras, los padres enseñarán a sus propios hijos a ser generosos con los más débiles, a compartir su fe y sus bienes materiales”. La vida familiar es la mejor enseñanza del amor gratuito.

Cuando los padres se entregan sinceramente a Cristo y viven toda su vida de acuerdo con esta entrega, están poniendo el medio más eficaz para que el mensaje de la fe sea recibido espontáneamente. La razón de esta “espontaneidad” es el amor que todo hijo siente por sus padres. La eficacia de este testimonio cercano y diario de los propios padres hace de ellos verdaderos testigos y artífices del nacimiento del sentido de Dios en sus hijos.

La vida de los padres, coherente con su fe, contrastada a diario y muy de cerca por los propios hijos, irá despertando en éstos la fe y el sentido de Dios. La oración es un momento trascendental y especialmente significativo. Se trata de “un testimonio de vida cristiana adulta, que introduzca a los hijos en la experiencia viva de Cristo y de la Iglesia” (FC 25).

El amor a los hijos es, a la vez contenido y medio de la educación de los mismos. Es el contenido fundamental a transmitir, pues el ser humano “no puede vivir sin el amor” (RH 10). El amor del padre y de la madre revela a sus hijos el rostro de Dios, que es Padre, pero también es Madre. Por otra parte, el amor mismo es en la educación de los hijos “la pedagogía más completa y eficaz” (FC 37). Para que el amor sea realmente eficaz en el proceso educativo en familia los hijos han de percibir que son amados por sus padres gratuita y generosamente. Juan Pablo II decía a las familias que, si abrían las puertas de sus hogares y de sus corazones a Cristo, serían iluminadas por el amor, “pues el amor que viene de Dios enriquece y purifica el amor de los esposos y de los padres”, haciéndoles generosos para acoger el nacimiento de los hijos, asegurar su educación y para despertar la fe en ellos (3 de febrero de 1993).

 

 

 

ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCOLAR

                                          

                               ENSEÑANZA RELIGIOSA ESCOLAR

                                      SEGÚN SAN JUAN PABLO II

MARIANO ESTEBAN CARO

 La enseñanza religiosa en la escuela estatal o no confesional ha de hacerse en condiciones equiparables a las demás asignaturas fundamentales. Los padres no pueden renunciar a este derecho, exigible no sólo en cuanto al contenido de la enseñanza, sino también en los ámbitos, a los que han confiado la educación de sus hijos y a cualquier nivel de la enseñanza.

El día 15 de abril de 1991, el Papa Juan Pablo II dirigía unas luminosas palabras a los participantes en el Simposio Europeo, que se celebraba en Roma, sobre la enseñanza religiosa en la escuela pública. Esta enseñanza debe ser considerada “como una contribución primaria a la construcción de una Europa fundada sobre aquel patrimonio de cultura cristiana que es común a los pueblos del Oeste y del Este europeo”.

La enseñanza religiosa escolar debe conducir –decía San Juan Pablo II- al reconocimiento de  los orígenes cristianos de Europa, sin limitarse a hacer un inventario del pasado, sino abriendo “la inteligencia y el corazón para captar el gran humanismo cristiano inmanente a la visión católica”. Esta cultura religiosa debe nutrir “la formación de la persona y contribuye a dar a la Europa de los tiempos nuevos un rostro no puramente pragmático, sino un alma capaz de verdad y de belleza, de solidaridad respecto a los pobres, de original impulso creativo en el camino de los pueblos”.

En esta hermosa y trascendental tarea deben trabajar los profesores de religión, las autoridades políticas y los padres. Los profesores manteniendo la “pasión educativa que los anima”, así como una constante actualización. Las autoridades considerando la enseñanza religiosa escolar como un servicio al bien común, pues en la Europa de los derechos del hombre y del ciudadano, esta enseñanza “garantiza fundamentalmente derechos de conciencia que resultarían heridos por toda forma de marginación y de devaluación”. Incluso el Papa animaba a las autoridades políticas a “asegurar a los profesores de religión lo que les es debido en el plano jurídico e institucional”. A los padres, que son los primeros y fundamentales educadores de sus hijos, pedía el Papa que eligieran la enseñanza religiosa y colaboraran estrechamente con los profesores”.

En la Homilía de la Celebración de la Palabra, en la Vigilia de San Pedro y San Pablo (28 de junio de 1984), el Papa Juan Pablo II se refirió al derecho de las familias y de los alumnos a recibir enseñanza religiosa en la escuela. La cuestión de la educación católica –decía el Papa- conlleva además “la enseñanza religiosa en el ámbito más general de la escuela, bien sea católica o bien estatal. A esa enseñanza tienen derecho las familias de los creyentes, las cuales deben tener la garantía de que la escuela pública — precisamente por estar abierta a todos— no sólo no ponga en peligro la fe de sus hijos, sino que incluso complete, con una enseñanza religiosa adecuada, su formación integral”. Decía el Papa que este principio “se encuadra en el concepto de la libertad religiosa y del Estado verdaderamente democrático que, en cuanto tal, es decir, respetando su naturaleza más profunda y verdadera, se pone al servicio de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, respetando sus derechos, sus convicciones religiosas”.

Como consecuencia de esta convergencia de los principios religiosos, filosóficos y políticos, “esta enseñanza religiosa es considerada un derecho: derecho de las familias creyentes, derecho de los jóvenes y de las jóvenes que quieren vivir y profesar su fe; y ello en cualquier tipo de escuela, incluso en aquella que no acepta las instancias de la educación católica propia de la Iglesia”. Y concluía el Papa diciendo: “Una escuela que quiera ser digna de este nombre debe conceder espacio y ofrecer su disponibilidad a las instancias de los ciudadanos con el acuerdo y la colaboración de las confesiones interesadas”.

