FIESTA DE REYES

                                               FIESTA DE REYES

                                        EPIFANÍA DEL SEÑOR

                  MARIANO ESTEBAN CARO

El Hijo de Dios se hizo hombre, para que los hombres –todos los hombres- puedan ser hijos de Dios. De cualquier raza, pueblo y nación. De cualquier color. La tradición nos refiere que uno de los Magos era de raza negra. Todos los hombres de cualquier época de la historia, también los del siglo XXI, estamos llamados a ser hijos de Dios.

El tiempo de Navidad y de Epifanía está penetrado por el mensaje de la luz. Epifanía significa manifestación luminosa. La «luz nueva» encendida en la noche de Navidad, hoy brilla sobre todo el mundo, como sugiere la imagen de la estrella, cuya luz atrajo a los Magos de oriente. Dios en muchas ocasiones se había manifestado mediante el resplandor de su gloria. En esta fiesta celebramos que Dios manifestó a su Hijo unigénito a los pueblos gentiles por medio de una estrella. “Yo soy la luz del mundo –dirá Jesús-. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).

En varias fiestas del tiempo de Navidad se nos relata cómo Dios hecho niño (hombre verdadero, varón verdadero en la circuncisión) se había manifestado a gentes del pueblo judío: a María su madre, a José, a los pastores (hombres rudos y sencillos), a los sabios y doctores en el templo. El evangelio de hoy nos presenta la manifestación del Salvador a gentes de otra raza. No eran judíos, sino “de oriente”, es decir, extranjeros. Gentiles los llama la segunda lectura de la misa, que nos resume el mensaje de la fiesta de hoy: “que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo”.

Los Magos de Oriente quizás eran hombres con conocimientos superiores de astronomía y filosofía. Su largo camino exterior era prueba de la peregrinación interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y se pusieron en camino hacia él. Los Magos, “siguiendo una luz, buscan la Luz” (Papa Francisco). Eran buscadores de Dios.

El Hijo de Dios se hizo hombre, para que los hombres –todos los hombres- puedan ser hijos de Dios. De cualquier raza, pueblo y nación. De cualquier color. La tradición nos refiere que uno de los Magos era de raza negra. Todos los hombres de cualquier época de la historia, también los del siglo XXI, estamos llamados a ser hijos de Dios. La fiesta de hoy subraya el significado universal del nacimiento de Cristo. En el Prefacio de la misa cantamos: «Hoy en Cristo, luz de los pueblos, has revelado a los pueblos el misterio de nuestra salvación».

Cristo es el único Salvador de los hombres. Todo ser humano se salva a través de Cristo, que no es un camino más de salvación, ni puede ser puesto al mismo nivel de otros líderes religiosos, porque en Él está la plenitud de los medios de salvación. Es el camino único hacia Dios. En las otras religiones hay algunas verdades, pero no la totalidad. Tolerancia significa respeto efectivo al derecho que toda persona tiene a la libertad religiosa. Pero el cristiano debe estar seguro y convencido de que Cristo es el único Salvador de todos los hombres.

La de hoy es para nosotros una fiesta misionera. Todo el que cree en Jesucristo como su único Salvador y Señor debe confesar el misterio de la salvación de los hombres con fe pura y amor sincero. Una fe confesante, valiente, y consecuente. Con respeto a todos, pero sin complejos, el cristiano debe proclamar que en Cristo, para luz de todos los pueblos, está el misterio de nuestra salvación, pues “al manifestarse Cristo en nuestra vida mortal hemos sido hecho partícipes de la gloria de su inmortalidad” proclamamos en el Prefacio de la misa de la Epifanía.

Esta fiesta nos muestra, sobre todo, que Dios “está en peregrinación hacia el hombre. No existe sólo la peregrinación del hombre hacia Dios; Dios mismo se ha puesto en camino hacia nosotros” (Benedicto XVI).  «Dios en camino», le definía San Juan Pablo II. Es el gran don de Dios. Fiesta de Reyes, fiesta de los regalos. En un sermón en la Epifanía del Señor, San Agustín nos recuerda que «también nosotros, reconociendo en Cristo a nuestro rey y sacerdote muerto por nosotros, lo honramos como si le hubiéramos ofrecido oro, incienso y mirra; sólo nos falta dar testimonio de él tomando un camino distinto del que hemos seguido para venir».

 

 

MADRE DE DIOS

       SANTA MARÍA MADRE DE DIOS

 MARIANO ESTEBAN CARO

La Virgen María es Madre de Dios. Realmente madre no sólo de la naturaleza humana de Cristo. Lo es, sobre todo, de su Persona, la de Dios Hijo. “María es verdaderamente «Madre de Dios» porque es la madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre, que es Dios mismo” (Catecismo 509). María es la mujer que «acogió en su corazón y en su cuerpo al Verbo de Dios y dio la Vida al mundo»; y por esta razón «es reconocida y venerada como verdadera Madrede Dios» (Vaticano II, LG 53).

Ya en el siglo III los cristianos de Egipto se dirigían a María con esta oración: «Bajo tu protección nos acogemos, santa Madre de Dios…”. En el siglo IV, el término Theotokos (Madre de Dios) formaba parte de la fe y la piedad de la Iglesia. El concilio de Éfeso (año 431), al afirmar la subsistencia de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en la única persona del Hijo, proclamó a María Madre de Dios. “Este es el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial” (Papa Francisco).

La expresión Theotokos  significa «la que ha engendrado a Dios». Leemos en la Carta a los Gálatas (4,4): “cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer para que recibiéramos el ser hijos por adopción”. Orígenes (185-254) hace la siguiente observación: «Mira bien que no dice: nacido a través de una mujer; sino: nacido de una mujer». Estas palabras del antiguo escritor cristiano son comentadas por el Papa Benedicto XVI: “si el Hijo de Dios hubiera nacido solamente a través de una mujer, en realidad no habría asumido nuestra humanidad, y esto es precisamente lo que hizo al tomar carne de María”. En el Credo proclamamos esta verdad de fe: Creemos que Jesucristo, Dios de Dios, de la misma naturaleza que el Padre, “por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen, y se hizo hombre”.

La maternidad de María se refiere solamente a la generación humana del Hijo de Dios y no a su generación divina. El Hijo de Dios desde toda la eternidad fue engendrado por Dios Padre. En esa generación eterna María no intervino para nada. Su maternidad se refiere a Dios Hijo, la segunda Persona, que, al encarnarse, tomó de María la naturaleza humana. Por ello María es Madre de Dios. Cristo es el Hijo eterno de Dios; y cuando llegó la plenitud de los tiempos, comenzó a ser también hijo de una mujer, de María. “La maternidad es una relación entre persona y persona: una madre no es madre sólo del cuerpo o de la criatura física que sale de su seno, sino de la persona que engendra. Por ello, María, al haber engendrado según la naturaleza humana a la persona de Jesús, que es persona divina, es Madre de Dios” (Juan Pablo II).

Madre virgen: El Papa Juan Pablo II en su Catequesis del día 10 de julio de 1996 decía que “los evangelios contienen la afirmación explícita de una concepción virginal de orden biológico, por obra del Espíritu Santo”. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 496) nos recuerda que la Iglesia hizo suya esta verdad ya desde las primeras formulaciones de la fe. El mismo Catecismo (n. 510) cita una frase de San Agustín (354-430): María «fue Virgen al concebir a su Hijo, Virgen durante el embarazo, Virgen en el parto, Virgen después del parto, Virgen siempre» (Sermón 186, 1). Los Santos Padres, ya desde el principio, hablan explícitamente de una generación virginal de Jesús real e histórica, no solamente moral. En la fórmula de la definición como dogma de fe de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos (Papa Pío XII, 1-11-1950) se afirma explícitamente refiriéndose a María: “La Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen”. Y concluye el Papa Juan Pablo en la catequesis antes citada: “la virginidad de María está íntimamente vinculada a su maternidad divina y a su santidad perfecta”.

 

 

 

 

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

DÍA 15 DE AGOSTO

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

Celebramos hoy la asunción de María en cuerpo y alma a los cielos. Es la glorificación de la Virgen María con todo su ser (alma y cuerpo). La gracia de la que María estuvo llena en este mundo, es su plena glorificación. Este privilegio constituye la coronación de todos los privilegios, con que María fue adornada. La ausencia de pecado original y su santidad perfecta exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de todo su ser. No es una advocación o devoción más de la Virgen María. Es un hecho que sigue vivo ahora en su persona.

El día uno de noviembre de 1951, Pío XII definía como dogma de fe que “La Virgen María, terminado el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria celestial”. Ya en mayo de 1946, el Papa promovió una amplia consulta a todos los obispos y, a través de ellos, a los sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad de definir la asunción de María como dogma de fe. Sólo seis respuestas (entre 1.181) manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esta verdad.

Para no hablar de la muerte de la Virgen, la Iglesia antigua, sobre todo la oriental, se refería a la “dormición” de María. Juan Pablo II en la audiencia del 2 de julio de 1997 enseñaba que “el dogma de la Asunción afirma que el cuerpo de María fue glorificado después de la muerte”. Daba el Papa varias razones: Cristo murió y la Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte. Asimismo, “para participar en la resurrección de Cristo, María debía compartir, ante todo, la muerte”. San Francisco de Sales habla de una muerte «en el amor, a causa del amor y por amor», llegando a afirmar que la Madre de Dios murió de amor por su hijo Jesús.

El cielo al que María fue asunta no es un lugar, sino “una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos” (Catecismo 966). En esta participación María se ha adelantado a todos los cristianos. Es la garantía de que también nosotros, pobres seres humanos, venceremos con Cristo al mal, al pecado y a la muerte. El cielo es nuestra morada definitiva. María nos indica la meta de nuestra peregrinación terrena: quien vive y muere amando a Dios y al prójimo, con Cristo y como Cristo, será glorificado a imagen del Resucitado.

María, una de nuestra raza, asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo, garantiza nuestra plena glorificación, nuestra unión definitiva con Dios, que es amor eterno. Este amor es el «cielo». La autocomunicación de Dios comienza ya en esta vida, si vivimos en gracia de Dios, unidos a Él de forma efectiva. La gracia es la gloria en este tiempo de peregrinación. Y la gloria es la gracia en la plenitud del cielo. Esta glorificación es el destino de los que Cristo ha hecho hermanos suyos, teniendo en común con nosotros la carne y la sangre. Y la primera de todos es María.

La glorificación de María no pone distancia entre ella y nosotros. María sigue siendo nuestra Madre. Ella conoce todo lo que nos acaece en este valle de lágrimas y nos ayuda y sostiene en las pruebas de la vida. “Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra”, cantamos hoy en el prefacio.

El ser humano, hecho de barro, inevitablemente se desmorona. Todos estamos destinados a morir. María ahora es la prueba de que la muerte no es el final, sino un paso de vida a vida. Unidos a Cristo, participamos de la inmortalidad del Hijo eterno de Dios. María ha sido ya glorificada. Se nos ha anticipado. María es esperanza nuestra: Su destino glorioso es nuestro último y definitivo destino.

MARIANO ESTEBAN CARO

 

 

               FIESTA DE LA CRUZ DEL 16 DE JULIO

                    PUEBLA DE MONTALBÁN

 

MARIANO ESTEBAN CARO

EL TRIUNFO DE LA CRUZ

Tradicionalmente las gentes de La Puebla de Montalbán se referían a la Fiesta del Cristo de la Caridad del 16 de julio como LA FIESTA DE LA CRUZ. No sin razón. La fiesta del “Triunfo de la Cruz” tiene su origen en un hecho milagroso acaecido el 16 de julio de 1212: Todos los Reinos Cristianos de España se habían unido para detener el avance hacia Europa del ejército almohade, integrado por hombres muy primitivos del norte de África.

En pleno fragor de la batalla, la Cruz del Arzobispo de Toledo llegó triunfante hasta las filas cristianas y, según la Crónica General de España, apareció resplandeciente en el cielo una gran Cruz de color rojo. El triunfo Cristiano en Las Navas de Tolosa aquel 16 de julio de 1212, fue trascendental para reconquistar, con Andalucía, todo el territorio patrio; para la defensa de nuestra religión y para reforzar nuestros lazos con los valores de raíz cristiana, que han configurado el alma de Europa: valores como la dignidad de la persona humana, el sentimiento de justicia y libertad, de laboriosidad, el espíritu de iniciativa, de amor a la familia, de respeto a la vida, de tolerancia, de cooperación y de paz. “Europa es una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad trascendente e inalienable” (Papa Francisco).

LA FIESTA DE LA CRUZ EN LA PUEBLA DE MONTALBÁN

Para los cristianos la victoria sobre el poder musulmán en las Navas de Tolosa fue obra de Dios. Por esta razón se estableció la fiesta del Triunfo de la Cruz, que se celebraría todos los años el 16 de julio. Fiesta, en principio muy toledana, que se extendió posteriormente a toda España y al Nuevo Mundo.

En sendos documentos del Rey Alfonso VIII de los años 1208 y 1209, que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, aparece La Puebla de Montalbán como villa, con un amplio término y con su propio Concejo. En esta época, junto con las instituciones municipales, se erigía la Parroquia. Así pues, en La Puebla, desde el principio, se celebró el 16 de julio la fiesta del Triunfo de la Santa Cruz.

Dado que las fiestas de la Cruz se han celebrado tradicionalmente honrando a una imagen de Cristo en su pasión y muerte, bien podemos afirmar que en La Puebla de Montalbán, desde el siglo XIII, todos los años el 16 de julio, se ha rendido culto a Cristo Crucificado: CRISTO DE LA CARIDAD desde que su imagen fuera entronizada en la capilla del Hospital de la Santa Caridad.

EL SIGNIFICADO DE LA CRUZ

Para el creyente la Cruz es el símbolo más elocuente del infinito amor de Dios al pobre ser humano, que, hecho de barro, inevitablemente se desmorona física y moralmente. Cristo, Dios verdadero y hombre verdadero, como un hombre cualquiera, experimentó la injusticia, la traición, la impotencia, el abandono, la soledad. Si decimos con verdad que Dios nació, podemos decir que Dios verdaderamente murió en la Cruz. No fue una apariencia: la angustia de Cristo ante la muerte le hizo sudar sangre (hematidrosis).

Pero el amor total hasta la muerte –la Cruz- es siempre causa de vida. Para el hombre Cristo-Jesús y para todos los que, por la fe y el amor, viven en comunión existencial con Él. Y, como Él, pasan por la vida haciendo el bien. El Crucificado-Resucitado es causa y guía de la salvación del pobre ser humano.

Para el no creyente la Cruz es signo, recuerdo y prueba del amor de un hombre bueno, que no se busca a sí mismo, sino que le impulsa a entregarse y servir a todos. La Cruz no es pasividad o gusto por el tormento. Fue para Cristo la consecuencia de poner la verdad, la justicia, el derecho y el amor por encima de su propio provecho y ventaja.

Jesús de Nazaret muere en la Cruz por amor a sus hermanos los hombres por encima de su propio interés. Él es el “Hombre para los demás”, que no vino a servirse de nadie, sino a servir a todos.

LA CRUZ, PATRIMONIO UNIVERSAL

Esto nos lleva, no sólo a los creyentes, a ver la Cruz como patrimonio de unos valores válidos para todos, si la miramos con limpio corazón y buena voluntad. Apuntamos algunos de estos valores extractados de las enseñanzas del Papa Benedicto XVI:

+La Cruz nos impulsa a servir a la verdad, la justicia, el  bien y el amor.

+La Cruz es signo de reconciliación, de perdón, signo del amor que es más fuerte que la muerte.

+La Cruz nos recuerda que no hay que responder a la   injusticia con otra injusticia, a la violencia con otra violencia.

+La Cruz nos recuerda que sólo podemos vencer al mal con el bien, jamás devolviendo mal por mal.

+La Cruz es escuela de justicia y de paz.

+La Cruz es patrimonio universal de perdón y de  misericordia.

+La Cruz nos hace hermanos.

+La Cruz nos invita a vencer el mal con el bien.

+La Cruz es signo e instrumento de reconciliación, de perdón, de comprensión.

+La Cruz es signo de que el amor es más fuerte que todo tipo de violencia y opresión, más fuerte que la muerte.

+La Cruz es signo de que el mal se vence con el bien, con el amor.

 

 

 

 

 

 

 

 

PASCUA DE RESURRECCIÓN

             DOMINGOS DEL TIEMPO PASCUAL

 

                   Comentarios de los Papas

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Selección de textos: Mariano Esteban Caro

Los Papas, en las palabras que cada domingo pronuncian antes del rezo del ángelus, acostumbran a comentar el Evangelio de ese domingo. Hemos seleccionado y extractado en primer lugar las enseñanzas del Papa Francisco y, en su caso, de Benedicto XVI e incluso de San Juan Pablo II.

 

 

 

DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN

 

Ciclo A.- (Francisco, Regina Coeli 21 abril 2014)

¡Feliz Pascua! « ¡Cristo ha resucitado! — ¡Verdaderamente ha resucitado!». Está entre nosotros, ¡aquí en la plaza! En esta semana podemos seguir intercambiándonos la felicitación pascual, como si fuese un único día. Es el gran día que hizo el Señor.

El sentimiento dominante que brota de los relatos evangélicos de la Resurrección es la alegría llena de asombro, ¡pero un asombro grande! ¡La alegría que viene de dentro! Y en la liturgia revivimos el estado de ánimo de los discípulos por las noticias que las mujeres les habían llevado: ¡Jesús ha resucitado! ¡Nosotros lo hemos visto!

Dejemos que esta experiencia, impresa en el Evangelio, se imprima también en nuestro corazón y se transparente en nuestra vida. Dejemos que el asombro gozoso del Domingo de Pascua se irradie en los pensamientos, en las miradas, en las actitudes, en los gestos y en las palabras… ¡Ojalá fuésemos así de luminosos! Pero esto no es un maquillaje. Viene de dentro, de un corazón inmerso en la fuente de este gozo, como el de María Magdalena, que lloraba la pérdida de su Señor y no creía a sus ojos al verlo resucitado. Quien experimenta esto se convierte en testigo de la Resurrección, porque en cierto sentido resucita él mismo, resucita ella misma. De este modo es capaz de llevar un «rayo» de la luz del Resucitado a las diversas situaciones: a las que son felices, haciéndolas más hermosas y preservándolas del egoísmo; a las dolorosas, llevando serenidad y esperanza.

En esta semana, nos hará bien tomar el libro del Evangelio y leer los capítulos que hablan de la Resurrección de Jesús. ¡Nos hará mucho bien! Tomar el libro, buscar los capítulos y leer eso. Nos hará bien, en esta semana, pensar también en la alegría de María, la Madre de Jesús.

Tras pasar por la experiencia de la muerte y resurrección de su Hijo, contempladas, en la fe, como la expresión suprema del amor de Dios, el corazón de María se convirtió en una fuente de paz, de consuelo, de esperanza y de misericordia. Todas las prerrogativas de nuestra Madre derivan de aquí, de su participación en la Pascua de Jesús. Desde el viernes al domingo por la mañana, Ella no perdió la esperanza: la hemos contemplado Madre dolorosa, pero, al mismo tiempo, Madre llena de esperanza. Ella, la Madre de todos los discípulos, la Madre de la Iglesia, es Madre de esperanza.

 

Ciclo B.- (Francisco, Regina Coeli 6 de abril de 2015)

Éste es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: «¡Cristo ha resucitado!». Y, en Él, por el Bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Ésta es la buena noticia que estamos llamados a anunciar a los demás y en todo ambiente, animados por el Espíritu Santo.

La fe en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha traído es el don más bonito que el cristiano puede y debe ofrecer a sus hermanos. A todos y cada uno, entonces, no nos cansemos de repetir: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo todos juntos, hoy aquí en la plaza: ¡Cristo ha resucitado! Repitámoslo con las palabras, pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida. La alegre noticia de la Resurrección debería transparentarse en nuestro rostro, en nuestros sentimientos y actitudes, en el modo con el cual tratamos a los demás.

   Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y podemos compartirla con los demás; cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando transmitimos nuestra experiencia de fe a quien está en búsqueda de sentido y felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida decimos: ¡Jesús ha resucitado! Lo decimos con toda el alma.

   La Pascua es el acontecimiento que ha traído la novedad radical para todo ser humano, para la historia y para el mundo: es el triunfo de la vida sobre la muerte; es la fiesta del renacer y de la regeneración. ¡Dejemos que nuestra existencia sea conquistada y transformada por la Resurrección!

 

Ciclo C.- (Francisco, Regina Coeli 28 de marzo de 2016)

Después del tiempo cuaresmal, tiempo de penitencia y de conversión, que la Iglesia ha vivido con particular intensidad en este Año Santo de la Misericordia; después de las sugestivas celebraciones del Triduo Santo, nos detenemos también hoy ante la tumba vacía de Jesús y meditamos con estupor y gratitud el gran misterio de la resurrección del Señor.

La vida ha vencido a la muerte. ¡La misericordia y el amor han vencido sobre el pecado! Se necesita fe y esperanza para abrirse a este nuevo y maravilloso horizonte. Y nosotros sabemos que la fe y la esperanza son un don de Dios y debemos pedirlo: «¡Señor, dame la fe, dame la esperanza! ¡La necesitamos tanto!».

Dejémonos invadir por las emociones que resuenan en la secuencia pascual: «¡Sí, tenemos la certeza: Cristo verdaderamente ha resucitado!». ¡El Señor ha resucitado entre nosotros! Esta verdad marcó de forma indeleble la vida de los apóstoles que, después de la resurrección, sintieron de nuevo la necesidad de seguir a su Maestro y, tras recibir el Espíritu Santo, fueron sin miedo a anunciar a todos lo que habían visto con sus ojos y habían experimentado personalmente.

Estamos llamados a redescubrir y acoger con especial intensidad el reconfortante anuncio de la resurrección: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!». Si Cristo ha resucitado, podemos mirar con ojos y corazón nuevos todo evento de nuestra vida, también los más negativos. Los momentos de oscuridad, de fracaso y también de pecado pueden transformase y anunciar un camino nuevo. Cuando hemos tocado el fondo de nuestra miseria y de nuestra debilidad, Cristo resucitado nos da la fuerza para volvernos a levantar. ¡Si nos encomendamos a Él, su gracia nos salva! El Señor crucificado y resucitado es la plena revelación de la misericordia, presente y operante en la historia. He aquí el mensaje pascual, que resuena aún hoy y que resonará durante todo el tiempo de Pascua hasta Pentecostés.

María fue testigo silenciosa de los eventos de la pasión y de la resurrección de Jesús. Ella estuvo de pie junto a la cruz: no se dobló ante el dolor, sino que su fe la fortaleció. En su corazón desgarrado de madre permaneció siempre encendida la llama de la esperanza. Pidámosle a Ella que nos ayude también a nosotros a acoger en plenitud el anuncio pascual de la resurrección, para encarnarlo en lo concreto de nuestra vida cotidiana.

 

II DOMINGO DE PASCUA

 

Ciclo A.- (Juan Pablo II, Regina Coeli 7 de abril de 2002)

«¡Paz a vosotros!». Así se dirige Jesús a los Apóstoles en el pasaje evangélico de este domingo, con el que concluye la octava de Pascua.

   La paz es don de Dios. El Creador mismo escribió en el corazón de los hombres la ley del respeto a la vida humana: «Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo él al hombre», se dice en el Génesis (Gn 9, 6). Cuando en el entorno domina la lógica despiadada de las armas, sólo Dios puede suscitar de nuevo en los corazones pensamientos de paz. Sólo él puede dar las energías necesarias para renunciar al odio y a la sed de venganza, y emprender el camino de la negociación a fin de llegar a un acuerdo y a la paz.

A él, que Jesús reveló como Padre misericordioso, se eleva hoy la súplica de todos los cristianos, que repiten con san Francisco de Asís: «Señor, haz de mí un instrumento de tu paz».

La liturgia de hoy nos invita a encontrar en la Misericordia divina el manantial de la auténtica paz que nos ofrece Cristo resucitado. Las llagas del Señor resucitado y glorioso constituyen el signo permanente del amor misericordioso de Dios a la humanidad. De ellas se irradia una luz espiritual, que ilumina las conciencias e infunde en los corazones consuelo y esperanza.

Jesús, ¡en ti confío!, repetimos en esta hora complicada y difícil, sabiendo que necesitamos esa Misericordia divina que hace medio siglo el Señor manifestó con tanta generosidad a santa Faustina Kowalska. Allí donde son más arduas las pruebas y las dificultades, más insistente ha de ser la invocación al Señor resucitado y más ferviente la imploración del don de su Espíritu Santo, manantial de amor y de paz.    El misterio de la concepción de Jesús en el seno de la Virgen por obra del Espíritu Santo nos recuerda que la vida humana, asumida por Cristo, es inviolable desde el primer instante. La contemplación del misterio nos impulsa a renovar nuestro compromiso de amar, acoger y servir a la vida. Este compromiso une a los creyentes y a los no creyentes, porque «la defensa y la promoción de la vida no son monopolio de nadie, sino deber y responsabilidad de todos» (Evangelium vitae, 91).

Que la Virgen, Madre de Misericordia, que al recibir el anuncio del ángel concibió al Verbo encarnado, nos ayude a respetar siempre la vida y a promover concordemente la paz.

 

Ciclo B.- (Francisco, Regina Coeli 12 de abril de 2015)

Hoy es el octavo día después de Pascua, y el Evangelio de Juan nos documenta las dos apariciones de Jesús resucitado a los Apóstoles reunidos en el Cenáculo: la de la tarde de Pascua, en la que Tomás estaba ausente, y aquella después de ocho días, con Tomás presente. La primera vez, el Señor mostró a los discípulos las heridas de su cuerpo, sopló sobre ellos y dijo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). Les transmite su misma misión, con la fuerza del Espíritu Santo.

   Pero esa tarde faltaba Tomás, el cual no quiso creer en el testimonio de los otros. «Si no veo y no toco sus llagas —dice—, no lo creeré» (cf. Jn 20, 25). Ocho días después —precisamente como hoy— Jesús vuelve a presentarse en medio de los suyos y se dirige inmediatamente a Tomás, invitándolo a tocar las heridas de sus manos y de su costado. Va al encuentro de su incredulidad, para que, a través de los signos de la pasión, pueda alcanzar la plenitud de la fe pascual, es decir la fe en la resurrección de Jesús.

   Tomás es uno que no se contenta y busca, pretende constatar él mismo, tener una experiencia personal. Tras las iniciales resistencias e inquietudes, al final también él llega a creer, aunque avanzando con fatiga, pero llega a la fe. Jesús lo espera con paciencia y se muestra disponible ante las dificultades e inseguridades del último en llegar. El Señor proclama «bienaventurados» a aquellos que creen sin ver (cf. v. 29) —y la primera de estos es María su Madre—, pero va también al encuentro de la exigencia del discípulo incrédulo: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos…» (v. 27). En el contacto salvífico con las llagas del Resucitado, Tomás manifiesta las propias heridas, las propias llagas, las propias laceraciones, la propia humillación; en la marca de los clavos encuentra la prueba decisiva de que era amado, esperado, entendido. Se encuentra frente a un Mesías lleno de dulzura, de misericordia, de ternura. Era ése el Señor que buscaba, él, en las profundidades secretas del propio ser, porque siempre había sabido que era así.

Él ha podido «tocar» el misterio pascual que manifiesta plenamente el amor salvífico de Dios, rico en misericordia (cf. Ef 2, 4). Y como Tomás también todos nosotros: en este segundo domingo de Pascua estamos invitados a contemplar en las llagas del Resucitado la Divina Misericordia, que supera todo límite humano y resplandece sobre la oscuridad del mal y del pecado.

Dirijamos la mirada a Él, que siempre nos busca, nos espera, nos perdona; tan misericordioso que no se asusta de nuestras miserias. En sus heridas nos cura y perdona todos nuestros pecados. Que la Virgen Madre nos ayude a ser misericordiosos con los demás como Jesús lo es con nosotros.

 

Ciclo C.- (Francisco, Homilía 3 de abril de 2016)

«Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos» (Jn 20,30). El Evangelio es el libro de la misericordia de Dios, para leer y releer, porque todo lo que Jesús ha dicho y hecho es expresión de la misericordia del Padre. Sin embargo, no todo fue escrito; el Evangelio de la misericordia continúa siendo un libro abierto, donde se siguen escribiendo los signos de los discípulos de Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la misericordia. Todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia a todo hombre y mujer de hoy. Lo podemos hacer realizando las obras de misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de vida del cristiano.

Sin embargo, en el relato que hemos escuchado surge un contraste evidente: está el miedo de los discípulos que cierran las puertas de la casa; por otro lado, la misión de parte de Jesús, que los envía al mundo a llevar el anuncio del perdón. Este contraste puede manifestarse también en nosotros, una lucha interior entre el corazón cerrado y la llamada del amor a abrir las puertas cerradas y a salir de nosotros mismos. Cristo, que por amor entró a través de las puertas cerradas del pecado, de la muerte y del infierno, desea entrar también en cada uno para abrir de par en par las puertas cerradas del corazón. Él, que con la resurrección venció el miedo y el temor que nos aprisiona, quiere abrir nuestras puertas cerradas y enviarnos. El camino que el Maestro resucitado nos indica es de una sola vía, va en una única dirección: salir de nosotros mismos, salir para dar testimonio de la fuerza sanadora del amor que nos ha conquistado.

Ser apóstoles de misericordia significa tocar y acariciar sus llagas, presentes también hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos. Al curar estas heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos a otros que toquen su misericordia y que lo reconozcan como «Señor y Dios» (cf. v. 28), como hizo el apóstol Tomás. Esta es la misión que se nos confía. Muchas personas piden ser escuchadas y comprendidas.

«Paz a vosotros» (v. 21): es el saludo que Cristo trae a sus discípulos; es la misma paz, que esperan los hombres de nuestro tiempo. No es una paz negociada, no es la suspensión de algo malo: es su paz, la paz que procede del corazón del Resucitado, la paz que venció el pecado, la muerte y el miedo. Es la paz que no divide, sino que une; es la paz que no nos deja solos, sino que nos hace sentir acogidos y amados; es la paz que permanece en el dolor y hace florecer la esperanza.

En el Salmo responsorial se ha proclamado: «Su amor es para siempre» (117/118,2).

Estamos seguros que Dios no nos abandona. Él permanece con nosotros para siempre. Le agradecemos su amor tan inmenso, que no podemos comprender: es tan grande. Pidamos la gracia de no cansarnos nunca de acudir a la misericordia del Padre y de llevarla al mundo; pidamos ser nosotros mismos misericordiosos, para difundir en todas partes la fuerza del Evangelio, para escribir aquellas paginas del Evangelio que el apóstol Juan no ha escrito.

 

DOMIGO III DE PASCUA

 

CICLO A.- (Francisco, Regina Coeli 4 de mayo de 2014)

El Evangelio de este domingo, que es el tercer domingo de Pascua, es el de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Estos eran dos discípulos de Jesús, los cuales, tras su muerte y pasado el sábado, dejan Jerusalén y regresan, tristes y abatidos, hacia su aldea, llamada precisamente Emaús. A lo largo del camino Jesús resucitado se les acercó, pero ellos no lo reconocieron. Viéndoles así tristes, les ayudó primero a comprender que la pasión y la muerte del Mesías estaban previstas en el designio de Dios y anunciadas en las Sagradas Escrituras; y así vuelve a encender un fuego de esperanza en sus corazones.

Entonces, los dos discípulos percibieron una extraordinaria atracción hacia ese hombre misterioso, y lo invitaron a permanecer con ellos esa tarde. Jesús aceptó y entró con ellos en la casa. Y cuando, estando en la mesa, bendijo el pan y lo partió, ellos lo reconocieron, pero Él desapareció de su vista, dejándolos llenos de estupor. Tras ser iluminados por la Palabra, habían reconocido a Jesús resucitado al partir el pan, nuevo signo de su presencia. E inmediatamente sintieron la necesidad de regresar a Jerusalén, para referir a los demás discípulos esta experiencia, que habían encontrado a Jesús vivo y lo habían reconocido en ese gesto de la fracción del pan.

El camino de Emaús se convierte así en símbolo de nuestro camino de fe: las Escrituras y la Eucaristía son los elementos indispensables para el encuentro con el Señor. También nosotros llegamos a menudo a la misa dominical con nuestras preocupaciones, nuestras dificultades y desilusiones… La vida a veces nos hiere y nos marchamos tristes, hacia nuestro «Emaús», dando la espalda al proyecto de Dios. Nos alejamos de Dios. Pero nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos explica las Escrituras y vuelve a encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza, y en la Comunión nos da fuerza.

Palabra de Dios, Eucaristía. Leer cada día un pasaje del Evangelio. Recordadlo bien: leer cada día un pasaje del Evangelio, y los domingos ir a recibir la comunión, recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús: acogieron la Palabra; compartieron la fracción del pan, y, de tristes y derrotados como se sentían, pasaron a estar alegres. Siempre, queridos hermanos y hermanas, la Palabra de Dios y la Eucaristía nos llenan de alegría. Recordadlo bien. Cuando estés triste, toma la Palabra de Dios. Cuando estés decaído, toma la Palabra de Dios y ve a la misa del domingo a recibir la comunión, a participar del misterio de Jesús. Palabra de Dios, Eucaristía: nos llenan de alegría.

 

Ciclo B.- (Francisco, Regina Coeli 19 de abril de 2015)

En las lecturas bíblicas de la liturgia de hoy resuena dos veces la palabra «testigos». La primera vez es en los labios de Pedro: él, después de la curación del paralítico ante la puerta del templo de Jerusalén, exclama: «Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello» (Hch 3, 15). La segunda vez, en los labios de Jesús resucitado: Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: «Vosotros sois testigos de esto» (Lc 24, 48).

Los apóstoles, que vieron con los propios ojos al Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo.

   Podemos preguntarnos: pero, ¿quién es el testigo? El testigo es uno que ha visto, que recuerda y cuenta. Ver, recordar y contar son los tres verbos que describen la identidad y la misión. El testigo es uno que ha visto, con ojo objetivo, ha visto una realidad, pero no con ojo indiferente; ha visto y se ha dejado involucrar por el acontecimiento. Por eso recuerda, no sólo porque sabe reconstruir de modo preciso los hechos sucedidos, sino también porque esos hechos le han hablado y él ha captado el sentido profundo. Entonces el testigo cuenta, no de manera fría y distante sino como uno que se ha dejado cuestionar y desde aquel día ha cambiado de vida. El testigo es uno que ha cambiado de vida.

   El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han tenido una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continua conversión en la Penitencia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Palabra de Dios, cada cristiano puede transformarse en testigo de Jesús resucitado. Y su testimonio es mucho más creíble cuando más transparenta un modo de vivir evangélico, gozoso, valiente, humilde, pacífico, misericordioso. En cambio, si el cristiano se deja llevar por las comodidades, las vanidades, el egoísmo, si se convierte en sordo y ciego ante la petición de «resurrección» de tantos hermanos, ¿cómo podrá comunicar a Jesús vivo, como podrá comunicar la potencia liberadora de Jesús vivo y su ternura infinita?

   Que María, nuestra Madre, nos sostenga con su intercesión para que podamos convertirnos, con nuestros límites, pero con la gracia de la fe, en testigos del Señor resucitado, llevando a las personas que nos encontramos los dones pascuales de la alegría y de la paz.

 

Ciclo C.- (Francisco, Regina Coeli 10 de abril de 2016)

El Evangelio de hoy narra la tercera aparición de Jesús resucitado a los discípulos a orillas del lago de Galilea, con la descripción de la pesca milagrosa (cf. Jn 21, 1-19). El relato se sitúa en el marco de la vida cotidiana de los discípulos, que habían regresado a su tierra y a su trabajo de pescadores, después de los días tremendos de la pasión, muerte y resurrección del Señor. Era difícil para ellos comprender lo que había sucedido. Pero, mientras que todo parecía haber acabado, Jesús va nuevamente a «buscar» a sus discípulos. Es Él quien va a buscarlos. Esta vez los encuentra junto al lago, donde ellos habían pasado la noche en las barcas sin pescar nada. Las redes vacías se presentan, en cierto sentido, como el balance de su experiencia con Jesús: lo habían conocido, habían dejado todo por seguirlo, llenos de esperanza… ¿y ahora? Sí, lo habían visto resucitado, pero luego pensaban: «Se marchó y nos ha dejado… Ha sido como un sueño…».

   He aquí que al amanecer Jesús se presenta en la orilla del lago; pero ellos no lo reconocen (cf. v. 4). A estos pescadores, cansados y decepcionados, el Señor les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis» (v. 6). Los discípulos confiaron en Jesús y el resultado fue una pesca increíblemente abundante. Es así que Juan se dirige a Pedro y dice: «Es el Señor» (v. 7). E inmediatamente Pedro se lanzó al agua y nadó hacia la orilla, hacia Jesús. En aquella exclamación: «¡Es el Señor!», está todo el entusiasmo de la fe pascual, llena de alegría y de asombro, que se opone con fuerza a la confusión, al desaliento, al sentido de impotencia que se había acumulado en el ánimo de los discípulos. La presencia de Jesús resucitado transforma todas las cosas: la oscuridad es vencida por la luz, el trabajo inútil es nuevamente fructuoso y prometedor, el sentido de cansancio y de abandono deja espacio a un nuevo impulso y a la certeza de que Él está con nosotros.

   Desde entonces, estos mismos sentimientos animan a la Iglesia, la Comunidad del Resucitado. ¡Todos nosotros somos la comunidad del Resucitado! Si a una mirada superficial puede parecer, en algunas ocasiones, que el poder lo tienen las tinieblas del mal y el cansancio de la vida cotidiana, la Iglesia sabe con certeza que en quienes siguen al Señor Jesús resplandece ya imperecedera la luz de la Pascua. El gran anuncio de la Resurrección infunde en el corazón de los creyentes una íntima alegría y una esperanza invencibles.

¡Verdaderamente Cristo ha resucitado! Todos nosotros cristianos estamos llamados a comunicar este mensaje de resurrección a quienes encontramos, especialmente a quien sufre, a quien está solo, a quien se encuentra en condiciones precarias, a los enfermos, los refugiados, los marginados. A todos hagamos llegar un rayo de la luz de Cristo resucitado, un signo de su poder misericordioso.

   Que Él, el Señor, renueve también en nosotros la fe pascual. Que nos haga cada vez más conscientes de nuestra misión al servicio del Evangelio y de los hermanos; nos colme de su Santo Espíritu para que, sostenidos por la intercesión de María, con toda la Iglesia podamos proclamare la grandeza de su amor y la riqueza de su misericordia.

 

IV DOMINGO DE PASCUA

 

Ciclo A-(Francisco, Regina Coeli 11 de mayo de 2014)

El evangelista Juan nos presenta, en este IV domingo del tiempo pascual, la imagen de Jesús Buen Pastor. Contemplando esta página del Evangelio, podemos comprender el tipo de relación que Jesús tenía con sus discípulos: una relación basada en la ternura, en el amor, en el conocimiento recíproco y en la promesa de un don inconmensurable: «Yo he venido —dice Jesús— para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). Tal relación es el modelo de las relaciones entre los cristianos y de las relaciones humanas.

   También hoy, como en tiempos de Jesús, muchos se proponen como «pastores» de nuestras existencias; pero sólo el Resucitado es el verdadero Pastor que nos da la vida en abundancia. Invito a todos a tener confianza en el Señor que nos guía. Pero no sólo nos guía: nos acompaña, camina con nosotros. Escuchemos su palabra con mente y corazón abiertos, para alimentar nuestra fe, iluminar nuestra conciencia y seguir las enseñanzas del Evangelio.

   En este domingo recemos por los pastores de la Iglesia, por todos los obispos, incluido el obispo de Roma, por todos los sacerdotes, por todos. Que el Señor nos ayude a nosotros, pastores, a ser siempre fieles al Maestro y guías sabios e iluminados del pueblo de Dios confiado a nosotros. También a vosotros, por favor, os pido que nos ayudéis: ayudarnos a ser buenos pastores. «Así vosotros debéis ser con los pastores: llamar siempre a su puerta, a su corazón, para que os den la leche de la doctrina, la leche de la gracia, la leche de la guía» (San Cesáreo de Arlés). Y os pido, por favor, que importunéis a los pastores, que molestéis a los pastores, a todos nosotros pastores, para que os demos la leche de la gracia, de la doctrina y de la guía. ¡Importunar! Pensad en esa hermosa imagen del ternerillo, cómo importuna a su mamá para que le dé de comer.

   A imitación de Jesús, todo pastor «a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo —el pastor debe ir a veces adelante—, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 13). ¡Ojalá que todos los pastores sean así! Pero vosotros importunad a los pastores, para que os den la guía de la doctrina y de la gracia.

 

CICLO B.- (Francisco, Regina Coeli 26 de abril de 2015)

El cuarto domingo de Pascua —éste—, llamado «domingo del Buen Pastor», cada año nos invita a redescubrir, con estupor siempre nuevo, esta definición que Jesús dio de sí mismo, releyéndola a la luz de su pasión, muerte y resurrección. «El buen Pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11): estas palabras se realizaron plenamente cuando Cristo, obedeciendo libremente a la voluntad del Padre, se inmoló en la Cruz. Entonces se vuelve completamente claro qué significa que Él es «el buen Pastor»: da la vida, ofreció su vida en sacrificio por todos nosotros: por ti, por ti, por ti, por mí ¡por todos! ¡Y por ello es el buen Pastor!

   Cristo es el Pastor verdadero, que realiza el modelo más alto de amor por el rebaño: Él dispone libremente de su propia vida, nadie se la quita (cf. v. 18), sino que la dona en favor de las ovejas (v. 17). En abierta oposición a los falsos pastores, Jesús se presenta como el verdadero y único Pastor del pueblo: el pastor malo piensa en sí mismo y explota a las ovejas; el buen pastor piensa en las ovejas y se dona a sí mismo. A diferencia del mercenario, Cristo Pastor es un guía atento que participa en la vida de su rebaño, no busca otro interés, no tiene otra ambición que la de guiar, alimentar y proteger a sus ovejas. Y todo esto al precio más alto, el del sacrificio de su propia vida.

   En la figura de Jesús, Pastor bueno, contemplamos a la Providencia de Dios, su solicitud paternal por cada uno de nosotros. ¡No nos deja solos! La consecuencia de esta contemplación de Jesús, Pastor verdadero y bueno, es la exclamación de conmovido estupor que encontramos en la segunda Lectura de la liturgia de hoy: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre…» (1 Jn 3, 1). Es verdaderamente un amor sorprendente y misterioso, porque donándonos a Jesús como Pastor que da la vida por nosotros, el Padre nos ha dado lo más grande y precioso que nos podía donar. Es el amor más alto y más puro, porque no está motivado por ninguna necesidad, no está condicionado por ningún cálculo, no está atraído por ningún interesado deseo de intercambio. Ante este amor de Dios, experimentamos una alegría inmensa y nos abrimos al reconocimiento por lo que hemos recibido gratuitamente.

   Pero contemplar y agradecer no basta. También hay que seguir al buen Pastor. En particular, cuantos tienen la misión de guía en la Iglesia —sacerdotes, obispos, Papas— están llamados a asumir no la mentalidad del mánager sino la del siervo, a imitación de Jesús que, despojándose de sí mismo, nos ha salvado con su misericordia.

 

CICLO C.- (Francisco, Regina Coeli 17 de abril de 2016)

El evangelio de hoy (Jn 10, 27-30) nos ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la dedicación del templo de Jerusalén, que se celebraba a finales de diciembre. Él se encontraba precisamente en la zona del templo, y quizás aquel espacio sagrado cercado le sugiere la imagen del rebaño y del pastor. Jesús se presenta como «el buen pastor» y dice: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano» (vv. 27-28). Estas palabras nos ayudan a comprender que nadie puede decirse seguidor de Jesús si no escucha su voz. Y este «escuchar» no hay que entenderlo de una manera superficial, sino comprometedora, al punto que vuelve posible un verdadero conocimiento recíproco, del cual pueden surgir un seguimiento generoso, expresada en las palabras «y ellas me siguen» (v.27). Se trata de un escuchar no solamente con el oído, sino ¡una escucha del corazón!

   Por lo tanto, la imagen del pastor y de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo es nuestro salvador. De hecho la frase sucesiva del pasaje evangélico afirma: «Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano» (v. 28). ¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la «mano» de Jesús es una sola cosa con la «mano» del Padre, y el Padre es «más grande que todos» (v. 29).

   Estas palabras nos comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida está totalmente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, reveladas de una vez y para siempre en el sacrificio de la cruz. Para salvar a las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomar sobre sí y quitar el pecado del mundo. De esta manera Él nos ha dado la vida, pero la vida en abundancia De esta manera Él nos ha dado la vida, pero ¡la vida en abundancia! (cf. Jn 10, 10). Este misterio se renueva, en una humildad siempre sorprendente, en la mesa eucarística. Es allí que las ovejas se reúnen para nutrirse; es allí que se vuelven una sola cosa, entre ellas y con el Buen Pastor.

   Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida ya se ha salvado de la perdición. Nada ni nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas, intenta de muchas maneras arrebatarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si nosotros no le abrimos las puertas de nuestra alma, siguiendo sus halagos engañosos.

 

 

V DOMINGO DE PASCUA

Ciclo A-(Benedicto XVI, Regina Coeli 22 de mayo de 2011)

El Evangelio de este quinto domingo de Pascua propone un doble mandamiento sobre la fe: creer en Dios y creer en Jesús. No son dos actos separados, sino un único acto de fe, la plena adhesión a la salvación llevada a cabo por Dios Padre mediante su Hijo unigénito.

El Nuevo Testamento puso fin a la invisibilidad del Padre. Dios mostró su rostro, como confirma la respuesta de Jesús al apóstol Felipe: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Jn 14, 9). El Hijo de Dios, con su encarnación, muerte y resurrección, nos libró de la esclavitud del pecado para darnos la libertad de los hijos de Dios, y nos dio a conocer el rostro de Dios, que es amor: Dios se puede ver, es visible en Cristo.

San Agustín afirma que «era necesario que Jesús dijese: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6), porque una vez conocido el camino faltaba por conocer la meta» (Tractatus in Ioh., 69, 2: ccl 36, 500), y la meta es el Padre. Para los cristianos, para cada uno de nosotros, por tanto, el camino al Padre es dejarse guiar por Jesús, por su palabra de Verdad, y acoger el don de su Vida. Hagamos nuestra la invitación de san Buenaventura: «Abre, por tanto, los ojos, tiende el oído espiritual, abre tus labios y dispón tu corazón, para que en todas las criaturas puedas ver, escuchar, alabar, amar, venerar, glorificar y honrar a tu Dios» (Itinerarium mentis in Deum, I, 15).

 

Ciclo B.- (Francisco, Regina Coeli 3 de mayo de 2015)

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la última Cena, en el momento en el que sabe que la muerte está ya cercana. Ha llegado su «hora». Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no estará físicamente en medio a ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un modo nuevo, y así dar mucho fruto. Todos podemos estar unidos a Jesús de un modo nuevo.

Y para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar unidos a Él, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos. Con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, estar unidos a Él, aunque no esté físicamente presente.

   Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida. Así es para nosotros cristianos.

Insertados con el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y podemos permanecer en comunión vital con Cristo.

Los frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo. Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús.

 

Ciclo C.- (Francisco, Homilía 24 de abril de 2016)

«La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros» (Jn 13,35).

Qué gran responsabilidad nos confía hoy el Señor. Nos dice que la gente conocerá a los discípulos de Jesús por cómo se aman entre ellos. En otras palabras, el amor es el documento de identidad del cristiano, es el único “documento” válido para ser reconocidos como discípulos de Jesús. El único documento válido.

El amigo verdadero de Jesús se distingue principalmente por el amor concreto; no el amor “en las nubes”, no, el amor concreto que resplandece en su vida. El amor es siempre concreto. Quien no es concreto y habla del amor está haciendo una telenovela, una telecomedia.

   Ante todo, amar es bello, es el camino para ser felices. Pero no es fácil, es desafiante, supone esfuerzo.

En efecto, amar quiere decir dar, no sólo algo material, sino algo de uno mismo: el tiempo personal, la propia amistad, las capacidades personales.

   Os pondrá en el corazón una intención buena, esa de amar sin poseer: De querer a las personas sin desearlas como algo propio, sino dejándolas libres. Porque el amor es libre. No existe amor verdadero si no es libre. Esa libertad que el Señor nos da cuando nos ama. Él siempre está junto a nosotros. En efecto, siempre existe la tentación de contaminar el afecto con la pretensión instintiva de tomar, de “poseer” aquello que me gusta; y esto es egoísmo.

   El amor se alimenta de confianza, de respeto y de perdón. El amor no surge porque hablemos de él, sino cuando se vive; no es una poesía bonita para aprender de memoria, sino una opción de vida que se ha de poner en práctica.

 

VI DOMINGO DE PASCUA

 

Ciclo A.- (Francisco, homilía 24 de mayo de 2014)

En el Evangelio hemos escuchado la promesa de Jesús a sus discípulos: “Yo le pediré al Padre que les envíe otro Paráclito, que esté siempre con ustedes” (Jn 14,16). El primer Paráclito es el mismo Jesús; el “otro” es el Espíritu Santo.

   Así pues, el Evangelio de este domingo nos invitan a meditar sobre el Espíritu Santo, sobre su obra en Cristo y en nosotros, y que podemos resumir de esta forma: el Espíritu realiza tres acciones: prepara, unge y envía.

   En el momento del bautismo, el Espíritu se posa sobre Jesús para prepararlo a su misión de salvación, misión caracterizada por el estilo del Siervo manso y humilde, dispuesto a compartir y a entregarse totalmente.

En segundo lugar, el Espíritu Santo unge. Ha ungido interiormente a Jesús, y unge a los discípulos, para que tengan los mismos sentimientos de Jesús y puedan así asumir en su vida las actitudes que favorecen la paz y la comunión. Con la unción del Espíritu, la santidad de Jesucristo se imprime en nuestra humanidad y nos hace capaces de amar a los hermanos con el mismo amor con que Dios nos ama.

Y, finalmente, el Espíritu envía. Jesús es el Enviado, lleno del Espíritu del Padre. Ungidos por el mismo Espíritu, también nosotros somos enviados como mensajeros y testigos de paz.

El camino de la paz se consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre y formamos parte del género humano; si no olvidamos que tenemos un único Padre en el cielo y que somos todos sus hijos, hechos a su imagen y semejanza.

 

Ciclo B (Francisco, Regina Coeli 10 de mayo de 2015)

El Evangelio de hoy —san Juan, capítulo 15— nos vuelve a llevar al Cenáculo, donde escuchamos el mandamiento nuevo de Jesús. Dice así: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado» (v. 12).

   De este modo, Jesús nos muestra el camino para seguirlo, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto, que permanece siempre como algo abstracto o exterior a la vida. Es un camino concreto, un camino que nos conduce a salir de nosotros mismos para ir hacia los demás. Jesús nos mostró que el amor de Dios se realiza en el amor al prójimo.

   Es precisamente el amor de Cristo, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones, el que realiza cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo. Son muchos los pequeños y grandes gestos que obedecen al mandamiento del Señor. Gestos pequeños, de todos los días, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y con dificultades, sin casa, sin trabajo, inmigrante, refugiada.

 

CICLO C.- (Francisco, Regina Coeli 1 de mayo de 2016)

Enseñar y recordar. Esto es lo que hace el Espíritu Santo en nuestros corazones.

En el momento en el que está por regresar al Padre, Jesús anuncia la venida del Espíritu que ante todo enseñará a los discípulos a comprender cada vez más plenamente el Evangelio, a acogerlo en su existencia y a hacerlo vivo y operante con el testimonio.

El segundo aspecto de la misión del Espíritu Santo consiste en ayudar a los Apóstoles a recordar las palabras de Jesús. El Espíritu tiene la tarea de despertar la memoria, recordar las palabras de Jesús. El Espíritu hará recordar las enseñanzas de Jesús en las diversas circunstancias concretas de la vida, para poder ponerlas en práctica.

Nosotros no estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros. Su nueva presencia en la historia se realiza mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado.

El Espíritu, efundido en nosotros con los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación, actúa en nuestra vida. Él nos guía en el modo de pensar, de actuar, de distinguir qué está bien y qué está mal; nos ayuda a practicar la caridad de Jesús, su donarse a los demás, especialmente a los más necesitados.

No estamos solos. Y el signo de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos: «Mi paz os doy» (v. 27). Esa es diversa de la que los hombres se desean o intentan realizar. La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y signo de su presencia.

Que la Virgen María nos ayude a acoger con docilidad al Espíritu Santo como Maestro interior y como Memoria viva de Cristo en el camino cotidiano.

 

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

 

CICLO A.- (Francisco, Regina Coeli 1 de junio de 2014)

Hoy se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, que tuvo lugar cuarenta días después de la Pascua. Los Hechos de los apóstoles relatan este episodio, la separación final del Señor Jesús de sus discípulos y de este mundo (cf. Hch 1, 2.9). El Evangelio de Mateo, en cambio, presenta el mandato de Jesús a los discípulos: la invitación a ir, a salir para anunciar a todos los pueblos su mensaje de salvación (cf. Mt 28, 16-20). «Ir», o mejor, «salir» se convierte en la palabra clave de la fiesta de hoy: Jesús sale hacia el Padre y ordena a los discípulos que salgan hacia el mundo.

   Jesús sale, asciende al cielo, es decir, vuelve al Padre, que lo había mandado al mundo. Hizo su trabajo, por lo tanto, vuelve al Padre. Pero no se trata de una separación, porque Él permanece para siempre con nosotros, de una forma nueva. Con su ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles —y también nuestra mirada— a las alturas del cielo para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre. Él mismo había dicho que se marcharía para prepararnos un lugar en el cielo. Sin embargo, Jesús permanece presente y activo en las vicisitudes de la historia humana con el poder y los dones de su Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: aunque no lo veamos con los ojos, Él está. Nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta cuando caemos. Jesús resucitado está cerca de los cristianos perseguidos y discriminados; está cerca de cada hombre y cada mujer que sufre. Está cerca de todos nosotros, también hoy está aquí con nosotros en la plaza; el Señor está con nosotros.

Jesús, cuando vuelve al cielo, lleva al Padre un regalo. ¿Cuál es el regalo? Sus llagas. Su cuerpo es bellísimo, sin las señales de los golpes, sin las heridas de la flagelación, pero conserva las llagas. Cuando vuelve al Padre le muestra las llagas y le dice: «Mira Padre, este es el precio del perdón que tú das». Cuando el Padre contempla las llagas de Jesús nos perdona siempre, no porque seamos buenos, sino porque Jesús ha pagado por nosotros. Contemplando las llagas de Jesús, el Padre se hace más misericordioso. Este es el gran trabajo de Jesús hoy en el cielo: mostrar al Padre el precio del perdón, sus llagas. Esto es algo hermoso que nos impulsa a no tener miedo de pedir perdón; el Padre siempre perdona, porque mira las llagas de Jesús, mira nuestro pecado y lo perdona.

   Pero Jesús está presente también mediante la Iglesia, a quien Él envió a prolongar su misión. La última palabra de Jesús a los discípulos es la orden de partir: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos» (Mt 28, 19). Es un mandato preciso, no es facultativo. La comunidad cristiana es una comunidad «en salida». Es más: la Iglesia nació «en salida». Y vosotros me diréis: ¿y las comunidades de clausura? Sí, también ellas, porque están siempre «en salida» con la oración, con el corazón abierto al mundo, a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los enfermos? También ellos, con la oración y la unión a las llagas de Jesús.

   A sus discípulos misioneros Jesús dice: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (v. 20). Solos, sin Jesús, no podemos hacer nada. En la obra apostólica no bastan nuestras fuerzas, nuestros recursos, nuestras estructuras, incluso siendo necesarias. Sin la presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro trabajo, incluso bien organizado, resulta ineficaz. Y así vamos a decir a la gente quién es Jesús.

   Y junto con Jesús nos acompaña María nuestra Madre. Ella ya está en la casa del Padre, es Reina del cielo y así la invocamos en este tiempo; pero como Jesús está con nosotros, camina con nosotros, es la Madre de nuestra esperanza.

 

CICLO B.- (Benedicto XVI, Homilía 28 de mayo de 2006)

Hoy resuena nuevamente esta pregunta recogida en los Hechos de los Apóstoles. Esta vez se dirige a todos nosotros: «¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?». La respuesta a esta pregunta encierra la verdad fundamental sobre la vida y el destino del hombre.    Esta pregunta se refiere a dos actitudes relacionadas con las dos realidades en las que se inscribe la vida del hombre: la terrena y la celeste.

Primero, la realidad terrena: «¿Qué hacéis ahí?», ¿por qué estáis en la tierra? Respondemos: Estamos en la tierra porque el Creador nos ha puesto aquí como coronamiento de la obra de la creación. Dios todopoderoso, de acuerdo con su inefable designio de amor, creó el cosmos, lo sacó de la nada. Y después de realizar esa obra, llamó a la existencia al hombre, creado a su imagen y semejanza (cf. Gn 1, 26-27). Le concedió la dignidad de hijo de Dios y la inmortalidad.

«Estamos en la tierra», estamos arraigados en ella, de ella crecemos. Aquí hacemos el bien en los extensos campos de la existencia diaria, en el ámbito de lo material y también en el de lo espiritual: en las relaciones recíprocas, en la edificación de la comunidad humana y en la cultura. Aquí experimentamos el cansancio de los viandantes en camino hacia la meta por sendas escabrosas, en medio de vacilaciones, tensiones, incertidumbres, pero también con la profunda conciencia de que antes o después este camino llegará a su término. Y entonces surge la reflexión: ¿Esto es todo? ¿La tierra en la que «nos encontramos» es nuestro destino definitivo?

En este contexto, conviene detenerse en la segunda parte de la pregunta recogida en la página de los Hechos: «¿Qué hacéis ahí mirando al cielo?». Leemos que, cuando los Apóstoles intentaron atraer la atención del Resucitado sobre la cuestión de la reconstrucción del reino terreno de Israel, él «fue elevado en presencia de ellos, y una nube lo ocultó a sus ojos». Y ellos «estaban mirando fijamente al cielo mientras se iba» (Hch 1, 9-10). Así pues, estaban mirando fijamente al cielo, dado que acompañaban con la mirada a Jesucristo, crucificado y resucitado, que era elevado. No sabemos si en aquel momento se dieron cuenta de que precisamente ante ellos se estaba abriendo un horizonte magnífico, infinito, el punto de llegada definitivo de la peregrinación terrena del hombre. Tal vez lo comprendieron solamente el día de Pentecostés, iluminados por el Espíritu Santo.

Para nosotros, sin embargo, ese acontecimiento de hace dos mil años es fácil de entender. Estamos llamados, permaneciendo en la tierra, a mirar fijamente al cielo, a orientar la atención, el pensamiento y el corazón hacia el misterio inefable de Dios. Estamos llamados a mirar hacia la realidad divina, a la que el hombre está orientado desde la creación. En ella se encierra el sentido definitivo de nuestra vida. CICLO C.- (Francisco, Regina Coeli 8 de mayo de 2016)

Hoy se celebra la Ascensión de Jesús al cielo, acaecida cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad. Es decir, nosotros, nuestra humanidad entra por primera vez en el cielo.

Jesús, Dios, es un hombre verdadero, con su cuerpo de hombre está en el cielo. Y esta es nuestra esperanza, es nuestra ancla, y nosotros estamos firmes en esta esperanza si miramos al cielo.

En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el Dios-con-nosotros —recordemos esto: Emmanuel, Dios con nosotros— y no nos deja solos. Podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro futuro.

En la Ascensión de Jesús, el crucificado resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios.

 

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

 

CICLO A.- (Francisco, Regina Coeli 8 de junio de 2014)

La fiesta de Pentecostés conmemora la efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe los signos y los frutos de esa extraordinaria efusión: el viento fuerte y las llamas de fuego; el miedo desaparece y deja espacio a la valentía; las lenguas se desatan y todos comprenden el anuncio. Donde llega el Espíritu de Dios, todo renace y se transfigura. El acontecimiento de Pentecostés marca el nacimiento de la Iglesia y su manifestación pública; y nos impresionan dos rasgos: es una Iglesia que sorprende y turba.

   Un elemento fundamental de Pentecostés es la sorpresa. Nuestro Dios es el Dios de las sorpresas, lo sabemos. Nadie se esperaba ya nada de los discípulos: después de la muerte de Jesús formaban un grupito insignificante, estaban desconcertados, huérfanos de su Maestro. En cambio, se verificó un hecho inesperado que suscitó admiración: la gente quedaba turbada porque cada uno escuchaba a los discípulos hablar en la propia lengua, contando las grandes obras de Dios (cf. Hch 2, 6-7.11).

La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que suscita estupor porque, con la fuerza que le viene de Dios, anuncia un mensaje nuevo —la Resurrección de Cristo— con un lenguaje nuevo —el lenguaje universal del amor. Un anuncio nuevo: Cristo está vivo, ha resucitado; un lenguaje nuevo: el lenguaje del amor. Los discípulos están revestidos del poder de lo alto y hablan con valentía —pocos minutos antes eran todos cobardes, pero ahora hablan con valor y franqueza, con la libertad del Espíritu Santo.

   Así está llamada a ser siempre la Iglesia: capaz de sorprender anunciando a todos que Jesús el Cristo ha vencido la muerte, que los brazos de Dios están siempre abiertos, que su paciencia está siempre allí esperándonos para sanarnos, para perdonarnos. Precisamente para esta misión Jesús resucitado entregó su Espíritu a la Iglesia.

   Atención: si la Iglesia está viva, debe sorprender siempre. Sorprender es característico de la Iglesia viva. Una Iglesia que no tenga la capacidad de sorprender es una Iglesia débil, enferma, moribunda, y debe ser ingresada en el sector de cuidados intensivos, ¡cuanto antes!

   La Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se resigna a ser inocua, demasiado «destilada». No, no se resigna a esto. No quiere ser un elemento decorativo. Es una Iglesia que no duda en salir afuera, al encuentro de la gente, para anunciar el mensaje que se le ha confiado, incluso si ese mensaje molesta o inquieta las conciencias, incluso si ese mensaje trae, tal vez, problemas; y también, a veces, nos conduce al martirio. Ella nace una y universal, con una identidad precisa, pero abierta, una Iglesia que abraza al mundo pero no lo captura; lo deja libre, pero lo abraza. Nosotros, los cristianos somos libres, y la Iglesia nos quiere libres.

 

CICLO B.- (Francisco, Regina Coeli 24 de mayo de 2015)

La fiesta de Pentecostés nos hace revivir los inicios de la Iglesia. El libro de los Hechos de los Apóstoles narra que, cincuenta días después de la Pascua, en la casa donde se encontraban los discípulos de Jesús, «de repente se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente… y se llenaron todos de Espíritu Santo» (2, 1-2).

Esta efusión transformó completamente a los discípulos: el miedo es remplazado por la valentía, la cerrazón cede el lugar al anuncio y toda duda es expulsada por la fe llena de amor. Es el «bautismo» de la Iglesia, que así comenzaba su camino en la historia, guiada por la fuerza del Espíritu Santo.

   Ese evento, que cambia el corazón y la vida de los Apóstoles y de los demás discípulos, repercute inmediatamente fuera del Cenáculo. En efecto, aquella puerta mantenida cerrada durante cincuenta días, finalmente se abre de par en par, y la primera comunidad cristiana no permanece más replegada sobre sí misma, sino que comienza a hablar a la muchedumbre de diversa procedencia de las grandes cosas que Dios ha hecho (cf. v. 11), es decir, de la Resurrección de Jesús, que había sido crucificado. Y cada uno de los presentes escucha hablar a los discípulos en su propia lengua.

La Iglesia no nace aislada, nace universal, una, católica, con una identidad precisa, abierta a todos, no cerrada, una identidad que abraza al mundo entero, sin excluir a nadie. A nadie la madre Iglesia cierra la puerta en la cara, ¡a nadie! Ni siquiera al más pecador, ¡a nadie! Y esto por la fuerza, por la gracia del Espíritu Santo. La madre Iglesia abre, abre de par en par sus puertas a todos porque es madre.

   El Espíritu Santo, infundido en Pentecostés en el corazón de los discípulos, es el inicio de una nueva época: la época del testimonio y la fraternidad. Es un tiempo que viene de lo alto, viene de Dios, como las llamas de fuego que se posaron sobre la cabeza de cada discípulo. Era la llama del amor que quema toda aspereza; era la lengua del Evangelio que traspasa los límites puestos por los hombres y toca los corazones de la muchedumbre, sin distinción de lengua, raza o nacionalidad.

Como ese día de Pentecostés, el Espíritu Santo es derramado continuamente también hoy sobre la Iglesia y sobre cada uno de nosotros para que salgamos de nuestras mediocridades y de nuestras cerrazones y comuniquemos a todo el mundo el amor misericordioso del Señor. Comunicar el amor misericordioso del Señor: ¡esta es nuestra misión!

Nos encomendamos a la maternal intercesión de María santísima, que estaba presente como Madre en medio de los discípulos en el Cenáculo: es la madre de la Iglesia, la madre de Jesús convertida en madre de la Iglesia. Nos encomendamos a Ella a fin de que el Espíritu Santo descienda abundantemente sobre la Iglesia de nuestro tiempo, colme los corazones de todos los fieles y encienda en ellos el fuego de su amor.

 

CICLO C.- (Francisco, Regina Coeli 15 de mayo de 2016)

Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés, con la que finaliza el tiempo pascual.    La liturgia nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espíritu Santo.          Jesús dice a sus discípulos: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre» (Jn 14, 15-16).

Estas palabras nos recuerdan ante todo que el amor por una persona, y también por el Señor, se demuestra no con las palabras, sino con los hechos; y también «cumplir los mandamientos» se debe entender en sentido existencial, de modo que toda la vida se vea implicada.

En efecto, ser cristianos no significa principalmente pertenecer a una cierta cultura o adherir a una cierta doctrina, sino más bien vincular la propia vida, en cada uno de sus aspectos, a la persona de Jesús y, a través de Él, al Padre. Para esto Jesús promete la efusión del Espíritu Santo a sus discípulos. Precisamente gracias al Espíritu Santo, Amor que une al Padre y al Hijo y de ellos procede, todos podemos vivir la vida misma de Jesús.

El Espíritu, en efecto, nos enseña todo, o sea la única cosa indispensable: amar como ama Dios.

El Espíritu Santo no trae una enseñanza distinta, sino que hace viva, hace operante la enseñanza de Jesús, para que el tiempo que pasa no la borre o no la debilite. El Espíritu Santo injerta esta enseñanza dentro de nuestro corazón, nos ayuda a interiorizarlo, haciendo que se convierta en parte de nosotros, carne de nuestra carne.

Al mismo tiempo, prepara nuestro corazón para que sea verdaderamente capaz de recibir las palabras y los ejemplos del Señor. Todas las veces que se acoge con alegría la palabra de Jesús en nuestro corazón, esto es obra del Espíritu Santo.

BAUTISMO

BAUTISMO

MARIANO ESTEBAN CARO

¿HAY QUE BAUTIZAR A LOS NIÑOS PEQUEÑOS?
Desde los tiempos apostólicos la Iglesia ha venido bautizando a los niños ya en el comienzo de su existencia, aunque todavía no sean capaces de entender lo que el bautismo significa. Esta práctica, avalada por más de veinte siglos de historia, está basada también en principios teológicos fundamentales.
La gracia bautismal es un don gratuito, que Dios nuestro Padre hace a sus hijos, antes de que éstos puedan hacer algo para merecerla. Los padres cristianos, como quieren lo mejor para sus hijos, también deben procurar para ellos la gracia de ser hijos de Dios, ya desde el comienzo de su existencia.
La gracia bautismal elimina el pecado original e infunde en los niños el don de la fe, de la esperanza y de la caridad, así como los dones del Espíritu Santo, haciéndolos además miembros de la gran familia que es la Iglesia. Y, sobre todo, los hace hijos de Dios.
También hay que tener en cuenta que el bautismo es el fundamento de la vida cristiana. En consecuencia, los padres y padrinos han de procurar que los años de la niñez, la adolescencia y la juventud sean como un catecumenado, un camino progresivo de iniciación a la vida cristiana y de inserción en la Iglesia. Los bautizados, según vayan creciendo, han de comprender y apreciar el gran don del bautismo.
Los padrinos y, de modo especial, los padres, con su palabra y con su ejemplo, tienen que ser los primeros maestros en la enseñanza de las verdades cristianas. Además han de saber escuchar a estos niños según vayan creciendo, pues quien se ha sentido escuchado sabrá también escuchar. Y, sobre todo, escuchando a sus hijos, los padres les están enseñando a escuchar la Palabra de Dios, de la que nace y se alimentan la fe y la vida cristiana.
La misión de los padres no se limita a la vida física. También están llamados a engendrar a sus hijos en la fe y en la vida del espíritu. Padres y padrinos han de ayudar a los niños a crecer fieles al evangelio, dispuestos a amar a Dios sobre todas las cosas y a todos los hombres como hermanos.

EL BAUTISMO, DON DE DIOS Y TAREA DEL CRISTIANO
En el bautismo no sólo son perdonados el pecado original, así como los pecados personales, si se trata de un adulto. Además el bautizado es transformado en una criatura nueva a imagen de Cristo muerto y resucitado. Esta transformación es consecuencia de los dones que Dios le hace y que, a lo largo de su vida, serán la base de su existencia cristiana y de un estilo de vida consecuente con ellos. El bautismo es, a la vez, don de Dios y tarea permanente del cristiano.
La gracia bautismal es participación en la vida de Dios, que es comunión interpersonal del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El cristiano ha de vivir este don bautismal como comunión filial con Dios y como gracia fraterna con los hermanos. En el bautismo el cristiano recibe el Espíritu Santo, que habitará en él como en un templo. Es el Espíritu Santo el amor personal de Dios, que estará presente en lo más íntimo del bautizado, para guiarlo y darle fuerza y, sobre todo, para hacerle cercano y presente el amor de Dios. A lo largo de su vida el cristiano tiene la tarea de ser dócil al Espíritu Santo, dejándose guiar por él.
La participación en la vida divina y la presencia del Espíritu Santo capacitan al bautizado para creer en Dios, esperar en él y responder al amor de Dios, amándole a él sobre todas las cosas y amando a los hermanos como Cristo nos ama. Estos dones de la fe, la esperanza y la caridad serán también, en cuanto virtudes, la tarea fundamental de la vida cristiana.
Por el bautismo nos incorporamos a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios y gran Familia de los bautizados. El sacramento del bautismo es el vínculo sacramental de la unidad entre los miembros de la Iglesia. Por él participamos de la misión de la Iglesia, recibida de Cristo sacerdote, profeta y rey. Esta pertenencia a la Iglesia hay que vivirla gozosamente como un don de Dios, pero también como una decisión personal permanentemente ratificada.
El bautismo es la puerta que nos conduce a la vida sacramental de la Iglesia, que ya en sí misma es el gran sacramento de salvación y por cuyos sacramentos (bautismo, confirmación, penitencia, eucaristía, orden sacerdotal, matrimonio y unción de enfermos) Cristo resucitado sigue ofreciendo su gracia salvadora en los diversos momentos y situaciones de la vida del cristiano.

DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE

DIVINIZACIÓN

DEL

HOMBRE

MARIANO ESTEBAN CARO

SUMARIO
1-INTRODUCCIÓN
2-SAGRADA ESCRITURA
3-SANTOS PADRES
4-LITURGIA
5-MAGISTERIO
6-TEOLOGÍA
7-BIBLIOGRAFÍA
8-ÍNDICE

******************

INTRODUCCIÓN

Ya San Ireneo en su Tratado contra las Herejías escribía que el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción (Adv Haer 3, 19). Éste es el maravilloso intercambio, que nos salva, como enseñaba San Agustín (sermón Güelferbitano 3) y cantamos en el tiempo de Navidad (Prefacio III): así es como el pobre ser humano se hace partícipe de la naturaleza divina, es divinizado, deificado, verdadero hijo de Dios, ya que, injertado en Cristo, de Él recibe su vida divina, que es vida filial.

Somos uno “en Cristo”, hijos en el Hijo, verdaderamente participamos de la naturaleza divina. No se trata de una relación meramente legal. Cuando Dios hace de nosotros un hijo, no está obrando jurídicamente, sino como el Dios creador que es. El hombre Cristo Jesús no es tampoco un hijo adoptivo de Dios: “tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”, dicen Pablo y sus compañeros, refiriéndose a Jesús resucitado (Hch 13, 33). La naturaleza humana, que en Cristo fue divinizada, no anulada, también en nosotros ha sido elevada a la dignidad de hijos de Dios, pues “el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (GS 22). El cristiano es incorporado a Cristo en su humanidad. Se trata de una comunión identificante.
Nuestra divinización es nuestra salvación. Dios, en su eterno designio, dispuso que el hombre fuera realmente salvado, divinizado por medio de la encarnación de su propio Hijo, que se hizo hombre verdadero, igual en todo a nosotros menos en el pecado. Al hacerse hombre el Hijo eterno de Dios, lo divino se humaniza y la humanidad de Cristo es divinizada. La encarnación en la plenitud de su realidad lleva en sí misma la muerte y la glorificación. La resurrección está inscrita en la naturaleza humana lo mismo que la muerte. En su resurrección el hombre Cristo Jesús es plenamente glorificado, divinizado. Se trata de la plenitud de la encarnación, que con la muerte y resurrección constituyen un único misterio. El Crucificado-Resucitado conserva en la gloria del cielo las heridas de la pasión.

Cristo, llevado a la consumación (glorificación) se ha convertido para los que le obedecen en autor de salvación eterna (Heb 5, 9). Causa y guía de nuestra salvación, es también el hombre perfecto: la resurrección y la gloria son la perfección de la naturaleza humana asumida en Cristo Jesús. De la plenitud de vida divina en la humanidad de Jesús depende nuestra salvación. Es el vencedor del pecado y de la muerte. Muriendo destruyó nuestra muerte (Prefacio I de Pascua) pues murió para resucitar (Jn 10, 17). Como el grano de trigo, que se siembra en la tierra: su muerte es vida ya (Jn 12, 24). Decía Juan Pablo II que la resurrección es “aquella gloria que está contenida en el sufrimiento mismo de Cristo” (Enc. Salvifici Doloris 22) y en la Enc. Evangelium Vitae (50) proclamaba: “¡en la cruz se manifiesta su gloria!”. Cristo que, “a través del sufrimiento y de la muerte en cruz, ha resucitado a la vida nueva y ha sido glorificado” (Plegaria Eucarística V/a).

La transformación divinizante del hombre Cristo Jesús en su glorificación le da poder para enviar a sus hermanos los hombres el Espíritu Santo, en cuyo interior obra, haciéndolos hijos de Dios e impulsándolos a vivir como tales. La gracia de Cristo mediante el Espíritu transforma al hombre, al comunicarle la vida divina, que él recibe del Padre.
Desde la eternidad el hombre ha sido pensado en Cristo, pues la naturaleza humana, desde siempre, ha sido querida mirando al Verbo eterno de Dios que en la plenitud de los tiempos habría de asumirla. Alfa y omega, el primero y el último, principio y fin (Ap 22, 13) Cristo es, por tanto, cabeza de la Iglesia y de la creación: todo fue creado por Él, que es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia (Col 1, 16-18). El Padre, por medio de su amado Hijo, es creador del género humano y autor generoso de la nueva creación (Prefacio común III).

El hombre se salva por su comunión con Cristo Jesús resucitado y glorioso, alcanzando así su propia perfección, ya que se humaniza totalmente con la gracia, que le transforma en su ser y en su obrar. En Cristo habita corporalmente la plenitud de la divinidad, y por él, que es la cabeza, hemos obtenido nuestra plenitud (Col 2, 9): en él habita la plenitud de de ser, de vida, de gracia, de verdad. Nuestra salvación está en vivir en comunión con Cristo, pues “si morimos con Él, viviremos con Él” (II Tim 2, ll). Cristo “revela plenamente el hombre al mismo hombre”, decía Juan Pablo II, refiriéndose a la dimensión humana del misterio de la redención (Redemptor Hominis 10).

La divinización del hombre hemos de entenderla como deificación o participación de la naturaleza divina. Es fruto de la encarnación del Hijo de Dios, entendida en su plenitud: incluye la muerte y la resurrección de de Cristo. No deshumaniza al hombre. Todo lo contrario. “En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad”. El hombre en cierto modo “es nuevamente creado” (Encíclica Redemptor Hominis 10).

La Divinización del hombre llevan como título estas páginas. Es una expresión presente en la tradición de la Iglesia desde los Santos Padres hasta los últimos Papas. Su riqueza teológica está recogida en la misma Liturgia y sobre ella han reflexionado los teólogos, desde Santo Tomás hasta nuestros días.

SAGRADA ESCRITURA

SALMO 81, 6
Yo declaro: “Aunque seáis dioses,
e hijos del Altísimo todos,
moriréis como cualquier hombre,
caeréis, príncipes, como uno de tantos”.

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 34
Jesús les replicó: ¿No está escrito en vuestra Ley:
yo os digo: sois dioses?
Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es Hijo de Dios?

SEGUNDA CARTA DE SAN PEDRO 1, 4b
Su divino poder nos ha concedido todo lo que conduce a la vida y a la piedad, dándonos a conocer al que nos ha llamado con su propia gloria y potencia.
Con eso nos ha dado los inapreciables y extraordinarios bienes prometidos, con los cuales podéis escapar de la corrupción que reina en el mundo por la ambición y participar de la naturaleza divina.

OTROS TEXTOS

Evangelio según San Juan

1, 12
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre.

3, 16-17
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.

6, 57
El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mi.

10, 10
Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

Hechos de los Apóstoles

17, 28-29
En Él vivimos, nos movemos y existimos: así lo dicen incluso algunos de vuestros poetas:Somos estirpe suya…Por tanto, si somos estirpe de Dios…

Carta a los Romanos

8,14
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Habéis recibido no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre).

Primera Carta a los Corintios

1, 9
Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo Jesucristo Señor nuestro. ¡Y Él es fiel!

Carta a los Gálatas

2, l9-20
Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo es, es Cristo quien vive en mi.

3, 26
Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.

3, 27-28
Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.

4, 4-5
Pero cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo,nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción.

Carta a los Efesios

1, 5-6

Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos,para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

2, 8
Porque estáis salvados por su gracia y mediante le fe.
Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios

Carta a Tito

3, 7
Así justificados por su gracia, somos en esperanza,
herederos de la vida eterna.

Primera Carta de San Juan

3, 1
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre, para llamarnos hijos de Dios, pues lo somos.

3, 2
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.

4, 9
En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: En que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él.