 

 

ACOSO A MENORES

                   EL MENOR ACOSADO

MARIANO ESTEBAN CARO

 MANIFESTACIONES

Los padres han de estar muy atentos a algunas manifestaciones que pueden darse en los menores acosados. Según un estudio de Microsoft, la mitad de los niños que pasa más de 10 horas semanales en Internet (51%) tiene más posibilidades de ser acosado online, frente al 29% que le dedica menos horas.

Como primeros pasos a dar con el hijo acosado, los psicólogos recomiendan a los padres comunicación, evitar la culpabilización y transmitirles confianza.

CAMBIOS EN SUS HÁBITOS

En el uso de móviles o de Internet, en la asistencia a clase, abandono de actividades preferidas, altibajos en el estudio y en el rendimiento escolar, variaciones en sus actividades de ocio y tiempo libre, en la regularidad y en la cantidad de comida y maneras de comer, en su capacidad de concentración, cambios en el grupo de amigos. En relación con los adultos, la frecuencia y dependencia de ellos.

EN EL ESTADO DE ÁNIMO Y REDES SOCIALES

Cambios de humor, momentos de tristeza o apatía e indiferencia. En actitudes de relajación y tensión, de reacción agresiva inusual, excesivas reservas en la comunicación.

Intercambios extraños de red social, repentina pobreza, ausencia de amigos y de relaciones sociales, falta de defensa ante bromas u observaciones públicas, miedo u oposición a salir de casa.

CAMBIOS FÍSICOS Y EN SUS PERTENENCIAS

Ante determinadas situaciones: hombros encorvados, cabeza gacha, falta de contacto en ojos, rechazo de la presencia pública.

En la escuela: busca la cercanía a adultos, miedo a recreos, ocupa rincones, paredes y espacios protegidos y controlables visualmente.

Explosiones agresivas momentáneas, manifestaciones de enfermedad o dolencias frecuentes, pérdida y deterioro de pertenencias, lesiones físicas frecuentes sin explicación razonable.

CAMBIOS SOMÁTICOS

Aumento o pérdida de peso rápido por cambios ante la comida: falta de apetito, comidas compulsivas, mareos frecuentes con síntomas no comunes o dolor de cabeza o estómago que impiden realizar actividades normales como el ir al colegio.

 

 

 

 

SEXUALIDAD Y AMOR

   SEXUALIDAD Y EDUCACIÓN PARA EL AMOR

MARIANO ESTEBAN CARO

1-LA SEXUALIDAD

RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES.-También los padres tienen la responsabilidad de educar a sus hijos en el verdadero sentido de la sexualidad y del amor. No pueden dejar que reciban de otros una formación inadecuada, inmoral o pornográfica. Los padres han de encontrar tiempo para dialogar tranquilamente con sus hijos. Ofreciéndoles una información individualizada. Con claridad y delicadeza. Sin perder la dimensión moral de la sexualidad en el contexto de una educación para el amor.

EDUCACIÓN PROPORCIONADA A SU EDAD.-En la niñez la formación debe ser indirecta. En la pubertad será más detallada, partiendo de las transformaciones, que los hijos experimentan y respondiendo con claridad a sus preguntas. En la adolescencia los padres han de dar a los hijos una explicación positiva, responsable y serena. En el período del noviazgo hay que ayudarles a que nazcan en ellos las condiciones de un vínculo de amor serio y comprometido. Hay que respetar siempre la intimidad del niño y del joven. Sin servirse de material erótico.

VISIÓN CONSUMISTA.-La sociedad de consumo se preocupa casi exclusivamente del “tener”, olvidando que lo principal es el “ser”. Este planteamiento está en la base de que se interprete la sexualidad desde la posesión egoísta y la instrumentalización del otro. Se banaliza la sexualidad, reduciéndola al cuerpo y al placer. Hace que se comprenda la sexualidad como un producto de consumo, que no tiene en cuenta sus valores trascendentales. Así se la priva de su dignidad como servicio a la comunión y a la entrega generosa entre dos personas en el amor.

GRAVES CONSECUENCIAS.-Esta visión consumista de la sexualidad incapacita para la donación gratuita interpersonal. Puede tener influencias negativas para el matrimonio y la familia. Cierra las puertas para vivir en toda su grandeza la comunidad de vida y amor del matrimonio y la familia. Amor que en su esencia es entrega generosa y gratuita.

 2-EDUCAR PARA EL AMOR

EL AMOR AFECTA A TODA LA PERSONA.-El amor conyugal integra todas las dimensiones de la persona: espiritual, volitiva, afectiva, corporal. Se funda en los sentimientos, pero sobre todo, en el compromiso, en la entrega y en la fidelidad. Este amor pasa por situaciones difíciles. Pero hay también momentos de intensa alegría. Las manifestaciones de ternura entre los esposos expresan el pacto matrimonial. La relación íntima entre ellos tiene un profundo significado en la vida conyugal: Son signo y expresión de comunión interpersonal.

OBLIGACIÓN DE AMARSE.-El verdadero amor conyugal entre dos personas de igual dignidad, pero distintas y complementarias en su sexualidad, no es sólo sentimiento. Ni mera atracción psico-física. El amor no tendría estabilidad. Se extinguiría fácilmente. Es esencialmente compromiso de la voluntad.  Es un amor efectivo entre el hombre y la mujer: Se funda en el sincero deseo del bien del otro y se traduce en el compromiso por realizarlo. Es entonces un amor debido. Hay obligación de amarse.

 EL AMOR NO EXISTE SI NO ES FIEL.-La fidelidad hay que verla desde la esencia misma del amor: en cuanto capacidad de plena donación interpersonal. Implica un compromiso hasta la muerte de vivir el uno para el otro y ambos para la familia. Negar esta entrega total hasta la muerte es negar la capacidad de autodonación del ser humano. Es negar la libertad y la espiritualidad del hombre. La libertad no anula la capacidad de una entrega total, que ayudará a los esposos a ser plenamente felices.