SANTOS PADRES

LA DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE EN LOS SANTOS PADRES

Carta Apostólica PATRES ECCLESIAE (JUAN PABLO II)
I. Introducción
Padres de la Iglesia se llaman con toda razón aquellos santos que, con la fuerza de la fe, con la profundidad y riqueza de sus enseñanzas, la engendraron y formaron en el transcurso de los primeros siglos[1].
Son de verdad «Padres» de la Iglesia, porque la Iglesia, a través del Evangelio, recibió de ellos la vida[2]. Y son también sus constructores, ya que por ellos —sobre el único fundamento puesto por los Apóstoles, es decir, sobre Cristo—[3] fue edificada la Iglesia de Dios en sus estructuras primordiales.
La Iglesia vive todavía hoy con la vida recibida de esos Padres; y hoy sigue edificándose todavía sobre las estructuras formadas por esos constructores, entre los goces y penas de su caminar y de su trabajo cotidiano.
Fueron, por tanto, sus Padres y lo siguen siendo siempre; porque ellos constituyen, en efecto, una estructura estable de la Iglesia y cumplen una función perenne en pro de la Iglesia, a lo largo de todos los siglos. De ahí que todo anuncio del Evangelio y magisterio sucesivo debe adecuarse a su anuncio y magisterio si quiere ser auténtico; todo carisma y todo ministerio debe fluir de la fuente vital de su paternidad; y, por último, toda piedra nueva, añadida al edificio santo que aumenta y se amplifica cada día[4], debe colocarse en las estructuras que ellos construyeron y enlazarse y soldarse con esas estructuras.
Guiada por esa certidumbre, la Iglesia nunca deja de volver sobre los escritos de esos Padres —llenos de sabiduría y perenne juventud— y de renovar continuamente su recuerdo. De ahí que, a lo largo del año litúrgico, encontremos siempre, con gran gozo, a nuestros Padres y siempre nos sintamos confirmados en la fe y animados en la esperanza.
Nuestro gozo es todavía mayor cuando determinadas circunstancias nos inducen a conocerlos con más detenimiento y profundidad. Eso es lo que sucede ahora al conmemorar este año el XVI centenario de la muerte de nuestro Padre San Basilio, obispo de Cesarea.

LA TRADICIÓN Y LOS PADRES DE LA IGLESIA

Los primeros cristianos, incluso los apóstoles, transmitieron de viva voz las palabras y la vida de Cristo, formándose así la tradición oral. Pero la Iglesia fue fijando por escrito sus enseñanzas para la instrucción del pueblo y para responder a las herejías. Así se fue formando lo que se denomina Literatura Eclesiástica primitiva, que constituye el objeto de la Patrología. Suele dividirse en tres períodos: el primero hasta el Concilio de Nicea en el año 325; el segundo, hasta mediados del siglo V y el tercer período hasta finales del siglo VII. Son cuatro los criterios para considerar a un autor antiguo como Padre de la Iglesia: doctrina ortodoxa, santidad de vida, aprobación de la Iglesia y antigüedad. La Patrología estudia hasta San Isidoro de Sevilla (560-630) en Occidente, y hasta San Juan Damasceno ( -754) en Oriente.

AUTORIDAD DE LOS PADRES
Ya san Atanasio (328-373) en su Carta a Serapión (28-30) habla de lo provechoso que es profundizar en el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y de la fe de la Iglesia católica, “tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de tal manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal”.

El Papa Benedicto XVI en su catequesis sobre San Cirilo de Alejandría (3-X-2007) destaca el significado de los Santos Padres en la tradición de la Iglesia: custodios de la exactitud, de la verdadera fe, fidelidad de su teología con la tradición de la Iglesia, en la que reconocen “la garantía de continuidad con los apóstoles y con Cristo mismo”. Tuvo gran influencia un decreto atribuido al Papa Gelasio I (492-496), en el que se establece el catálogo de autores aceptados por la Iglesia. Desde entonces, los Santos Padres son una referencia en el magisterio de la doctrina católica. El Concilio de Trento en su decreto sobre la recepción de los libros sagrados y las tradiciones (DS 1501-1505) hace alusión a los Padres de doctrina ortodoxa. El Concilio Vaticano I, en la sesión III, cap. 2, confirma el decreto tridentino y declarando auténticamente su enseñanza, dice que a nadie le es lícito interpretar el sentido de la Sagrada Escritura contra el que mantiene la santa madre Iglesia ni contra el consenso unánime de los Padres (DS 3007). En la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II sobre la Divina Revelación podemos leer: “La Iglesia camina a través de los siglos hacia la plenitud de la verdad…Las palabras de los Santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia, que cree y ora” (DV 8). El mimo Concilio, en el decreto “Optatam totius” sobre la formación sacerdotal, al referirse a la enseñanza de la teología, dice que se explique a los alumnos “la contribución de los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente a la transmisión fiel y al desarrollo de cada una de las verdades de la revelación, así como a la historia posterior del dogma –considerada también su relación con la historia general de la Iglesia- (OT 16).

TEOLOGÍA PATRÍSTICA SOBRE LA DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE

El intercambio que nos salva: Los Santos Padres, especialmente los griegos, en múltiples ocasiones nos recuerdan que Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera dios. El primero en formularlo de modo explícito fue San Ireneo, que murió en el año 216, (Adv Haer III, 19, 1). Otros muchos posteriormente lo expresarían de forma parecida. También ilustres Padres latinos, como San Agustín, en el sermón 185 o San León Magno en el sermón 26, 6 en la Natividad del Señor. Relacionada con este intercambio salvador está la divinización, palabra utilizada por primera vez por Clemente Alejandrino (150-216): “divinizando al hombre”, dice en Prot. XI 114, 4. No se puede negar el influjo de la filosofía religiosa de inspiración platónica, que presentaba la asimilación a la divinidad como ideal del hombre.

Según la teoría de la divinización de los Padres, los griegos principalmente, el Logos, encarnándose, pone a la naturaleza humana en contacto con la divinidad, divinizando a esta naturaleza y, en ella, toda la humanidad. Para ellos la encarnación del Hijo de Dios es la causa de nuestra divinización, sin olvidar que es la resurrección la que introduce este cambio radical en la humanidad. Los Padres han conjugado encarnación y resurrección como causas de la salvación del hombre, es decir, de su divinización, (más griego) o de deificación (más latino).

Los Santos Padres formulan de diversos modos el intercambio que nos salva: el Impasible por nosotros se hace pasible; el Hijo de Dios se hizo hombre para participar de nuestros sufrimientos y curarlos; Él cargó con lo peor para darnos lo mejor; Dios se hizo hombre para que nosotros fuéramos hijos de Dios, por la unión con el Verbo y la gracia de la adopción; para hacernos dioses: “ El Verbo de Dios se ha hecho hombre, para que el hombre se hiciera Dios”; casi con estas mismas palabras se expresan San Atanasio y San Agustín.

La fundamentación bíblica: El punto de partida de la teología cristiana sobre la divinización del hombre está en la Sagrada Escritura. Especialmente en la Carta a los Gálatas 4, 4-5: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para redimir a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (ten uiothesían). San Pablo pone de manifiesto este intercambio salvador también en otras cartas: Romanos 8, 3 ss; 2 Corintios 5, 2l y en le gran himno de Filipenses 2, 5-11.

La segunda Carta de San Pedro (1, 4) ejerció un enorme influjo en los Santos Padres: es el único texto bíblico en el que aparece esta participación en la vida divina. La “theia Physis” era corriente en la filosofía griega y en el judaísmo helenístico. San Pablo utiliza la palabra “koinonía” para expresar la comunión vital del cristiano con Dios. Se trata de un don gratuito de Dios por medio de Cristo. No es un hecho natural, como pensaban los helenistas. La participación en la naturaleza divina es un hecho actual, no solamente escatológico.

La Divinización y la filiación divina: estas dos expresiones aparecen estrechamente relacionadas en numerosos testimonios de los Padres: a los cristianos se les concede ser dioses y ser hijos de Dios, por la gracia que adopta, no por la naturaleza que genera. Por haber sido hechos hijos de Dios, hemos quedado divinizados.

Para los Santos Padres la divinización tiene una claro origen trinitario: “Por la participación en el Verbo, mediante el Espíritu, recibimos los hombres, desde el Padre, la divinización” (San Atanasio). Cristo: El Hijo de Dios, por su propia encarnación, confiere a la naturaleza la gracia, la divinización, que está por encima de la naturaleza. El nos ha glorificado. La naturaleza humana se hace divina en Cristo y en todos los que por la fe viven como Él nos ha enseñado. Por una enseñanza celeste el hombre es divinizado, que, por la fe, queda injertado en Cristo, que es la raíz, la cepa y nosotros, los sarmientos. Dios modela en nosotros a Cristo, somos revestidos de Él. El Logos, mediante el Espíritu, diviniza a las criaturas y a la creación. Enviando el Espíritu a nuestras almas, nos llamamos y somos templos de Dios y hasta dioses.

El Espíritu diviniza, porque es Dios. Nos hace hombres espirituales y partícipes de Dios. Queda divinizado aquel en el que está presente. Por la comunión con el Espíritu Santo somos partícipes de la naturaleza divina, estamos unidos a la divinidad, asimilados a Dios, porque somos portadores del Espíritu. Iluminados por Él, nos diviniza en el bautismo y nos modela según la plenitud de la imagen de la naturaleza divina; imprime en nosotros, como en la cera, la imagen de Dios. La acción misteriosa del Espíritu nos hace semejantes a Dios.

El hombre se hace Dios, porque quiere lo que quiere Dios. Amando a Dios nos deificamos. Cada uno es lo que ama, ¿amas a Dios?, eres Dios. El alma está divinizada porque contempla. Lo más divino es hacer el bien. La divinidad es pureza, liberación de las pasiones, remoción de todo mal. Si todo esto está en ti, Dios está realmente en ti.

TEXTOS PATRÍSTICOS

SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA (+107)

1-Es justo que vosotros glorifiquéis de todas las maneras a Jesucristo, que os ha glorificado a vosotros (Ephes 2, 2).

2-Sois, pues, vosotros y todos vuestros compañeros de viaje deíferos, templíferos, cristíferos, santíferos (Ephes 9, 1-3).

3-Él mismo se llama en varias ocasiones “Teóforo” [Portador de Dios]: Ephes 9, 2; Magn , Trall.
4-Hagamos, pues, todas las cosas con la fe de que Él mora en nosotros, a fin de ser nosotros templos suyos y Él Dios nuestro (Ephes 15, 3).

5-Aguarda al que está por encima del tiempo, al Intemporal, al Invisible que por nosotros se hizo visible, al Impasible que por nosotros se hizo pasible: al que por todos los modos sufrió por nosotros (Polyc 3, 2).

6-Jesucristo es nuestro solo Maestro, ¿cómo podemos nosotros vivir fuera de Él? (Magn 9, 1).

SAN JUSTINO (100-165)

1-El Verbo que procede del mismo Dios ingénito e inefable; pues Él, por amor nuestro, se hizo hombre para participar de nuestros sufrimientos y curarlos (Apol II 10,2-8).

2-Habiendo sido creados impasibles e inmortales, como Dios, con tal de guardar sus mandamientos, y habiéndoles Él concedido ser llamados hijos de Dios…Sea la interpretación del salmo [81] la que vosotros queráis; aun así queda demostrado que a los hombres se les concede llegar a ser dioses y que pueden convertirse en hijos del Altísimo (Dial con Tryph 124, 4).

SAN TEÓFILO DE ANTIOQUÍA (+181)

Y así, si el hombre se inclina a la inmortalidad, guardando los mandamientos de Dios, recibirá de Dios como galardón la inmortalidad y llegaría a ser Dios (Ad Aut 2, 27).

SAN IRENEO (135-202)

1-A la manera que el olivo silvestre injertado no pierde su naturaleza de árbol, sino que cambia la cualidad de su fruto y también su mismo nombre…así el hombre injertado por la fe y que ha recibido el Espíritu Santo, no pierde su naturaleza carnal, sino que transforma la cualidad del fruto de sus obras y recibe un nombre nuevo, que expresa su mejora. Ya no se llama carne y sangre sino hombre espiritual (Adv Haer 1, 5).

2-Él ha derramado el Espíritu del Padre para operar la unión y la comunión entre Dios y el hombre (Adv Haer 1, 59.

3-¿Cómo hubiéramos podido unirnos a la incorruptibilidad y a la inmortalidad, si la incorruptibilidad y la inmortalidad no se hubiera convertido en lo que nosotros somos, para que lo que era corruptible fuera absorbido por la incorruptibilidad y lo que era mortal por la inmortalidad, y para que nosotros recibiéramos la adopción de hijos?…El Hijo de Dios se hizo hombre para que el hombre, unido al Verbo de Dios y recibiendo la adopción, se hiciera hijo de Dios (Adv Haer 3,19).

4-El Hijo de Dios asumió la carne para incitar al hombre a hacerse semejante a Él (Adv Haer 3, 20).

5-El hombre que vive es la gloria de Dios, asimismo la vida del hombre consiste en la visión de Dios (Adv Haer 4, 20).

6-¿Cómo puede el hombre llegar a ser Dios si Dios no se hace hombre? (Adv Haer 4, 33).

7-No fuimos creados dioses desde el principio, sino primero hombres, luego al fin dioses (Adv Haer 4, 33).

8-El Verbo de Dios… que por su inmenso amor se hizo lo que nosotros somos para hacernos llegar a ser lo que es Él mismo (Adv Haer 5, pref ).

9-Porque si no hubiera de salvarse la carne, en modo alguno se habría encarnado el Verbo de Dios (Adv Haer 5, 14).

10-El Verbo de Dios se hizo hombre para que por Él recibamos la adopción (Adv Haer 16, 3).

11-Por eso el Verbo se ha hecho hombre y el Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre, para que el hombre, uniéndose al Verbo y recibiendo la adopción, se haga hijo de Dios (Adv Haer 19,1).

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA (150-216)

1-El Logos de Dios se hizo hombre, para que aprendas de un hombre cómo el hombre puede llegar a ser dios (Protr, 1).

2-El Logos de Dios se hizo hombre para que también tú aprendas de un hombre cómo el hombre puede llegar a ser dios (Protr 8, 64).

3-Él nos ha hecho la gracia de la herencia paterna, grande, divina y que no se pierde, divinizando al hombre por una enseñanza celeste (Protr 11, 114).

4-El hombre que ha tenido en sí al Logos, recibe la hermosa figura del Logos, y él mismo se embellece porque se asemeja a Dios. Se hace Dios, porque Dios así lo quiere (Pedag 1, 5).

5-Bautizados, somos iluminados; iluminados, somos adoptados como hijos; adoptados, llegamos a la perfección; perfectos, venimos a ser inmortales (Pedag 1, 6).

6-El hombre habitado por el Logos…es la verdadera belleza porque es Dios. El hombre se hace Dios porque quiere lo que Dios quiere (Pedag 3, 19).

TERTULIANO (+220)

Dios es capaz de hacer a otros dioses y deificar a los hombres ( Apolog 11).

SAN HIPÓLITO (+ 235)

Serás partícipe de Dios y coheredero de Cristo, liberado de la concupiscencia y de las pasiones. Has sido hecho dios…Dios ha prometido concederte estas cosas, porque has sido deificado, has renacido como inmortal (Adv Haer 1, 10).
Pero si, de todos modos, quieres llegar a ser dios también tú, obedece a aquel que te ha hecho y no le resistas ahora (Philosoph., 33).

ORÍGENES (185-255)

l-Para que la naturaleza humana, al unirse con una sustancia más divina, se hiciese divina, no sólo en Jesucristo, sino en todos los que, por la fe, abrazan la vida que Cristo ha enseñado, que conduce a la amistad y a la comunión con Dios a todo el que acomode sus costumbres a los preceptos de Jesucristo (Contra Celsum 1, 3).

2-Así la naturaleza humana, por su comunión con la divinidad se torna divina no sólo en Jesús, sino también en todos los que después de creer abrazan la vida que Jesús enseñó, vida que conduce a la amistad y comunión con Dios (Contra Celsum 1, 57).

3-Ellos [los discípulos] reconocieron que en Cristo había empezado la unificación de la naturaleza divina con la humana, para que la humana, gracias a esta íntima unión, se hiciera divina, no sólo en Jesús, sino también en todos los hombres (Contra Celsum 3, 28).

4-En Él la naturaleza divina y la naturaleza humana han comenzado a unirse estrechamente, a fin de que, por su comunión con lo que es más divino, la naturaleza humana llegue a ser divina, no sólo en Jesús, sino también en todos aquellos que, con la fe, abrazan la vida que Jesús ha enseñado y que conduce a la amistad y comunión con Dios (Contra Celsum, 3, 28).

5-El alma está divinizada porque contempla (In Io 32, 27).

SAN METODIO DE OLIMPO (+311)
Cristo no ha venido a cambiar o a transformar la naturaleza humana, sino a conducirla allí donde se encontraba antes de la caída, a la inmortalidad (De res. I, 49).

SAN HILARIO DE POITIERS (+367)
1-Sólo en Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, la humanidad encuentra salvación. Al asumir la naturaleza humana, unió consigo a todo hombre. Asumió en sí la naturaleza de toda carne y, convertido así en la vida verdadera, es la raíz de todo sarmiento (Tract in Ps 51, 16).
2-Realmente estamos llenos de Él, lo mismo que Él está lleno de la divinidad (De Trinit 9, 3).

DÍDIMO DE ALEJANDRÍA (314-398): Si por el bautismo junto con Dios Padre y su Hijos, el Espíritu Santo nos conduce a la imagen primera, si, comunicándose a nosotros, causa nuestra adopción y nuestra divinización y si ninguna criatura tiene el poder de adoptar y de divinizar ¿cómo no es Dios? (De Trinitate, III, 2; PG 39, 801d-804ª).

SAN ATANASIO (328-373)
1-Por medio del Espíritu todos nosotros somos llamados partícipes de Dios…Entramos a formar parte de la naturaleza divina mediante la participación en el Espíritu…He aquí por qué el Espíritu diviniza a aquellos en quienes se hace presente (Ep ad Serap 1, 14).

2-Si por la comunicación del Espíritu somos partícipes de la naturaleza divina, sería necio decir que el Espíritu es de naturaleza creada y no de la naturaleza de Dios. Aquellos en quienes Él está, son divinizados. Pues si diviniza, no hay dudas que su naturaleza es la de Dios (Ep ad Serap 1, 24).

3-Participando en el Espíritu, participamos de la naturaleza divina. Pues si el Espíritu diviniza es indudable que su naturaleza es divina (Ep ad Serap 4).

4-En el Espíritu Santo glorifica el Logos la creación, al conducirla al Padre mediante la divinización y admisión a la adopción…Mediante Él diviniza el Logos a las criaturas…A través de Él la creación es divinizada ( Ep ad Serap 25).

5-El Verbo al asumir la carne, no quedó disminuido, antes bien, convirtió en divino lo que revistió…Sólo por la participación en el Verbo mediante el Espíritu reciben [los hombres] desde el Padre esta gracia [la divinización] (Adv Ar 1,42).

6-El Verbo se hizo carne para hacer al hombre capaz de recibir la divinidad (Adv Ar 2, 59).

7-Si el Hijo no fuera verdadero Dios, el hombre unido a una criatura, no podría ser divinizado (Adv Ar 2,70).

8-Dios se hizo portador de carne [sarcóforo] para que el hombre se hiciera portador del Espíritu [pneumatóforo] (Adv Ar 8).

9-Por la gracia del Espíritu que nos ha sido concedida estamos en Él y Él en nosotros…mediante la participación en el Espíritu estamos unidos a la divinidad (Adv Ar 24).

10-Del mismo modo que el Señor se hizo hombre asumiendo el cuerpo, así nosotros los hombres somos asumidos por el Logos en su carne y divinizados (Adv Ar 34).

11-Cristo no fue antes hombre y luego Dios, sino viceversa: siendo Dios se hizo hombre para hacernos dioses (Adv Ar 39).

12-Con relación al Verbo dice San Atanasio: El hombre no podría quedar divinizado mediante su unión con una cosa creada (Adv Ar 70).

13-El [Cristo] es Hijo de Dios por naturaleza, nosotros por gracia (De Incar Verbi 8).
14-El Verbo de Dios se ha hecho hombre para que el hombre se hiciera Dios (De Incar Verbi 54, 3).

15-Tenemos la suma de todos los bienes por el bautismo: recibimos el perdón de los pecados, la santificación, la participación en el Espíritu, la adopción de hijos, la vida eterna (In Act Apost Hom 40, 2).

16-La pureza del alma tiene el poder de reflejar a Dios en ella (C. Gent 2, 8).

SAN BASILIO DE CESAREA (329-379)
1-Las almas portadoras del Espíritu, iluminadas por el Espíritu…de ahí la ciudadanía celestial, la danza con los ángeles, la alegría interminable, la permanencia en Dios, la asimilación a Dios y el deseo supremo de hacerse Dios….Él [el Espíritu Santo] iluminando a aquellos que se han purificado de toda mancha, los hace espirituales por medio de la comunión con Él…Así las almas que llevan el Espíritu se hacen plenamente espirituales…De ahí el cumplimiento de los deseos: convertirse en Dios (De Spiritu Sancto 9, 23).
2-Y así el que no vive ya según la carne, sino que es conducido por el Espíritu de Dios, es llamado hijo de Dios y se conforma a la imagen del Hijo de Dios(De Spiritu Sancto 26, 61).
3-¿Cómo no va a ser Dios quien hace dioses a los hombres? (Adv Eunom 3, 5).

SAN GREGORIO NACIANCENO (+390)
l-Tratemos de ser como Cristo, pues también Cristo se hizo como nosotros: Tratemos de ser dioses por medio de Él, pues Él mismo se hizo hombre por nosotros. Cargó con lo peor, para darnos lo mejor (Orat 1, 5).
2-El sacerdote haciéndose como Dios diviniza a otros (Orat 2, 71 y 73).
3-Si el Espíritu no debe ser adorado, ¿cómo es que puede divinizarme por el bautismo? (Orat 5, 28).
4-Un gran misterio me envuelve y me penetra. Pequeño soy y al mismo tiempo grande, exiguo y sublime, mortal e inmortal, terreno y celeste. Con Cristo soy sepultado, y con Cristo debo resucitar; estoy llamado a ser coheredero de Cristo e hijo de Dios; llegaré incluso a ser Dios mismo (Orat 7, 23).
5-Reconoce de dónde tienes lo que eres: hijo de Dios, coheredero de Cristo y para hablar con más audacia, incluso has sido hecho Dios (Orat 14, 23).
6-Conviértete en Dios para el desventurado, imitando la misericordia de Dios (Orat 14, 26).
7-Lo más divino en el hombre es hacer el bien. Tienes, por tanto, la posibilidad de hacerte Dios sin gran trabajo: no dejes pasar esta ocasión de divinización (Orat 17, 9)
8-Si el Espíritu no es Dios, si no tiene derecho a mi adoración, ¿cómo puede divinizarme?…Si es del mismo rango que yo, ¿cómo me hace Dios o cómo me une a la divinidad? (Orat 31, 4).
9-Si el Espíritu Santo no es Dios, que primero se divinice y luego me divinice (Orat 34, 12).
10-El hombre es un ser viviente capaz de ser divinizado (Orat 45, 7).
11-Lo que no ha sido asumido no ha sido curado (Ep 101, 32).
12-Llegar a ser dios, un dios hecho, es verdad, pero lleno de luz suprema (Poem moral., 10).

SAN MACARIO DE EGIPTO (300-390)
1-El Señor ha venido para cambiar y recrear nuestras almas, para hacerles participar de la naturaleza divina, como está escrito, para dar a nuestra alma un alma celestial, a saber, el Espíritu de la divinidad, para cnducirnos a través de las virtudes, para que nosotros podamos vivir la vida eterna (Homilía IV).
2-Por la fuerza del Espíritu y el nuevo nacimiento espiritual…el hombre llega a ser más grande que el primer Adán, porque el hombre es deificado (Homilía XXVI).
3-En la oración por la cual somos dignos de llamar a Dios Padre, se nos da la verdadera filiación adoptiva en la gracia del Espíritu Santo; en la santa participación de los inmaculados misterios de vida se nos da la comunión y la identidad con él, recibida participadamente por semejanza, y por ella, el hombre es juzgado digno de pasar a ser de hombre a Dios (Mystagogia, C. 24).

SAN GREGORIO DE NISA (+396)
1-Dios se ha mezclado a nuestra naturaleza, a fin de que, gracias a su mezcla con lo divino, nuestra naturaleza llegue a ser divina (Orat Cat 25).
2-El Dios que se ha manifestado se ha mezclado a la naturaleza perecedera, a fin de que, por su participación en la divinidad, la humanidad fuera con-divinizada (Orat Cat 37).
3-Por la unión con aquel que es inmortal también el hombre se hace partícipe de la incorrupción (Orat Cat 37).
4-Dios mismo modela el bloque…limando y puliendo nuestro espíritu, forma en nosotros a Cristo (In Ps 2, 11).
5-El llegar a ser semejantes a Dios no es obra nuestra, ni resultado de una potencia humana, es obra de la generosidad de Dios, que desde su origen ofreció a nuestra naturaleza la gracia de la semejanza con él (De virginitate 12, 2).
6-Para el alma no se trata de conocer algo de Dios, sino de tener a Dios en sí misma…La divinidad es pureza, es liberación de las pasiones y remoción de todo mal: si todo esto está en ti, Dios está realmente en ti (De beatitudinibus 6).

SAN AMBROSIO (340-397)
l-Cristo envía el Espíritu Santo a las almas de los creyentes y hace que more en ellos…Cuando por la santificación somos configurados a su imagen, somos formados a imagen de Dios…y así nos llamamos y somos templos de Dios y hasta dioses…Nos llamamos también dioses porque por la unión con Él somos hechos partícipes de la naturaleza divina (De Spiritu Sancto 1).

SAN JUAN CRISÓSTOMO (+407)
l-El Logos se hizo hijo del hombre, siendo Hijo de Dios por generación, para hacer hijos de Dios a los hijos de los hombres (In Io Hom 11, 1).
2-Por eso se mezcla Él con nosotros y por eso injerta su cuerpo con nosotros: así nos haremos uno con Él como un cuerpo unido a su cabeza (In Io Hom 46).
3-Yo [dice Cristo] estoy identificado, entretejido contigo. No quiero que en adelante haya nada en medio de nosotros: deseo ser uno contigo (In Tim Hom 15).

TEODORO DE MOPSUESTIA (350-428)
l- Así nos uniremos todos en la comunión con los santos misterios y, por medio de ella, nos uniremos a nuestra cabeza, nuestro Señor Cristo, del que –como creemos- somos el Cuerpo y por el que obtenemos la comunión con la naturaleza divina [ 2 Pe 1, 4] (Hom 16, 13).

SAN AGUSTÍN (+430)
l-De no haberse tu Verbo hecho carne y habitado entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros (Conf 10, 43).
2-Porque el único Hijo de Dios por naturaleza se hizo hombre por misericordia, para que nosotros, que somos hijos de hombre por naturaleza, por gracia y mediación suya nos hiciéramos hijos de Dios (De Civ Dei 21, 15).
3-Nosotros hemos sido hechos su Cuerpo y por su misericordia somos lo que recibimos (Ser 6).
4-Sois lo que recibís, por la gracia con que habéis sido redimidos (Ser 7).
5-Nuestro Señor Jesucristo quiso nacer hoy en el tiempo para conducirnos hasta la eternidad del Padre. Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios (Ser 13).
6-Amando a Dios nos deificamos (Ser 121, 1).
7-Por tanto, nosotros somos Él mismo, porque somos sus miembros, porque somos su cuerpo, porque Él es nuestra cabeza, porque cabeza y cuerpo hacen el Cristo total (Ser 133, 8).
8-Dios te quiere hacer Dios, no por naturaleza como es aquel a quien engendró, sino por don y adopción (Ser 166, 4).
9-Para divinizar a aquellos que son hombres, Él que era Dios se hizo hombre (Ser 192, 1).
10-Aquel Hijo, que siendo Hijo de Dios, vino para hacerse hijo del hombre y para darnos a nosotros, que éramos hijos del hombre, hacernos hijos de Dios (Ep 140, 3).
11-Al tomar la naturaleza de los hijos de los hombres, Él ha extendido por adopción su propia naturaleza a los hijos de los hombres…Descendió Él para que nosotros ascendiéramos y permaneciendo en su naturaleza se hizo partícipe de nuestra naturaleza para que nosotros permaneciendo en nuestra naturaleza nos hiciéramos partícipes de su naturaleza (Ep 140, 4).
12-Revestidos como estamos de Cristo, somos todos Cristo, con nuestra cabeza (En in Ps 3).
13-Llamó dioses a los hombres, deificados por su gracia, no nacidos de su sustancia…Si hemos sido hechos hijos de Dios, somos también dioses, pero esto por la gracia que adopta, no por la naturaleza que genera (En in Ps 40).
14-Si hemos sido hechos hijos de Dios, hemos sido también hechos dioses; pero por donación gratuita de Dios, no por generación de sustancia (En in Ps 49).
15-Dios llama dioses a los que Él ha deificado sin haberlos engendrado de sus sustancia…Sólo deifica aquel que es Dios por sí mismo y no por la participación de otro…
El que justifica, deifica, porque al justificar a los hombres los hace hijos de Dios…Si nosotros hemos venido a ser hijos de Dios, es que hemos llegado a ser también dioses, por la gracia de la adopción, se entiende, y no por la naturaleza de la generación…Pues no hay más que un Hijo de Dios que sea Dios y con el Padre, un solo Dios…los otros que han sido hechos dioses se aprovechan de su gracia, no nacen de sus sustancia para ser lo que Él es (En in Ps 42).
16-El que justifica, deifica, pues justificando hace hijos de Dios…Es evidente que llamó dioses a quienes quedaron deificados por su gracia, pero no nacieron de su sustancia.
Sólo puede justificar quien es justo por sí mismo, sin que reciba la justicia, ya que por la justificación, hace que los hombres se conviertan en hijos de Dios…Si hemos sido hechos hijos de Dios, hemos quedado deificados y esto únicamente por gracia de quien nos adoptó, pero no por la naturaleza de quien nos ha engendrado (En in Ps 49).
17-Yo dije: Dioses sois e hijos todos del Altísimo. Claro es que llamó dioses a los hombres deificados con su gracia, no nacidos de su sustancia. Porque justifica el que por sí mismo y no por otro es justo, y diviniza el que es Dios por sí mismo y no por ajena participación (En in Ps 49).
18-El Hijo de Dios se ha hecho partícipe de nuestra condición mortal, para que el hombre pueda tener parte de la divinidad (En in Ps 52).
19-Porque no nos hubiéramos hecho partícipes de su divinidad si Él no se hubiera hecho partícipe de nuestra mortalidad (En in Ps 118).
20-Congratulémonos y demos gracias a Dios no sólo por haber sido hechos cristianos, sino Cristo…Pues si Él es nuestra cabeza, nosotros somos sus miembros (In Io Ev 2l).
21-No está Cristo [sólo] en la cabeza y no en el cuerpo, sino que Cristo entero está en la cabeza y en el cuerpo (In Io Ev 28).
22-Pues de una misma naturaleza son la cepa y los sarmientos; por lo cual, siendo Dios, cuya naturaleza nos es extraña a nosotros, se hizo hombre de modo que en Él la naturaleza humana fuese la cepa, de la que pudiésemos ser sarmientos nosotros los hombres (In Io Ev 80).
23-Cada uno es lo que es su amor… ¿Amas a Dios? No me atrevo a decirlo por mi autoridad, escuchemos la escritura: Yo he dicho dioses sois e hijos todos del Altísimo [Sal 82, 6; Jn 10, 36] (In Ep Io 2).
24-¿Amas la tierra? Te harás tierra. ¿Amas a Dios? Serás Dios (In Ep Io 2).
25-¿Comenzaste a amar a Dios? Ya comenzó Dios a habitar en ti (In Ep Io 8).
26-Por ti se hizo Cristo temporal, para que tú seas eterno (In Ep Io 10).

SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA (370-444)
1- Nacido de mujer según la carne, se ha apropiado el cuerpo (tomado) de ella, a fin de injertarse él mismo en nosotros por una unión indisoluble y hacernos más fuertes que la muerte y la corrupción (In Luc 5, 19).
2-Por Cristo ascendemos a una dignidad por encima de la naturaleza, pero no seremos hijos de Dios como Él sin diferencia, sino como Él por gracia, según imitación, pues Él es el Hijo verdadero que existe del Padre, nosotros adoptivos por benignidad, recibiéndolo como gracia: “Yo dije: dioses sois e hijos del Altísimo todos” [Ps 81, 9] (In Ev Io 1).
3-Del mismo modo que se amasan los trozos de cera y se les pone a derretir al fuego para convertirlos en un solo trozo, así está Él en nosotros y nosotros en Él después de recibir su cuerpo y su preciosa sangre (In Ev Io 10, 2).
4-La eucaristía es el medio que la sabiduría del Hijo ha ideado para unirnos y fundirnos con Dios y entre nosotros, aunque por nuestros cuerpos y almas seamos siempre seres particulares (In Ev Io 11, 11).
5-La comunicación del Espíritu Santo da al hombre la gracia de ser modelado según la plenitud de la imagen de la naturaleza divina (Thes de Trinit 13).
6-Las mismas cosas que se hallan en Cristo derivan también a nosotros (Thes de Trinit 24).
7-¿Cómo puede decirse hecho a aquel que imprime en nosotros la imagen de la esencia divina y fija en nuestras almas el distintivo de la naturaleza increada? El Espíritu Santo no diseña en nosotros la esencia divina a la manera de un pintor –sería distinta de él- ; no nos hace a imagen de Dios de esta manera. Porque es Dios y procede de Dios, se imprime como en la cera, en los corazones de los que le reciben, a la manera de un sello, invisible; por esta comunicación y asimilación con él, devuelve a la naturaleza humana su belleza original y rehace el hombre a la imagen de Dios (Thes de Trinit 34).
8-Aunque rico, se ha hecho pobre, otorgándonos sus propias riquezas y teniéndonos a todos en sí mismo por la carne que ha asumido (Ad Nestor, 1).

SAN PROCLO DE CONSTANTINOPLA (+446)
1-Si no se hubiera revestido de mi, no me habría salvado. Al encarnarse en el seno de la Virgen se vistió de condenado. Allí se produjo el admirable intercambio: dio el Espíritu y tomó la carne (Hom I de V M 8).

SAN PEDRO CRISÓLOGO (+450)
1-¿Qué provoca más estupor: que Dios se haya dado a la tierra, que haya asociado a sí nuestra carne o que nos asocie a su divinidad?…El abajamiento de la divinidad hacia nosotros es ago tan grande que la criatura no sabe de qué maravillarse más: de que Dios se haya abajado a nuestro estado de siervos o que él, con un rasgo de su poder infinito, nos haya elevado a la dignidad de su misma divinidad (Ser 67).
2-¿Cómo pues los que no nacieron con tal naturaleza celestial llegaron a ser de esta naturaleza y no permanecieron tal cual habían nacido, sino que perseveraron en la condición en que habían renacido? Esto se debe, hermanos, a la acción misteriosa del Espíritu para que aquellos vuelvan a nacer en condición celestial y lleguen a ser semejantes a su mismo Creador (Ser 117).

SAN LEÓN MAGNO (440-46l)
1-El Hijo de Dios al cumplirse la plenitud de los tiempos asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador…Despojémonos, por tanto del hombre viejo con todas sus obras y ya que hemos recibido la participación de la generación de Cristo, renunciemos a las obras de la carne…Reconoce cristiano tu dignidad y, puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas(Ser 1, 1-3 in Nativ Dom,)
2-La participación del cuerpo y de la sangre de Cristo no hace sino transformarnos en aquello que asumimos; y llevamos por completo así en la carne como en el espíritu, a Aquel mismo, en el cual hemos muerto y hemos sido sepultados y resucitados (Ser 64, 7 de Pass Dom).
DIONISIO AREOPAGITA (Siglos V-VI): La salvación no es posible sino por divinización de los que son salvados: la divinización es la semejanza y unión a Dios en cuanto es posible (De Eclesiastica Hierarchia I, 3).
Dios nos ha hecho la misericordia de venir a nosotros y uniéndonos a Él, nos asimila, como hace el fuego, a todos aquellos que Él ha admitido a su unión en la medida de su propia aptitud para recibir la divinización (Hier Eccl II, 2, l).
Los ministros santísimos de las cosas santas y los asistentes devotos que miran con veneración el Sacramento de los sacramentos, celebran en el himno universal al Príncipe benefactor y dador de bienes, del cual se nos han revelado los ministros salvadores que producen la sagrada divinización de los iniciados (De Eclesiástica Hierarchia III, III, 7).
Toda operación sacramental consiste en unificar deificando nuestras vidas dispersas, en semejanza a la conformidad divina, todo aquello que en nosotros está dividido, en hacernos entrar en este modo en comunión y unión con el Uno (De Eclesiástica Hierarchia, PG 3, 424 D).

LEONCIO DE JERUSALÉN (500-536)
La carne jamás ha subsistido sin Dios y por ella misma en una simple naturaleza propia; en ella no hay nada despojado de la divinidad (Adv.Nest. IV, 37).

SAN MÁXIMO EL CONFESOR (580-662)
1-El hombre se hace Dios en cuanto Dios se hace hombre (PG 91, 101).
2-Dios se hace todo en nosotros…lo que nos pertenece es la buena disposición de la voluntad (Ad Thalas 54).
3-Por su propia encarnación [el Hijo] confiriendo a la naturaleza la gracia que está por encima de la naturaleza, la divinización (Ad Thalas 61).
4- Y Dios nos divinizó por la gracia tanto cuanto Él por la dispensación (economía) se hizo hombre en la naturaleza (Ad Thalas, PG 90,725c).

5-La ley de la gracia es un principio sobrenatural que transforma inmutablemente la naturaleza hacia la divinización (Ad Thalas, 90).
6-Si la obra del designio divino es la divinización de nuestra naturaleza y si el fin de os pensamientos divinos es conducir a término lo que buscamos en nuestra vida, entonces, entonces conviene conocer, practicar y poner por escrito convenientemente la potencia de la oración del Señor (Interpretación del Padre Nuestro, prólogo).
7-Por la degustación de este alimento, saben por conocimiento verdadero que el Señor es bueno, él, que mezcla a quienes comen de él con una cualidad divina, para divinizarlos, de manera que es y es llamado, con toda caridad, pan de vida y de potencia (Interpretación del Padre Nuestro).
8-Hagámonos dioses por su gracia, por eso Él se hizo hombre, siendo Dios y Señor por naturaleza (Diálogo Ascético, 43).
9-¿Qué es más deseable para los que son dignos de la divinización, según la cual Dios, unido con los que han sido hechos dioses, hace todo suyo por bondad? (PG 91, 1088c).
10-Si Dios, el Logos de Dios Padre, se hizo Hijo del hombre y hombre para hacer dioses e hijos de Dios a los hombres, creamos que estaremos allí donde Él está ahora (Theol. Et oecon. 2, 25).
11-Porque Dios se ha hecho hombre, el hombre puede convertirse en Dios (Cap. Teol. et eco., PG 90, 1165).
12-La gracia de la divinización es no-relativa, ni tiene la naturaleza poder capaz de producirla, de lo contrario no sería una gracia, sino la manifestación de una operación de su poder natural. Así lo que sucedería no sería algo extraordinario, si la divinización fuera según efecto del poder de la naturaleza capaz de producirla… El hombre que se ha hecho en todo obediente a Dios, es llamado dios (Amb; PG 91, 1237ab).
13-La potencia que diviniza al hombre en Dios por amor a Dios, y humaniza a Dios en el hombre por amor al hombre y produce la bella conversión, el hombre se hace Dios por la divinización del hombre, y Dios hombre, por la encarnación de Dios (Amb; PG 91, 1084cd.).
14-El hombre, fortalecido por el amor, se diviniza ( Amb; PG 91, 1113 BC.
15-No era posible que el hombre creado, se manifestara hijo de Dios y Dios según la divinización por la gracia, sin antes haber sido engendrado según la voluntad por el Espíritu (Amb; PG 91, 1345 d)
16-Así ellos pueden ser y ser llamados dioses por divinización, a causa del Dios que, todo Él, los colma totalmente, no dejando nada de ellos vacío de su presencia (Myst 21; PG 21, 697a).
17-El hombre divinizado es imagen y manifestación de la luz invisible (Myst 23; PG 91, 701c).
18-Nada es más divino que el amor divino…el misterio de la caridad, el cual nos hace de hombres, dioses (Ep 2; PG 91, 393bc).
19-La divina y feliz caridad…une a Dios y manifiesta como dios a quien ama a Dios (Ep. 2; PG 91, 397b).
20-Como revestidos de Cristo y hechos cristos…(Ep. 4; PG 91).
21-Pues para eso nos ha creado, para que participemos de su naturaleza divina y seamos partícipes de su eternidad y aparezcamos como semejantes a Él por la divinización por gracia (Ep. 24; PG 91, 609c).

SAN ANASTASIO SINAÍTA (+700)
La divinización es la elevación hacia lo mejor, no es una disminución ni una transformación de la naturaleza (Hodegos II, 7, 8-9; PG 89, 77B).

SAN JUAN DAMASCENO (+754)
1-Asumió Él mismo nuestra pobre y débil naturaleza para purificarnos, hacernos incorruptibles y partícipes de nuevo de su propia divinidad (De Fide Orthod 4, 13).

EL TESTIMONIO DE LA LITURGIA

LEX ORANDI LEX CREDENDI

“Cuando la Iglesia celebra los sacramentos confiesa la fe recibida de los apóstoles, de ahí el antiguo adagio: Lex orandi lex credendi. La ley de la oración es la ley de la fe, la Iglesia cree como ora” (Catecismo de la Iglesia Católica 1124). Ya en el siglo V Próspero de Aquitania decía: “la ley de la oración determina la ley de la fe” (Ep. 217; Cf. Denz.-Sch. 246). Y el Concilio Vaticano II, en la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación, enseña que “la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree” (DV 8). Juan Pablo II, en su audiencia del 28 de julio de 1982, refiriéndose al “texto-clave y clasico” –gran misterio es éste- de la Carta a los Efesios (5, 22-33) dice que es “un texto muy conocido en la liturgia, en la que aparece siempre relacionado con el sacramento del matrimonio. La lex orandi de la Iglesia ve en él una referencia explícita a este sacramento: y la lex orandi presupone y al mismo tiempo expresa siempre la lex credendi”. El Papa Benedicto XVI en la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” (22-II-2007) se refiere a la relación intrínseca entre fe eucarística y celebración, así como al nexo existente entre lex orandi y lex credendi: “La reflexión teológica nunca puede prescindir del orden sacramental instituido por Cristo mismo”. Y citaba la Relación nº 4 post disceptationem de la XI Asamblea General del Sínodo de los Obispos del año 2005: “El intellectus fidei está originariamente siempre en relación con la acción litúrgica de la Iglesia” (SC 34).
El Concilio Vaticano II, en el decreto “Optatam totius” sobre la formación sacerdotal, dice que se disponga la enseñanza de la teología dogmática de tal manera que también aprendan a reconocer los misterios de la salvación “siempre presentes y operantes en las acciones litúrgicas y en toda la vida de la Iglesia” (OT 16).
Los textos litúrgicos que recogemos hacen referencia al admirable intercambio que nos salva: Dios se hace hombre, toma la naturaleza humana, para que nosotros participemos de la naturaleza divina; el Hijo de Dios asume nuestra humanidad, para que nosotros participemos de su divinidad; se hace hijo de los hombres, para que los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios. La liturgia utiliza varias expresiones: el cristiano participa de la vida divina, vida eterna, de la gloria de su inmortalidad, de su divinidad; compartimos su divinidad, la naturaleza divina, la vida inmortal, su condición divina. Somos hechos partícipes ya en esta vida de los bienes eternos de su Reino, de los bienes del cielo, de la misma gloria. Participamos de la vida divina del Hijo, de su divinidad.
A la adopción filial hacen referencia también los textos litúrgicos: somos hijos de Dios, por el bautismo. En Cristo hemos renacido a una vida nueva, hemos sido transformados a su imagen. La gracia nos modela a imagen de Cristo. Estamos llamados a alcanzar la plenitud de la adopción filial, que hemos recobrado. Nos llamamos y somos hijos de Dios.

TEXTOS LITÚRGICOS

I-MISAL

OFERTORIO
El agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana.

CANON
l-Plegaria Eucarística I: Reunidos en comunión con toda la Iglesia, para celebrar el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal…
2-Plegaria Eucarística II: Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal.
3-Plegaria Eucarística III: Atiende los deseos y súplicas de esta familia, que has congregado en tu presencia, en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal.

PREFACIOS
l-Prefacio II de Navidad: “…en el misterio santo que hoy celebramos Cristo el Señor sin dejar la gloria del Padre, se hace presente entre nosotros de un modo nuevo: el que era invisible en su naturaleza se hace visible para adoptar la nuestra. El eterno, engendrado antes del tiempo, comparte nuestra vida temporal para asumir todo lo creado.
2-Prefacio III de Navidad: Por Cristo Señor nuestro hoy resplandece ante el mundo el maravilloso intercambio que nos salva, pues al revestirse tu Hijo de nuestra frágil condición no sólo confiere dignidad eterna a la naturaleza humana, sino que por esta unión admirable nos hace a nosotros eternos .
3-Prefacio de la Epifanía del Señor: Porque hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el verdadero misterio de nuestra salvación, pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal nos hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad.
4-Prefacio del IV domingo de Cuaresma: Cristo Señor nuestro, que se hizo hombre, a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer por el bautismo, transformándolos en tus hijos adoptivos.
5-Prefacio II de la Ascensión del Señor: …y ante los ojos de sus discípulos fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad.
6-Prefacio II Dominical del Tiempo Ordinario: El cual, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen, sufriendo la cruz, nos libró de eterna muerte y resucitando nos dio vida eterna.
7-Prefacio III Dominical del Tiempo Ordinario: Porque reconocemos como obra de tu poder admirable no sólo haber socorrido nuestra débil naturaleza con la fuerza de tu divinidad, sino haber previsto el remedio en la misma debilidad humana.
8-Prefacio en la celebración del Matrimonio B: Porque estableciste la nueva alianza con tu pueblo, para hacer partícipes de la naturaleza divina y coherederos de tu gloria a los redimidos por la muerte y resurrección de Jesucristo.
8-Prefacio II de difuntos: … es más quiso entregar su vida para que todos tuviéramos vida eterna.

RITO DE LA COMUNIÓN (Antes del Padre nuestro)
l-Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó.
2-El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado.

BENDICIÓN SOLEMNE EN TIEMPO PASCUAL
El Dios, que por la resurrección de su Unigénito os ha redimido y adoptado como hijos, os llene de alegría con sus bendiciones.

ORACIONES
1-Tiempo de Adviento:
Colecta del l7 de diciembre:… escucha nuestras súplicas y que Cristo, tu Unigénito, hecho hombre por nosotros, se digne hacernos partícipes de su condición divina.
Oración sobre las Ofrendas del l8 de diciembre:…para que participemos de la vida inmortal de tu Hijo, que nos curó de la muerte, al asumir nuestra mortal naturaleza.

2-Tiempo de Navidad:
Oración sobre las Ofrendas de la misa de media noche de Navidad:…haznos partícipes de la divinidad de tu Hijo, que al asumir la naturaleza humana, nos ha unido a la tuya de modo admirable.
Colecta de la misa del día de Navidad:…concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana.
Oración después de la Comunión de la misa del día de Navidad:…hoy nos ha nacido el Salvador para comunicarnos la vida divina, humildemente te pedimos que nos haga igualmente partícipes del don de su inmortalidad.
Colecta del sábado del tiempo de Navidad:…concédenos que así como él comparte con nosotros, naciendo de la Virgen, la condición humana, nosotros consigamos en su reino participar un día de la gloria de su divinidad.
Colecta del martes antes de la solemnidad de Epifanía: Dios todopoderoso, tú has dispuesto que por el nacimiento de tu Hijo, su humanidad no quedara sometida a la herencia del pecado: por este admirable misterio, humildemente te rogamos que cuantos hemos renacido en Cristo a una vida nueva, no volvamos otra vez a la vida caduca de la que nos sacaste.
Colecta del martes después de la solemnidad de Epifanía: Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad.
Colecta del sábado después de la solemnidad de Epifanía: Dios todopoderoso y eterno, tú que nos has hecho renacer a una vida nueva por medio de tu Hijo, concédenos que la gracia nos modele a imagen de Cristo, en quien nuestra naturaleza mortal se une a tu naturaleza divina.
Colecta de la fiesta del Bautismo del Señor (2ª): Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo se manifestó en la realidad de nuestra carne, concédenos poder transformarnos interiormente a imagen de aquel que hemos conocido semejante a nosotros en su humanidad.

3-Tiempo de Cuaresma:
Oración después de la Comunión del II Domingo de Cuaresma:…al darnos en este sacramento el cuerpo glorioso de tu Hijo nos haces partícipes, ya en esta vida, de los bienes eternos de tu reino.
Oración después de la Comunión del Domingo III de Cuaresma: Alimentados ya en la tierra con el pan del cielo, prenda de eterna salvación, te suplicamos, Señor, que se haga realidad en nuestra vida lo que hemos recibido en este sacramento.
Oración sobre las Ofrendas del lunes IV: Señor, concédenos recibir todo el fruto de estas ofrendas que te presentamos, para que muera en nosotros el antiguo poder del pecado y nos renovemos con la participación en tu vida divina.
En numerosas oraciones de las ferias de Cuaresma pedimos a Dios que la Eucaristía sea para nosotros fuente de vida eterna, nos alcance los bienes de la vida futura, nos haga partícipes de las alegrías del cielo, sea causa de salvación eterna, germen de la vida inmortal, para alcanzar los dones del cielo, nos haga partícipes de la vida eterna.

4-Tiempo de Pascua:
Oración después de la Comunión del miércoles II:…haz, Señor, que vivamos ya desde ahora la novedad de la vida eterna.
Colecta del martes IV: Te pedimos, Señor todopoderoso, que la celebración de las fiestas de Cristo Resucitado aumente en nosotros la alegría de sabernos salvados.
Oración después de la Comunión del jueves IV: Dios todopoderoso y eterno, que en la resurrección de Jesucristo nos has hecho renacer a la vida eterna.
Colecta del martes V: Señor, tú que en la resurrección de Jesucristo nos has engendrado de nuevo para que renaciéramos a una vida eterna.
Colecta del sábado V: Señor, Dios todopoderoso, que por las aguas del bautismo nos has engendrado a la vida eterna, ya que has querido hacernos capaces de la vida inmortal…
Colecta del martes VI: que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente.
Oración sobre las Ofrendas del jueves V y miércoles VI: Oh Dios, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad.
Oración después de la Comunión del miércoles VI:…haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos ya desde ahora la novedad de la vida eterna.
Colecta del viernes VI: Escucha, Señor, nuestras súplicas para que la predicación del Evangelio extienda por todo el mundo la prometida salvación de tu Hijo y todos los hombres alcancen la plenitud de la adopción filial.
Oración después de la Comunión de la de la solemnidad de la Ascensión: Dios todopoderoso y eterno, que mientras vivimos aún en la tierra nos das parte en los bienes del cielo, haz que deseemos vivamente estar junto a Cristo, en quien nuestra naturaleza humana ha sido tan extraordinariamente enaltecida que participa de tu misma gloria.
Oración después de la Comunión del jueves VII:…que los santos misterios nos comuniquen tu misma vida divina.
Oración después de la Comunión del sábado VII:…ayúdanos a pasar de nuestra antigua vida de pecado a la nueva vida del Espíritu.
Oración después de la tercera lectura de la Vigilia de Pentecostés: Que tu pueblo, Señor, exulte siempre… y que la alegría de haber recobrado la adopción filial afiance su esperanza de resucitar gloriosamente.

5-Tiempo Ordinario:
Oración después de la Comunión del VII Domingo: Concédenos, Dios todopoderoso, alcanzar un día la salvación eterna, cuyas primicias nos has entregado en estos sacramentos.
Oración después de la Comunión del VIII Domingo:…te pedimos nos hagas un día ser partícipes de la vida eterna.
Oración después de la Comunión del XX Domingo: Señor, después de haber recibido a Cristo en estos sacramentos, imploramos de tu misericordia que, transformados en la tierra a su imagen, merezcamos participar de su gloria en el cielo.
Oración después de la Comunión del XXIII Domingo:…concédenos que estos dones de tu Hijo nos aprovechen de tal modo que merezcamos participar siempre de su vida divina.
Oración después de la Comunión del XXVIII Domingo: Dios soberano, te pedimos humildemente que, así como nos alimentas con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos hagas participar de su naturaleza divina.

6-Solemnidades del Señor:
Oración después de la Comunión de la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: La comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre, Señor, signo del banquete del reino, que hemos gustado en nuestra vida mortal, nos llene del gozo eterno de tu divinidad.

7-Memorias:
Oración después de la Comunión de la misa del común de la Virgen María (tiempo de Navidad): Te rogamos, Señor, que estos sacramentos, recibidos con gozo en la conmemoración de la Virgen María, nos hagan partícipes de la divinidad de tu Hijo.
Oración sobre las Ofrendas de la misa nº 36 de las misas de la Virgen María: Te pedimos, Señor, que nos sea provechosa la ofrenda que te dedicamos, para que recorriendo con la Virgen María el hermoso camino de la santidad, nos renovemos con la participación en tu vida divina y merezcamos llegar a la contemplación de tu gloria.
Colecta de la misa de San Cirilo de Jerusalén (18 de marzo): Señor, Dios nuestro…concédenos llegar a conocer de tal modo a tu Hijo que podamos participar con mayor abundancia de su vida divina.
Colecta de la Solemnidad de la Anunciación (25 de marzo): Señor, concédenos que lleguemos a hacernos semejantes a él en su naturaleza divina.
Oración después de la Comunión de la memoria de San Joaquín y Santa Ana (26 de julio): Tú has querido, Señor, que tu Hijo unigénito naciese de los hombres para que los hombres, en misterio admirable, renaciesen de ti…

8-Otras:
Colecta de la misa B por un difunto:…y tú que en esta vida le hiciste imagen de tu Hijo por medio del bautismo…
Oración 2ª para iniciar el oficio de la Pasión (Viernes Santo): Oh Dios, tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro, por medio de su pasión ha destruido la muerte, concédenos hacernos semejantes a Él. De este modo llevaremos grabada en adelante, por la acción santificadora de tu gracia, la imagen de Jesucristo, el hombre celestial.

II-RITUAL DEL BAUTISMO

RENUNCIAS Y PROFESIÓN DE FE
Queridos padres y padrinos: En el sacramento del Bautismo, estos niños que habéis presentado a la Iglesia van a recibir, por el agua y el Espíritu Santo, una nueva vida que brota del amor de Dios.
Vosotros, por vuestra parte, debéis esforzaros en educarlos en la fe, de tal manera que esta vida divina quede preservada del pecado y crezca en ellos de día en día.

RECITACIÓN DE LA ORACIÓN DOMINICAL
Hermanos: Estos niños, nacidos de nuevo por el Bautismo, se llaman y son hijos de Dios…Ahora nosotros, en nombre de estos niños, que son ya hijos por el espíritu de adopción que todos hemos recibido, oremos juntos como Cristo nos enseñó.

BENDICIÓN
El Señor todopoderoso… bendiga a estas madres y alegre su corazón con la esperanza de la vida eterna, alumbrada hoy en sus hijos.

III-LITURGIA DE LAS HORAS

EL OFICIO DIVINO

La Constitución sobre la Sagrada Liturgia (SC) del Concilio Vaticano II dedica todo el Capítulo IV al Oficio Divino, que es la Oración de Cristo con su Cuerpo al Padre (84), estando todos los que lo recitan ante el trono de Dios en nombre de la madre Iglesia (85). La Liturgia de las Horas, como las demás acciones litúrgicas, no es una acción privada. Es oración pública de la Iglesia (90).
Refiriéndose al Oficio de Lecturas, dice que las segundas lecturas están tomadas de los Padres, Doctores y escritores eclesiásticos (92b). En la Constitución Apostólica “Laudis Canticum” del Papa Pablo VI (1-XI-1970) se reitera que el Oficio Divino es la oración de todo el pueblo de Dios (19). Expresamente se refiere a la lectura cotidiana de las obras de los santos Padres y de los escritores eclesiásticos, en que se presentan “los mejores escritos de los autores cristianos”, las mejores páginas de los autores espirituales. Hemos recogido algunos testimonios de estos autores como parte integrante del Oficio de Lecturas y, por tanto, del Oficio Divino, con la autoridad que les da ser oración pública de la Iglesia (SC 90). Resumimos estos testimonios:
En numerosas lecturas se repite la verdad de que somos hijos de Dios. Alcanzamos esta dignidad porque participamos de su naturaleza. Somos asimismo hombres celestiales: por la gracia hemos subido al cielo con Cristo (San Agustín). La justificación es una incoación de la transformación al final de los tiempos. Somos resucitados con ÉL, glorificados con Él. El cristiano, por la gracia, participa, ya ahora, de su plenitud, de su propia naturaleza; las vírgenes participan en este mundo de la gloria de la resurrección (San Cipriano).
No son pocos los Padres y Doctores que dan testimonio de que somos deificados, divinizados, más aún, afirman que el Hijo tomó nuestra naturaleza para “hacer dioses a los hombres” (Santo Tomás de Aquino). Te has vuelto inmortal. El alma se hace deiforme y Dios por participación ( San Juan de la Cruz). En virtud de la naturaleza humana, nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros. Bautizados en Cristo y revestidos de Él, hemos sido hechos semejantes a Él.

ORACIONES:
l-Sábado Santo: Señor todopoderoso, cuyo Unigénito salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a tus fieles, sepultados con Cristo por el bautismo, resucitar también con Él a la vida eterna.

PRECES:
l-Vísperas del Jueves I de Adviento: Cristo Jesús, que viniste a nosotros como Hijo del hombre, concede a cuantos te reciben el poder de ser hijos de Dios.

OFICIO DE LECTURAS:
1-Tiempo de adviento:
Lunes I: El Padre, por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único… para enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos hijos sus adoptivos y herederos de la vida eterna (San Carlos Borromeo, Sobre el tiempo de Adviento).
Martes I: El Hijo de Dios en persona, por amor del hombre, se hace hombre, asumiendo todo lo humano, excepto el pecado: y así, siendo Dios, nació con la naturaleza humana que había asumido para que yo pueda conseguir las riquezas de su divinidad, para que yo pudiera ser partícipe de su plenitud.
Convenía que la naturaleza humana fuera santificada mediante la asunción de esta humanidad por Dios. A la oveja descarriada la condujo a la vida celestial. Fue necesario que Dios se hiciera hombre y muriera para que nosotros tuviéramos vida. Hemos muerto con él para ser purificados; hemos resucitado con él, porque con él hemos muerto; hemos sido glorificados con él, porque con él hemos resucitado (San Gregorio Nacianceno, Sermón 45, 9. 22. 26. 28).

Sábado II: Así pues, (el Hijo de Dios) hecho hijo del hombre, hizo a muchos hijos de Dios. Atrajo a muchos hacia sí, único como es por su caridad y su poder: y todos aquellos que por la generación carnal son muchos, por la generación divina son uno solo con él (Beato Isaac de Stella, Sermón 51, PL 194, 1862-1863).

2-Tiempo de Navidad:
30 de diciembre: Pero Dios ha prometido también otorgarte todos sus atributos una vez que hayas sido divinizado y te hayas vuelto inmortal (San Hipólito, Refutación de todas las herejías 10,33-34).
31 de diciembre: Cualquier hombre que cree –en cualquier parte del mundo- y se regenera en Cristo… pasa a ser un hombre nuevo al renacer y ya no pertenece a la ascendencia de su padre carnal sino a la simiente del Salvador, que se hizo precisamente Hijo del hombre, para que nosotros pudiésemos llegar a ser hijos de Dios (San León Magno, Sermón 6, en la Natividad del Señor).
1 de enero, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios: Las cosas sucedieron de esta forma para que la Palabra, tomando nuestra condición y ofreciéndola en sacrificio, la asumiese completamente, y revistiéndonos después a nosotros de su condición…(San Atanasio, Carta a Epicteto, 5-9).
4 de enero: Dios se hace efectivamente hombre perfecto…esta carne sería al mismo tiempo remedio de la naturaleza humana, ya que al mismo poder divino presente en aquélla habría de restituir la naturaleza humana a la gracia primera…Inmenso misterio de la divina encarnación, que sigue siendo siempre misterio; pues ¿cómo la Palabra, que es toda ella Dios por naturaleza, se hizo toda ella por naturaleza hombre, sin detrimento de ninguna de las dos naturalezas, ni de la divina, en cuya virtud es Dios, ni de la nuestra, en virtud de la cual se hizo hombre ? (San Máximo el Confesor, Centuria 1, 8-13).
5 de enero: Nuestros conocimientos son ahora parciales, hasta que se cumpla lo que es perfecto. Y ara que nos hagamos capaces de alcanzarlo, él, que era igual al Padre en la forma de Dios, se hizo semejante a nosotros en la forma de siervo para reformarnos a semejanza de Dios; y, convertido en hijo del hombre –él que era único Hijo de Dios-, convirtió a muchos hijos de los hombres en hijos de Dios (San Agustín, Sermón 194, 3-4).
7 de enero: Nuestro Señor Jesucristo quiso nacer hoy en el tiempo para conducirnos hasta la eternidad del Padre. Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios (San Agustín, Sermón l3).
8 de enero: El Padre de la inmortalidad envió al mundo a su Hijo, Palabra inmortal, que vino a los hombres para lavarlos con el agua y el Espíritu: y para regenerarnos con la incorruptibilidad del alma y del cuerpo, insufló en nosotros el espíritu de vida y nos vistió con una armadura incorruptible. Si, pues, el hombre ha sido hecho inmortal, también será dios. Y si se ve hecho dios por la regeneración del baño del bautismo, en virtud del agua y del Espíritu Santo, resulta también que después de la resurrección de entre los muertos será coheredero de Cristo (Del Sermón de la santa Teofanía, atribuido a san Hipólito, presbítero).

3-Tiempo de Cuaresma:
Lunes I: Reconoce de dónde te viene que seas hijo de Dios, coheredero de Cristo, y, dicho con toda audacia, que seas, incluso, convertido en Dios (San Gregorio Nacianceno, sermón 14).
Sábado II: Elevemos, por tanto, nuestros espíritus hasta el Sumo bien, estemos en él y vivamos en él, unámonos a él… este es el bien que lo penetra todo, que hace que todos vivamos en él y dependamos de él, mientras que él no tiene nada sobre sí, porque es divino; pues no hay nadie bueno, sino sólo Dios, y, por tanto, todo lo bueno es divino y todo lo divino es bueno (San Ambrosio, sobre la huida del mundo).
Lunes III: El único motivo que te queda para gloriarte, oh hombre, y el único motivo de esperanza consiste en hacer morir todo lo tuyo y buscar la vida futura en Cristo; de esta vida poseemos ya las primicias, es algo ya incoado en nosotros, puesto que vivimos en la gracia y en el don de Dios (San Basilio Magno, Homilía 20).
Jueves IV: Y como, desde antiguo, la condición humana esperaba ser sanada de sus heridas y purificada de sus pecados, el que era unigénito Hijo de Dios quiso hacerse también hijo del hombre, para que no le faltara ni la realidad de la naturaleza humana ni la plenitud de la naturaleza divina (San León Magno, papa, Sermón 15).
Lunes Santo: Así el inmortal pudo morir, así pudo dar su vida por los mortales; y hará que más tarde tengan parte en su vida aquellos de cuya condición él primero se había hecho partícipe. Pues nosotros, por nuestra naturaleza, no teníamos posibilidad de vivir, ni él, por la suya, posibilidad de morir. Él hizo, pues, con nosotros este admirable intercambio: tomó de nuestra naturaleza la condición mortal, y nos dio de la suya la posibilitas de vivir (San Agustín, Sermón Güelferbitano 3).

4-Triduo Pascual:
Sábado santo: Cristo dijo a Adán: Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: “salid”, y a los que se encuentran en las tinieblas: “iluminaos”, y a los que duermen “levantaos”.
Y a ti te mando: Despierta tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos. Levántate, obra de mis manos; levántate imagen mía, creado a mi semejanza. Levántate, salgamos de aquí, porque tú en mi y yo en ti, formamos una sola e indivisible persona (De una homilía antigua sobre el grande y santo Sábado).

5-Tiempo de Pascua:

Miércoles de la octava: Quiso el Señor ser, por un tiempo, lo que somos nosotros, para que nosotros, participando de la eternidad prometida, viviéramos con él eternamente…Ésta es la gracia de estos sagrados misterios, éste el don de la Pascua, éste el contenido de la fiesta anhelada durante todo el año, éste el comienzo de los bienes futuros (De una homilía pascual de un autor antiguo, Sermón 35, 6-9, PL 17,696-697).
Viernes de la Octava: Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo habéis sido hechos semejantes al Hijo de Dios. Fuisteis convertidos en Cristo al recibir el signo del Espíritu Santo (Catequesis Mistagógica de Jerusalén 31, 1-3).
Miércoles II: Es indudable, queridos hermanos, que la naturaleza humana fue asumida tan íntimamente por el Hijo de Dios, que no sólo en Él, que es el primogénito de toda criatura, sino también en todos los santos , no hay más que un solo Cristo (San León Magno, Sermón 12, 3).
Sábado III: Así Cristo entregó su cuerpo por la vida de todos, y a todos nos devolvió la vida. De qué modo lo realizó, intentaré explicarlo, si puedo. Una vez que la Palabra vivificante hubo tomado carne, restituyó a la carne su propio bien, es decir, le devolvió la vida y, uniéndose a la carne con una unión inefable, la vivificó, dándole parte en su propia vida divina (San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el Evangelio de San Juan, Libro 4, 2).
Miércoles IV: Si Cristo está en nosotros y nosotros estamos en Él, todo lo nuestro está con Cristo en Dios. En virtud de la naturaleza divina Cristo está en el Padre y, en virtud de la naturaleza humana, nosotros estamos en Cristo y Cristo está en nosotros (San Hilario, De Trinitate 8,13-18).
Lunes V: El que por nosotros se hizo hombre semejante a nosotros, siendo el Unigénito del Padre, quiere convertirnos en sus hermanos y, al llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que ahora son ya de su raza (San Gregorio de Nisa, Sermón I sobre la resurrección de Cristo).
Martes V: Los que están unidos a él (a Cristo) e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, al participar del Espíritu Santo, comparten su misma naturaleza (pues el Espíritu de Cristo nos une con él). Nosotros nos adherimos a Cristo por la fe. Así llegamos a participar de su propia naturaleza y alcanzamos la dignidad de hijos adoptivos. Pues así como la raíz hace llegar su misma manera de ser a los sarmientos, del mismo modo el Verbo unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están unidos con él por la fe (San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el Evangelio de San Juan, Libro 10, 2).
Viernes V: El cuerpo íntegro con su cabeza es Hijo del hombre, Hijo de Dios y Dios…Por tanto, todo ello con Dios forma un solo Dios…Por esto los miembros fieles y espirituales de Cristo se pueden llamar de verdad lo que es Él mismo, es decir, Hijo de Dios y Dios. Pero lo que Él es por naturaleza, éstos lo son por comunicación y lo que Él es en plenitud, éstos lo son por participación; finalmente, él es Hijo de Dios por generación y sus miembros lo son por adopción (Beato Isaac, abad del monasterio de Stella, Sermón 42, PL 194, 1831-1832).
Lunes VI: En el bautismo nos renueva el Espíritu Santo como Dios que es…nos convierte en espirituales, partícipes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios Padre, configurados de acuerdo con la imagen de su Hijo, herederos con él, hermanos suyos…Todos aquellos que creyeron en Cristo recibieron el poder de ser hijos de Dios, esto es, del Espíritu Santo, para que llegaran a ser de la misma naturaleza de Dios (Tratado de Dídimo de Alejandría sobre la Santísima Trinidad, Libro 2, 12).
Martes VI: Ya no nos tenemos simplemente por hombres, sino como hijos de Dios y hombres celestiales, puesto que hemos llegado a ser partícipes de la naturaleza divina. De manera que todos nosotros ya no somos más que una sola cosa con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: una sola cosa por identidad de condición, por la asimilación que obra el amor , por comunión de la santa humanidad de Cristo y por participación del único y santo Espíritu (San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el Evangelio de San Juan, Libro 11, 11).
Martes VII: De esta comunión con el Espíritu Santo procede la presencia del futuro…De aquí procede la permanencia en la vida divina, de aquí el ser semejantes a Dios, de aquí, finalmente, lo más sublime que se puede desear: que el hombre llegue a ser como Dios (Del libro de San Basilio Magno sobre el Espíritu Santo, 9, 22-23).
Jueves VII: Convenía que nosotros llegáramos a ser partícipes de la naturaleza divina del Verbo…Esto sólo podía llevarse a efecto con la comunión del Espíritu Santo…Este mismo Espíritu transforma y traslada a una nueva condición de vida a los fieles en que habita y tiene su morada (Del comentario de San Cirilo de Alejandría, sobre el Evangelio de San Juan, Libro 10)
Ascensión del Señor: Nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él, por nuestra causa se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos hijos de Dios. Bajó pues del cielo por su misericordia, pero ya no subió al cielo él solo, puesto que nosotros subimos también en él por la gracia (San Agustín, Serm in Asc Domini 98, 1-2).

6-Tiempo Ordinario:

Domingo II: Es justo que vosotros glorifiquéis a Cristo que os ha glorificado a vosotros (San Ignacio de Antioquia a los Efesios 13-18,1).
Miércoles IV: El Verbo de Dios se hizo hombre y el Hijo de Dios se hizo Hijo del hombre para que el hombre, unido íntimamente al Verbo de Dios, se hiciera hijo de Dios por adopción (San Ireneo, Tratado contra las herejías 3, 19).
Viernes IV: Los que han llegado a ser hijos de Dios y han sido hallados dignos de renacer de lo alto por el Espíritu Santo y poseen en sí a Cristo, que los ilumina y los crea de nuevo, son guiados por el Espíritu de varias y diversas maneras, y sus corazones son conducidos de manera invisible y suave por la acción de la gracia (Homilía 18 de un autor espiritual del siglo IV).
Lunes V: Por la fe habita Cristo en nuestros corazones (San Buenaventura, Breviloquio – prólogo-).
Jueves V: Cristo toma forma por la fe en el hombre interior del creyente. Recibe la forma de Cristo el que vive unido a Él con un amor espiritual (San Agustín, Carta a los Gálatas 37.38).
Sábado XII: La divinidad es pureza, es carencia de toda inclinación viciosa, es apartamiento de todo mal. Por tanto, si hay en ti estas disposiciones, Dios está en ti. Resumiremos todo esto diciendo que la santidad, la pureza, la rectitud son el claro resplandor de la naturaleza divina por medio del cual vemos a Dios (San Gregorioio de Nisa, Homilía 6).
Martes XVI: Como sé que estáis llenos de Dios… (San Ignacio de Antioquia, a los Magnesios 10).
Viernes XVIII: Y no hay que tener por imposible que el alma pueda una cosa tan alta que el alma aspire a Dios como Dios aspira en ella por modo participado, dado que Dios le haga merced de unirla en la Santísima Trinidad, en que el alma se hace deiforme y Dios por participación (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual 39, 4).
Sábado XXIX: En aquél (Adán), la tierra se convierte en carne; en éste (Cristo), la carne llega ser Dios….Adoptados como verdaderos hijos de Dios, llevemos íntegra y con plena semejanza la imagen de nuestro Creador: no imitándolo en su soberanía, sino siendo su imagen por nuestra inocencia, simplicidad, mansedumbre, paciencia, humildad, misericordia y concordia virtudes todas por las que las que el Señor se ha dignado hacerse uno de nosotros y ser semejante a nosotros (San Pedro Crisólogo, Sermón 117).
Viernes XXX: Un gran misterio me envuelve y me penetra…llegaré incluso a ser Dios mismo. Esto es lo que significa nuestro gran misterio; esto es lo que Dios nos ha concedido, y, para que nosotros lo alcancemos, quiso hacerse hombre; quiso ser pobre, para levantar así la carne postrada y dar incolumidad al hombre que él mismo había creado a su imagen; así todos llegaremos a ser uno en Cristo, pues él ha querido que todos nosotros lleguemos a ser aquello mismo que Él es con toda perfección (San Gregorio Nacianceno, Sermón 7, 23-24).
Lunes XXXIII: La primera transformación gratuita consiste en la justificación, que es una resurrección espiritual, don divino que es una incoación de la transformación perfecta que tendrá lugar en la resurrección de los cuerpos de los justificados, cuya gloria será entonces perfecta, inmutable y para siempre (San Fulgencio de Ruspe, Tratado sobre el Perdón de los Pecados, Libro 2).
Domingo XXXIV, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo: Ya desde ahora este nuestro ser, corruptible, debe revestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser, mortal, debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios en nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes de la regeneración y de la resurrección (Orígenes, Opúsculo sobre la Oración, Cap. 25).

7-Solemnidades del Señor:
Solemnidad de la Santísima Trinidad: No podemos recibir ningún don si no es en el Espíritu Santo, ya que hechos partícipes del mismo, poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión de este Espíritu (San Atanasio, Carta I a Serapión 28-30).
Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo: El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que hecho hombre, divinizase a los hombres – “ut homines deos faceret-” (Santo Tomás de Aquino, Opúsculo 57 en la fiesta del Cuerpo de Cristo).
Fiesta de la Transfiguración del Señor (6 de agosto): Debemos apresurarnos a ir hacia allí –así me atrevo a decirlo- como Jesús, que allí en el cielo es nuestro guía y precursor, con quien brillaremos con nuestra mirada espiritualizada, renovados en cierta manera en los trazos de nuestra alma, hechos conformes a su imagen, y, como él, transfigurados continuamente y hechos partícipes de la naturaleza divina, y dispuestos para los dones celestiales (Anastasio Sinaíta -Siglo VII-, Sermón en el día de la Transfiguración del Señor).
8- Memorias de los Santos:
Memoria de San Atanasio (2 de mayo): El Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos ( San Atanasio, Sermón sobre la Encarnación del Verbo, 8-9).

Memoria de San Cirilo de Alejandría (27 de junio): Jesucristo es Dios y Hombre a la vez: no un hombre divinizado, igual a aquellos que por la gracia se hacen partícipes de la naturaleza divina… (San Cirilo de Alejandría, Carta 1).
Memoria de Santa María Virgen, Reina (22 de agosto): Así pues, (María) durante su vida mortal, gustaba anticipadamente las primicias del reino futuro, ya sea elevándose hasta Dios con inefable sublimidad, como también descendiendo hacia sus prójimos con indescriptible caridad (San Amadeo de Lausana, Homilía 7).
Fiesta de san Esteban Protomártir (26 de diciembre): Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno…Ayer nuestro Rey, revestido con el manto de nuestra carne y saliendo del recinto del seno virginal…su venida no ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados…Ha traído el don de la caridad por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina (San Fulgencio de Ruspe, Sermón 3, 1-3).
Común de Vírgenes: Vosotras participáis ya en este mundo de la gloria de la resurrección (San Cipriano, Trct de Virgin 3-4).

ANTIFONAS:
l-Solemnidad de Santa María, Madre de Dios: Antífona 1 de Vísperas: ¡Qué admirable intercambio! El Creador del género humano, tomando cuerpo y alma, nace de una virgen y, hecho hombre sin concurso de varón, nos da parte en su divinidad.

MAGISTERIO

ENSEÑANZAS DEL MAGISTERIO

LA GRACIA
Nos hace partícipes de la naturaleza divina, hijos de Dios; nos deifica, nos diviniza. La participación en la naturaleza divina es participación de la verdad y del amor de Dios. Nos une a Dios en el amor. Es comunión existencial íntima con Dios. La gracia nos inserta en Dios.
Es la gracia principio y fuente de la nueva vida. Nos introduce en la realidad sobrenatural de la vida divina. Participar en la vida divina lleva consigo la eternidad (es vida eterna) y la participación en la actitud filial. Esta vida eterna no significa sólo que dure para siempre, es una nueva calidad existencial, inmersa en el amor de Dios.
Produce una transformación interior del hombre. La gracia, que es santificante y deificante, eleva nuestro ser y nuestro obrar.
La gracia nos hace hermanos. Es, como dice Santo Tomás, gracia fraterna (STh 2-2, q. 14, a 2). La vida divina nos pone en comunión con los hermanos, que participan del mismo amor.
Ya ahora participamos de la vida divina, recibida en el bautismo. Comienza ya ahora por la fuerza del Espíritu Santo, que habita en nosotros. Estamos salvados, resucitados, somos divinizados ya ahora, aunque caminamos hacia la culminación en la vida del cielo.

LO QUE NO ES LA DEIFICACIÓN
No nos transformamos ni nos convertimos en Dios, que al divinizarnos, no nos da todo lo que es propio de la naturaleza humana de Cristo. El ser humano no desaparece ni entra a formar parte de la esencia de Dios: el hombre divinizado no es una sola cosa con Dios.
No es absorbida la naturaleza humana, ni en Cristo ni en nosotros. Ni hay una negación del hombre, ni se suprime la diferencia entre Dios y el hombre, ni se trata de una fusión sin distinción. La divinización no es sólo una realidad moral

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Y LA DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE
La vida nueva, obtenida por Cristo es extendida por el Espíritu Santo. Con la gracia somos capacitados para vivir en relación con la Santísima Trinidad. El Espíritu Santo nos inserta en la unidad que une al Hijo con el Padre. Por la vida divina recibida en nosotros somos personalmente partícipes en las relaciones que se dan entre el Padre y el Hijo. La gracia nos hace partícipes de la vida trinitaria y capaces de amar por amor a Dios. La deificación se realizará en su plenitud sólo en la visión de Dios, de la Santísima Trinidad.
El Padre desde toda la eternidad decretó elevar a los hombres a ser partícipes de su vida divina, según su designio de divinizar al hombre mediante la humanización de su Hijo.
En Cristo su humanidad fue divinizada, no anulada (es verdadero Dios y verdadero hombre). Injertados en Cristo, por medio de Él participamos de la vida divina. Dios nos da la vida nueva divina y eterna por medio de Cristo crucificado, muerto y resucitado. El Verbo transforma desde dentro la existencia humana, comunicándonos su ser Hijo del padre: somos hijos en el Hijo. Él es el hombre perfecto, que ha devuelto al hombre la semejanza divina. Nuestra unión con Cristo nos constituye en su Cuerpo una sola persona mística. El objeto de la evangelización debe ser proclamar que en Cristo se nos ofrece la vida de Dios, la salvación.
Del Espíritu Santo proviene la gracia junto con las virtudes. Él hace nacer y crecer en el cristiano la vida divina, que anima y eleva todo su ser; nos hace partícipes de la vida divina. “En quienes habita el Espíritu están divinizados”.
Los Sacramentos y el Bautismo nos dan la gracia de Jesucristo, que produce en nosotros la deificación. En el Bautismo somos hechos hijos de Dios, partícipes de la naturaleza divina. En él recibimos la gracia que nos capacita para entrar en relación con el Creador para siempre y nos introduce en la relación de Jesús con el Padre. La Eucaristía: quien se alimenta de Cristo recibe ya ahora la vida eterna como primicia de la plenitud futura.

DIVINIZAR Y HUMANIZAR
“La deificación, entendida correctamente, hace al hombre perfectamente humano: la deificación es la verdadera y última humanización del hombre”(Comisión Teológica). La primera tarea de la Iglesia es divinizar, pero esto no la exime de humanizar (Juan Pablo I). La vida eterna es cumplimiento de la vocación del hombre, pues, en la divinización, la vida humana es penetrada (no anulada) por la vida divina, que le da una dimensión divina y sobrenatural en su ser y en su vida. La gracia dilata el área vital del hombre. La vida espiritual se desarrolla por las facultades naturales y las nuevas capacidades adquiridas por la gracia, siendo las virtudes teologales las que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina.
* * *
No ha definido la Iglesia la participación del cristiano en la naturaleza divina, pero está afirmada de forma explícita en la Sagrada Escritura (2 Pe 1, 4). Puede decirse que es una verdad de fe divina y católica (Flick, M- Alzeghi, Z).