MATRIMONIO INDISOLUBLE.-La indisolubilidad no es algo que afecte sólo a los creyentes. Pertenece a la esencia natural del amor, sea cual sea la fe. Va inscrita en la misma naturaleza humana. El matrimonio para siempre no lo impone nadie. Ni es una carga insoportable, sino un bien para los esposos, para los hijos y la sociedad. La situación de los llamados “hijos del divorcio” se ha convertido en un grave problema social y personal.

 

 

FAMILIA, EPIFANÍA DE DIOS

                         LA FAMILIA

         EPIFANÍA DEL AMOR DE DIOS

MARIANO ESTEBAN CARO

En la Audiencia de la víspera de la Epifanía de 1994, en el inicio del Año de la Familia, Juan Pablo II subrayaba el vínculo estrecho entre la Epifanía y la Familia. En la Epifanía Cristo, el Salvador, se revela como luz para todos los hombres, precisamente en el seno de la Familia de Nazaret.

En la Iglesia se refleja el rostro de Cristo. También en la familia, que participa en la misión y vida de la Iglesia, ha de reflejarse la gloria de Dios. La familia, iglesia doméstica, “en el calor de las relaciones interpersonales de sus miembros debe ser un signo del amor de Dios. El Espíritu Santo, a través del sacramento del matrimonio, transforma el amor de la familia, haciendo de él “un reflejo de la gloria de Dios, del amor de la Santísima Trinidad”. Y continúa el Papa:”semejante modelo de familia es epifanía de Dios, manifestación de su amor gratuito y universal”.

De esta afirmación Juan Pablo II deduce el carácter misionero de la familia, ya que “anuncia con su estilo de vida que Dios es amor y quiere la salvación de todos los hombres”. Para que la familia sea verdaderamente epifanía de Dios ha de ser fiel “al dinamismo que es intrínseco al amor de Dios”. El gran misterio del amor de Dios ha sido revelado en Cristo, que se entregó por todos (Ef 3, 2-6). De este amor el matrimonio y, por tanto, la familia son el “gran sacramento de unidad abierto a todos, próximos y lejanos, familiares o no, en virtud del nuevo vínculo –más fuerte que el de la sangre- que Cristo establece entre todos los que le siguen”. Así es como la familia será reflejo de la gloria de Dios y epifanía de su amor universal.

 

 

 

SER FAMILIA

  SER FAMILIA

 MARIANO ESTEBAN CARO

 LA BODA ES EL FINAL

Ese día termina una adolescencia romántica y narcisista. Comienza un camino de responsabilidades y obligaciones para ser familia –hacer familia- y conseguir el bien de la mujer, del marido y de los hijos. Incluso el bien de la sociedad. En la familia se aprende que se puede ser feliz sólo si se hace feliz al otro.

LA FAMILIA ES COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR

Como una piña. Pero en 2014, en España se rompieron 105.893 matrimonios, que habían durado 15,8 años de media. Familias rotas. Soledad. Y, sobre todo, el grave problema personal y social de los “hijos del divorcio”, huérfanos de padres vivos.

Estas rupturas no surgen de la nada. La planta del amor matrimonial hay que cuidarla a diario sin ir sembrando en la convivencia la mala semilla del divorcio. Y sin sucumbir a los problemas, que surjan (“el amor se va cuando entra la pobreza”).

EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Los padres han de educar a los hijos, para enseñarles a ser “más persona”. No sólo a saber más cosas. Con autoridad y cariño. “Educa al muchacho en el buen camino: cuando llegue a viejo, seguirá por él” (Proverbios). Los padres tienen este derecho-deber educativo por ser padres: engendrar es educar y educar es engendrar. Colaborando activa y cordialmente con los profesores. Engendrar un hijo es instantáneo. Hacer un hombre o una mujer de bien es tarea de muchos años.

LA FAMILIA, FUENTE Y ORIGEN DE LA SOCIEDAD

En una sociedad solidaria, que paga impuestos y cotiza, una “pareja generativa” con sus hijos, es más valiosa que una “pareja agregada”, suma de dos Ego, que sólo buscan su bienestar personal. Un anciano cuesta once veces más que la educación de un niño hasta los 17 años. En 2050 habrá un jubilado por cada trabajador y cotizando.

¿Cuántos hijos? “Los niños nunca son demasiados”, decía en otro contexto la Madre Teresa de Calcuta. “Hacer familia” significa casarse y tener hijos. Se produce así un capital social único e insustituible.

 

 

PADRES Y NUEVAS TECNOLOGÍA

LOS PADRES ANTE LAS NUEVAS TECNOLGÍAS

MARIANO ESTEBAN CARO

HUÉRFANOS DIGITALES

Las tecnologías de la información y de la comunicación (TICS) por parte de los hijos pueden enriquecer a la familia, pero también causar daño, si aísla a sus miembros en su mundo, eliminando las relaciones personales o provocando adicciones digitales. U otros males peores como son los ciberacosos.

No hacerse cargo, como padres, de lo que hacen los hijos con las Tecnologías de la Información y la Comunicación aleja a los padres de sus hijos y les quita la posibilidad de apoyarlos y protegerlos. Es la generación de “huérfanos digitales” o menores, que campan por las redes a su libre albedrío sin el apoyo y la guía de un adulto responsable.

 CONFIANZA Y CERCANÍA

Los padres, en un clima de confianza y cercanía, deberán controlar el uso de estos medios e incluso “apagarlos”, si hay cosas más importantes que hacer, por consideración a otros miembros de la familia o cuando la visión indiscriminada resulta perjudicial. Parece importante un control horario y algún tipo de complicidad interactiva entre padres e hijos.

Para ello, algún conocimiento deberían tener los padres de este mundo virtual en el que se mueven sus hijos a diario desde su más tierna infancia. Son realmente “nativos digitales”.