TEXTOS DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

SAN DAMASO I: Nosotros que nos sabemos íntegra y perfectamente salvados, según la profesión de fe de la Iglesia católica, confesamos que el Dios verdadero asumió al hombre verdadero (Carta a los Obispos Orientales, año 374, DS l46).

CONCILIO TOLEDANO VI: Este Señor Jesucristo, pues, mandado por el Padre, acogiendo lo que no era sin perder lo que era, inviolable por razón de lo que es suyo, vino a este mundo para salvar a los pecadores y justificar a los creyentes, hizo milagros, fue entregado por causa de nuestros pecados y muerto para nuestra expiación, resucitó para nuestra justificación, hemos sido curados mediante sus heridas (Is 53 , 5), mediante su muerte reconciliados con Dios Padre y resucitados mediante su resurrección ( año 638, DS 492).

CONCILIO CONSTANTINOPOLITANO III: Porque a la manera que su carne animada santísima e inmaculada, no por estar divinizada quedó suprimida, sino que permaneció en su propio término y razón, así tampoco su voluntad quedó suprimida por estar divinizada, como dice Gregorio el Teólogo: “Porque el querer de Él, del Salvador, decimos, no es contrario a Dios, como quiera que todo Él está divinizado” (Sesión XVIII, l6 de septiembre de 68l, DS 556).

JUAN XXII: Errores de Eckhart (Const. “In agro dominico”, 27 de marzo de 1329).
Artículo 10: Nosotros nos transformamos totalmente en Dios y nos convertimos en Él. De modo semejante a como en el sacramento el pan se convierte en cuerpo de Cristo. De tal manera me convierto yo en Él que Él mismo me hace ser una sola cosa suya, no cosa semejante: por el Dios vivo es verdad que allí no hay distinción alguna (DS 960).
Artículo 11: Cuanto Dios Padre dio a su Hijo unigénito en la naturaleza humana, todo eso me lo dio a mí. Aquí no exceptúo nada, ni la unión ni la santidad, sino que todo me lo dio a mí como a Él (DS 961).
Artículo 12: Cuanto dice la Sagrada Escritura acerca de Cristo, todo eso se verifica también en todo hombre bueno y divino (DS 962).
Artículo 13: Cuanto es propio de la divina naturaleza, todo eso es propio del hombre justo y divino. Por ello, ese hombre obra cuanto Dios obra y junto con Dios creó el cielo y la tierra y es engendrador del Verbo eterno y, sin tal hombre, no sabría Dios hacer nada (DS 963).
Censura: Nos condenamos y reprobamos de modo expreso los quince primeros artículos y los dos últimos como heréticos (DS 979).

PIO V: Errores de Miguel Bayo sobre la naturaleza humana y sobre la gracia (Bula “Ex ómnibus aflictionibus”,1 de octubre de 1567):

Sentencia 42: La justicia con que se justifica el impío por la fe, consiste formalmente en la obediencia a los mandamientos, que es la justicia de las obras, pero no en gracia alguna infundida al alma, por la que el hombre es adoptado por hijo de Dios y se renueva según el hombre interior y se hace partícipe de la divina naturaleza, de suerte que, así renovado por medio del Espíritu Santo, pueda en adelante vivir bien y obedecer a los mandamientos de Dios (DS l942).
Censura: Estas sentencias en el rigor y sentido propio de las palabras querido por sus defensores las condenamos como heréticas, erróneas, temerarias y escandalosas (DS 1980).

INOCENCIO XI: Errores quietistas de Miguel de Molinos (Decreto del S.O. de 28 de agosto y Constitución “Celestis Pastor” de 20 de noviembre de 1687):
Proposición 5: No obrando nada, el alma se aniquila y vuelve a su principio y a su origen, que es la esencia de Dios, en la que permanece transformada y divinizada, y Dios permanece entonces en sí mismo, porque entonces no son ya dos cosas unidas, sino una sola y de este modo vive y reina Dios en nosotros, y el alma se aniquila a sí misma en el ser operativo (DS 2205).
Censura: Es condenada esta proposición junto con otras más por “errónea y por su sabor herético” (DS 2269).

LEON XIII: Encíclica Divinum Illud Munus (9 de mayo de l897):
l-Tal es la obra de la divina gracia en las almas de los hombres que, en las Sagradas Escrituras y en los Padres de la Iglesia, son llamados “regenerados, nuevas criaturas y consortes de la naturaleza divina, e hijos de Dios y deificados –deifici-“(ASS 29, 652).
2-Esta admirable unión (nuestra con Cristo) y que con nombre propio se llama inhabitación, difiere sólo en la condición o estado de aquella con que Dios abraza a los cielos beatificándolos (ASS 29, 653).

PÍO XII: Encíclica Mystici Corporis (29 dejunio de 1943):
l-Hechos ya por el Verbo Encarnado hermanos, según la carne, del Hijo Unigénito de Dios, recibieran el poder de llegar a ser hijos de Dios (nº 9).
2-Por eso el Hijo Unigénito del Eterno Padre quiso hacerse hombre, para que nosotros fuéramos conformes a la imagen del Hijo de Dios [Rm 8,29] y nos renovásemos según la imagen de Aquel que nos creó [Col 3, 10] (nº 32).
3-Ni solamente asumió Cristo nuestra naturaleza, sino además un cuerpo frágil, pasible y mortal, se a hecho consanguíneo nuestro…El Verbo lo hizo para hacer partícipes de la naturaleza divina a sus hermanos según la carne [II Pe 1, 14], tanto en este destierro terreno por medio de la gracia santificante, cuanto en la patria celestial por la eterna bienaventuranza (nº 32).
4-Nuestra unión con Cristo…se la presenta tan íntima que conforme a aquello del Apóstol: “Él mismo es la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia [Col 1, 18], enseña la más antigua y constante tradición de los Padres que el Redentor divino constituye con su Cuerpo social una sola persona mística, o como dice San Agustín: el Cristo íntegro [En in Ps 17,51 y 40,2] (nº 52).

JUAN XXIII: Encíclica “Mater et Magistra” (15 de mayo de 1961):
Exhortamos, pues, insistentemente a nuestros hijos de todo el mundo, tanto del clero como del laicado, a que procuren tener una conciencia plena de la gran nobleza y dignidad que poseen por el hecho de estar injertados en Cristo como los sarmientos en la vid [Jn 15, 5] y porque se les permite participar de la vida divina de Aquel (nº 32).

CONCILIO VATICANO II (11 de octubre de l962 a 8 de diciembre de 1965):
1-Constitución Dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” (21 de noviembre de 1964): El Padre Eterno, por una disposición libérrima y arcana de su sabiduría y bondad, creó todo el universo, decretó elevar a los hombres a participar de la vida divina (nº 2).
2-Constitución Dogmática “Lumen Gentium”: Los seguidores de Cristo…han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen la santificación que recibieron (nº 40).
3-Constitución Dogmática “Lumen Gentium”:El benignísimo y sapientísimo Dios, queriendo llevar a cabo la redención del mundo, cuando llegó la plenitud del tiempo, envió a su Hijo, hecho de mujer…, para que recibiésemos la adopción de hijos [Gal 4, 4-5] (nº 52).
4-Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual “Gaudium et Spes” (7 de diciembre de 1965): La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que hoy día se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan en forma explícita (nº 19).
5-Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Actual “Gaudium et Spes”: El que es imagen de Dios invisible [Col 1, l5] es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer pecado. En Él, la naturaleza humana asumida, no absorbida, ha sido elevada también en nosotros a dignidad sin igual. El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre…Cristo resucitado, venciendo a la muerte con su muerte, y nos dio la vida, de modo que, siendo hijos de Dios en el Hijo, podamos clamar en el Espíritu: “¡Abba!” [Padre] (nº 22).
El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, Hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas (nº 45).
6-Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia “Ad Gentes Divinitus” (7 de diciembre de l965): El Hijo de Dios marchó por los caminos de la verdadera encarnación para hacer a los hombres partícipes de la naturaleza divina…Los Santos Padres proclaman constantemente que no está sanado lo que no ha sido asumido por Cristo. Mas Él asumió la entera naturaleza humana cual se encuentra en nosotros, miserables y pobres, pero sin el pecado (nº 3).
7- Textos del Concilio Vaticano II que se refieren al cristiano como “hijo de Dios”:
Constitución Lumen Gentium:
El Padre nos predestinó en Cristo a ser hijos adoptivos (LG 3); el Espíritu Santo ora en nosotros y da testimonio de nuestra adopción como hijos (LG 4); la dignidad y la libertad de los hijos de Dios (LG 9,2); los fieles incorporados a la Iglesia por el bautismo… quedan regenerados como hijos de Dios…en el bautismo quedan constituidos hijos de Dios (LG 11, 1-2); Cristo es cabeza del nuevo pueblo de los hijos de Dios (LG 13, 1); los presbíteros han de estar siempre preocupados por el bien de los hijos de Dios (LG 28,2); la diversidad de gracias, servicios y funciones congrega en la unidad a los hijos de Dios (LG 32, 3); a los sagrados pastores han de manifestarles sus necesidades y deseos con aquella libertad y confianza que conviene a los hijos de Dios y a los hermanos en Cristo (37,1); los seguidores de Cristo por el bautismo han sido hechos verdaderos hijos de Dios y partícipes de la naturaleza divina (40, 1); las personas que siguen los consejos evangélicos dan un testimonio más evidente del Salvador, al abrazar la pobreza en la libertad de los hijos de Dios (LG 42, 4); la Iglesia vive entre las criaturas, que gimen con dolores de parto en espera de la manifestación de los hijos de Dios…Unidos a Cristo en la Iglesia con verdad recibimos el nombre de hijos de Dios y los somos (LG 48, 3-4); todos los que somos hijos de Dios y constituimos una sola familia en Cristo (LG 51, 2); Dios envió su Hijo al mundo para que recibiéramos la adopción de hijos (LG 52); la Iglesia, por la predicación y el bautismo, engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por obra del Espíritu Santo y nacidos de Dios (LG 64).
Constitución Dei Verbum:
En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos (DV 21).
Constitución Sacrosanctum Concilium:
Para que se congreguen en la unidad los hijos de Dios que están dispersos hasta que haya un solo rebaño y un solo Pastor (SC 2); Y así, por el bautismo, los hombres reciben el espíritu de adopción de hijos (SC 6); los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo… (SC 10).
Constitución Gaudium et Spes:
El hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad (GS 21, 3); Cristo resucitó; con su muerte destruyó la muerte y nos dio la vida, para que, hijos en el Hijo, clamemos en el Espíritu: Abba !, ¡ Padre! (GS 22,6); cuando el Señor ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno, abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad (GS 24, 3); entonces – en la consumación- vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo (GS 39); la Iglesia está formada por hombres que tienen la vocación de formar en la propia historia del género humano la familia de los hijos de Dios …Es un misterio permanente de la historia humana que se ve perturbada por el pecado hasta la plena revelación de la claridad de los hijos de Dios (GS 40, 2-3); el Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios (GS 41, 2); la Iglesia advierte a sus hijos a que con este familiar espíritu de hijos de Dios superen todas las desavenencias (GS 42, 14); Dios Padre es el principio y el fin de todos. Por ello, todos estamos llamados a ser hermanos (GS 92, 5).
Otros documentos conciliares:
Decreto Presbyterorum Ordinis: la obediencia de los prebíteros conduce a la más madura libertad de los hijos de Dios (PO 15, 2); unidos íntimamente con Cristo puedan así clamar como hijos de adopción: Abba! ¡Padre! (PO 18, 3).
Decreto Perfectae Caritatis: la obediencia religiosa…lleva, por la más amplia libertad de los hijos de Dios, a la madurez…Los superiores gobiernen a sus súbditos como a hijos de Dios (PC 14, 2-3).
Decreto Apostolicam Actuositatem: quienes poseen esta fe viven con la esperanza de la revelación de los hijos de Dios (AA 4,4).
Decreto Ad Gentes Divinitus: los regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando unánimemente la gloria de Dios, podrán decir: Padre nuestro (AG 7, 3).
Declaración Dignitatis Humanae: el hombre, redimido por Cristo Salvador y llamado por Jesucristo a la filiación divina (DH 10); quiera Dios Padre de todos que la familia humana…llegue a la sublime e indefectible libertad de la gloria de los hijos de Dios (DH 15, 15):
Declaración Gravissimum Educationis: Todos los cristianos, puesto que en virtud de la regeneración por el agua y el Espíritu Santo han llegado a ser nuevas criaturas y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana (GE 2).
Declaración Nostra Aetate: el Concilio ruega a los fieles…tengan paz con todos los hombres, para que sean verdaderamente hijos del Padre que está en los cielos (N AE 5,3).

PABLO VI:
Encíclica “Ecclesiam Suam” (6 de agosto de 1964): La presencia de Cristo, más aún, su misma vida, se hará operante en cada una de las almas y en el conjunto del Cuerpo Místico, mediante el ejercicio de la fe viva y vivificante (I La Conciencia).
Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, (8 de diciembre de 1975): La evangelización también debe contener siempre –como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios… una salvación que desborda todos estos límites para realizarse en una comunión con el único Absoluto, Dios, salvación trascendente, escatológica, que comienza ciertamente en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad (nº 27).

JUAN PABLO I:
Audiencia del 20 de septiembre de 1978: La primordial misión de divinizar no exime a la Iglesia de humanizar (il compito principale del divinizare non esime la Chiesa dell’ umanizare).

JUAN PABLO II:
l-Encíclica” Redemtor Hominis” (4 de marzo de 1979): Esta unión de Cristo con el hombre es en sí misma un misterio, del que nace el “hombre nuevo” , llamado a partir de la vida de Dios. La unión de Cristo con el hombre es la fuerza y la fuente de la fuerza, según la incisiva expresión de San Juan en el prólogo de su Evangelio:
“Dios les dio poder de llegar a ser hijos de Dios” [Jn 1, 12]. Esta es la fuerza que transforma interiormente al hombre, como principio de una vida nueva que no se desvanece y no pasa, sino que dura hasta la vida eterna [Cf Jn 4, 14].Esta vida prometida y dada a cada hombre por el Padre en Jesucristo… es el final cumplimiento de la vocación del hombre (nº 18).
2-Encíclica “Dives in Misericordia” (30 de noviembre de 1980): La cruz de Cristo sobre el Calvario surge en el camino de aquel admirabile commercium, de aquel comunicarse de Dios al hombre en el que está contenida a su vez la llamada dirigida al hombre, a fin de que, donándose a sí mismo a Dios y donando consigo mismo todo el mundo visible, participe en la vida divina, y para que como hijo adoptivo se haga partícipe de la verdad y del amor que está en Dios y proviene de Dios (nº 7).
3-Exhortación Apostólica “Familiaris Consortio” (22 de noviembre de 1981): En realidad la gracia de Cristo, “el primogénito de entre los muertos”, es por su naturaleza y dinamismo interior una “gracia fraterna como la llama santo Tomás de Aquino” (nº 21).

4.- Audiencia del 9 de diciembre de 1981: Las palabras de los sinópticos atestiguan que el estado del hombre en el «otro mundo» será no sólo un estado de perfecta espiritualización, sino también de fundamental «divinización» de su humanidad. Los «hijos de la resurrección» —como leemos en Lucas 20, 36 — no sólo «son semejantes a los ángeles», sino que también «son hijos de Dios». De aquí se puede sacar la conclusión de que el grado de espiritualización, propia del hombre «escatológico», tendrá su fuente en el grado de su «divinización», incomparablemente superior a la que se puede conseguir en la vida terrena. Es necesario añadir que aquí se trata no sólo de un grado diverso, sino en cierto sentido de otro género de «divinización». La participación en la naturaleza divina, la participación en la vida íntima de Dios mismo, penetración e impregnación de lo que es esencialmente humano por parte de lo que es esencialmente divino, alcanzará entonces su vértice, por lo cual la vida del espíritu humano llegará a una plenitud tal, que antes le era absolutamente inaccesible. Esta nueva espiritualización será, pues, fruto de la gracia, esto es, de la comunicación de Dios en su misma divinidad, no sólo al alma, sino a toda la subjetividad psicosomática del hombre. Hablamos aquí de la «subjetividad» (y no sólo de la «naturaleza») porque esa divinización se entiende no sólo como un «estado interior» del hombre (esto es, del sujeto), capaz de ver a Dios «cara a cara», sino también como una nueva formación de toda la subjetividad personal del hombre a medida de la unión con Dios en su misterio trinitario y de la intimidad con El en la perfecta comunión de las personas. Esta intimidad —con toda su intensidad subjetiva— no absorberá la subjetividad personal del hombre, sino, al contrario, la hará resaltar en medida incomparablemente mayor y más plena.
La «divinización» en el «otro mundo», indicada por las palabras de Cristo aportará al espíritu humano una tal «gama de experiencias» de la verdad y del amor, que el hombre nunca habría podido alcanzar en la vida terrena. Cuando Cristo habla de la resurrección, demuestra al mismo tiempo que en esta experiencia escatológica de la verdad y del amor, unida a la visión de Dios «cara a cara», participará también, a su modo, el cuerpo humano.
La vida eterna hay que entenderla en sentido escatológico, esto es, como plena y perfecta experiencia de esa gracia (= charis) de Dios, de la que el hombre se hace partícipe mediante la fe, durante la vida terrena, y que, en cambio, no sólo deberá revelarse a los que participarán del «otro mundo» en toda su penetrante profundidad, sino ser también experimentada en su realidad beatificante.
Suspendemos aquí nuestra reflexión centrada en las palabras de Cristo, relativas a la futura resurrección de los cuerpos. En esta «espiritualización» y «divinización», de las que el hombre participará en la resurrección, descubrimos —en una dimensión escatológica— las mismas características que calificaban el significado «esponsalicio» del cuerpo; las descubrimos en el encuentro con el misterio del Dios viviente, que se revela mediante la visión de El «cara a cara».

5-Encíclica “Dominum et Vivificantem” (18 de mayo de 1986): La gracia santificante es en el hombre el principio y la fuente de la nueva vida: vida divina y sobrenatural…Así la vida humana es penetrada por la participación de la vida divina y recibe también una dimensión divina y sobrenatural ( nº 52).
Mediante el don de la gracia que viene del Espíritu el hombre entra en una nueva vida, es introducido en la realidad sobrenatural de la misma vida divina…
En la comunión de gracia con la Trinidad se dilata el “área vital” del hombre, elevada a nivel sobrenatural por la vida divina (nº 58).
El hombre viviendo una vida divina es la gloria de Dios (nº 59).
Cuando, bajo el influjo del Paráclito, los hombres descubren esta dimensión divina de su ser y de su vida…(nº 60).
6-Encíclica “Redemtoris Mater” (25 de marzo de 1987): El misterio de la “plenitud de los tiempos”…Esta misma plenitud señala el momento en que el Espíritu Santo, que ya había infundido la plenitud de gracia en María de Nazaret, plasmó en su seno virginal la naturaleza humana de Cristo. Esta plenitud define el instante en el que, por la entrada del Eterno en el tiempo, el tiempo mismo es redimido y, llenándose del misterio de Cristo, se convierte definitivamente en tiempo de salvación (nº 1).
Si él (Dios) ha querido llamar eternamente al hombre a participar de su naturaleza divina (cf 2 Pe 1, 4), se puede afirmar que ha predispuesto la “divinización” del hombre según su condición histórica, de suerte que, después del pecado, está dispuesto a restablecer con gran precio el designio eterno de su amor mediante la “humanización” del Hijo, consustancial a él (nº 51).
7-Exhortación Apostólica “Christifideles Laici” (30-XII-1988): El bautismo nos regenera a la vida de los hijos de Dios: nos une a Jesucristo y a su cuerpo, que es la Iglesia; nos unge en el Espíritu Santo, constituyéndonos en templos espirituales (nº 10).
Por el santo bautismo somos hechos hijos de Dios en su unigénito Hijo, Cristo Jesús …el EspírituSanto es quien constituye a los bautizados en hijos de Dios y, al mimo tiempo, en miembros del cuerpo de Cristo (nº 11).
El bautismo significa y produce una incorporación mística pero real al cuerpo crucificado y glorioso de Jesús. Mediante este sacramento, Jesús une al bautizado con su muerte para unirlo a su resurrección (nº 12).
La comunión de los cristianos con Jesús tiene como modelo, fuente y meta la misma comunión del Hijo con el Padre en el don del Espíritu Santo: los cristianos se unen al Padre al unirse al Hijo en el vínculo amoroso del Espíritu…la comunión de los cristianos entre sí nace de su comunión con Cristo (nº 18).
9-Audiencia de 26 de julio de l989: El inicio de la vida nueva se realiza mediante el don de la filiación divina, obtenida para todos por Cristo con la redención, y extendida a todos por obra del Espíritu Santo que, en la gracia, rehace y casi re-crea al hombre a semejanza del Hijo unigénito del Padre. De esta manera el Verbo encarnado renueva y consolida el “donarse” de Dios, ofreciendo al hombre mediante la obra redentora aquella “participación en la naturaleza divina”, a la que se refiere la Segunda Carta de Pedro [cf. 1, 4]; y también San Pablo, en la Carta a los Romanos [1, 4] habla de Jesucristo como de Aquel que ha sido “constituido Hijo de Dios, con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos”.
10-Encíclica “Redemtoris Missio” (7 de diciembre de 1990): Cristo no es sino Jesús de Nazaret y éste es el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos (nº 6).
Ante todo debemos afirmar con sencillez nuestra fe en Cristo, único salvador del hombre…Jesús vino a traer la salvación integral, que abarca al hombre entero y a todos los hombres, abriéndoles a los admirables horizontes de la filiación divina (nº 11).
El anuncio tiene por objeto a Cristo crucificado, muerto y resucitado: en él se realiza la plena y auténtica liberación del mal, del pecado y de la muerte. Por él Dios da la “nueva vida”, divina y eterna (nº 44).
11-Audiencia del 3 de abril de 1991: Toda la vida cristiana se desarrolla en la fe y en la caridad, en la práctica de todas las virtudes, según la acción íntima de este Espíritu renovador, del que procede la gracia que justifica, vivifica y santifica, y con la gracia proceden las nuevas virtudes que constituyen el entramado de la vida sobrenatural. Se trata de la vida que se desarrolla no sólo por las facultades naturales del hombre -entendimiento, voluntad, sensibilidad-, sino también por las nuevas capacidades adquiridas mediante la gracia, como explica santo Tomás de Aquino [Summa Theologica, I-II, q. 62, aa 1, 3]. Ellas dan a la inteligencia la posibilidad de adherirse a Dios-Verdad mediante la fe; al corazón, la posibilidad de amarlo mediante la caridad, que es en el hombre como “una participación del mismo amor divino, el Espíritu Santo” [II-III, q. 23, a. 3, ad 3]; y a todas las potencias del alma y de algún modo también del cuerpo, la posibilidad de participar en la vida nueva con actos dignos de la condición de hombres elevados a la participación de la naturaleza y de la vida de Dios mediante la gracia: “partícipes de la naturaleza divina”, como dice San Pedro en su segunda carta [1, 4].
12-Audiencia del 12 de febrero de 1992: Seguir las huellas de Cristo quiere decir revivir en nosotros su vida santa, de la que hemos sido hechos partícipes con la gracia santificante y consagrante recibida en el bautismo.
13-Encíclica Evangelium Vitae (25 de marzo de 1995): La salvación realizada por Jesús es don de vida y de resurrección…consistente en el perdón de los pecados, es decir, en liberar al hombre de su enfermedad más profunda, elevándolo a la vida misma de Dios (50).
El hombre participa de la misma vida de Dios. Es la vida que, mediante los sacramentos de la Iglesia –de los que son símbolo la sangre y el agua manados del costado de Cristo-, se comunica continuamente a los hijos de Dios (51).
14-Carta Apostólica “Orientale Lumen” (2 de mayo de 1995).-Nº 6: Hay algunos rasgos de la tradición espiritual y teológica comunes a las diversas Iglesias de Oriente, que caracterizan su sensibilidad con respecto a las formas asumidas por la transmisión del Evangelio en las tierras de Occidente. Así los sintetiza el Vaticano II: «Todos conocen también con cuánto amor los cristianos orientales realizan el culto litúrgico, principalmente la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura, por la cual los fieles, unidos al Obispo, al tener acceso a Dios Padre por medio de su Hijo, el Verbo encarnado, que padeció y fue glorificado, en la efusión del Espíritu Santo, consiguen la comunión con la santísima Trinidad, hechos «partícipes de la naturaleza divina» (2 P 1, 4)».
En esos rasgos se perfila la visión oriental del cristiano, cuyo fin es la participación en la naturaleza divina mediante la comunión en el misterio de la santísima Trinidad. Con ellos se delinean la «monarquía» del Padre y la concepción de la salvación según la economía, como la presenta la teología oriental después de san Ireneo de Lión y como se difunde entre los Padres capadocios.
La participación en la vida trinitaria se realiza a través de la liturgia y, de modo especial, la Eucaristía, misterio de comunión con el cuerpo glorificado de Cristo, semilla de inmortalidad. En la divinización y sobre todo en los sacramentos la teología oriental atribuye un papel muy particular al Espíritu Santo: por el poder del Espíritu que habita en el hombre la deificación comienza ya en la tierra, la criatura es transfigurada y se inaugura el Reino de Dios.
La enseñanza de los Padres capadocios sobre la divinización ha pasado a la tradición de todas las Iglesias orientales y constituye parte de su patrimonio común. Se puede resumir en el pensamiento ya expresado por san Ireneo al final del siglo II: Dios ha pasado al hombre para que el hombre pase a Dios. Esta teología de la divinización sigue siendo uno de los logros más apreciados por el pensamiento cristiano oriental.
En este camino de divinización nos preceden aquellos a quienes la gracia y el esfuerzo por la senda del bien hizo «muy semejantes» a Cristo: los mártires y los santos. Y entre éstos ocupa un lugar muy particular la Virgen María, de la que brotó el Vástago de Jesé (cfr. Is 11, 1). Su figura no es sólo la Madre que nos espera sino también la Purísima que -como realización de tantas prefiguraciones veterotestamentarias- es icono de la Iglesia, símbolo y anticipación de la humanidad transfigurada por la gracia, modelo y esperanza segura para cuantos avanzan hacia la Jerusalén del cielo.
Aun acentuando fuertemente el realismo trinitario y su implicación en la vida sacramental, el Oriente vincula la fe en la unidad de la naturaleza divina con la inconoscibilidad de la esencia divina. Los Padres orientales afirman siempre que es imposible saber lo que es Dios; sólo se puede saber que Él existe, pues se ha revelado en la historia de la salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Este sentido de la inefable realidad divina se refleja en la celebración litúrgica, donde todos los fieles del Oriente cristiano perciben tan profundamente el sentido del misterio.
«Existen también en Oriente las riquezas de aquellas tradiciones espirituales que encontraron su expresión principalmente en el monaquismo. Pues allí, desde los tiempos gloriosos de los Santos Padres, floreció aquella espiritualidad monástica, que se extendió luego a Occidente y de la cual procede, como de su fuente, la institución religiosa de los latinos, y que más tarde recibió también del Oriente nuevo vigor. Por lo cual, se recomienda encarecidamente que los católicos se acerquen con mayor frecuencia a estas riquezas espirituales de los Padres orientales que elevan a todo el hombre a la contemplación de lo divino».
En este número 6 de Orientale Lumen, Juan Pablo II hace la siguiente cita: (15) Injertados en Cristo, «los hombres se convierten en dioses e hijos de Dios,… el polvo es elevado a tal grado de gloria que prácticamente es igual en honor y deidad a la naturaleza divina», NICOLÁS CABASILAS, La vida en Cristo, I: PG 150, 505.
15-Audiencia del 10 de diciembre de 1997: El Hijo de Dios vino a ofrecer a todos la participación en su vida divina. El don de esta vida conlleva una participación en su eternidad. Jesús lo afirmó especialmente a propósito de la Eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” [n 6, 54]. El efecto del banquete eucarístico es la posesión, ya desde ahora, de esa vida….La comunicación de la vida eterna de Cristo significa también una participación en su actitud de amor filial hacia el Padre…La entrada de la eternidad en el tiempo es el ingreso, en la vida terrena de Jesús, del amor eterno que une al Hijo con el Padre.
16-Audiencia del 2 de abril de 1998: El Espíritu Santo hace nacer y crecer en el cristiano una vida “espiritual”, divina, que anima y eleva todo su ser. A través del Espíritu la vida misma de Cristo produce sus frutos en la existencia cristiana.
17-Audiencia del 27 de mayo de 1998: Santo Tomás recoge esas afirmaciones: “El Hijo unigénito de Dios, queriendo que también nosotros fuéramos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza humana, para que, hecho hombre, hiciera dioses a los hombres” [Opusc. 57 in festo Corporis Christi, 1], es decir, partícipes por gracia de la naturaleza divina.
18- Audiencia del día 22 de julio de 1998.- El Espíritu del Señor no sólo destruye el pecado; también realiza una santificación y divinización del hombre. Dios nos «ha escogido —dice san Pablo— desde el principio para la salvación mediante la acción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad» (2 Ts 2, 13).
Veamos más de cerca en qué consiste esta «santificación-divinización».
El Espíritu Santo es «Persona-amor. Es Persona-don» (Dominum et vivificantem, 10). Este amor donado por el Padre, acogido y correspondido por el Hijo, se comunica al hombre redimido, que se convierte así en «hombre nuevo» (Ef 4, 24), en «nueva creación» (Ga 6, 15). Los cristianos no sólo somos purificados del pecado; también somos regenerados y santificados. Recibimos una nueva vida, pues somos hechos «partícipes de la naturaleza divina» (2 P 1, 4): somos «llamados hijos de Dios, y ¡lo somos!» (1 Jn 3, 1). Se trata de la vida de la gracia: el don gratuito con que Dios nos hace partícipes de su vida trinitaria.
No se debe separar a las tres Personas divinas en su relación con los bautizados, puesto que cada una obra siempre en comunión con las otras; tampoco se las debe confundir, ya que cada Persona se comunica en cuanto Persona.
En la reflexión sobre la gracia es importante evitar concebirla como una «cosa». Es, «ante todo y principalmente, el don del Espíritu que nos justifica y nos santifica» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 2.003). Es el don del Espíritu Santo que nos asemeja al Hijo y nos pone en relación filial con el Padre: en el único Espíritu, por Cristo, tenemos acceso al Padre (cf. Ef 2, 18).
La presencia del Espíritu Santo obra una transformación que influye verdadera e íntimamente en el hombre: es la gracia santificante o deificante, que eleva nuestro ser y nuestro obrar, capacitándonos para vivir en relación con la santísima Trinidad. Esto sucede a través de las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, «que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina» (Catecismo de la Iglesia católica, n. 1.812). Así, con la fe, el creyente considera a Dios, a sus hermanos y la historia no simplemente según la perspectiva de la razón, sino desde el punto de vista de la revelación divina. Con la esperanza, el hombre contempla el futuro con certeza confiada y activa, esperando contra toda esperanza (cf. Rm 4, 18), con la mirada fija en la meta de la bienaventuranza eterna y de la realización plena del reino de Dios. Con la caridad, el discípulo se esfuerza por amar a Dios con todo su corazón y a los demás como el Señor Jesús nos amó, es decir, hasta la entrega total de sí.
La santificación del creyente se realiza siempre mediante la incorporación en la Iglesia. «La vida de cada uno de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística» (Pablo VI, Indulgentiarum doctrina, 5).
19-Audiencia del 29 de julio de 1998: El mismo Espíritu nos hace “uno en Cristo” [Ga 3, 28], y así nos inserta en la misma unidad que une al Hijo con el Padre.
Quedamos admirados ante esta intensa e íntima comunión entre Dios y nosotros.
La comunión invisible, un siendo por naturaleza un crecimiento, supone la vida de gracia, por medio de la cual se nos hace “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1, 4).
20-El día 29 de noviembre de 1998, Juan Pablo II publicaba la Bula “Incarnationis mysterium”de convocación del gran Jubileo del año 2000. En el número 2 de este documento decía: “La Iglesia, al anunciar a Jesús de Nazaret, verdadero Dios y Hombre perfecto, abre a cada ser humano la perspectiva de ser “divinizado” y, por tanto, de hacerse así más hombre. Éste es el único medio por el cual el mundo puede descubrir la alta vocación a la que está llamado y llevarla a cabo en la salvación realizada por Dios”.

21- En la Audiencia del día 17 de marzo de 1999, Juan Pablo II decía: “El conocimiento, en el lenguaje bíblico del Antiguo y del Nuevo Testamento, no se refiere sólo a la esfera intelectual; implica normalmente una experiencia vital que compromete a la persona humana en su totalidad y, por tanto, también en su capacidad de amar. Se trata de un conocimiento que permite «encontrar» a Dios, situándose en el proceso que la tradición teológica oriental llama «divinización», y que se realiza por la acción interior y transformadora del Espíritu de Dios (cf. san Gregorio de Nisa, Oratio catech., 37: PG 45, 98 B).

22- En la Carta Apostólica NovoMillenio Inaunte (23) escribe Juan Pablo II: Jesús es el « hombre nuevo » (cf. Ef 4,24; Col 3,10) que llama a participar de su vida divina a la humanidad redimida. En el misterio de la Encarnación están las bases para una antropología que es capaz de ir más allá de sus propios límites y contradicciones, moviéndose hacia Dios mismo, más aún, hacia la meta de la « divinazación », a través de la incorporación a Cristo del hombre redimido, admitido a la intimidad de la vida trinitaria. Sobre esta dimensión salvífica del misterio de la Encarnación los Padres han insistido mucho: sólo porque el Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, el hombre puede, en él y por medio de él, llegar a ser realmente hijo de Dios.
En la nota 12 de esta Carta Apostólica añade el Santo Padre: A este respecto observa san Atanasio: « El hombre no podía ser divinizado permaneciendo unido a una criatura, si el Hijo no fuese verdaderamente Dios », Discurso II contra los Arrianos 70: PG 26, 425 B.

23-Encíclica “Ecclesia de Eucaristía” (17 de abril de 2003): Quien se alimenta de Cristo en la Eucaristía no tiene que esperar el más allá para recibir la vida eterna: la posee ya en la tierra como primicia de la plenitud futura, que abarcará al hombre en su totalidad (nº 18).
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BENEDICTO XVI:

1-En la homilía de la Asunción de nuestra Señora decía el Papa Benedicto XVI: “El hombre es grande, sólo si Dios es grande. Con María debemos comenzar a comprender que es así. No debemos alejarnos de Dios, sino hacer que Dios esté presente, hacer que Dios sea grande en nuestra vida; así también nosotros seremos divinos: tendremos todo el esplendor de la dignidad divina.”.
2-En la Homilía de la Inmaculada de 2005, el Papa Benedicto XVI decía: “El hombre que se dirige hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él mismo”
3-Homilía de Nochebuena del año 2005: Dios se ha hecho uno de nosotros para que podamos estar con él, para que podamos llegar a ser semejantes a él.
4-Audiencia del 29 de marzo de 2006: En el tiempo de la peregrinación terrena el discípulo, mediante la comunión con el Hijo, ya puede participar de la vida divina de él y del Padre.
5-Homilía en la Vigilia Pascual, 15 de abril de 2006: Vosotros habéis llegado a ser uno en Cristo, responde Pablo [cf. Ga 3, 28]. No sólo una cosa, sino uno, un único sujeto nuevo.
6-Viviremos mediante la comunión existencial con Él, por estar insertos en Él, que es la vida misma. La vida eterna, la inmortalidad beatífica, no la tenemos por nosotros mismos ni en nosotros mismos, sino por una relación, mediante la comunión existencial con Aquel que es la Verdad y el Amor y, por tanto, es eterno, es Dios mismo (de la misma homilía).
7-En el Ángelus del 18 de junio de 2006, decía Benedicto XVI: La Eucaristía tiene también un valor cósmico, pues la conversión del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo constituye el principio de la divinización de la misma creación.
8-Meditación Mariana (1 de noviembre de 2006): Para nosotros los cristianos, “vida eterna” no indica sólo una vida que dura para siempre, sino más bien una nueva calidad de existencia, plenamente inmersa en el amor de Dios, que libra del mal y de la muerte, y nos pone en comunión sin fin con todos los hermanos y las hermanas que participan del mismo amor. Por tanto, la eternidad ya puede estar presente en el centro de la vida terrena y temporal, cuando el alma, mediante la gracia, está unida a Dios, su fundamento último.
9-Audiencia del 15 de noviembre de 2006: El Espíritu nos sitúa en el mismo ritmo de la vida divina, que es vida de amor, haciéndonos participar personalmente en las relaciones que se dan entre el Padre y el Hijo.
10-Mensaje de Navidad, año 2006: ¿Tiene todavía valor y sentido un “Salvador” para el hombre del tercer milenio?…Este hombre del siglo veintiuno, artífice autosuficiente y seguro de la propia suerte, se presente como productor entusiasta de éxitos indiscutibles…Cristo es también Salvador del hombre de hoy.
11-Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” (22-II-2007): Jesucristo…nos comunica la misma vida divina en el don eucarístico. Se trata de un don absolutamente gratuito, que se debe sólo a las promesas de Dios, cumplidas por encima de toda medida (Nº 8).
Aún siendo todavía como “extranjeros y forasteros” [1 Pe 2, 11], participamos ya por la fe de la plenitud de la vida resucitada (Nº 30).
12-Homilía en la Misa Crismal del 5 de abril de 2007: Cristo se ha puesto nuestros vestidos: alegría de ser hombre, el hambre, la sed, el cansancio, las esperanzas y las desilusiones, el miedo a la muerte, todas nuestras angustias hasta la muerte. Y nos ha dado sus “vestidos”…el don del nuevo ser [Ef 4, 22-26].
13-Audiencia del 20 de junio de 2007:…San Atanasio afirma con una frase que se hecho justamente célebre que el Verbo de Dios “se hizo hombre para que nosotros llegáramos a ser Dios”.
14-Mensaje a los jóvenes del mundo con motivo de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud (20 de julio de 2007): “Una vez más os repito que sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; sólo Él es capaz de humanizar la humanidad y conducirla a su «divinización»”.
15-Discurso 5 de octubre de 2007: Dios realizó el sacrum commercium, el sagrado intercambio, para que nosotros pudiéramos recibir lo que era suyo, ser semejantes a Dios.
16- Encíclica “Spe Salvi” (30-XI-2007): Estar en comunión con Jesucristo nos hace participaren su ser “para todos”(S S 28).
17-Angelus del 16 de diciembre de 2007: Cristo, el Dios-con-nosotros, ha asumido nuestra condición, escogiendo ser en todo como nosotros, excepto en el pecado, para hacer que llegáramos a ser como él.
18-Angelus del 23 de diciembre de 2007: Dios se hizo Hijo del hombre para que nosotros nos convirtiéramos en hijos de Dios.
19-Homilía con ocasión del “Te Deum” el 31 de diciembre de 2007: El Verbo encarnado transforma desde dentro la existencia humana, comunicándonos su ser Hijo del Padre. Se hizo como nosotros para hacernos como él: hijos en el Hijo.
20-Homilía del 13 de enero de 2008: En el bautismo el pequeño ser humano recibe una vida nueva, la vida de la gracia, que lo capacita para entrar en relación personal con el Creador, y esto para siempre, para toda la eternidad.
El Hijo de Dios, que desde la eternidad comparte con el Padre y con el Espíritu Santo la plenitud de la vida, se “sumergió” en nuestra realidad de pecadores para hacernos participar en su misma vida.
21- En el Ángelus del día 17 de febrero de 2008 dijo el Papa Benedicto XVI: Hoy, segundo domingo de Cuaresma, prosiguiendo el camino penitencial, la liturgia, después de habernos presentado el domingo pasado el evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a reflexionar sobre el acontecimiento extraordinario de la Transfiguración en el monte. Considerados juntos, ambos episodios anticipan el misterio pascual: la lucha de Jesús con el tentador preludia el gran duelo final de la Pasión, mientras la luz de su cuerpo transfigurado anticipa la gloria de la Resurrección. Por una parte, vemos a Jesús plenamente hombre, que comparte con nosotros incluso la tentación; por otra, lo contemplamos como Hijo de Dios, que diviniza nuestra humanidad.
22-Audiencia del día 25 de junio de 2008, dedicada a San Máximo el Confesor: Sólo en Dios nos encontramos a nosotros mismos; sólo en él encontramos nuestra totalidad e integridad. Así se ve que el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el hombre que se abre, que sale de sí mismo, es un hombre completo y precisamente en el Hijo de Dios se encuentra a sí mismo, encuentra su verdadera humanidad”. Y siguió diciendo el Papa: El grado máximo de la libertad es el «sí», la conformidad con la voluntad de Dios. El hombre sólo llega a ser realmente él mismo en el «sí»; el hombre sólo llega a estar inmensamente abierto, sólo llega a ser «divino» en la gran apertura del «sí», en la unificación de su voluntad con la voluntad divina. Adán deseaba ser como Dios, es decir, ser completamente libre. Pero el hombre que se encierra en sí mismo no es divino, no es completamente libre; lo es si sale de sí; en el «sí» llega a ser libre. Este es el drama de Getsemaní: no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cambiando la voluntad humana por la voluntad divina nace el verdadero hombre; así somos redimidos. Este era, en síntesis, el punto principal del pensamiento de san Máximo y vemos que en él está en juego todo el ser humano; está en juego toda nuestra vida.
23-Catequesis del 22 de octubre de 2008: Cristo es la recapitulación de todo, lo asume todo y nos guía a Dios. Así nos implica en un movimiento de descenso y de ascenso, invitándonos a participar en su humildad, es decir, en su amor al prójimo, para ser así partícipes también de su glorificación, convirtiéndonos con él en hijos en el Hijo. Pidamos al Señor que nos ayude a conformarnos a su humildad, a su amor, para ser así partícipes de su divinización.

24-Meditación Mariana del 23 de noviembre de 2008: El Padre encomendó al Hijo la misión de dar a los hombres la vida eterna, amándolos hasta el supremo sacrificio y, al mismo tiempo, le otorgó el poder de juzgarlos, desde el momento que se hizo Hijo del hombre, sem Sólo en Dios nos encontramos a nosotros mismos; sólo en él encontramos nuestra totalidad e integridad. Así se ve que el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el hombre que se abre, que sale de sí mismo, es un hombre completo y precisamente en el Hijo de Dios se encuentra a sí mismo, encuentra su verdadera humanidad.
Sólo en Dios nos encontramos a nosotros mismos; sólo en él encontramos nuestra totalidad e integridad. Así se ve que el hombre que se encierra en sí mismo no está completo; por el contrario, el hombre que se abre, que sale de sí mismo, es un hombre completo y precisamente en el Hijo de Dios se encuentra a sí mismo, encuentra su verdadera humanidad.
25-Ángelus del 11 de enero de 2009: La persona humana, mediante el Bautismo, es introducida en la relación única y singular de Jesús con el Padre, de manera que las palabras que resonaron desde el cielo sobre el Hijo unigénito llegan a ser verdaderas para todo hombre y toda mujer que renace por el agua y por el Espíritu Santo: Tú eres mi hijo amado”.
26-Homilía en el Bautismo de trece niños el 11 de enero de 2009: Si en este sacramento el recién bautizado se convierte en hijo adoptivo de Dios, objeto de su amor infinito que lo tutela y defiende de las fuerzas oscuras del maligno, es preciso enseñarles a reconocer a Dios como Padre y a relacionarse con él con actitud de hijos. Por tanto, según la tradición cristiana, tal como hacemos hoy, cuando se bautiza a los niños introduciéndolos en la luz de Dios y de sus enseñanzas, no se los fuerza, sino que se les da la riqueza de la vida divina en la que reside la verdadera libertad, que es propia de los hijos de Dios…Queridos padres, queridos padrinos, os saludo a todos con afecto y me uno a vuestra alegría por estos niños que hoy renacen a la vida eterna.
27- En la audiencia del día 6 de mayo de 2009, dedicada a San Juan Damasceno, Benedicto XVI decía que, “a causa de la encarnación, la materia aparece como divinizada, es considerada morada de Dios”. Y concluía su catequesis con estas palabras: “Dios quiere morar en nosotros, quiere renovar la naturaleza también a través de nuestra conversión, quiere hacernos partícipes de su divinidad”.
28-El 14 de mayo de 2009, en la homilía de las Vísperas, en el santuario de la Anunciación de Nazaret, decía el Papa: “El prodigio de la Encarnación sigue desafiándonos a abrir nuestro entendimiento a las posibilidades ilimitadas del poder transformante de Dios, de su amor por nosotros, de su deseo de unirse a nosotros. Aquí el Hijo eterno de Dios se hizo hombre, y así nos capacitó a sus hermanos y hermanas para que compartiéramos su filiación divina. Aquel movimiento de abajamiento de un amor que se despojó de sí mismo hizo posible el movimiento inverso de exaltación con el que nosotros también nos vemos elevados a compartir la vida misma de Dios”.
29-Homilía de la misa de la Solemnidad de la Ascensión, celebrada en Cassino el 24 de mayo de 2009: En el Cristo elevado al cielo el ser humano ha entrado de modo inaudito y nuevo en la intimidad de Dios; el hombre encuentra, ya para siempre, espacio en Dios. El «cielo», la palabra cielo no indica un lugar sobre las estrellas, sino algo mucho más osado y sublime: indica a Cristo mismo, la Persona divina que acoge plenamente y para siempre a la humanidad, Aquel en quien Dios y el hombre están inseparablemente unidos para siempre. El estar el hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida en que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con él.
30-Benedicto XVI dedicó a Juan Escoto la audiencia del 10 de junio de 2009. En esta ocasión decía el Papa: Así, el reconocimiento adorante y silencioso del Misterio, que desemboca en la comunión unificadora, se revela como el único camino de una relación con la verdad que sea a la vez la más íntima posible y la más escrupulosamente respetuosa de la alteridad. Juan Escoto, utilizando también aquí un vocabulario arraigado en la tradición cristiana de lengua griega, llamó a esta experiencia, a la que tendemos, «theosis» o divinización, con afirmaciones tan atrevidas que en algunos suscitaron sospechas de panteísmo heterodoxo. Por lo demás, se experimenta una fuerte emoción al leer textos como el siguiente, donde, recurriendo a la antigua metáfora de la fusión del hierro, escribe: «Por tanto, del mismo modo que todo el hierro candente se licúa hasta el punto de que parece haber sólo fuego, pero siguen siendo distintas las sustancias de uno y otro, así se debe aceptar que, después del fin de este mundo, toda la naturaleza, tanto la corpórea como la incorpórea, sólo manifiesta a Dios, aunque permanezca íntegra de tal modo que a Dios se le pueda com-prender aunque siga siendo in-comprensible y la criatura misma sea transformada, con maravilla inefable, en Dios» .
31-En la audiencia del día 25 de junio de 2009, dedicada a San Máximo el Confesor, decía el Papa Benedicto XVI: “El grado máximo de la libertad es el «sí», la conformidad con la voluntad de Dios. El hombre sólo llega a ser realmente él mismo en el «sí»; el hombre sólo llega a estar inmensamente abierto, sólo llega a ser «divino» en la gran apertura del «sí», en la unificación de su voluntad con la voluntad divina. Adán deseaba ser como Dios, es decir, ser completamente libre. Pero el hombre que se encierra en sí mismo no es divino, no es completamente libre; lo es si sale de sí; en el «sí» llega a ser libre. Este es el drama de Getsemaní: no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cambiando la voluntad humana por la voluntad divina nace el verdadero hombre; así somos redimidos. Este era, en síntesis, el punto principal del pensamiento de san Máximo y vemos que en él está en juego todo el ser humano; está en juego toda nuestra vida”.

32-Encíclica Caritas in Veritate (29 de junio de 2009): El desarrollo conlleva atención a la vida espiritual, tener en cuenta seriamente la experiencia de fe en Dios, de fraternidad espiritual en Cristo, de confianza en la Providencia y en la Misericordia divina, de amor y perdón, de renuncia a uno mismo, de acogida del prójimo, de justicia y de paz. Todo esto es indispensable para transformar los «corazones de piedra» en «corazones de carne» (Ez 36,26), y hacer así la vida terrena más «divina» y por tanto más digna del hombre (nº 79).

33-El día 5 de octubre de 2009, al inicio de los trabajos del Sínodo de los obispos para África, el Papa Benedicto XVI decía: “En nosotros mismos debería realizarse esta unidad de razón y caridad, de fe y caridad. Y así, transformados en la caridad, ser divinizados, como dicen los padres griegos…El hombre debería ser divinizado y, de este modo, realizarse”.
34-En la Audiencia del día 2 de diciembre de 2009, Benedicto XVI habló sobre Guillermo de Saint-Thierry. Haciendo una síntesis de su pensamiento, dijo el Papa: “Guillermo funda este itinerario en una sólida visión del hombre, inspirada en los antiguos Padres griegos –sobre todo Orígenes- , los cuales, con un lenguaje audaz, habían enseñado que la vocación del hombre es llegar a ser como Dios, que lo creó a su imagen y semejanza”.
35-En la Homilía de las primeras Vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios, el 31 de diciembre de 2009, decía Benedicto XVI que “con la encarnación del Hijo de Dios, la eternidad entró en el tiempo, y la historia del hombre se abrió al cumplimiento en el absoluto de Dios”. Y se refería al misterio de la Navidad: “Dios se hace hombre y al hombre se le da la inaudita posibilidad de ser hijo de Dios”.
36-Audiencia del 17 de febrero de 2010: “También Jesús, el Señor, quiso compartir libremente con todo hombre la situación de fragilidad, especialmente mediante su muerte en cruz; pero precisamente esta muerte, colmada de su amor al Padre y a la humanidad, fue el camino para la gloriosa resurrección, mediante la cual Cristo se convirtió en fuente de una gracia donada a quienes creen en él y de este modo participan de la misma vida divina. Esta vida que no tendrá fin comienza ya en la fase terrena de nuestra existencia, pero alcanzará su plenitud después de la resurrección de la carne”.
37-El día 18 de febrero de 2010, en la Lectio divina con el clero de la diócesis de Roma, decía Benedicto XVI: San Máximo el Confesor, en su interpretación del Monte de los Olivos, de la angustia expresada precisamente en la oración de Jesús, «no mi voluntad, sino tu voluntad», ha descrito este proceso, que Cristo lleva en sí mismo como verdadero hombre, con la naturaleza, la voluntad humana; en este acto —»no mi voluntad, sino tu voluntad»— Jesús resume todo el proceso de su vida, es decir, de llevar la vida natural humana a la vida divina y, de este modo, transformar al hombre: divinización del hombre y así redención del hombre, porque la voluntad de Dios no es una voluntad tirana, no es una voluntad que está fuera de nuestro ser, sino que es precisamente la voluntad creadora, es precisamente el lugar donde encontramos nuestra verdadera identidad.
Y siguió hablando el Papa: Dios nos ha creado y somos nosotros mismos si actuamos conforme a su voluntad; sólo así entramos en la verdad de nuestro ser y no estamos alienados. Al contrario, la alienación tiene lugar precisamente si nos apartamos de la voluntad de Dios, porque de ese modo nos apartamos del designio de nuestro ser, ya no somos nosotros mismos y caemos en el vacío. En verdad, la obediencia a Dios, es decir, la conformidad, la verdad de nuestro ser, es la verdadera libertad, porque es la divinización. Jesús, llevando el hombre, el ser hombre, en sí mismo y consigo, en la conformidad con Dios, en la perfecta obediencia, es decir, en la perfecta conformación entre las dos voluntades, nos redimió y la redención siempre es este proceso de llevar la voluntad humana a la comunión con la voluntad divina.
38-En la alocución, que pronunció en el Regina caeli del día 16 de mayo de 2010, solemnidad de la Ascensión del Señor, el Papa Benedicto XVI dijo: “El Señor, al

abrirnos el camino del cielo, nos permite saborear ya en esta tierra la vida divina”.
39- “Hemos sido “incorporados” también en el hombre nuevo, en Cristo resucitado, y así la vida de la Resurrección ya está presente en nosotros. Esta incorporación, que se nos da en el bautismo, es incorporación, que da la vida”, decía el Papa el 15 de agosto de 2010, en la Homilía de la solemnidad de la Asunción de María.

40-En el Mensaje para la Cuaresma de 2011 (4 de noviembre de 2010) escribía Benedicto XVI: “El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre.
41-El día 27 de noviembre de 2010, en la Homilía de las vísperas del inicio del tiempo de adviento, decía Benedicto XVI: “Dios nos ama de modo profundo, total, sin distinciones; nos llama a la amistad con él; nos hace partícipes de una realidad por encima de toda imaginación y de todo pensamiento y palabra: su misma vida divina”.
42-El día 15 de septiembre de 2011 decía a los Prelados de reciente nombremineto: “El don fundamental que estáis llamados a alimentar en los fieles encomendados a vuestro cuidado pastoral es ante todo el de la filiación divina, que es participación de cada uno en la comunión trinitaria. Lo esencial es que llegamos a ser realmente hijos e hijas en el Hijo. El Bautismo, que constituye a los hombres «hijos en el Hijo» y miembros de la Iglesia, es la raíz y la fuente de todos los demás dones carismáticos”.
43-“Del evento cristológico forma parte algo incomprensible, pues incluye –como dicen los Padres de la Iglesia– un sacrum commercium, un intercambio entre Dios y los hombres. Los Padres lo explican del modo siguiente: nosotros no tenemos nada que podríamos dar a Dios; sólo podemos poner ante Él nuestro pecado. Y Él lo acoge, lo asume como propio y nos da a cambio a sí mismo y su gloria. Se trata de un intercambio verdaderamente desigual, que se lleva a cabo en la vida y la pasión de Cristo. Él se hace pecador, toma sobre sí el pecado, asume lo que es nuestro y nos da lo que es suyo. Pero después, en el desarrollo del pensamiento y de la vida a la luz de la fe, se ha ido aclarando que nosotros no le damos sólo el pecado, sino que Él nos ha dado la capacidad; desde lo íntimo nos da la fuerza de darle también algo positivo, nuestro amor, de entregarle la humanidad en sentido positivo. Naturalmente, está claro que únicamente gracias a la generosidad de Dios el hombre, el mendicante que recibe la riqueza divina, puede no obstante dar también algo a Dios; Dios hace que el don nos sea soportable haciéndonos capaces de convertirnos en quienes pueden darle algo” (Discurso en Alemania, 25 de septiembre de 2011).
44-En la Audiencia del 4 de enero de 2012, Benedicto XVI una amplia reflexión sobre el admirabile commercium. Dijo el Papa en esta ocasión:La teología y la espiritualidad de la Navidad usan una expresión para describir este hecho: hablan de admirabile commercium, es decir, de un admirable intercambio entre la divinidad y la humanidad. San Atanasio de Alejandría afirma: «El Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios» (De Incarnatione, 54, 3: pg 25, 192), pero sobre todo con san León Magno y sus célebres homilías sobre la Navidad esta realidad se convierte en objeto de profunda meditación. En efecto, el santo Pontífice, afirma: «Si nosotros recurrimos a la inenarrable condescendencia de la divina misericordia que indujo al Creador de los hombres a hacerse hombre, ella nos elevará a la naturaleza de Aquel que nosotros adoramos en nuestra naturaleza» (Sermón 8 sobre la Navidad: ccl 138, 139). El primer acto de este maravilloso intercambio tiene lugar en la humanidad misma de Cristo. El Verbo asumió nuestra humanidad y, en cambio, la naturaleza humana fue elevada a la dignidad divina. El segundo acto del intercambio consiste en nuestra participación real e íntima en la naturaleza divina del Verbo. Dice san Pablo: «Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial» (Ga 4, 4-5). La Navidad es, por lo tanto, la fiesta en la que Dios se hace tan cercano al hombre que comparte su mismo acto de nacer, para revelarle su dignidad más profunda: la de ser hijo de Dios. De este modo, el sueño de la humanidad que comenzó en el Paraíso —quisiéramos ser como Dios— se realiza de forma inesperada no por la grandeza del hombre, que no puede hacerse Dios, sino por la humildad de Dios, que baja y así entra en nosotros en su humildad y nos eleva a la verdadera grandeza de su ser. El concilio Vaticano II dijo al respecto: «Realmente, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (Gaudium et spes, 22); de otro modo permanece un enigma: ¿Qué significa esta criatura llamada hombre? Solamente viendo que Dios está con nosotros podemos ver luz para nuestro ser, ser felices de ser hombres y vivir con confianza y alegría. ¿Dónde se hace presente de modo real este maravilloso intercambio, para que se haga presente en nuestra vida y la convierta en una existencia de auténticos hijos de Dios? Se hace muy concreto en la Eucaristía. Cuando participamos en la santa misa presentamos a Dios lo que es nuestro: el pan y el vino, fruto de la tierra, para que él los acepte y los transforme donándonos a sí mismo y haciéndose nuestro alimento, a fin de que recibiendo su Cuerpo y su Sangre participemos en su vida divina.
45-Angelus, 8 de enero de 2012: “Dios se hizo hijo del hombre, para que el hombre llegara a ser hijo de Dios”.
46-Audiencia, 1 de febrero de 2012: Jesús vive su existencia según el centro de su Persona: su ser Hijo de Dios. Su voluntad humana es atraída por el yo del Hijo, que se abandona totalmente al Padre. De este modo, Jesús nos dice que el ser humano sólo alcanza su verdadera altura, sólo llega a ser «divino» conformando su propia voluntad a la voluntad divina; sólo saliendo de sí, sólo en el «sí» a Dios, se realiza el deseo de Adán, de todos nosotros, el deseo de ser completamente libres. Es lo que realiza Jesús en Getsemaní: conformando la voluntad humana a la voluntad divina nace el hombre auténtico, y nosotros somos redimidos.
47-Regina Caeli, 27 de mayo de 2012: Jesús, después de resucitar y subir al cielo, envía a la Iglesia su Espíritu para que cada cristiano pueda participar en su misma vida divina y se convierta en su testigo en el mundo.
48-Homilía, 27 de mayo de 2012: El Espíritu Santo nos guía hacia las alturas de Dios, para que podamos vivir ya en esta tierra el germen de una vida divina que está en nosotros.
49-Audiencia, 5 de diciembre de 2012.-Dios no sólo dice algo, sino que se comunica, nos atrae en la naturaleza divina de tal modo que quedamos implicados en ella, divinizados. Dios revela su gran designio de amor entrando en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse, Él mismo, hombre.
50-Audiencia, 9 de enero de 2013.- Dios hizo de su Hijo único un don para nosotros, asumió nuestra humanidad para donarnos su divinidad. Este es el gran don.

CATECISMOS

CATECISMO ROMANO (Publicado por mandato del Papa Pío V, año 1566):
1-Los puntos más importantes que creemos deben explicarse acerca del admirable misterio de la encarnación…son los siguientes:
1) Dios tomó nuestra carne y se hizo hombre.
2) El modo íntimo como se realizó esta encarnación…
3) Por último, Dios quiso hacerse hombre para que nosotros renaciéramos como hijos de Dios (Cap. III, 2).

2-Dios quiso asumir la humilde fragilidad de nuestra carne para levantar a los hombres al más alto grado de dignidad. Es evidente que toda la sublime grandeza concedida a los hombres en la encarnación deriva de este solo hecho: haberse querido hacer hombre el que es verdadero y perfecto Dios (Cap. III, 6).
3-Esta divina gracia une nuestras almas con Dios en un apretado lazo de amor, y por ella –encendidos en ardientes sentimientos de piedad- comienza en nosotros la nueva vida de cristianos: ser partícipes de la divina naturaleza [2Pe l, 4] y llamarnos y ser realmente hijos de Dios [l Jn 3, 1] (Cap. VIII, 3).

CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (Publicado el 11 de octubre de 1992 por el Papa Juan Pablo II mediante la Const. Apost. “Fidei Depositum”):
l-Por la participación del Espíritu venimos a ser partícipes de la naturaleza divina…Por eso, aquellos en quienes habita el Espíritu están divinizados [San Atanasio ep. Serap. 1,14] (nº 1988).
2-La gracia de Cristo es el don gratuito que Dios nos hace de su vida infundida por el Espíritu Santo en nuestra alma para sanarla del pecado y santificarla: es la gracia santificante o divinizante, recibida en el bautismo. Es en nosotros la fuente de la obra de santificación [Jn 4,14 y 7,38-39] (nº 1999).
3-Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales que adaptan las facultades del hombre a la participación de la naturaleza divina [cf 2 P 1, 4]. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo, y objeto a Dios Uno y Trino (nº 1812).

COMPENDIO DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA (Publicado mediante Motu Proprio del Papa Benedicto XVI el 28 de junio de 2005):
l-La gracia es un don gratuito de Dios, por el que nos hace partícipes de su vida trinitaria y capaces de obrar por amor a El. Se llama gracia habitual, santificante o deificante, porque nos santifica y nos diviniza. Es sobrenatural, porque depende enteramente de la iniciativa gratuita de Dios y supera la capacidad de la inteligencia y de las fuerzas del hombre. Escapa, por tanto, a nuestra experiencia (nº 423).

COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL

DOCUMENTO “TEOLOGÍA-CRISTOLOGÍA-ANTROPOLOGÍA” (año 1981)

1-“El Verbo de Dios se ha hecho hombre para que el hombre se hiciera Dios” [Atanasio, oratio de incarnatione Verbi 54, 3]. Este axioma de la soteriología de los Padres, sobre todo de los Padres griegos, se niega en nuestros tiempos por varias razones. Algunos pretenden que la “deificación” es una noción típicamente helenista de salvación que conduce a la fuga de la condición humana y a la negación del hombre. Les parece que la deificación suprime la diferencia entre Dios y el hombre y conduce a la fusión sin distinción. A veces se le opone como un adagio más coherente con nuestra época esta fórmula:”Dios se ha hecho hombre para hacer al hombre más humano”. Ciertamente, las palabras deificatio, zeosis, zeopoiesis, omoiosis Zeo, etc., ofrecen, de suyo, alguna ambigüedad. Por eso, hay que exponer brevemente, en sus líneas fundamentales, el sentido genuino, es decir, cristiano de la “deificación”.
2-De hecho, la filosofía y la religión griegas reconocían un cierto parentesco “natural” entre la mente humana y la divina. Mientras que la revelación bíblica considera claramente al hombre como criatura que tiende a Dios por la contemplación y el amor. La cercanía a Dios no se alcanza tanto por la capacidad intelectual del hombre cuanto por la conversión del corazón, por una obediencia nueva y por la acción moral, las cuales no se realizan sin la gracia de Dios. El hombre llamado puede sólo por la gracia alcanzar lo que Dios es por naturaleza.
3-Deben añadirse los temas propios de la predicación cristiana. El hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es invitado a la comunión de vida con Dios, el cual es el único que puede colmar los deseos más profundos del hombre. La idea de deificación alcanza su culminación en la encarnación de Jesucristo: el Verbo encarnado asume nuestra carne mortal para que nosotros, liberados del pecado y de la muerte, participemos de la vida divina. Por Jesucristo en el Espíritu Santo somos hijos y así también coherederos [cf. Rom 8, 17], “partícipes de la naturaleza divina” [2 Pe l, 4)]. La deificación consiste en esta gracia, que nos libera de la muerte del pecado y nos comunica la misma vida divina: somos hijos e hijas en el Hijo.
4-El sentido verdaderamente cristiano de nuestro adagio se hace más profundo por el misterio de Jesucristo. De la misma manera que la encarnación del Verbo no muda ni disminuye la naturaleza divina, así tampoco la divinidad de Jesucristo muda o disuelve la naturaleza humana, sino que la afirma más y la perfecciona en su condición creatural original. La redención no convierte a la naturaleza humana simplemente en algo divino, son que la eleva según la medida de Jesucristo.
En san Máximo el Confesor, esta idea está también determinada por la experiencia extrema de Jesucristo, es decir, por la pasión y el abandono de Dios: cuanto más profundamente desciende Jesucristo en la participación de miseria humana, tanto más alto asciende el hombre en la participación de la vida divina.
En este sentido, la “deificación” entendida correctamente hace al hombre perfectamente humano: La deificación es la verdadera y última “humanización” del Hombre.

5-La asimilación deificante del hombre no se realiza fuera de la gracia de Jesucristo, la cual se da principalmente por los sacramentos de la Iglesia. Los sacramentos nos unen eficazmente con la gracia deiforme del Salvador, en una forma visible y bajo los símbolos de nuestra vida frágil [Cf. LG 7]. La deificación, además, no se comunica al individuo en cuanto tal, sino como miembros de la comunión de los santos; más aún, en el Espíritu Santo la invitación de la gracia divina se extiende a todo el género humano. Por tanto, los cristianos deben con su vida corroborar y perfeccionar la santificación que recibieron [Cf. LG 39-42]. La deificación se realiza en su plenitud sólo en la visión del Dios trino, que implica la vida bienaventurada en la comunión de los santos.

CARTA ORATIONIS FORMAS (15-10-1989)
14. Para aproximarse a ese misterio de la unión con Dios, que los Padres griegos llamaban divinización del hombre, y para comprender con precisión las modalidades en que se realiza, es preciso ante todo tener presente que el hombre es esencialmente criatura[16] y como tal permanecerá para siempre, de manera que nunca será posible una absorción del yo humano en el Yo divino, ni siquiera en los más altos estados de gracia. Pero se debe reconocer que la persona humana es creada «a imagen y semejanza» de Dios, y el arquetipo de esta imagen es el Hijo de Dios, en el cual y para el cual hemos sido creados (cf. Col 1, 16). Ahora bien, este arquetipo nos descubre el más grande y bello misterio cristiano: el Hijo es desde la eternidad «otro» respecto al Padre, y, sin embargo, en el Espíritu Santo, es «de la misma sustancia»: por consiguiente, el hecho de que haya una alteridad no es un mal, sino más bien el máximo de los bienes. Hay alteridad en Dios mismo, que es una sola naturaleza en tres Personas y hay alteridad entre Dios y la criatura, que son por naturaleza diferentes. Finalmente, en la sagrada eucaristía, como también en los otros sacramentos —y análogamente en sus obras y palabras—, Cristo se nos da a sí mismo y nos hace partícipes de su naturaleza divina[17], sin que destruya nuestra naturaleza creada, de la que él mismo participa con su encarnación.
15. Si se consideran en conjunto estas verdades, se descubre, con gran sorpresa, que en la realidad cristiana se cumplen, por encima de cualquier medida, todas las aspiraciones presentes en la oración de las otras religiones, sin que, como consecuencia, el yo personal y su condición de criatura se anulen y desaparezcan en el mar del Absoluto. «Dios es Amor» (1 Jn 4, 8): esta afirmación profundamente cristiana puede conciliar la unión perfecta con la alteridad entre amante y amado, el eterno intercambio con el eterno diálogo. Dios mismo es este eterno intercambio, y nosotros podemos verdaderamente convertirnos en partícipes de Cristo, como «hijos adoptivos», y gritar con el Hijo en el Espíritu Santo: «Abba, Padre». En este sentido, los Padres tienen toda la razón al hablar de divinización del hombre que, incorporado a Cristo Hijo de Dios por naturaleza, se hace, por su gracia, partícipe de la naturaleza divina, «hijo en el Hijo». El cristiano, al recibir al Espíritu Santo, glorifica al Padre y participa realmente en la vida trinitaria de Dios.

TEOLOGÍA

LOS TEÓLOGOS Y LA DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE

En estas páginas se recoge el testimonio de los teólogos. Sus reflexiones nos ayudan a identificar algunos principios fundamentales de la divinización o deificación del hombre.
En la base de la divinización está la participación en la vida divina como consecuencia de nuestra incorporación a Cristo. Participamos de la divinidad en razón de la humanidad de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre verdadero. Él es la vid. Esta participación excluye cualquier tipo de identificación panteísta o igualación con Dios. El concepto de participación es fundamental en el pensamiento agustiniano sobre la gracia. Dios nos deifica “por medio de una cierta participación de semejanza” (Santo Tomás de Aquino).
La divinización es don de Dios, no resultado del esfuerzo humano. Consecuencia de la realidad deiforme, deificante, de la gracia. El conocimiento por fe y amor teologales imprimen en el cristiano una semejanza sobrenatural con Dios: “amando a Dios nos hacemos dioses” (San Agustín).
Esta deificación del hombre no es simplemente moral de mera relación intencional o pseudomística, sino real y entitativa en todo el ser personal (esencial y existencial). Se trata de una transformación absoluta y óntica (Rahner). Tiene consistencia ontológica y dinámica. El don de la vida divina nos transforma realmente.
Nuestra filiación es nuestra divinización: El cristiano es deificado por su participación en la vida de Cristo resucitado, que nos configura con él. Dios diviniza al hombre en su Hijo, conformándolo con él por el don del Espíritu Santo. Nuestra unión con Cristo en la participación de su filiación divina constituye la máxima perfección del hombre (Ladaria). Esta incorporación a Cristo hace que participemos de su vida divina, que es vida filial. Somos hijos en el Hijo. Nuestra filiación es nuestra divinización. Nuestra filiación n es un acto jurídico de Dios, sino creador: nos crea en el orden espiritual. El creyente es constituido hijo. La autocomunicación divina produce efectos divinizantes.
Realidad escatológica: La divinación del hombre no es un hecho puntual. Es un proceso hacia la plenitud escatológica. Realidad ya presente, pero todavía no consumada. La gracia, en razón de su “pulsión escatológica” (Ruiz de la Peña), no es un medio. Es ya el fin incoado: la gracia es la gloria en el exilio, la gloria es la gracia en la casa del Padre (Newman). Los que ven a Dios son, de alguna manera, transformados en Dios: imperfectamente, ahora ya por la fe (como en un espejo); y perfectamente transformados los bienaventurados, porque verán a Dios perfectamente (Santo Tomás de Aquino). El acto de fe divina es participación, ya ahora, en la vida de Dios, que implica la transformación divinizante del creyente.
La estructura sacramental: La gracia de Cristo es gracia de encarnación. Tiene estructura sacramental, pues la naturaleza humana de Cristo, divinizada, es signo eficaz de la autocomunicación de Dios. En el encuentro sacramental con Cristo se realiza la comunión con Dios, que nos santifica y nos diviniza. Así la comunión con Cristo en los sacramentos hace que en Él entremos en comunión con la vida divina. La participación de la naturaleza divina, de la que se nos habla en la 2ª Carta de San Pedro (1, 4) es la participación en la vida de Dios por medio de la gracia que se nos da en los sacramentos, especialmente en del bautismo.