CRITERIOS DE VERDAD

En el uso de estos medios, los padres tienen que ayudar a sus hijos a discernir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto, excluyendo todo lo que sea degradante o alimente el odio y la intolerancia; enseñándoles a rechazar todo lo que envilece la belleza y la intimidad de la sexualidad humana o explote a los más débiles e indefensos. Los padres deben dar a los hijos criterios de verdad, respeto y prudencia.

En la dinámica interactiva de estos medios digitales, al otro lado de la ventana de Internet no sólo hay imágenes virtuales. Hay, sobre todo, personas reales con todos sus derechos, dignas de respeto siempre. También en la realidad digital sigue siendo verdad que todo hombre es mi hermano.

 

TRANSMITIR LA FE EN FAMILIA

TRANSMITIR LA FE EN FAMILIA

 MARIANO ESTEBAN CARO

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 LA APOSTASÍA SILENCIOSA

Durante el último siglo, en la sociedad y, en consecuencia, en la familia se han producido cambios importantes. Desde la industrialización, que sacó a los hombres de la casa. Hasta la expansión industrial que arrastró a la población rural hacia los grandes núcleos urbanos y a la mujer al puesto de trabajo fuera del hogar. La presencia permanente en la casa de los medios de comunicación social, especialmente la TV. Y la globalización del mundo virtual con la comunicación a través de Internet que ha traído “un nuevo modo de aprender y de pensar” (Benedicto XVI, 2011).

Desde hace cincuenta años la crisis de la posmodernidad (ya transmodernidad) y la secularización vienen provocando un neopaganismo, del que han hablado los últimos Papas. Pablo VI en 1975 se refirió a las “situaciones de descristianización”, que plantean la necesidad de la evangelización con medios y lenguaje adecuados (EN 52-56). Juan Pablo II en su Exhortación sobre la misión de los laicos (1988) decía que el bienestar y el consumismo en muchos países del llamado primer mundo inspiran y sostienen una existencia vivida «como si Dios no existiera» (34). Y en la Exhortación sobre Europa del año 2003 se refería a la cultura europea, que “da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera” (9). Benedicto XVI haciéndose cargo de esta preocupación de sus predecesores, consideraba oportuno dar “respuestas adecuadas para que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización” (2010). Convocó además un Sínodo para octubre de 2012, que trataría sobre la Evangelización para la transmisión de la fe cristiana.

 DIFICULTADES PARA LA TRASMISIÓN DE LA FE

Es verdad que el individualismo, el relativismo o el vivir la fe como un mero sentimiento (emotivismo) dificultan la transmisión de la fe. La cultura secularizada y materialista o la indiferencia religiosa de muchos jóvenes, que carecen de oído para lo religioso, han hecho que en muchos casos la transmisión generacional de la fe se interrumpe o esté en peligro.

En este contexto general sigue siendo importante el papel que juega la familia, tanto para la transmisión de la fe como para la no-transmisión. Todo educa en la familia: si no se educa en la fe, se educa en la increencia. Por otra parte, la familia para evangelizar ha de estar ella misma evangelizada. Nadie da lo que no tiene. La crisis de familia y la crisis de fe están relacionadas. ¿La cadena de transmisión de la fe en las familias está a punto de romperse?

¿ESTÁ EN CRISIS LA TRANSMISIÓN GENERACIONAL DE LA FE?

Los jóvenes de mayo del 68 con sus pintadas (“la imaginación al poder”, “prohibido prohibir”, “lo sagrado: ahí está el enemigo”) son ahora los abuelos de unos nietos, que en un número significativo no están bautizados, muchos celebran la fiesta de la primera comunión, muy pocos se confirman (es su despedida de la Iglesia) y solamente un 4% acude a misa los domingos regularmente. Serán cada vez más los que se casen por lo civil o vivan “en pareja”.

Los padres de estos niños y jóvenes pertenecen a una generación cuya educación está marcada por la secularización de la sociedad. En ella predominan los indiferentes y ateos por encima de los católicos practicantes. Hay rasgo muy característico de la situación religiosa actual: No son pocos los que dicen “creer sin pertenecer”: creyentes no afiliados. Las madres han venido trabajando fuera del hogar, dejando a los hijos al cuidado de los abuelos. Es la primera generación de padres que no ya no transmite a sus hijos mensajes y actitudes religiosas. La desaparición de los abuelos, especialmente de las abuelas, augura un mal futuro a la transmisión de la fe.

“Asusta pensar lo que será nuestra sociedad dentro de 20 ó 30 años, cuando una segunda generación surja y madure sin las conexiones que todavía tienen los jóvenes actuales con muchas ideas y muchos valores cristianos” (Cardenal Fernando Sebastián).

 TRANSMISIÓN DE LA FE

Como mejor se aprende a creer es conviviendo con personas creyentes a las que admiramos y en la que confiamos. Para ello, el mejor ámbito es la propia familia. La fe no se transmite como una enfermedad infecciosa o hereditaria. Ni como un patrimonio familiar. Ni como los conocimientos académicos o las capacidades profesionales. El mejor medio para transmitir la fe son las relaciones interpersonales y ninguna hay más estrecha que la del niño con su madre durante la gestación. Santo Tomas de Aquino habla de la familia cristiana como de un «uterus spiritualis».

Una verdadera educación-transmisión de la fe no es sólo teórica o doctrinal Es necesaria la cercanía de la convivencia diaria, que es propia del amor y de la comunidad familiar. «Sólo el Amor es digno de fe» (von Baltasar). Nos fiamos de quien nos sentimos amados. Si los padres quieren transmitir la fe a sus hijos es necesario que vivan sinceramente esta fe cristiana. Decía Guardini que la fe se propaga con la fe, como un cirio se enciende con otro cirio: “La primera cosa que influye es la manera de ser del educador; la segunda, lo que hace; la tercera, lo que dice”.

La fe cristiana no se limita a aprender oraciones, a memorizar el catecismo, o a “cumplir”. Creer en Cristo es un modo de pensar y de vivir. Es un modo de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. La fe cristiana se transmite en la familia si los padres viven esta fe en Cristo, porque nadie da lo que no tiene.

“En la obra educativa, y especialmente en la educación en la fe, que es la cumbre de la formación de la persona y su horizonte más adecuado, es central en concreto la figura del testigo:  se transforma en punto de referencia precisamente porque sabe dar razón de la esperanza que sostiene su vida, está personalmente comprometido con la verdad que propone. El testigo, por otra parte, no remite nunca a sí mismo, sino a algo, o mejor, a Alguien más grande que él, a quien ha encontrado y cuya bondad, digna de confianza, ha experimentado. Así, para todo educador y testigo, el modelo insuperable es Jesucristo” (Benedicto XVI, 6-6-05).

El Catecismo de la Iglesia Católica, refiriéndose a la fe dice que “no creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que la fe nos permite «tocar» (170). Con relación a la transmisión de la fe cristiana afirma que “es ante todo el anuncio de Jesucristo para conducir a la fe en Él”.

 LA FE A TRANSMITIR

Para conocer cómo es la fe que hay que transmitir, en la Iglesia y en las familias, recogemos algunas enseñanzas del Papa Benedicto XVI.

La fe no significa sólo aceptar cierto número de verdades abstractas. En la educación de los jóvenes en la fe se trata de un auténtico encuentro con otra persona. La educación en la fe debe consistir antes que nada en cultivar lo bueno que hay en el hombre. La fe es don de Dios, pero es también acto profundamente libre y humano. La fe cristiana no es ideología, sino encuentro personal con Cristo La fe es amor, porque el amor de Dios quiere “contagiarnos”. Es razonable creer. La fe se basa precisamente en las virtudes naturales. La Iglesia no impone, sino que propone libremente la fe católica,

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

EDUCACIÓN DELOS HIJOS EN VALORES

 

 

 

                EDUCAR A LOS HIJOS

         EN LOS VERDADEROS VALORES

 

 MARIANO ESTEBAN CARO

 

ANTE EL VACÍO DE VALORES

PARA EVITAR LA ESCLAVITUD MORAL.-La debilidad de la vida familiar, la falta de comunicación entre padres e hijos, el aislamiento y la influencia de muchos medios de comunicación, son los principales factores, que pueden engendrar en los jóvenes confusión sobre las verdades y los valores que dan sentido a la vida.

Muchos jóvenes piensan que ciertas maneras de actuar son moralmente lícitas porque son aceptadas socialmente. Y se dejan arrastrar por la presión y el influjo de las modas y tendencias inducidas por la publicidad. Todos estos factores han hecho que muchos jóvenes en todo el mundo caigan en formas reales de esclavitud moral.

Ante la confusión de los jóvenes sobre los valores auténticos, nunca se debe olvidar o negar el derecho a una educación en los valores justos. Es necesario educar en la verdad y a la verdad: la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la creación, la verdad acerca de la sociedad. “La verdad os hará libres”, dice Jesús de Nazaret.

LOS FALSOS MAESTROS.-Hay “falsos maestros”, sin ideales, que profundizan la crisis moral de la sociedad. Su única certeza es que no existe una verdad definida, un camino seguro. Buscan que los jóvenes sean como ellos: escépticos, dudosos, cínicos. Su enfoque de la vida lleva a los jóvenes a la soledad y a la tristeza.

La crisis moral afecta a muchos jóvenes, dejándolos a la deriva, sin esperanza, e impulsándolos hacia una gratificación inmediata. Jóvenes que están abandonados en la inseguridad, la confusión y la manipulación. Sólo educando a estos jóvenes en una visión moral de la vida se puede garantizar la posibilidad de madurar como seres humanos inteligentes y libres.

Por otra parte, muchos jóvenes, al no tener criterios claros, carecen de una justa escala de valores. Educar sin un verdadero sistema de valores éticos es abandonar a los jóvenes en la confusión moral. Nunca es suficiente la sola formación profesional sin una responsable y seria formación de los criterios y del corazón.

PROPONER LOS VALORES

LOS JÓVENES Y LA EDUCACIÓN EN FAMILIA.-En la familia el ser humano recibe las primeras nociones de verdad y de bien. La familia educa al hombre de forma integral, ya que es el ámbito fundamental y primario para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos. Así forman buenos ciudadanos y buenos cristianos, responsables y libres. Respetuosos de valores como la verdad, la justicia, la solidaridad.

En el seno de la familia, niños y jóvenes reciben criterios y actitudes que les ayudarán a vivir en sociedad. Como primera escuela de vida y de fe, la familia está llamada a educar a las nuevas generaciones en los valores humanos y cristianos para que, orientando su vida, forjen una personalidad armónica. Pero estos grandes valores no pueden ser transmitidos como una herencia; tienen que ser asumidos y renovados constantemente a través de una educación permanente y de una opción personal.

PROPONER VALORES A LOS HIJOS.-A lo largo del proceso educativo los padres han de proponer gradualmente a sus hijos todo lo que es necesario para la maduración humana y cristiana de su personalidad. Proponiendo ideales e incluso previniendo la aparición de experiencias negativas. Lo cual evitará la amargura del fracaso y largos esfuerzos de recuperación.

Esta tarea preventiva en el camino de la educación exige de los padres mucha atención a la evolución de sus hijos. Especialmente los padres tienen que trabajar en la educación. Sin miedo, pero con lucidez. Han de ser conscientes de que los niños y, muy especialmente, los jóvenes están sometidos a impulsos y condicionamientos negativos, fruto del influjo exterior del ambiente social.

ATENTOS A LOS HIJOS.-Los padres tienen que estar muy atentos, con cariño e inteligencia, a los juicios y criterios de sus propios hijos así como a su modo de valorar a las personas y a las cosas. Han de conocer las situaciones de la vida de sus hijos, los modelos e ideales que el ambiente les ofrece. Deben saber captar el significado profundo de las reivindicaciones y de los grupos en los que se mueven sus hijos. Los jóvenes son muy sensibles a los valores auténticos y, a su modo, están pidiendo apoyo y ayuda para alcanzarlos.