REFLEXIÓN TEOLÓGICA

ALBERTO MAGNO (SAN): En sus obras emplea con frecuencia la palabra “deiformis” para referirse al cristiano.
El alma, divinizada por la gracia, entra en la familia trinitaria (In Io 6, 44).
Así la natividad divina produce el carácter de la virtud divina, por la cual el nacido es llamado hijo de Dios y dios por participación…semejantes a Él; esto es, por participación de la divinidad (In Matth 6, 10).
ALFARO, J.: (II)La Encarnación ( el hacerse hombre el Hijo de Dios, la humanización de lo divino en Cristo) implica la divinización de la Humanidad de Cristo, que queda constituida en la Humanidad del Hijo de Dios…La gracia creada de Cristo (que constituye la divinización de su Humanidad) es la expresión-realización de su gracia increada. Esto quiere decir que la gracia de Cristo, por ser gracia de encarnación, tiene estructura sacramental. En Cristo tiene lugar la unión suprema de lo divino con los humano (bajo la primacía de lo divino), de tal modo que lo divino se manifiesta y obra en lo humano, y lo humano es elevado a signo eficaz de la autocomunicación de Dios (6-7).
Como misión del Hijo de Dios al mundo, la Encarnación proviene en último término del amor del Padre hacia los hombres. La iniciativa salvífica de Dios, que implica la intención de dar al hombre participación en la vida divina, radica en la persona misma del Padre “invisible”, Principio fontal de la vida trinitaria. La comunicación de la vida divina a los hombres debe pasar a través de su Hijo y de su Espíritu (7).
La transformación divinizante del hombre Cristo en su glorificación confiere al Resucitado el poder de enviar a la humanidad el Espíritu Santo, que obra internamente en el corazón del hombre y crea en él una actitud filial para con Dios…Por su Resurrección entra Cristo en la plena comunión de vida con Dios y (por su Espíritu) comunica a los hombres la vida eterna, que Él recibe del Padre (12-13).
La presencia personal de Hijo de Dios comporta la divinización de la naturaleza humana de Cristo, a saber, su elevación a signo supremo, por sí mismo absolutamente eficaz, de la autocomunicación de Dios y de la unión suma posible del hombre con Dios…La presencia del Espíritu Santo comporta la divinización de la comunidad humana, a saber, su elevación a signo eficaz de la gracia de Cristo (19).
(IV) Vana sería la fe, si Cristo no hubiese resucitado realmente (1 Cor 15, 14.17); esto quiere decir que la fe aprehende la muerte y la resurrección de Cristo como reales. La fe vive de la realidad de su objeto, sin esta realidad el acto de fe carece de contenido y se reduce a una actitud puramente subjetiva (109).
El acto de fe divina es en su misma estructura formal una participación supercreatural en la vida de Dios, y por eso implica esencialmente la transformación divinizante del hombre…Por la gracia el hombre es elevado a participar en la vida misma de Dios…El creyente posee ya ahora la vida eterna, que vitalmente tiende a su plenitud escatológica en la unión inmediata con Dios en Cristo (115).
Ya desde ahora el creyente participa en el misterio salvífico de Cristo; pero todavía no ha alcanzad la plenitud de esta participación…Por su misma estructura formal (creer a Dios), la fe tiende a la visión de Dios…por la fe el hombre entra en la intimidad con Dios y comienza a participar en su vida divina (123).
ANSELMO DE CANTORBERY (SAN): En la resurrección, Dios nos hará concorpóreos con su hijo unigénito y convertirá en dioses a los llamados por su nombre. En efecto, está escrito: “Os he dicho, sois dioses e hijos del Altísimo” (De beatitudine coeli 12).
ANTONIO DE PADUA (SAN): La gracia está de pie cuando hace perseverar varonilmente en la penitencia al penitente, para que llene todos sus miembros de muerte, es decir, de mortificación, a fin de que, muerto al pecado, viva para Dios en Cristo Jesús. Entonces se podrá decir de él lo que sigue: caminando por la tierra llegaba al cielo. La gracia llega hasta el cielo, estando sobre la tierra, cuando hace llegar hasta el cielo por su vida celestial al penitente, afincado todavía en este mundo (II 1763).
ARA, A.: (I) Tomás afirma que la criatura deviene realmente no Dios sino como Dios, en virtud de la donación de una forma inteligible que es la misma esencia divina y que permite al beato contemplarla (390). Una segunda lectura posible, pero equivocada, es considerar la deificación limitada al entendimiento (394). La deificación del hombre por la gracia tiene una importancia notable en el pensamiento y en los escritos de Tomás de Aquino (414).
(II) La deificación del hombre en Tomás de Aquino: reconocimiento de textos.- En el corpus tomasiano la idea aparece 135 veces con términos propios y otras 142 de forma equivalente. En total aparece 277 veces, si son tenidas en cuenta sólo aquellas que aparecen “in recto”. El dato estadístico, por tanto, demuestra, fuera de toda duda, que la idea de la deificación del hombre tiene un peso notable en el pensamiento del Doctor communis (321).
De la consulta del Index Thomisticus aparece que, si es verdad que la expresión “conformatio ad Deum” aparece una sola vez y “conformitas ad Deum” 4, la exprsión “similis Deo” aparece 47 veces, “assimilari Deo”, 37; “assimilatio ad Deum”, 53; el sustantivo “deificatio” aparece sólo 6 veces y “deiformitas”, 14; el verbo “deifico”, en todas sus variantes, aparece 52 veces y el adjetivo “deiformis”, 63 (nota 9, página 321)
Se puede decir que para Tomás de Aquino la deificación del hombre tiene lugar en dos estados: la primera, “in statu viae”, la gracia confiere una naturaleza semejante a la angélica; después “in patria”, el lumen gloriae eleva al santo a la “visio Dei per essentiam” (336).
La acción deificante de la gracia tiene efctos reales en primer lugar sobre la esencia específica existente en el individuo (342).
ARGÁRATE, P.: (II) La encarnación es divinizante para el hombre y para el mundo (11). La encarnación tiene por fin la divinización del hombre. Esto es una constante en los Padres griegos. El fin de la encarnación no puede ser sólo ni principalmente la redención, sino la deificación del hombre y el reunir todas las cosas en Cristo (12). La encarnación del Señor diviniza ya al hombre dándole todo el ser que Dios quiso desde el comienzo para él (20). Encarnación que –como hemos mostrado largamente- tiene para los Padres griegos y orientales y para su liturgia, una profunda dimensión transfiguradora y divinizante del mundo (21).
(III) A lo largo de este estudio queremos dilucidar la importancia de la concepción de Máximo el Confesor.
Su Mystagogía es ante todo una ontología eclesial y una eclesiología, inspiradas ellas -como todo su pensamiento- por la unión divinizante del hombre con Dios, en la persona de Jesucristo. La liturgia aparece como el ámbito de ese teandrismo divinizante. En ella se manifiesta plenamente la acción salvífica de Dios, por la cual Dios hace que toda la creación con-spire a la unión consigo.
La iglesia, y su liturgia, aparece como ese locus de divinización del hombre. Sin embargo la piedra de toque de esa divinización es, no podía ser de otro modo, el agape, la caridad de la filanthropiapor el hermano sufriente, en la cual mostramos, desde ya, transfigurados, el rostro del Dios vivo.
(IV) Esta divinización responde al deseo más hondo del hombre. El hombre no se diviniza a sí mismo, sino que es divinizado. El agente de la divinización es siempre Dios. Los Padres van a acentuar, precisamente, esa dimensión trinitaria del proceso de divinización. Esa divinización es una transfiguración, una transformación de lo humano por la penetración de lo divino. Resulta evidente, entonces, que la transfiguración del hombre no implica la destrucción de lo humano. El hombre no deja de ser hombre. Por el contrario, empieza a ser plenamente hombre, un hombre divino, por participación en el torrente de vida trinitaria. Este hombre divinizado es quien obra desde Dios. La divinización es la plenitud de la vida del Espíritu en nosotros. Si bien la divinización es obra de toda la Trinidad, es apropiada especialmente al Espíritu, el santificador (Introducción, 9-14).
La transfiguración operada en el hombre y el cosmos no implica una confusión entre Dios y la criatura, no constituye una identificación, sino que es más bien una gracia y una participación por la gracia en la naturaleza divina. Se trata de alcanzar por gracia lo que Dios es por naturaleza; participar en las propiedades de la divinidad, pero sin jamás obtener la identidad de naturaleza con Dios. Al mismo tiempo se dice que la salvación es la gracia de la divinización. La diferencia que podemos establecer entre ambos conceptos es que salvación tiene un matiz negativo, es siempre un “salvar de”, un rescate de una situación negativa. La divinización tiene, por el contrario, una connotación positiva: es la transfiguración del hombre en Dios. El hombre no es sólo redimido del mal sino que es transformado en imagen del bien, en luz divina. La divinización es la participación del hombre en el ser y obrar de Dios. La divinización es así una verdadera introducción en el misterio trinitario (Hombres ebrios de Dios, 24-38).
Para explicar el paso de la primera a la segunda fase de la divinización, es decir de la divinización de la naturaleza humana de Cristo a la divinización de los individuos, algunos Padres acuden a una determinada concepción filosófica: la comprensión de la naturaleza humana como un todo, genérico, como un hombre genérico, y del cual participarían todos los individuos. Esta doctrina física de la divinización conlleva, sin embargo, ciertos riesgos y no debe ser confundida con la doctrina general de la divinización del hombre. El principal de aquellos riesgos es el de llegar a pensar que en virtud de la divinización de la naturaleza humana de Cristo, esa divinización se prolonga automáticamente a todos los hombres. Será san Máximo el Confesor quien desarrolle todas las implicaciones del misterio cristológico para la divinización. El hombre puede ser divinizado porque Dios se humanizó. El hombre se diviniza tanto, cuanto Dios se humanizó. El hombre divinizado es así el que ha sido transformado, y alcanza el culmen de la libertad por una fijación en el bien. Llega a ser dios e imitador de Dios por esa permanencia en el bien. La divinización del hombre se presenta como un don de toda la Trinidad: viniendo del Padre como de la fuente de todo bien, ella nos es directamente conferida por el Logos, pero en el Espíritu Santo. La divinización es, pues, la irrupción de la Vida trinitaria y su gloria en el mundo y en el hombre. En síntesis somos divinizados por la unión íntima con el Espíritu Santo, que nos une al Hijo de Dios y, a través de Él, al Padre (Fuego trisolar, 61-86).
La Iglesia es el ámbito de divinización del hombre y transfiguración del mundo, esa dynamis transformante alcanza su máxima potencia en la celebración de la Iglesia. La liturgia ritualiza y sacramentaliza el ascenso a Dios: adopción filial, unificación, comunión, semejanza y finalmente, y como englobando todo, la divinización. La Iglesia es la matriz dvinizadora del cosmos. La Iglesia es el gran sacramento, la presencia operante de Dios en el mundo. Todos los sacramentos, y en especial los misterios eucarísticos, se orientan a la divinización del hombre y transfiguración del mundo, la pneumatización de la creación entera, fundada en el Misterio Pascual del Señor. Todo el misterio divinizante de la Iglesia y de sus ritos litúrgicos, así también como todo el ascenso espiritual, culminan en la eucaristía y, más precisamente, en la comunión eucarística. Por el misterio eucarístico, penetra en nosotros el obrar divino y lleva a la perfección nuestra divinización. La celebración que realiza la Iglesia del misterio eucarístico va divinizando al hombre. Por la comunión Dios nos transforma en Sí, en lo que comemos, haciéndonos semejantes a Él. Ella nos hace dioses por gracia y participación, sin que esa divinización disminuya, sin embargo, nuestra naturaleza humana. La divinización es un proceso de divinización en cuanto Dios nos llena todos con su presencia, no dejando nada vacío (El Tálamo, la Iglesia, 122-131).
La divinización es la realización última de la creación. La vida en Cristo tiende a la divinización como fin de todo. La divinización aparece como término y culmen. La divinización aparece como el término de toda la historia de la salvación. De todo esto se sigue que la divinización es, en realidad, una realidad futura, aún cuando esté, de algún modo, incoada en la vida presente. Este carácter futuro de la divinización hace que Máximo (el Confesor) la denomine pascua escatológica (Hombre y mundo saturados por la luz divina, 136-142).
El hombre para responder a esta vocación divinizadora se ve necesitado de la fe, por la cual empieza el proceso divinizador. Un lugar privilegiado en el proceso de divinización se le concede a la obediencia. Así la obediencia en cuanto escucha amorosa del Señor se manifiesta como camino de divinización. La caridad es la dynamis unificante en el misterio de la divinización. Ella hace a Dios descender hacia el hombre; ella hace que el hombre ascienda hacia Dios. La caridad aparece como el medio para alcanzar la divinización, pues es la concentración y plenitud de todos los bienes. Sólo la caridad puede divinizarnos porque, en definitiva, ella no es sino el Nombre de Dios. La compasión hace no que amemos como Dios, sino que amemos con su mismo Corazón. Por la compasión el hombre se vuelve como la luna, que todo lo ilumina por el reflejo en ella de la Luz del Sol de justicia. La divinización requiere un corazón sensible, un corazón que perciba y sienta con los hermanos, especialmente con los que sufren; un corazón que padezca con los que está sumidos en el dolor. El misericordioso “llega a ser dios de aquellos que reciben” esa misericordia (San Máximo el Confesor). No hay imitación mayor del Señor, y por la cual se alcance un grado más alto de divinización, que el dejar que brille en nosotros y en todo su esplendor su corazón compasivo. Nada nos hace más divinos que cuidar del hermano. El hombre divinizado es aquel que manifiesta en sí el Corazón de Dios, la pasión trinitaria: la kénosis de amor. La manifestación suma de la divinización es la de estar dispuestos a dar la vida unos por otros (El Corazón que arde: praxis de la divinización, 160-177).
ARRONIZ, J.M.: Para Ireneo, el hombre no es de sustancia divina, pero queda deificado, al recibir de Dios y hacer suyo el don de la inmortalidad que lo eleva por encima de todo lo que es meramente creado (262). Cuando Ireneo dice que en la consumación el hombre está “dentro de Dios”, “dentro de la luaz de Dios”, “participando de su claridad”, indica que el hombre llega a ser él mismo incorruptible, lúcido, eterno: es decir, espiritual y, en algún modo, de naturaleza divina. La incorruptibilidad es un perfeccionamiento ontológico del hombre, que llega a ser en algún modo Luz conmo Dios mismo (272). La vivificación del ombre corre paralela a un progresivo y ontológico perfeccionamiento, de suerte que la vida se va apoderando más y más del hombre, a medida que se acerca la consumación (276). El hombre persevera eternamente en vida, no porque Dios lo mantenga eternamente en el ser, sino porque Dios lo perfecciona en tal grado que el hombre permanece eternamente porque tiene en sí mismo la fuente de esta permanencia eterna (279).
BALTHASAR (von) H.U.: “Divinización” [más griego] e “incorporación a Cristo” [más latino]…las distinciones entre ambas cosas se esfuman casi completamente: para los griegos la “divinización” tiene como presupuesto irrenunciable la encarnación de Dios, y su prolongación en la eucaristía; por consiguiente, tampoco aquí se llega de otro modo al Padre que –paulina y joánicamente- por el Hijo y en el Espíritu; para los latinos, la incorporación a Cristo es el único camino para llegar a ser partícipes de la vida divina trinitaria; Agustín tampoco rechazará el concepto de divinización (188).
BARZAGHI, G.: El tema de la divinización del hombre es central en la fe cristiana. Por este motivo los padres de la Iglesia lo señalan como una verdad casi indiscutible (40). La divinización del hombre está dentro de dos límites de la presencia de Dios: la presencia de inmensidad y la presencia de gracia (42). Si la gracia es el don que Dios hace de sí mismo al alma del hombre, ocurre que el alma no es el receptor adecuado: esto es, debe ser capaz de recibir la gracia. Pero si la gracia es por esencia la vida divina infinita, el alma humana debe poseer una capacidad infinita. Pero esta capacidad infinita, pasiva y obediencial no es de cualquier manera una capacidad de recibir una acción material y transitiva, porque el alma humana es espiritual y otro tanto se debe decir de Dios y de su obrar, que es también su mismo ser (44).
BELTRAN, M.: Esta participación en lo divino lleva al hombre más allá de los confines de su propia naturaleza, algo caracterizado a veces como un éxtasis por el que trasciende los límites del mundo, pues se trata de la propia participación con lo increado, una unión entre Dios y el hombre que se produce sin confusión ni cambio de esencia. El hombre participa de los atributos divinos sólo por la gracia, de modo que su naturaleza humana no se trasnforma (13).
Y si la naturaleza divina puede hallarse inmanente en la humana sin que haya confusión ni alteración entre ellas, a fortiori en Cristo ambas naturalezas se dan sin que ello comporte dificultad alguna (23).
BIFFI, G.: El verdadero término asignado a la asunción de nuestra humanidad por parte del Unigénito del Padre es la divinización del hombre (33). Desde la eternidad todos los hombres han sido pensados y queridos en Cristo Redentor…Él, antes aun de ser la cabeza de la Iglesia, es la cabeza de todo lo creado (94). La gracia libera al hombre de la opresión sofocante del mal y le permite realizar su índole de “icono de Cristo”, haciéndolo crecer progresivamente en la conexión y en la semejanza con su Salvador. Como se ve, el hombre sin la gracia es “menos hombre”; con la gracia “se humaniza totalmente” (95).
BOFF, L.: La divinización representa el punto culminante de la redención, de la gratuita comunicación de Dios y de la personalización (39). La divinización no es resultado de una dialéctica racional de caminos mistagógicos o de indicaciones rituales. Es don de Dios, quien, con gran amor, se abaja hasta el hombre y lo asume para hacerlo aquello que no es, pero que representa el sumo grado de ser, la divinización (240). El hombre sólo es hombre en la medida en que comulga con alguien distinto a él…Cuanto más se relaciona con el absolutamente Otro, tanto más es él mismo…Por consiguiente la perfecta personalización implica la divinización del hombre. En esta perspectiva comienza a tener nuevamente sentido hablar de participación de la naturaleza divina (243). Para el hombre, participar de Dios es poder tener lo que en Dios es ser: es amar radicalmente, autodonarse permanentemente, comulgar abiertamente con todas las cosas… Cuanto más sale uno de sí mismo, comulga con otro y se da, tanto más se asemeja al ser propio de Dios. Amar es dejar acontecer a Dios en la vida, es divinizarse y permitir que Dios se humanice. Divinizarse no constituye un proceso milagroso, inexperimentable y exterior a nuestra vida. Divinizarse es vivir el amor en la existencia cotidiana (246-247).
BOROS, L.: Sólo la participación sobrenatural (obra de la gracia) en la actividad creadora de Dios hace que el hombre consiga llevar a la plenitud su propia naturaleza…Plena autorrealización es, pues, participación en la actividad creadora de Dios (28-29). Como el ser de Dios es esencialmente idéntico a su acción, el hombre, con cuerpo y alma, y el mundo, recreado por el poder del hombre en virtud de Dios, participan de la esencia divina. En este punto hemos llegado a los límites de la reflexión filosófica sobre el cielo, por cuanto hemos atisbado el misterio de los misterios como fin y contenido del impulso creador del hombre: la divinización de todo (29).
BOULGAKOV, S.: La esencia de la Iglesia es la vida divina revelándose en la vida de las criaturas; es la deificación de la criatura por la fuerza de la Encarnación y de Pentecostés (5).
BRUNO CARTUJANO (1030-1101): Christus, cum Deus sit, deificabit quoque suos (Expositio in Psalmis, 83).
BUENAVENTURA (SAN). : La gracia nos conduce a Dios y actúa de forma que Dios nos posea y que nosotros le poseamos a él, y que así él habite en nosotros (Breviloquium, 1, 5).
La gracia santificante, gratia gratum faciens, nos vuelve deiformes y nos lleva a Dios. Hace que Dios nos posea y que sea poseído por nosotros y de este modo habite en nosotros (Breviloquium, 1, 5).
Esta influencia deiforme (de la gracia), porque es de Dios y según Dios y por Dios, vuelve la imagen de nuestra alma corpórea conforme a la Beatísima Trinidad, no sólo según el orden del origen, sino también según la rectitud de la elección y según la quietud de la fruición (Breviloquium 5, 1).
Nadie posee a Dios, si antes no ha sido poseído por él de una manera especial. Nadie le tiene ni es tenido por él, si no le ama por encima de todo y sin comparación y si él no es el objeto de su amor (Beviloquium, 5, 1).
CABASILAS, NICOLÁS (1322-1398): La vida en Cristo germina ya en este mundo. Aquí tiene sus primicias. Y su consumación en el cielo, cuando lleguemos a aquel día (19). La vida en Cristo no es algo puramente futuro; es ya una realidad presente, que acompaña a los santos que viven y obran conforme a esta vida (27).
¡Que los hombres se divinicen y se hagan hijos de Dios! ¡Que nuestra naturaleza reciba honores divinos y sea elevado el polvo a gloria tan alta, que alcance el honor y condición divina de la Naturaleza Divina misma! ¿Hay acaso alguna otra cosa parecida a ésta? ¿Novedad tan extraordinaria no supera todo? (32).
Pues bien, tal es la obra de la economía dispensada en favor de los hombres: Aquí no comunicó Dios a la naturaleza humana un bien cualquiera, reservándose para Sí lo mejor, sino que infundió en las almas la plenitud de la divinidad y toda la riqueza de su naturaleza (33).
El Salvador, al morir, además de libertarnos, reconciliándonos con el Padre, nos dio el poder de ser Hijos de Dios: y esto lo hace uniendo nuestra naturaleza a la suya, mediante la carne que Él había asumido, y uniendo a cada uno a su propia carne por medio de la virtud de los Misterios (sacramentos). Así hace nacer su propia justicia y su propia vida en nuestras almas (35).
Tal es el precio, la muerte del Salvador, por la que llega a nosotros la verdadera vida. La iniciación en los Misterios (sacramentos) es el medio de hacer afluir esa Vida a nuestras almas: ser lavados por el Bautismo, ungidos con el crisma, y alimentados en la sagrada Mesa. Quienes esto realizan, Cristo habita en ellos, se une a ellos, se entraña en ellos, les borra el pecado, les infunde su vida y fuerza, les hace participar de su Victoria, y -¡oh, bondad!- les corona en el Bautismo y proclama triunfadores en la Cena (43).
En el cielo seremos dioses con Dios (47). Cristo siendo desde la eternidad Dios por naturaleza deificó la humana naturaleza asumida (49). Al quedar deificada nuestra naturaleza humana en el cuerpo salvador, desapareció el vaso que separaba a Dios del hombre (106). Cristo vive entrañado en los que se acercan a los sagrados Misterios (sacramentos), se les entrega (117).
Al encarnarse desciende Dios a la tierra; al asumirnos nos levanta a las alturas. Lo uno es humanizarse, lo otro deificar al hombre (130). Para que los seguidores de Cristo puedan unirse a Él y vivir su misma vide se requiere, por una parte, la obra de la regeneración que Dios obra en ellos y por la que les une a Sí. Pero es además necesario que esta unión se perfeccione por nuestra parte con la práctica de la virtud y los combates gloriosos (151).

CAPÁNAGA, V.: La deificación de los hombres es la obra maestra de Cristo y del Cristianismo, revelada sobre todo en los salmos y en los libros del Nuevo Testamento (746).
La regeneración cristiana infunde una justicia o santidad que es una participación del mismo Dios (474).
El texto del salmo 81, 6: “Ego dixi Dii estis et filii excelsi omnes” le sirve ( a san Agustín) para formular su fe en este misterio y para identificar la filiación adoptiva y la deificación, como también para los Padres Griegos, theopoiein y uiopoiein son la misma cosa (476).
Frecuentemente S.Agustín compara la Encarnación y la justificación. En la Encarnación hay un admirable descenso, pero sin ningún deterioro del ser divino: en la justificación hay un admirable ascenso de la criatura, que tampoco destruye, sino perfecciona y mejora su ser… En ambas hay un intercambio de naturalezas: Dios se hace partícipe de la naturaleza humana, y el hombre se hace partícipe de la naturaleza de Dios (747).
El concepto de participación es fundamental en la doctrina agustiniana de la gracia, y con él se enlazan los de justificación, deificación y filiación adoptiva…No se trata, pues, de una igualación absoluta con Dios, sino de una participación de su ser (748).
La participación de la divinidad en el hombre tiene por fundamento la participación de la humanidad en Jesús, que es la Vid en comunión vital con los sarmientos…He aquí una bella analogía de la deificación, para expresar las relaciones de intimidad entre Cristo y los cristianos, que reciben su vida de Cristo, como los sarmientos de la Vid (749).
Muchas de las fórmulas agustinianas, relativas a la deificación, tienen un alcance escatológico, pues se trata de un proceso temporal que se acaba en la eternidad. Por eso la deificación equivale a inmortalidad (750).
La actuación concreta de estos cambios maravillosos, debidos a la omnipotencia, sabiduría y bondad del Creador, recibe el nombre de participación, concepto que va en la entraña misma de la filosofía agustiniana y en la doctrina de la gracia deificante…Tal participación es analógica, y excluye toda deificación en un sentido panteístico, al estilo de algunos falsos místicos, e incluye más que la participación de semejanza por simple imitación moral, como quieren los semirracionalistas (751).
La divinización de la criatura racional no es un proceso evolutivo de las fuerzas inmanentes en ella, sino una donación gratuita que viene de lo alto. Lo perfecto perfecciona lo imperfecto (752)
El conocimiento por fe imprime una semejanza sobrenatural con Dios…Idéntico efecto produce el amor sobrenatural o infuso. Lo mismo para S. Agustín que para los místicos el amor es asimilativo… “Amando a Dios nos hacemos dioses” [Ser 121, 1] (753).
Resumiendo, concluimos que en la soteriología agustiniana la deificación tiene una importancia considerable. La justicia sobrenatural implica la deificación (754)
CAPDEVILA, V. M.: (III) Tres temas de la patrística oriental (no ajenos a occidente) íntimamente relacionados entre sí y con la divinización del hombre: 1º. La imagen y semejanza de Dios; 2º. La filiación adoptiva, fruto de la encarnación del Logos; 3º. El don del Espíritu Santo (570).
La gracia es a la vez liberación y divinización del hombre…la gracia es siempre divinización del hombre, configura a Jesucristo (589). Los orientales [con relación a la gracia] ponen el acento en la “divinización del hombre”, los occidentales en su “liberación”…la teología oriental de la gracia es optimista…En occidente, san Agustín descubre en la gracia el auxilio divino que lo hace realmente libre (563).
CARBONE, G.: Por una parte está claro que la divinización no significa que la criatura sea absorbida en Dios como la estatua de sal que se disuelve en el agua del mar. Pero de otro lado la divinización no comporta simplemente una liberación de toda forma de alienación y una restitución de la criatura a la propia autonomía, sino que comporta también una elevación, esto es, la comunicación de la vida misma de Dios (193). La dicotomía entre humanización y divinización no es otra cosa que el reflejo del modo de concebir la relación entre creación y redención, entre naturaleza y gracia. La oposición divinización-humanización, deificación-secularización pierde gran parte de su relevancia en la medida en que se toma en serio tres verdades de fe: la inmanencia del Creador en su creación, la prsencia de la shekhinah divina en la historia de la salvación y la función de Cristo en la creación y en la redención (198). La verdad de la divinización del hombre puede ser utilizada como tema unificante y ordenador de la teologóa moral (201). Profundizar en el tema clásico y patrístico de la deificación de la persona humana es particularmente eficaz a fin de superar la fragmentación y la pérdida de unidad en la teología moral y en el saber teológico en general (203).
CERFAUX, L.: (I) La filiación (divina), en sentido paulino, siempre es natural, en el sentido de que no se limita a ser un acto jurídico de Dios, sino que nos crea en el orden espiritual glorificándonos realmente (272).
(II) La resurrección de Cristo ha sido una primera comunicación de esta vida divina…Nuestro ser cristiano es una participación de la vida de Cristo resucitado (266).
La vida del cristiano tiene el mismo origen y la misma naturaleza que la de Cristo resucitado. Es como si la vida, esta vida nueva divina, desbordara de Cristo y se derramara en todos los cristianos para volverlos a crear y renovarlos en su ser…Lo esencial en la relación entre la vida de Cristo y la del cristiano procede de una relación de causalidad: Cristo resucitado es el origen de nuestra vida (269).
“Cristo vive en mi”, simplemente significa: La vida de Cristo (por la eficiencia de la resurrección de Cristo sobre mi) está en mi y constituye mi propia vida (270-271).
Cristo, una vez resucitado con el poder de santificación y de espiritualización, transmite la vida (la vida de la que él es origen, causa eficiente, modelo y depósito) a los cristianos, individual y colectivamente (285).
COLZANI, G.: La relación de Cristo con la criatura no es sólo sanante, no es sólo victoria sobre el pecado, sino que es sobre todo una elevación de la misma a las alturas de la criatura nueva, dándole su misma vida. Este vivir en Cristo es lo que los padres llaman théiosis, divinización. La divinización es el misterio de la presencia y de la actividad de Cristo en nosotros: la comunión con él conduce al hombre a su plenitud (164).
Globalmente hablando la divinización se presenta según dos acentuaciones distintas. La primera contempla un predominio de los tonos escatológicos, llegando a señalarla como una participación en la resurrección de Cristo en virtud de aquel bautismo que nos inserta en la muerte-resurrección del Señor: la participación en la vida divina se describe entonces como una participación en la inmortalidad, en la incorruptibilidad, en la apathéia, es decir, en la situación de vida gloriosa propia del Señor Jesús…La segunda acentuación consiste más bien en el presente de la vida cristiana y vincula la divinización al renacimiento bautismal y a su desarrollo a través de la Palabra, la eucaristía y la ascesis, la oración y la fe, hasta llegar a la unión transformante y hasta la visión de Dios (165).
COMITÉ PARA EL JUBILEO DEL AÑO 2000: La tradición de la Iglesia llama a esta obra santificadora del Espíritu “divinización” o “deificación”… presencia del Espíritu en el hombre se puede llamar también “gracia santificante”, porque si es cierto que los cristianos son “partícipes de la naturaleza divina” [2 Pe 1, 4] esto es posible mediante la santificación del Espíritu [cf. 1 Pe 1, 2] (138).
CONGAR, Y. M. J.: (I) Tenemos que dar todo su impresionante realismo al carácter teologal de esta vida. Es nuestra, enraizada vitalmente en nosotros por dones que son verdaderamente nuestros, pero tiene a Dios mismo por principio y por término. Somos hijos de Dios [1 Jn 3, l-2]. Se trata de una divinización. Dios es Dios no sólo en sí mismo, sino también en nosotros. Y lo es tanto en la tierra como en el cielo. Se comprende que el Espíritu Santo, que es el término de la comunicación de la vida divina intra Deum, sea el principio de esta comunicación de Dios fuera de sí, más allá de sí mismo(587).
Las personas divinas se hacen presentes por medio de los dones de gracia, efecto de las mociones invisibles del Verbo y del Espíritu, como participantes de una comunión espiritual…Cristo y el Espíritu Santo se convierten en la vida de esos fieles… ¿Podemos definir esto como “divinización”?. En la perfecta posesión del cielo, sí. Allí, Dios será “todo en todos” [l Cor 15, 28]…en la tierra, podemos gustar, a lo sumo, las primicias (587).
Los ortodoxos tienen la firme convicción de que la teología latina no expresa una verdadera divinización. Sin embargo, fundada en la doctrina profundísima de las misiones divinas, ve, en la comunicación de gracia, una continuación, en lo creado, de las procesiones eternas… Mediante las misiones del Verbo y del Espíritu, con sus efectos de gracia, Dios –el Dios Trinidad- existe verdaderamente fuera de sí mismo… (588).
(III) Para la antropología antigua, sobre todo la platonizada, el hombre es por naturaleza y por creación imagen de Dios; partícipe propiamente, en orden a la culminación de sí mismo, de las condiciones de la vida divina; ha sido hecho para realizar plenamente la semejanza de Dios (omoiosis to Theó), gozando de las condiciones de la vida divina, la athanasía o inmortalidad. Esto es la divinización, es la entrada en la luz de Dios, la visión de Dios. Así el hombre es en su esencia imagen de Dios, comunicación del ser divino. La naturaleza humana es teófora, hecha esencialmente a imagen de Dios (95-96).
Un tercer elemento determinante de la tradición espiritual oriental: una cierta concepción de la Encarnación redentora como recuperación del proceso de divinización, del que la naturaleza humana guarda una especie de nostalgia…todo lo que el Verbo asume por su venida en carne Él lo salva renovándolo (97).
El Oriente cristiano se inspira principalmente en la tradición platónica; intenta concebir y explicar los seres por una participación de Dios en el orden de la causa formal…Si este punto de vista se aplica a la gracia ésta será concebida como una impresión, una imagen lo más perfecta de Dios…la naturaleza a penas aparecería como una participación imperfecta de Dios, de la que la gracia realiza perfectamente la semejanza (99-100).
El Oriente habla de “deificación”. Se trata de realizar la semejanza con Dios, de llegar a ser “consustancial” con Dios; la realidad de la gracia representa el perfeccionamiento ontológico del hombre que, profundizando y perfeccionando su semejanza nativa y constitutiva con Dios, le comunica las condiciones del ser de Dios. Se trata de una elevación de la ontología humana de una iluminación transformadora del ser mismo de la naturaleza humana (101)…El Occidente habla de bienaventuranza. Se trata de ver a Dios como Él se ve…la gracia es un principio radical de operaciones sobrenaturales; es concebida como participación de la naturaleza divina, es decir, de aquello que en Dios es principio de actos propiamente divinos…A esta doble concepción del término (deificación-semejanza; bienaventuranza-operación) corresponde una doble concepción del hombre: por una parte, una antropología concebida de una manera ontológica y por otra, una antropología pensada desde el punto de vista de la operación (101).
La Iglesia será para el Oriente un medio de operación deificante, por medio de los sacramentos, del culto, por un descenso de la eternidad en el tiempo, de lo invisible en lo visible, de lo increado en lo creado…dándose la tentación de olvidar el carácter militante de la Iglesia (105) La Iglesia es una comunicación y una extensión de la unidad misma de Dios… (131). La Iglesia es como una extensión o manifestación de la Trinidad, el misterio de Dios en la humanidad; la Trinidad y la Iglesia es Dios que viene de Dios y que retorna a Dios llevando consigo y en sí su criatura humana (141).
CORBON, J.: Este poder transformante del río de a Vida que penetra a todo el hombre, persona y naturaleza, la tradición indivisa de la Iglesia lo llama con una palabra maravillosa que resume el misterio de la liturgia vivida: la deificación…Es Jesús quien vino a deificar esta naturaleza humana que Él se ha unido de una vez para siempre…
No hay aquí ninguna pseudomística pancrística, ya que la persona humana permanece la misma, creada y libre, de frente a su Señor y Dios; y no hay tampoco moralismo alguno, otro error que nos acecha, ya que la naturaleza humana participa realmente en la divinidad de su Salvador (215-217).
DE ANGELIS, B.: La divinización, es decir, la filiación que viene por obra del Espíritu, esa por consiguiente prevista desde el momento de la creación y ese objeto mismo de la creación (67). La salvación-deificación es una obra de colaboración entre Dios y el hombre, en la cual la gracia de Dios es el principio activo, sin que la participación del hombre haya de ser entendida en sentido meramente pasivo (71). El proceso de divinización, fundado en la encarnación de Cristo, comienza en el bautismo (75). También la expresión paulina “tengamos el nous de Cristo” es interpretada por Máximo en sentido fuerte, para indicar no solamente el adecuamiento del pensamiento y de la intención a los de Cristo, sino como una real asimilación del nous humano entendido como facultad o “órgasno” del alma, al de Cristo (77).
DE LIBERA, A.: El Libre Espíritu profesaba la deificación sin la gracia (Conclio de Vienne VI, 6, Hefele-Leclerc, pág. 682); distinguiendo los incipientes, los proficientes y los perfecti, afirmaba que una vez llegados a término los perfectos eran deificicados y debían convertirse en objeto de un culto de adoración. Reservaba, sobre todo, la deificación a ciertos elegidos. Para Eckhart, por el contrario, todo hombre debe convertirse en Hijo de Dios…Si la deificación desempeña un papel capital en Eckhart y sus discípulos, Cristo sigue siendo para ellos el único camino posible (20).
Por “deificación” o “justificación”, los místicos renanos entienden la inhabitación de la Trinidad entera en el alma del justo (23).
La justificación y la deificación son presentadas, a menudo, por Eckhart como resultantes del nacimiento del Hijo en el alma asegurando la “penetración” (durchbruch) del alma en Dios (146).
DIADOCO DE FOTICE (+468): Pues el Dios glorioso no se hizo hombre para engañar a la imaginación de su criatura, sino, por la participación en nuestra naturaleza, para destrozar definitivamente la inclinación al mal, sembrada por la serpiente. La “posición” y no la naturaleza es la que ha cambiado la encarnación del Logos para que nos desacostumbremos a recordar el mal y atraigamos el amor de Dios, hemos sido transformados no en algo que no éramos, sino renovados gloriosamente en lo que fuimos una vez (Ascens. VI)
DÍAZ LORITE, F. J.: Pues al comer [la eucaristía] es Él el que nos convierte en suyos y, por tanto, nos hace partícipes de Él mismo y de su divinidad, no por naturaleza como Él es, sino por participación (272).
Esta unión [con Cristo en la eucaristía] es tan fuerte que la única comparación posible es la unión que existe entre el Padre y el Hijo…así al estar unidos a Cristo participamos, también por gracia, de su naturaleza divina, por lo cual llegamos al culmen de lo humano, a ser dioses por participación. Esto significa que al recibir a Cristo en la eucaristía comenzamos a vivir la vida eterna, pues aquella no será sino la consumación de esta vida de gracia (273).
En esta comunión con el Dios trino y uno es donde llegamos al cumplimiento definitivo de lo que estábamos destinados: a ser semejables a la imagen del Hijo (277).
DOCKX, S. I.: El Hijo es el autor de la adopción como causa formal ejemplar. Como hijos de Dios por adopción tenemos una cierta semejanza con el Hijo de Dios por naturaleza. Esta semejanza permite atribuir la adopción, por apropiación, al Verbo (Capítulo primero: la filiación adoptiva). Capítulo II: La deificación en general (párrafo 1): Esta presencia de Dios en nosotros constituye la comunicación de la naturaleza divina. La deificación en el estado de bienaventuranza (párrafo 2). Capítulo III: la fuente de nuestra deificación en este mundo. Capítulo IV: el conocimiento amoroso de Dios. Capítulo V: nuestra deificación y las relaciones trinitarias. Capítulo VI: nuestra filiación sobrenatural: nuestra unión a Dios por la gracia es una semejanza de la naturaleza divina.
DUNS ESCOTO, J. (1265-1308): El alma se hace deiforme gracias a la especial inhabitación de Dios, como el carbón se convierte en fuego, igniforme, mediante el fuego que está presente en él (Ord. II, d.26, q.un., n.16).
La gracia es la participación en la vida divina (Ord. III, d.13, q.4, n. 14
DURRWELL, F. X.: (I) En suma, la resurrección de los muertos tiene su fuente allí donde la creación y la divinización del hombre empiezan: en el misterio del Hijo (98).
(II)Dios crea a los hombres a su imagen; quiere divinizarlos, pero en su Hijo, en la receptividad. El intento luciferino, en donde el hombre tiende a divinizarse fuera de la sumisión a Dios, es una perversión de la naturaleza humana (34).
(III) Es verdad que san Pablo utiliza una palabra (huiothêsia) que, en el lenguaje profano, expresa la adopción filial. Pero lo entiende en su sentido etimológico: el fiel es realmente constituido hijo. Cuando Dios hace del hombre un hijo, no actúa jurídicamente, sino divinamente, es decir, como creador. En su humanidad, Jesús no es un hijo adoptivo y su resurrección es un engendramiento muy verdadero. También es real el engendramiento de los que resucitan junto con Cristo: “El nos ha regenerado…por la resurrección de Jesús de entre los muertos” [1 Pe 1, 3]; “nos ha engendrado con un germen incorruptible” [1 Pe 1, 23], mediante la participación en la “naturaleza divina” [2 Pe 1, 4]. El que nace de este modo es hijo de Dios más aún que de sus padres… Los fieles son hijos de Dios, porque son “uno en Cristo Jesús”, formando con él una unidad personal [Gál 3, 28]. Son uno no porque constituyan una persona colectiva; no existe persona colectiva. Son hijos de Dios y están unidos entre sí en virtud de la persona de Cristo en la que han sido asumidos de alguna manera. Cristo constituye la personalidad profunda de cada uno, filializa a cada uno, lo une a sí mismo en la unidad de su persona…Por tanto el fiel está cristificado, está personalizado por Cristo, está divinamente filializado (81-82).
EMERY, G.: (I) La filiación consiste en la participación de la vida divina que confieren la gracia y más tarde la gloria, en virtud de una conformación con el Hijo por el don del Espíritu Santo (292). Esta participación en la que consiste la filiación adoptiva es una “divinización” o “deificación” (296).
La gracia santificante y sus dones de sabiduría y de amor son necesarios para que se dé “proporción” entre el hombre y las personas divinas, es decir, para elevar la naturaleza humana y el obrar humano a fin de hacer al hombre capaz de llegara Dios [ es la divinización] (542-543).
ESCOTO ERIÚGENA, J. (810-870): «Por tanto, del mismo modo que todo el hierro candente se licúa hasta el punto de que parece haber sólo fuego, pero siguen siendo distintas las sustancias de uno y otro, así se debe aceptar que, después del fin de este mundo, toda la naturaleza, tanto la corpórea como la incorpórea, sólo manifiesta a Dios, aunque permanezca íntegra de tal modo que a Dios se le pueda com-prender aunque siga siendo in-comprensible y la criatura misma sea transformada, con maravilla inefable, en Dios» (V, PL 122, col. 451 b).
Quema el Padre, quema el Hijo, quema el Espíritu Santo, porque a la vez nuestros delitos son consumidos y a nosotros, como un holocausto por THEISIN (esto es, la deificación), nos atraen a su unidad (PP, IV, 743A).
EVAGRIO PÓNTICO (+399): La oración es la más divina de todas las virtudes (Tractatus de Oratione, 150).
FARRUGIA, E.: Deificación o divinización representa la antropología del oriente cristiano desde el tiempo de los padres hasta el día de hoy…“Deificación” es una expresión típica forjada por los padres griegos para expresar el objeto central del hombre en esta vida (236).
El pensamiento de Rahner representa la tentativa de traducir el mensaje de la deificación en clave moderna. Según él, los términos del AT y del NT convergen en el tema de la “participación de la naturaleza divina”. Gracias a la iniciativa divina, el hombre llega a ser “partner de Dios” (241).
Desde esta perspectiva Rahner no duda en llamar a la historia del mundo una “historia de deificación” y de “pneumatización” (espiritualización) del mundo (242).
Entre Dios y el hombre existe, al menos como ideal que se va realizando en la historia, una unidad-en-la-distinción. Lo cual representa para Rahner el modo de expresar la teología patrística del hombre como imagen y semejanza de Dios. Se trata propiamente de la historia de Dios en el mundo, pero dejando espacio a la libertad del hombre (242).
Dios se da a sí mismo: da su vida para que sea participada. Por eso, Rahner uiliza el término “Selbst-mitteilung”, la autocomunicación de Dios al hombre en la revelación y en la gracia. Dios se comunica libremente, y también la respuesta del hombre, de aceptación o de rechazo, es libre (242).
El intento prográmatico de esta apertura al pensamiento oriental aparece en un documento inédito que Rahner escribió durante la segunda guerra mundial: “La teología oriental siempre tiene algo que decir: naturalmente, también viceversa. La teología oriental da un estímulo nuevo a pensadores como Tomás, Petavio, Scheeben. La teología oriental de la resurrección y transfiguración…de la transformación también del universo entero por medio de la gracia posee una cualidad que puede impulsar actualmente también nuestra teología occidental” (243).
En el Curso Fundamental sobre la Fe (1976) como en otros escritos suyos (de Rahner) la categoría de la autocomunicación de Dios viene descrita como “perdonante y deificante” (243).
FERNÁNDEZ JIMÉNEZ, F.M.: Otra característica de la divinización es que a ella están llamados todos los hombres, aunque los caminos para llegar a ella sean distintos (106).
Un hecho importante, en este camino hacia la divinización, es el que Dios dé al hombre el verdadero conocimiento…En efacto sólo conociendo a Dios, el ser humano podrá amarlo y, de este modo, buscar únicamente su gloria, uniéndose a él (107).
FLICK, M.-ALZEGHY, Z.: Los textos litúrgicos que hemos citado demuestran que la doctrina de la participación de la naturaleza divina forma parte del magisterio ordinario de la Iglesia (559).
Para comprender plenamente el peso del testimonio patrístico sobre la deificación, hay que observar que los padres no se limitan a repetir las palabras de la Biblia sobre la “participación de la naturaleza divina”, sino que interpretan esta doctrina de manera diferente, por medio de una terminología muy extendida en la filosofía religiosa helenística (557-558).
Si los padres desafían el peligro de los malentendidos (panteísmo) y no dudan en usar esta terminología para expresar la doctrina revelada, ello quiere decir que juzgaban insuficiente toda explicación puramente moral y metafórica de la participación de la naturaleza divina (558).
La Iglesia no ha definido nunca la participación del justo de la divina naturaleza. Pero la revelación afirma explícitamente esta doctrina, y la Iglesia la enseña como parte integrante de la fe: Por consiguiente, es de fe divina y católica la realidad de esta participación (562).
FORTE, B.: Mientras que Oriente se mantendrá en una contemplación teológica más vinculada a la vivencia espiritual y litúrgica, profundizando en la idea de la “deificación del hombre”. Occidente dirigirá su atención especialmente a las dimensiones antropológicas de la gracia (191).
A través de ellos (los sacramentos) la gracia se hace presente en el tiempo como prenda y anticipación de la eternidad; en este sentido la liturgia revela de forma muy densa cómo la gracia no es más que la gloria en el tiempo de la peregrinación, y la gloria no es más que la gracia en el cumplimiento de la patria. “Grace is glory in exil, glory is grace at home” [J. H. Newman]” (267).
FRANSEN, P.: La doctrina que entiende la gracia como divinización alcanzó su punto culminante precisamente durante las duras controversias cristológicas y pneumatológicas (615).
La doctrina oriental sobre la gracia se puede resumir en el concepto de apocatástasis, con el que se indica el restablecimiento de la humanidad caída operado por Cristo y realizada en nuestras almas por el Espíritu Santo (616).
FROMM, E.: La afirmación más fundamental de la Biblia sobre la naturaleza del hombre es que éste ha sido hecho a imagen de Dios (61). El hombre no es Dios, pero si adquiere las cualidades de Dios, no está por debajo de Dios, sino que anda con Dios (63). ¿De qué modo trata el hombre de imitar las acciones de Dios? Practicando los mandamientosde Dios, su ley…Esta imitación de Dios mediante el obrar del modo que obra Dios significa hacerse más y más semejante a Dios, significa al mismo tiempo conocer a Dios (64). Lo que hemos descrito hasta aquí representa la línea principal del pensamiento bíblico y rabínico: el hombre puede hacerse como Dios, pero no puede hacerse Dios (65).
GALINDO RODRIGO, J. A.: En cuanto a la equivalencia significativa de la participación de la divina naturaleza y la divinización, creo que es patente. En ningún caso puede pensarse la participación sin la divinización y viceversa. Más aún, ambos conceptos se incluyen recíprocamente. Y se identifican (211).
La divinización es una intensificación y plenificación de la justificación. Pero evidentemente no es lo mismo divinizar que justificar…No obstante ambas, la justificación y la divinización, van inseparablemente unidas; porque ambas son dimensiones de una misma realidad que es la gracia (213).
La deificación no es una mera relación intencional entre el hombre y Dios desprovista de consistencia ontológica, cualquiera que sea la forma que se le dé. Sino que es necesario que la divinización sea también entitativa (215-216).
La divinización se realiza en todo el ser personal del hombre. Este ser personal tiene dos dimensiones: el estático-esencial…y el dinámico-existencial…La divinización se realiza en ambos; aunque su centro de gravitación es el ser personal-esencial…El ser personal-esencial, ya establecida la divinización del hombre, genera y determina la continua divinización del ser existencial (222-223).
Pero el bien comunicado al hombre es el amor, que es el ser de Dios, según la Escritura. Así la divinización se constituye en la transición de lo ontológico (bien) a lo personal (amor). Nada hay en la gracia más óntico que la “participación de la naturaleza divina”…la divinización sería el núcleo y la síntesis de la gracia (382).
GARCIA DE HARO, R.: Para revelar el misterio de nuestra nueva relación con Dios, la Sagrada Escritura habla de la filiación divina…siendo hijos de Dios, llegamos a ser un hombre nuevo, una nueva criatura, hasta el punto de no ser extrraños, sino familiares de Dios…Por este nuevo nacimiento llegamos a ser hermanos de Cristo…La filiación divina del cristiano se revela así estrechamente ligada al misterio de la Trnidad: es el modo en que se realiza nuestra participación en la vida íntima de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo (396).
Nosotros somos dioses por participación: S. Tomás resalta que es todo el ser creado el que es elevado, y no solamente ayudado en su obrar: “la gracia antes está en la esencia que en las potencias”, así se llega a deber hablar de nueva creación o recreación…La correspondencia entre el misterio de la divinización y la participación metafísica, continúa también en realación a la dialéctica del Uno y el múltiple: la criatura en gracia es divinizada, no totalmente, sino participativamente; y por esto somos muchos dioses por participación y un solo Dios (397).
El nuevo ser de la divinización debe estar constantemente sostenido por Dios, en conformidad con el realismo ontológico de la nueva creación: “la gracia es causada en el hombre por la presencia de la divinidad” (S. Th. III, q.7 a 13 ac.)…La filiación adoptiva es una semejanza participada de la Filiación divina natural (398).
La participación en la Filiación natural del Verbo –en la cual consiste nuestra filiación adoptiva- …debe ser relación con el Padre, pero una realación participada de la relación perfecta, única y subsistente. (400).
Somos hijos del Padre en el Hijo por el Espíritu Santo, radicalmente transformados y regenerados en lo profundo de nuestro ser -y por tanto, en toda nuestra persona, naturaleza, potencias y operaciones-; verdaderamente deificados, vivamos en la luminosidad del misterio de la Santísima Trinidad (401).
GARRIGOU-LAGRANGE, R.: La gracia nos asimila también inmediatamente a Dios como tal, en su vida íntima; es una participación formal analógica de la Deidad tal como es en sí…la gracia santificante es una semejanza analógica de Dios en tanto que Dios o de su Deidad, de su vida íntima, que no es naturalmente participable ni naturalmente cognoscible de forma positiva (475).
La palabra deificar [utilizada por Santo Tomás] demuestra que la gracia es una participación de la naturaleza divina, no solamente según la razón del ser o de la inteligencia, sino según la razón propia e íntima de la Deidad (476).
Desde toda la eternidad el Padre tiene un Hijo, al que le comunica toda su naturaleza, un Hijo igual a Él, al que le da ser Dios de Dios… y, por pura bondad, gratuitamente ha querido tener en el tiempo otros hijos, hijos adoptivos, según una filiación no solamente moral (por declaración exterior), sino real, íntima (por la producción de la gracia santificante, efecto del amor activo de Dios por nosotros). Él nos ha amado con un amor no sólo creador y conservador, sino vivificador, que nos hace participar de su vida íntima, de la visión inmediata que Él tiene de sí mismo y que comunica a su Hijo y al Espíritu Santo (478).
La gracia santificante nos hace hijos de Dios por una semejanza analógica y participada de la filiación eterna del Verbo…es, por tanto, en nosotros una participación de la Deidad tal como es en sí…tal como la ven los bienaventurados…el justo tiene una vida no solamente intelectual, sino deiforme, divina, teologal, deificada(479).
La gracia es un accidente finito (un hábito entitativo, recibido en la esencia del alma), la fe es un hábito operativo recibido en nuestra inteligencia, la caridad un hábito operativo, recibido en la voluntad. Todo esto es verdad en razón del sujeto que lo recibe; pero estos hábitos son una participación formal de la vida íntima de Dios; de otra forma, no nos dispondrían a verla tal cual es en sí, por una visión inmediata que tendrá el mismo objeto formal (quod et quo) que la visión increada que el Dios uno en Tres Personas tiene de sí mismo (480).
La gracia santificante es una participación formal analógica de la Deidad tal cual es en sí (482).
GELABERT, M.: (I) En el centro de la paradigmática historia del primer pecado aparece esta dimensión de autoafirmación: “seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” [Gén 3, 5]. Adán se pone en lugar de Dios, pretende ser dueño único de su destino, tomarse a sí mismo por medida y disponer de sí mismo a su talante, negándose a depender del que lo ha creado. Entiéndase bien: la gravedad del asunto no está tanto en querer ser como dioses, cuanto en quererlo ser en la desobediencia a Dios. Pues el hombre, creado a imagen de Dios, fue llamado a compartir la vida divina…Apoyándose en la propia finitud no puede sacierse el deseo infinito del hombre. La llamada a compartir la vida divina no puede lograse desde la ruptura, la autonomía y el enfrentamiento. Pues Dios es Amor en la Comunión, y la divinización humana siempre es algo recibido, que no puede alegarse en contra del dador…El hombre, llamado a la divinización, pero criatura limitada, no puede divinizarse por sí mismo, sino por gracia. En suma, el pecado no está en pretender ser como Dios, sino en pretenderlo al maregen de Dios (163-164).
En esta comunicación Dios sigue siendo Dios, el misterio absoluto, la realidad sin medida. Y, sin embargo, viene al hombre, comunica su ser…Y el hombre, sin dejar de ser hombre, sin quedar anulado en su finitud, se diviniza, su área vital queda elevada a nivel sobrenatural por la vida divina. Esta divinización, lejos de anular al hombre, le personaliza, le permite alcanzar su verdadra statura, su auténtica dimensión humana. Dios es más Dios que nunca cuando viene al hombrey el hombre es más hombre que nunca cuando recibe a Dios (226).
GILLET, R.: La misión del hombre es, pues, divinizar el cosmos sensible, sirviendo de intermediario entre el cosmos y Dios (76). El hombre contribuye a dirigir hacia Dios toda la creación (77).
Liberar al hombre de la muerte y deificarle es, según Gregorio de Nisa, la misión del Salvador…La encarnación reconcilia a toda la creación con Dios (79).
El hombre divinizador cósmico, se ha visto, con la encarnación, relevado en esta función por Cristo. Relevado e infinitamente sobrepasado, pues la unión personal con el Verbo, privilegio exclusivo de la humanidad de Cristo, ha extendido su fuerza y sus consecuencias a todas las criaturas racionales. Relevado, pero no reemplazado, pues Cristo para cumplir su misión se ha hecho hombre. Esta es la razón de que podamos decir, según el pensamiento de Gregorio de Nisa, que el hombre, como Cristo, tiene poderes divinos (83).
GONZALEA-AYESTA, C.: Me ineresó, por tanto, desarrollar el estudio de los dones (del Espíritu Santo) desde la perspectiva de la inhabitación como divinización del cristiano (12). La inhabitación de las personas divinas en el hombre se da por las misiones invisibles del Hijo y el Espíritu Santo. Así se opera la divinización del hombre…Santo Tomás se refiere a la radical divinización dl hombre que posee al Dios trino como su fin-felicidad, su bienaventuranza (199).
GRANADOS GARCÍA, L.: “Os he dicho sois dioses, todos vosotros, hijos del Altísimo” [Sal 81, 6]. El tema patrístico de la divinización adquiere en el Confesor una fuerza y síntesis incomparable. A partir de una profunda reflexión metafísica, la imagen bíblica supera la mera metáfora sin caer por ello en una disolución en lo divino. Se trata de una verdadera divinización que, como veremos, es, al mismo tiempo, completa humanización (106).
Jesucristo no sólo posibilita la divinización del hombre, sino que, en cuanto Logos Creador, se presenta como su modelo. Esto no supone una mera reproducción exterior y contingente de sus obras, sino más bien una semejanza interior (129-130).
Como ya vimos la misión divinizadora de Cristo es característica de su sacerdocio. Ahora podemos precisar que esta consiste en una nueva generación [gennomenon] según el modelo de su obediencia al Padre: la divinización consiste en un nuevo nacimiento que nos hace connaturales [symphitoi] con Cristo. De este modo, la nueva plasmación de la imagen, consiste en formar “imágenes vivas de Cristo” [zosas eikonas Xristou] en aquellos que siguen su misma vida: iconos del ágape (131).
La divinización, por ello, consiste en la cristificación. Al igual que en Cristo, supondrá un camino de crecimiento en las virtudes y en la gnosis, y el don del Espíritu que disponiéndolo interiormente posibilitará la acción humana en concordia con la voluntad del Padre (132).
La ausencia de pecado en Cristo implica una diferencia fundamental con la divinización del justo, pues en Él no es necesaria la purificación del mal y de las pasiones contrarias al logos. Por otra arte, la perfección de la libertad de Cristo supoen que no sólo no comete pecado sino que no puede pecar…Esta impecabilidad, presente en Él desde el inicio será para el justo el punto de llegada de su divinización (133).
Así pues, en unidad y diferencia respecto a Cristo, la divinización del justo es plena, sin por ello quedar disuelto en lo divino. Se trata de una renovación en el tropos, no en el logos. La naturaleza humana permanece idéntica pero recibe un nuevo modo divino que no es mera restauración de un estado anterior. En virtud de la encarnación del Logos divino, la dignidad humana es enriquecida de una forma nueva. Redimida del pecado que la alejó de Dios, recibe, además, la salvación, es deci, la divinización a imagen de Cristo (134).
Al igual que Cristo, el hombre debe avanzar desde la imagen hacia la semejanza divina através de las virtudes y la gnosis. A diferencia de Cristo, tal camino incluye la purificación de las pasiones contrarias a la naturaleza, que han roto la armonía interior del hombre (135).
La divinización sólo es posible desde la primacía absoluta de Dios, por su sola fuerza. Esto no niega la colaboración humana [sinergia], sino que aclara que “no hay más que un recurso para aniquilar los males: Dios”, y que sólo a partir de este pilar puede darse una verdadera sinergia (136).
El Espíritu actúa en las potencias naturales llevándolas a su perfección, de modo que éstas, lejos de ser eclipsadas, se convieten en operadoras de divinización…Por tanto, la divinización consiste en la acción divina [del Espíritu] de una persona humana (139).
De este modo, el fundamento de esta sinergia divinizadora se halla en la encarnación. El camino que el Espíritu recorre en nosotros es semejante al del Logos en la humanidad de Cristo, que aprendió a ser hijo a través de su obediencia. Esto es posible porque el mismo Espíritu Santo es el Espíritu de Cristo (140).
Al hacer suyo el obrar divino, las acciones del justo se convierten en manifestación de la presencia de Dios en el mundo. Se produce una unidad en la operación entre Dios y los que son dignos y, más aún, una cieta encarnación de Dios en el justo (148).
El fruto de la divinización es, pues, la plena libertad obtenida por la impecabilidad. La libertad limitada y siempre en camino durante la vida del justo alcanzará su perfección en el cielo, donde la impecabilidad será absoluta…La impecabilidad del justo, como un querer y rechazar lo mismo que Dios, es posible sólo en virtud de la acción redentora de Cristo. La acción humana de la persona divina del Hijo abre el camino de la divinización del hombre…La plenitud de la divinización consiste en la acción divina de una persona humana, es decir, en la acción del justo con un tropos divino, queriendo y rechazando todo y sólo aquello que el Padre quiere y rechaza (151).
La divinización es una gracia divina que se recibe humanamente, pues el Espíritu no actúa sin el hombre, sin sus capacidades naturales: la necesaria colaboración del hombre con Dios [sinergia] supone su docilidad, a imagen de Cristo, el “ungido” por el Paráclito. Así, el mismo Espíritu que camina en Jesús por las virtudes, diviniza lacarne del justo haciéndolo partícipe de Cristo.Los dones del Paráclito, acciones del Espíritu de Cristo, realizan la divinización, es decir, esculpen en el hombre la imagen de Cristo (154).
GROSS, J.: Que el cristiano viva una vida divinizada es una verdad universalmente admitida desde el siglo IV: y no como una verdad puramente especulativa y abstracta, sino como una convicción profunda, una idea-fuerza, que fue tal vez el resorte más poderoso de la época (344).
GROSSI, V.: En la Iglesia ortodoxa griega la divinización en Cristo es la base soteriológica de la mística o unión con Dios. El hombre, en otras palabras, en Cristo es incorporado en la divinidad [la divinización] (322).
En realidad el hombre de Agustín es aquel de la visión paulina, que, sometido al pecado, gime por la redención. Por tanto, la primera acentuación gravita no tanto sobre el hombre que se diviniza cuanto sobre el hombre liberado del mal y adoptado como hijo de Dios. El término “redención” llega ser con él la palabra clave de la teología occidental y, por tanto, su teología constituye un todo de antropología y soteriología. Él, por tanto, trata prevalentemente el aspecto medicinal de la gracia (negado por los pelagianos), la gratia sanans, pero trata también de los frutos de la gracia, que deifica el alma haciéndola partícipe de su naturaleza divina y, por eso mismo, hija adoptiva de Dios. En otras palabras, la deificación se identifica en él con la filiación adoptiva. Agustín por tanto desarrolla la divinización del hombre sobre todo en relación a la comprnsión del misterio de la encarnación, que nos establece en la filiación adoptiva (323-324).
Agustín desarrolló la divinización del hombre sobre todo en relación a la comprensión del misterio de la encarnación, que fundamenta la filiación adoptiva del hombre, también –respecto a los griegos que hacen palanca en la Theopoiesis o divinización y hablan por ello siempre de elevación, de glorificación del hombre- insiste sobre la liberación del mal operado por la gracia, dado que este dato era negado por los pelagianos (335).