Los educadores (y los primeros educadores son los padres) forman de verdad a los jóvenes cuando les proponen ideales trascendentes y caminan con ellos para alcanzar la madurez. Esto será posible si saben percibir los valores emergentes que atraen a los jóvenes: la paz, la libertad, la justicia, la integridad, la comunión y la participación, la alegría, la amistad, la solidaridad, el desarrollo, la ecología, la familia misma. Todos estos valores atraerán a los jóvenes, si les son ofrecidos de tal manera que los comprendan y los compartan, creando en ellos una disposición hacia el bien.

TRANSMITIR A LOS HIJOS LOS VALORES SUPERIORES

RESPONSABILIDAD DE LOS PADRES.-Los padres juegan un papel trascendental ayudando a sus hijos a descubrir los valores sobre los que fundamentar su existencia. Valor es todo bien que ayuda a crecer como persona, como ser humano. Esta responsabilidad de los padres se hace más necesaria en el contexto de una sociedad cada vez más secularizada y con un creciente relativismo moral, para que los jóvenes no se dejen engañar por falsos mitos, ni caigan en el engaño del éxito fácil.

FORMACIÓN INTEGRAL DE LOS JÓVENES.-En un mundo lleno de dificultades sociales y familiares hay que ofrecer a los jóvenes una formación integral. Hay que ayudarles a descubrir los principios espirituales, morales y humanos, para que sobre ellos construyan su personalidad y puedan participar responsablemente en la vida de la sociedad.

Hay que impulsar las cualidades y las capacidades de los jóvenes hacia objetivos que pueden entusiasmarlos, como son el compromiso con el bien del prójimo, con la solidaridad y la participación en los esfuerzos por construir un mundo mejor.

VALORES A TRANSMITIR.-La misma experiencia educativa y clínica aconseja transmitir a los hijos una serie de valores centrales, como son, entre otros, la disciplina del autocontrol y el esfuerzo, creer en algo o en Alguien (Dios para los creyentes) en orden a tener seguridad, la autonomía para saber elegir y aprender a ser libres, la comunicación para saber comprometerse, la solidaridad para saber compartir y saber renunciar, el respeto para saber aceptar a los demás sin imponerse, la generosidad para saber dar, la paciencia para saber esperar en un mundo lleno de prisas y dominado por la inmediatez de internet, que tan bien maneja la “generación digital”.

DIOS Y LOS VALORES.-Decía Juna Pablo II a los jóvenes: “Sólo Dios es bueno, lo cual significa: en Él y sólo en Él todos los valores tienen su primera fuente y su cumplimiento final…Solamente en Él hallan su autenticidad y confirmación definitiva. Sin Él -sin la referencia a Dios- todo el mundo de los valores creados queda como suspendido en un vacío absoluto, pierde su transparencia y expresividad” (Carta a los Jóvenes 4).

 

 

 

 

 

EDUCAR A LOS HIJOS PARA LA LIBERTAD

 

EDUCAR A LOS HIJOS PARA LA LIBERTAD

La madurez de los hijos no es solamente el desarrollo de lo que encierra en sí mismo el código genético de cada uno de ellos. “La prudencia, el buen juicio y la sensatez no dependen de factores meramente cuantitativos de crecimiento” (Papa Francisco), sino de una serie de elementos sintetizados en el interior de su libertad personal. Por eso, cada hijo puede sorprendernos con sus propios proyectos.

La educación, por tanto, implica la tarea de promover una libertad responsable, para que los hijos sepan comportarse en cada situación “con sentido e inteligencia”, conscientes de que “su vida y la de su comunidad está en sus manos” (Papa Francisco).-MARIANO ESTEBAN CARO

 

EDUCAR A LOS HIJOS SIN CONTROLES OBSESIVOS

EDUCAR A LOS HIJOS SIN CONTROLES OBSESIVOS

No es posible para los padres tener el control de todas las situaciones por las que pasa su hijo. Ni pueden estar obsesionados por saber dónde está en cada momento, controlando todos sus movimientos. Así no lo educarán, ni le prepararán ni harán fuerte ante los problemas de la vida. Lo que verdaderamente interesa es, poniendo mucho amor en ello, crear en el hijo “procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía” (Papa Francisco).

Sólo de esta forma el hijo tendrá los elementos necesarios para saber defenderse inteligentemente ante las situaciones difíciles, que se le planteen. Lo importante no es tanto saber dónde estará el hijo físicamente en cada momento, sino, sobre todo, saber “dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida” (Papa Francisco). Saber dónde está el hijo en su camino vital. Y, sobre todo, tener interés por saberlo.-MARIANO ESTEBAN CARO

EDUCAR A LOS HIJOS

 

EDUCAR A LOS HIJOS

Los padres, para bien o para mal, siempre influyen en la educación de sus hijos. Todo en la familia educa o deseduca. Los padres han de aceptar esta función, importante y difícil, y realizarla responsablemente.

La familia debe ser lugar de acompañamiento y guía para sus hijos. Los padres tienen que plantearse a qué quiere exponerlos. Para ello, han de saber quiénes son “los que se ocupan de darles diversión y entretenimiento, quiénes entran en sus habitaciones a través de las pantallas, a quiénes los entregan para que los guíen en su tiempo libre” (Papa Francisco).

Los momentos que, con sencillez y cariño, pasan los padres hablando con sus hijos de las cosas importantes, evitarán una nociva invasión en sus vidas. “Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano” (Papa Francisco). Los padres tienen que orientar y prevenir a los niños y adolescentes para que sepan enfrentarse a situaciones de riesgo: agresiones, abusos o drogadicción.-MARIANO ESTEBAN CARO

 

EDUCACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN

EDUCACIÓN Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL

MARIANO ESTEBAN CARO

LA NIÑERA ELECTRÓNICA.-Con frecuencia las familias se descargan de sus responsabilidades educativas, encontrando una niñera electrónica en la televisión, casi sustituida en la actualidad por redes sociales, juegos online, videoconsolas, play, tablets, smartphones (wasap) y servicios como Netflix.
PERJUICIOS PARA LAS FAMILIAS.-El uso de estos medios puede enriquecer a la familia, pero también causar daño si aísla a sus miembros en su mundo, eliminando las relaciones personales o provocando adicciones digitales. U otros males peores (ciberacosos etc).
Los padres deberán controlar el uso de estos medios, incluso apagarlos, si hay algún peligro o mejores cosas que hacer, por consideración a otros miembros de la familia o cuando la visión indiscriminada resulta perjudicial.
EDUCAR A LA GENERACIÓN DIGITAL.-Pero a diferencia de lo que ocurría con el viejo televisor, los padres de hoy ven en estos dispositivos un aporte positivo para la educación de sus hijos. Es la “generación digital”. Efectivamente, de esta nueva cultura de comunicación se derivan múltiples beneficios para las familias, el trabajo y los estudios. La naturaleza interactiva de los nuevos medios facilita formas más dinámicas de aprendizaje y de comunicación.
NO SÓLO REALIDAD DIGITAL.-En la dinámica interactiva de estos medios digitales, al otro lado de la ventana de Internet no sólo hay imágenes virtuales. Hay, sobre todo, personas reales con todos sus derechos, dignas de respeto siempre. También en la realidad digital sigue siendo verdad que todo hombre es mi hermano.
Quienes usan las nuevas tecnologías deben evitar compartir palabras e imágenes degradantes para el ser humano, y excluir lo que alimenta el odio y la intolerancia, o envilece la belleza y la intimidad de la sexualidad humana, evitando también todo lo que explota a los débiles e indefensos como son los niños.

EL AMOR DE LOS PADRES

EL AMOR DE LOS PADRES
PARTICIPACIÓN DEL AMOR DE DIOS

LA FAMILIA, ESCUELA DE AMOR

La familia ha de educar a sus hijos en el amor y a través del amor. Comunidad de vida y amor, la familia ha de ser una escuela constante y eficaz. El amor de los padres a sus hijos tiene una importancia decisiva también como medio para facilitar la educación. Es la pedagogía más completa. Los padres deben querer a sus hijos y éstos tienen que percibir que son amados. Amor, que se traduce en dedicación diaria y sacrificada. No es simple amor humano. Ni sólo caridad sobrenatural.

El amor de los padres a sus hijos es, a la vez, contenido y camino para transmitir el amor. La familia tiene como especial misión custodiar, revelar y trasmitir el amor, como reflejo de Dios, que es amor. “La familia es el ámbito privilegiado donde cada persona aprende a dar y recibir amor” (Benedicto XVI, 6-6-2005). La vida familiar es la mejor escuela del amor gratuito.

Cuando los padres viven como verdaderos cristianos, están poniendo el medio más eficaz para que el mensaje de la fe sea recibido espontáneamente. La razón de esta “espontaneidad” es el amor que todo hijo siente por sus padres. La eficacia de este testimonio cercano y diario de los propios padres hace de ellos verdaderos testigos y artífices del nacimiento del sentido de Dios en sus hijos. La vida de los padres, coherente con su fe, contrastada por los hijos a diario y muy de cerca, irá despertando en éstos la fe y el sentido de Dios.

El amor a los hijos es, a la vez, contenido y medio de su educación. Es el contenido fundamental a transmitir, pues el ser humano no puede vivir sin el amor. El amor del padre y de la madre revela a sus hijos el rostro de Dios, que es Padre, pero también es Madre. Se convierten en signo legible de Dios, que es amor. Para que el amor sea realmente eficaz en el proceso educativo en familia los hijos han de percibir que son amados por sus padres gratuita y generosamente.
EL AMOR DE LOS PADRES, PARTICIPACIÓN DEL AMOR DE DIOS
“El amor de los padres es una participación singular en el misterio de la vida y del amor de Dios” (Juan Pablo II, FC 29). Mediante el sacramento del matrimonio, “su amor humano asume un valor infinito”, ya que hace presente el amor de Dios Creador y Padre. El amor divino penetra en el humano, dándole una dimensión nueva y desarrollándolo hacia su plenitud. El amor entre el hombre y la mujer se convierte en símbolo e imagen del amor de Dios hacia su pueblo. Esta comunión entre Dios y los hombres se cumple de modo definitivo en Cristo. El matrimonio cristiano es símbolo real de la nueva y eterna Alianza. La misma fidelidad e indisolubilidad del matrimonio es querida por Dios, en cuanto participación del amor fiel de Dios al hombre y de Cristo a su Iglesia.

“También en la generación de los hijos el matrimonio refleja su modelo divino, el amor de Dios al hombre. En el hombre y en la mujer, la paternidad y la maternidad, como el cuerpo y como el amor, no se pueden reducir a lo biológico: la vida sólo se da enteramente cuando juntamente con el nacimiento se dan también el amor y el sentido que permiten decir sí a esta vida” (Benedicto XVI, 6-6-2005).
En su realidad más profunda el amor es esencialmente don. Hasta tal punto el amor es don que no se agota en los esposos, sino que los capacita para dar el gran don de la vida a sus hijos, que son la síntesis indestructible del padre y de la madre. El Dios de la vida y del amor crea al ser humano, hombre y mujer, a su imagen y semejanza. Los crea por amor y los llama al amor. Esta vocación al amor en el matrimonio está esencialmente unida al don de la vida.

ETERNO ENGENDRAR DE DIOS

No sólo el amor del padre, también el de la madre, con sus características propias, es participación y revelación del amor de Dios. Podemos decir que el amor de Dios es paternomaternal, porque se parece al amor del padre y al de la madre. A través del amor del padre y de la madre se hace presente y se revela el amor infinito de Dios. “Dios es Padre, más aún, es madre” (Juan Pablo I, 10-9-1978).

En la Biblia el amor de Dios es presentado en muchos momentos como el amor masculino del padre, pero a veces también como el amor femenino de la madre. Este modo antropológico de hablar de Dios “indica también indirectamente el misterio del eterno engendrar, que pertenece a la vida íntima de Dios” (Juan Pablo II, Carta sobre la dignidad de la mujer, 8). Es pues, el amor de los esposos y padres revelación y reflejo no sólo del amor creador de Dios, sino también de su vida íntima.

EL AMOR DE LOS PADRES REVELA EL AMOR DE DIOS
“En cierto sentido, la familia humana es icono de la Trinidad por el amor interpersonal y por la fecundidad del amor” (Benedicto XVI, 27-12-2009). La familia, en cuanto participa del amor de Dios, uno y trino, tiene la misión de revelar, comunicar y custodiar el amor, a través del amor del padre y de la madre. “Ojalá que los hijos contemplen más los momentos de armonía y afecto de los padres, que no los de discordia o distanciamiento, pues el amor entre el padre y la madre ofrece a los hijos una gran seguridad y les enseña la belleza del amor fiel y duradero” (Benedicto XVI, 8-7-2006).

Los niños tienen que descubrir el amor de Dios, a través del cariño de sus padres, que revela de modo cercano el amor de Dios. Es una trascendental responsabilidad, que reciben de Dios los esposos cuando llegan a ser padres, pues “su amor paterno está llamado a ser para los hijos el signo visible del amor de Dios, del que viene toda paternidad” (Juan Pablo II, FC 14). Incluso la imagen y semejanza del Dios-Amor es transmitida a sus hijos por el hombre y la mujer, como esposos y padres. Los padres son artífices del sentido de Dios en sus hijos.

EL AMOR DE LOS ESPOSOS Y EL AMOR DE CRISTO A LA IGLESIA

El amor entre el hombre y la mujer, unidos por el sacramento del matrimonio, participa del amor de Dios y refleja como en un espejo el amor eternamente fiel de Dios por su pueblo y de Cristo a la Iglesia. Existe una analogía y semejanza entre el amor de los esposos y el de Cristo por la Iglesia. “En el matrimonio y en el amor esponsal cristiano se refleja el amor esponsal del Redentor por su Iglesia. El amor del marido por la mujer es participación el amor de Cristo por la Iglesia”. Es una “constatación de fe” la reciprocidad del amor esponsal de la Iglesia-Esposa y de Cristo-Cabeza (Juan Pablo II, 18-12-1991).

El matrimonio es reflejo del amor esponsal de Cristo por su Iglesia; pero además es signo eficaz de este amor, porque es el Gran Sacramento. El matrimonio de los bautizados se convierte en símbolo real de la Alianza nueva y eterna. Esta es la razón de que el sacramento del matrimonio, en cuanto memorial de este amor tan grande, dé a los esposos la gracia de recordar, proclamar y vivir ante sus hijos el gran amor de Dios. Es también actualización de este amor, cuyas exigencias han de poner por obra. La gracia del sacramento del matrimonio hace que los esposos, como pareja, participen del amor creador y salvador de Dios en Cristo. Viviendo la familia cristiana este amor, Sacramento Grande, se constituye en “epifanía de Dios, en manifestación de su amor gratuito y universal y, en cuanto tal, es por sí misma, misionera, porque anuncia con su estilo de vida que Dios es amor” (Juan Pablo II, 5-1-1994).

MARIANO ESTEBAN CARO

HOMBRE Y MUJER

HOMBRE Y MUJER
ECOLOGÍA HUMANA

MARIANO ESTEBAN CARO

LA FAMILIA NO ES IDEOLOGÍA.-No hay que caer en la trampa de ver a la familia como producto de una ideología determinada, que solamente sería válido en un momento de la historia y que en otro contexto carecería de vigencia y desaparecería. La familia es un hecho antropológico, humano.
LA FAMILIA ES FAMILIA.-La familia es en sí misma. Tiene valor y fuerza en sí misma. No se puede hablar de familia conservadora y familia progresista. La familia, en su esencia, es familia. No es ideología ni tradición ni costumbre.
LA COMPLEMENTARIEDAD.-Esta palabra tiene un profundo y rico significado. Puede referirse a diversas situaciones, en las cuales, un elemento completa al otro o suple una carencia suya. No obstante, la complementariedad es mucho más que esto.
“La complementariedad” es armonía inserta en la dinámica del centro de toda la Creación.
La complementariedad está en la base del matrimonio y la familia, primera escuela en donde aprendemos a apreciar nuestros dones y los dones de los otros y en donde se aprende el arte de vivir juntos. Vivir es convivir.
HOMBRE Y MUJER.-La complementariedad entre el hombre y la mujer se pone de manifiesto en el ser humano mismo: “hombre y mujer los creó”, para que se amaran, se ayudaran y engendraran hijos, dice la Biblia. Desde este dato natural de la creación del ser humano, cada hombre y cada mujer aporta su propia contribución en el matrimonio, en la familia y en la educación de los hijos: el propio carisma personal y la complementariedad se transforman así en una gran riqueza. No sólo es un bien, sino también armónica belleza del ser humano-hombre y el ser humano-mujer. Iguales en su dignidad, pero complementarios en su misión.
DERECHO DE LOS NIÑOS.-Los niños tienen derecho a una familia con un padre y una madre, que sean capaces de crear el mejor ambiente para su desarrollo integral y su maduración afectiva. La crisis de la familia provoca una crisis de ecología humana: los ambientes sociales, como los ambientes naturales, tienen necesidad de ser protegidos. Sobre todo, el ser humano en su crecimiento integral.