GUILLERMO DE SAINT-THIERRY (1075-1148): Hay otra semejanza con Dios, que ya no se llama semejanza, sino unidad de espíritu, cuando el hombre llega a ser uno con Dios, un espíritu, no sólo por la unidad de un idéntico querer, sino por no ser capaz de querer otra cosa. De esta manera, el hombre merece llegar a ser no Dios, sino lo que Dios es: el hombre se convierte por gracia en lo que Dios es por naturaleza.
HONORIO DE AUTUN (1090-1152): La causa de la encarnación de Cristo ha sido la predestinación de la deificación humana. Desde la eternidad, en efecto, estaba predestinado por Dios que el hombre sería divinizado (Liber octo quaestionum, q. 2, PL 172. 1187).
ISAAC DE STELLA (1100-1169): El Hijo de Dios es el primogénito entre muchos hermanos, y, siendo por naturaleza único, atrajo hacia sí muchos por la gracia para que fuesen uno solo con él. Pues da poder para ser hijos de Dios a cuantos lo reciben (Sermón 51).
ISAAC EL SIRIO (640-700)
Déjate conducir por la compasión, que cuando ella se encuentra en tu corazón, es en ti el icono de de la santa belleza, a la semejanza de la cual has sido creado. El carácter universal de la compasión, aun sin que haya necesidad de la mediación del tiempo, da al alma el comulgar con la divinidad, en la unidad del esplendor de la gloria (Discurso 1).
JEREMIAS, J.: Si Dios es el padre, los discípulos son sus hijos…Ser hijos de Dios, a los ojos de Jesús, no es don de la creación, sino don escatológico de la salvación. Tan sólo el que pertenece al reino, puede llamar Abba a Dios, ya desde ahora tiene a Dios como padre, ya desde ahora está en la condición de hijo. La condición de hijos, que los discípulos poseen, es participación en la filiación de Jesús. Es anticipación de la consumación (213-214).
JOURNET, CH.: La gracia de Cristo es una gracia filial…Por el hecho de extenderse de Cristo a su Iglesia no cambia de naturaleza la gracia santificante. Lo mismo en uno que en otro caso es una participación de la naturaleza divina (80-81).
JUAN DE AVILA (San): Pues así como mi Padre está en mí, y, por estar Él en mí, la vida que yo vivo es en todo semejante a la de mi Padre, que es vida de Dios, así aquel en que yo estuviere por medio de este sacramento [eucaristía], la vida suya será semejante a la mía, y así no vivirá ya como hombre, sino como Dios (Meditación del beneficio que nos hizo el Señor en el sacramento de la Eucaristía: II, 759).
El que comulga llega a “ser participante del mismo Dios” (Meditación del beneficio…: II, 760).
Llegamos a ser un espíritu con Él y a ser Dios por participación (Sermón 18, 10: III, 233).
Siendo el manjar tú, los conviertes en ti, y siendo tú verdadero Dios, haces a ellos dioses por participación (Sermón 56,18: III, 755).
El hombre con Dios es como Dios y sin Dios es grandísimo tonto y loco (Carta 2, 19-20: IV 15).
Debéis perseverar en vuestro ejercicio [amar a Dios], porque si no perseveráis, no vendréis a gozar de la corona y el paraíso que vienen a alcanzar los aprovechados en este santo amor, aun acá en la tierra (Carta 26, 195-198: IV, 164).
¿Dónde más alto se puede subir que en amar a Jesucristo, que la amó y lavó con su sangre y se da a sí mismo al que lo ama y de hombre la torna en Dios? (Carta 43, 46-48, IV, 223).
JUAN DE LA CRUZ (San): Este aspirar del aire es una habilidad que el alma dice que le dará Dios allí en la comunicación de el Espíritu Santo, el cual, a manera de aspirar, con aquella su aspiración divina muy subidamente levanta el alma y la informa y habilita para que ella aspire en Dios la misma aspiración de amor que el Padre aspira en el Hijo y el Hijo en el Padre, que es el mismo Espíritu Santo que a ella la aspira en el Padre y el Hijo en la dicha transformación para unirla consigo. Porque no sería verdadera y total transformación si no se transformase el alma en las tres Personas de la Santísima Trinidad en revelado y manifiesto grado. Y esta tal aspiración de el Espíritu Santo en el alma con que Dios la transforma en sí… (891).
De donde las almas esos mismos bienes poseen por participación que Él por naturaleza; por lo cual verdaderamente son dioses por participación, igual y compañeros suyos de Dios…El alma participará al mismo Dios, que será obrando en Él acompañadamente con Él la obra de la Santísima Trinidad de la manera que habemos dicho, por causa de la unión sustancial [y por amor] entre el alma y Dio (893).
Y finalmente, todos los movimientos y operaciones e inclinaciones que antes el alma tenía del principio y fuerza de su vida natural, ya en esta unión son trocados en movimientos divinos…De manera que…la sustancia de esta alma –aunque no es sustancia de Dios, porque no puede sustancialmente convertirse en Él, pero estando unida como está aquí con Él y [asimismo] absorta en Él es Dios por participación de Dios (965-966).
KÜNG, H.: La divinización del hombre que no se entiende como identificación panteísta con la divinidad, sino como participación ontológica y dinámica Dios (56l).
El problema actual no es tanto la divinización del hombre cuanto su humanización…Si esta interpretación ha de tener sentido para el hombre actual, sólo lo logrará en tanto en cuanto diga algo para la humanización del hombre (562).
LADARIA, L. F.: (II) La filiación divina es una participación de aquella relación única e irrepetible que Jesús tiene con el Padre. No es posible por tanto vivirla sin la comunión con Jesús (149). La presencia de Dios mismo en nosotros es el fundamento de nuestra divinización. Sólo si el Espíritu está en nosotros podemos participar realmente en el misterio de la vida divina…La divinización es precisamente un tema de primera magnitud en la teología patrística, que se ha de ver en íntima relación con la filiación divina y con la vocación a la imagen y semejanza divinas. La divinización está en relación con la regeneración bautismal, con la nueva situación que el hombre vive por la fe en Jesús, el Hijo encarnado. Es, en efecto, el misterio de la encarnación el que está en la base de esta teología: la finalidad de la encarnación es, precisamente, la divinización del hombre (151).
(III) La resurrección y la glorificación de Cristo, que significan su perfección en cuanto a la naturaleza humana asumida, son la causa de nuestra plenitud…La salvación y la plenitud del ser humano son la participación en la gloria de Cristo, la que posee en la humanidad que ha asumido en su encarnación y de la cual no se ha desprendido ni nunca se desprenderá (14).
Jesús el Hijo de Dios nos hace hijos de Dios en él. Sólo así participamos en la vida del Dios uno y trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta es la única vocación divina de todo hombre (15).
El Nuevo Testamento nos presenta en muchas ocasiones la salvación como la participación en la vida de la humanidad glorificada de Jesús…El contenido de nuestra salvación se liga por tanto esencialmente a la plenitud de la vida divina que Jesús recibe en su humanidad (143).
(IV) Nuestra unión al Hijo en la participación de su filiación divina es, pues, la perfección máxima a que el hombre puede aspirar…El hombre es así el ser llamado a la comunión con Dios, a la participación en su vida en Cristo. Por ello no han vacilado los Padres en hablar de la divinización del hombre…La unión de Jesús con todos nosotros por el hecho de haber asumido nuestra naturaleza, que permite después la comunicación a todos de su vida de resucitado, es la base de nuestra participación en su relación con el Padre…Somos hechos partícipes por gracia de la filiación que él posee por naturaleza (151-153)…Sólo Dios Padre es en rigor el sujeto activo de nuestra adopción filial, el que, por la obra de su Hijo y del Espíritu, nos hace hijos suyos; no somos hijos del Hijo, ni tampoco, propiamente hablando, de toda la Trinidad (255)…El Hijo es, según santo Tomás, la causa ejemplar de la adopción. Nuestra filiación depende de la suya (257). …Jesús asumiendo la naturaleza humana, se ha unido con todos nosotros; ha compartido nuestra condición para que nosotros pudiéramos compartir la suya. Este intercambio es el único que nos permite hablar de condición filial y de divinización. La humanidad de Jesús es plenamente divinizada en la resurrección. La divinización del hombre no puede concebirse sino como la incorporación a la humanidad divinizada de Jesús…es aconsejable dar a la noción de filiación una cierta primacía sobre la de divinización (274)…La divinización solo es posible por la acción del propio Dios…La transformación interior del hombre, su “divinización”, no acontece sin la cooperación de la libertad humana, movida por la gracia misma (275)…La transformación divinizadora del hombre no se da de una vez para siempre…hay una santificación continuada del hombre, un constante don divino en virtud del cual nosotros podemos ser gratos a Dios (276).
(V) La divinización significa adopción filial, participación en la filiación divina de Jesús por el don del Espíritu. La divinización del hombre [cf. 2 Pe 1, 4] no puede considerarse más que en relación con la filiación, más aún, solamente a la luz de ésta es bien entendida. Podemos ser divinizados en la medida en que participamos de la condición filial de Jesús…Nuestra divinización no tiene sentido sin la filiación, de la misma manera que, de modo todavía más radical, no podemos separar la divinidad de Cristo de su filiación divina (29-30).

LARCHET, JC.: VII. Análisis y justificación de la concepción de San Máximo el Confesor: La divinización está por encima de la naturaleza (563). La capacidad de operar la divinización no está en la naturaleza humana (564). La divinización, por tanto, no puede proceder más que de una operación sobrenatural de Dios. Dicho de otra forma, no puede ser sino un don de Dios, efecto de su gracia (566). El hombre divinizado permanece plenamente humano (573). Conserva, por tanto sus facultades umanas (574). La energía natural del hombre no es suprimida, sino conservada (576). La libertad humana es salvaguardada (578).
VIII. El hombre llega a ser verdaderamente dios, permaneciendo plenamente hombre: Las leyes y los límites de la naturaleza son abolidos por el hombre divinizado, que es elevado por encima de la naturaleza y de su propia naturaleza (582). En el hombre divinizado se produce una transformación que afecta a su naturaleza (587). El hombre que llega a ser dios no es divinizado por naturaleza, no se convierte en Dios por esencia, no deja de ser un hombre (589).
IX. El hombre llega ser dios según la gracia: según la gracia y por participación (600).
XI. La divinización del hombre implica una comunión personal con Dios (612).
XII. El hombre divinizado guarda su identidad personal (614).
XIII. La divinización del hombre va pareja con su adopción filial (616).
XV. El hombre es divinizado completamente: alma y cuerpo (638).
LEBRETON, J.: Si los cristianos son hijos de Dios, se debe ello al hecho de que han sido incorporados al Hijo único y de que participan de su vida…La filiación divina de Jesucristo es la fuente de la que brota la filiación de los cristianos (249).
LISON: (II) La divinización, o deificación, se encuentra en el corazón del designio de Dios, es su don supremo, es la salvación y la vocación más profunda del ser humano. Según una fórmula frecuentemente evocada, que remonta a Atanasio, Dios se hizo sarcoforo –portador de una carne- para que nosotros nos hiciéramos pneumatóforos –portadores del Espíritu- . Esta convicción de la tradición patrística ha permanecido, hasta nuestros días, como el gran ideal de la Ortodoxia. En este sentido, la divinización está en la “cumbre de la teología ortodoxa” (61).
Gregorio Palamás, monje del Monte Athos, posteriormente arzobispo de Tesalónica, y muerto en 1359…goza de un gran prestigio en la tradición oriental. Su autoridad, aunque no exclusiva, es más o menso análoga a la que occidente reconocía en Tomás de Aquino. En este sentido, el pensamiento de Gregorio Palamás representa también “una cúspide de la teología ortodoxa” (61-62).
La salvación consiste en ver la luz tabórica que emanaba del cuerpo glorioso de Cristo. El último designio de Dios es que esta gracia increada del Espíritu, del cual el Hijo es guardían, pueda al fin divinizar al ser humano, cuerpo y alma, por completo, y transfigurar así toda la creación (66).
El conflicto palamitano no se desarrollaba, por tanto, al nivel de la abstracción conceptual. El Hesicasta percibía muy bien que la salvación estaba en juego. Según él, la gracia divina no podría divinizarnos si ella estuviera separada de su fuente increada. He aquí por qué Gregorio Palamás reprocha sin cesar a sus adversarios el hecho de rebajar al Espíritu al rango de una criatura. La gracia, energía o luz divina, brota necesariamente de la vida común de las tres hipóstasis divinas, aun si ella es distinta de esta fuente. En otras palabras, la gran intuición de Gregorio Palamás es que la Trinidad de Dios se comunica realmente. Sin descubrir, no obstante, su trascendencia inaccesible, es decir, su Santidad –que absorbería a la criatura- , Dios se da, se exterioriza, hace brotar fuera de sí mismo su propia vida para que ella envuelva al ser humano y restaure su naturaleza (66).
Esta doctrina palamitana muestra aquí, sin duda, una debilidad. Pues no encontramos muchos rasgos de una dimensión comunitaria de la comunión con Dios. Esta se reduce, en la obra de Palamás, a un lazo individual de cada creyente con las energías del Espíritu. El teólogo de la doctrina hesicasta concede así muy poca importancia a la koinonía fraternal, a la Iglesia en tanto que es Cuerpo de Cristo…En esta perspectiva, el papel de la Iglesia consistía en sustraer a los fieles de las trivialidades terrestres para establecerlos en el camino de la divinización (66).
Aquellos a quienes la energía increada deifica no serán nunca idénticos a Dios, pues la esencia divina permanecerá siempre totalmente inaccesible. El palamitanismo no cede nunca al panteísmo (67).
El elemento ético entra aquí en juego, pues las energías increadas no actúan como irradiación propia de la luz física. Son una efusión personal de Dios. El Espíritu no puede actuar en los bautizados si no cooperan a su presencia. Gregorio Palamás insiste, de vez en cuando, sobre esta sinergia indispensable de los creyentes y de la gracia. Explica, por ejemplo, que el Espíritu, presente en todas partes, no puede actuar más que allí donde encuentra una materia conveniente, como el fuego tiene necesidad de combustible para manifestarse. Él advierte, en otra parte, que el Espíritu no se da más que a aquellos que son dignos en proporción a su pureza, su fe y su amor ((67).
La cooperación exigida a los creyentes consiste únicamente en volverse disponibles a la presencia deificante del Espíritu…Este es el papel de la ascesis…lavida ascética no se orienta a mortificar el cuerpo para extirpar las pasiones, sino más bien a hacer que el alma y el cuerpo participen de la gracia (68).
La oración juega, evidentemente, un papel esencial en esta elevación hacia Dios. Sabemos cómo el movimiento hesicasta cultiva la oración del corazón (68).
En el pensamiento de Palmás esta unión transfiguradora implica la adopción de los bautizados que los convierte en coherederos de Cristo, los regenera y los une -krathenai- a la luz de Dios. Implica igualmente la habitación de la gracia del Espíritu y, por ella, toda la Trinidad hasta la parte más profunda del cuerpo de los creyentes, que es el corazón. He aquí por qué, según Palamás, el esfuerzo de su oración consiste en hacer entrar su intelecto –la parte más excelente de su alma- en sí mismo, para encontrarse precisamente con su corazón, en donde la luz trinitaria resplandece siempre como antaño sobre el Tabor. La transfiguración que se produce al término de toda esta búsqueda es la divinización (69).
Desde aquí abajo, los bautizados pueden hacer la experiencia sensible –aisthesis- de la gracia. Esta produce, en el corazón de quienes la reciben, alegría, calidez, lágrimas gozosas. El alma tranquila saborea –geio, geisis- ya entonces los bienes futuros y el corazón es invadido por la certeza –pleroforia- de su salvación (69).
Una mirada superficial podría hacer creer que el alma sola es así divinizada. Pero Gregorio Palmás no considera, de ninguna manera, la elevación del alma como una evasión del cuerpo. La antropología palamitana es resueltamente monista. Todo lo que afecta al alma marca también al cuerpo que le está unido…Sea lo que sea, es por la mediación del alma que el Espíritu transforma el cuerpo…Bajo el efecto de a luz divina los cuerpo perderán su materialidad, se harán sutiles, spirituales. Esta transfiguración integral del cuerpo y del alma, completará el designio de Dios. El ser humano será devuelto plenamente a la vida de Dios, de la cual la falta de Adán lo había alejado (69).

LOPEZ DE MENESES, P.U.:
SECCIÓN SEGUNDA: Capítulo II: La “theosis” en la teología de Juan Escoto Eriúgena: Para Escoto, creación y deificación son dos caras de un único esquema de lo real. Dios crea para la deificación (134). La deificación era para Escoto el estadio final de nuestro ser en Cristo. Totus deificatus, el hombre completamente deificado, tendrá lugar con la resurrección de la carne, cuando se cumpla el designio total de la Voluntad divina. Mientras, en la historia, la deificación es siempre una realidad incoada sin más, donde sólo la Eucarisía representa un adelanto de la plena santidad (139). Capítulo III: La teología monástica de la unión con Dios: Si hubiera que resumir con un adagio el ideal monástico de la divinización, acudiríamos sin lugar a dudas a la reiterada expresión medieval: “Deus ex natura, deus ex gratia”: el hombre puede ser por la gracia lo que Dios es por naturaleza (145). Según los autores monásticos, la deificación cristiana se relaciona estrechamente con el deseo interior y personal de crecimiento en la vida de unión con Dios. Esta realidad spiritual se interpreta teológicamente, como ya había ocurrido en la patrística, a partir de la doctrina platónica de la semejanza con Dios. Transformado por la gracia, el cristiano llega a ser semejante a Dios (145). La deificación patrística desemboca en la teología del siglo XII a través de un doble cauce: la tradición occidental de la gracia, orientada básicamente por la teología agustiniana, y la teología de Oriente, representada entre otros por Máximo el Confesor, Pseudo Dionisio y Gregorio de Nisa (146).El interés de Guillermo y Bernardo por relacionar la divinización con las relaciones intratrinitarias nos recuerda el camino abierto por S. Agustín en la tradición de Occidente. Es una de las notas principales de la doctrina medieval de la deificación, y ha de caracterizar igualmente la mística especulativa de la Edad Media (169). Capítulo V: Las doctrinas de Eckhart y Ruusbroec sobre el entendimiento y el amor deificantes, a pesar de las diferencias de matiz, entroncan con la gran tradición “mística-ontológica” de la theosis (225).
SECCIÓN TERCERA: Capítulo I: Christus in fide adest, la teología de la “thosis” en Lutero: Comentando el pasaje de S. Juan [1 Jn 3, 2] sobre el renacimiento de los bautizados a la condición de hijos de Dios, Lutero aprovecha para explicar la meta del hombre como una unión y semejanza plena con Dios, es decir, en términos de “deificación” (243). En el pensamiento de Lutero, como había ocurrido anteriormente en la tradición patrística y medieval, el amor sobrenatural del cristiano es presentado con tal capacidad de transformación que quien posee la caridad se hace uno con Dios, hasta el puno de asemejarse entonces con la divinidad, no sólo en el plano moral sino también en el entitativo, lo cual quiere decir que se diviniza ontológica y verdaderamente (254). El amor, según lo entiende Lutero, posee en sí la capacidad de unir un ser pecador, como es el hombre por naturaleza, con la pureza perfecta que es Dios (259). A los ojos de Lutero, la deificación equivale a una salida el ser del hombre y el traslado al ser divino (261).
SECCIÓN CUARTA: Capítulo II: Gracias a la teología de Scheeben, las ideas renovadoras sobre la presencia del Espíritu en el hombre se unen a la gran tradición de las misiones trinitarias, de manera que la doctrina de la deificación adquiere un panorama más amplio y de mayor profundidad especulativa (367). En la teología de Scheeben, la divinización del hombre tiene lugar en la transmisión de la sustancia divina que realiza el Espíritu deificante por medio de su presencia esencial (369-370). Capítulo III: La deificación no consiste en una transformación de la naturaleza humana, que continúa marcada por la realidad del pecado, sino que es el agraciamiento divino por el que el hombre, en correspondencia con la elevación propia de la Encarnación, se encuentra asumido en una nueva posibilidad de hacer realidad en su vida el misterio de la comunión con Dios por el don del Espíritu (390). La antropología cristiana posterior a los humanismos ateos ha procurado expresar el misterio de la deificación de tal manera que se evite tanto el riesgo de individualismo, teniendo en cuenta la dimensión social del hombre, como el del ontologismo, prestando atención a la historicidad del ser humano (394). La deificación en la mística de Teilhard: El punto de partida de Teilhard se encuentra ampliamente afianzado en la doctrina oriental de la deificación. La orientación final del hombre y del mundo responde a la promesa de deificación final, presente en el designio inicial de Dios y en el proceso de evolución histórica (398). La Encarnación ocupa para Teilhard el primer puesto en el misterio de Cristo porque significa la “entrada de Dios” en la materia para transformarla, para conducirla a la divinización definitiva (399).
LORDA, J.L.: (II) Esa divinización no es una metáfora, sino una participación real en la vida trinitaria. El hombre es introducido en la comunión de las personas divinas. Mientras estemos en este mundo, es un don parcial de Dios, que se hatrá pleno en la vida eterna, con la contemplación directa de Dios. Esta divinización acabará transfigurando también el cuerpo, como cuerpo glorioso, a semejanza de Jesucristo (408).
Siguiendo a Gregorio Palamas (S. XIV), la tradición ortodoxa entiende que esta divinización es causada por una acción divina o, en griego, “energía” divina, a la que llaman gracia o gloria (409).
Desde el principio, la predicación cristiana coincide con el sentir griego en que el ser humano está emparentado con lo divino [Hch 17,29]. Pero, además, el cristianismo aporta una relación nueva con Dios por la acción del Espíritu Santo. La doctrina de la divinización es desarrollada principalmente por la teología alejandrina…También los escritores latinos, sobre todo Tertuliano, hablan de la deificatio, inspirándose en Ireneo (410).
Los Padres desarrollan diversos argumentos para entender cómo se produce la divinización: 1) En primer lugar, el Espíritu nos diviniza porque nos proporciona un principio de inmortalidad, ya que nos va a resucitar, como se ha mostrado en Jesucristo. Es el argumento más antiguo. 2) Nos divinizamos también por la contemplación de Dios. 3) Pero el argumento más importante y el más teológico es el “admirable intercambio con Cristo”. Cristo es Dios y hombre, ha unido la humanidad a su divinidad. Los cristianos uniéndonos sacramentalmente a su humanidad, participamos de su divinidad, por una identificación, qe se produce en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía. 4) Además, nos divinizamos on las obras de la caridad, al cumplir los mandamientos y los consejos que Jesucristo dio en su Sermón de la Montaña (411-413).
(III) Al recibir el Espíritu Santo, somos identificados con Cristo e introducidos en la vida divina. Esto causa un efecto transformador en el hombre, como se manifiesta en la vida de los santos. En cierto modo es “divinizado”. Este tema es desarrollado casi unánimemente por la patrística griega y hoy es un patrimonio vivo de las Iglesias orientales. Forma parte muy principal de su enseñanza. En ella concentran la antropología, lo que la fe cristiana pude decir acerca del hombre, y lo relacionan con la experiencia ascética y mística (99).
Desde el principio, la predicación cristiana coincide con el sentir griego en el que el ser humano está emparentado con los divino [Hch 17, 29] y que esto se manifiesta especialmente en las funciones de su espíritu [inteligencia] y en las características de su alma [espiritualidad]…El proceso de salvación del hombre se puede expresar con una teología de la imagen: la semejanza fue dada por Dios, se perdió por el pecado, y se recupera por la salvación en Cristo. La semejanza que se desarrolla por la acción del Espíritu Santo es la divinización (100). Los Padres griegos afirman que la divinización a la que, por influencia platónica, aspiraba la cultura griega, se realiza eminentemente en el cristianismo. Por eso, la doctrina de la divinización resume el misterio cristiano y, al mismo tiempo, sirve como argumento apologético ante la cultura griega (100-101).
Los Padres desarrollan diversos argumentos para entender cómo se produce la divinización. En primer lugar, el Espíritu nos diviniza porque nos proporciona un principio de inmortalidad, ya que nos va a resucitar, como se ha demostrado en Jesucristo…Nos divinizamos también por la contemplación de Dios…Además está la identificación sacramental que se produce en la Eucaristía…Poe úlktimo, nos divinizamos con las obras de caridad (101-103).
La patrística griega piensa la transformación del cristiano como una divinización, usando metáforas que tienen una expresión litúrgica…La divinización es un gran tema espiritual que conecta con secretas aspiraciones del alma humana (120).
LOSSKY, V.: (I) “Dios se hace hombre a fin de que el hombre pudiera llegar a ser dios”. Estas potentes palabras que encontramos por primera vez en san Ireneo vuelven a aparecer en la pluma de san Atanasio, de san Gregorio Nacianceno, de san Gregorio de Nisa. Los Padres y los teólogos ortodoxos las repetirán siglo tras sglo, con la misma insistencia, queriendo expresar en esta frase lapidaria, la esencia misma del cristianismo: un descenso inefable de Dios hasta los últimos límites de nuestra debilidad humana, hasta la muerte, descenso de Dios que abre a los hombres un camino de ascensión, los horizontes sin límites de la unión de los seres creados con la Divinidad. El camino de descenso [katábasis] de la persona divina de Cristo, hace a la persona humana capaz de un ascenso [anábasis] en el Espíritu Santo. Era necesario que tuviera lugar la humillación voluntaria, la kénosis redentora, del Hijo de Dios, para que el hombre caído pudiera alcanzar su vocación de Theosis, la deificación del ser creado, por la gracia increada. Así la obra redentora de Cristo o sobre todo, de una manera más general, la Encarnación del Verbo, aparece aquí puesta en realción directa con el fin último de las criaturas, a saber la unión con Dios. Si esta unión es realizada en la Persona Divina del Hijo, Dios se hace hombre, se sigue que ella se realice en cada persona humana, se sigue que cada uno de nosotros, a su vez, llega a ser dios por la gracia o “participando de la naturaleza divina”, según la expresión de san Pedro [2, P 1, 4] (95-96).
El misterio de Pentecostés es tan importante como el de la Redención. La obra redentora de Cristo es condición indispensable de la obra deificadora del Espíritu Santo…El Hijo se hace semejante a nosotros por la encarnación; nosotros nos hacemos semejantes a él por la deificación, en cuanto partícipes de la divinidad en el Espíritu Santo, que la comunica a cada persona humana en particular (107).
(II) Según el pensamiento de Evagrio Póntico desarrollado por san Máximo, conocer el misterio de la Trinidad en su plenitud es entrar en la unión perfecta con Dios, alcanzar la deificación del ser humano, es decir, entrar en la vida divina, en la vida misma de la Santísima Trinidad, hacerse “partícipes de la naturaleza divina” (51).
Sólo Dios puede devolver a los hombres la posibilidad de la deificación, liberándolos al mismo tiempo de la muerte y del cautiverio del pecado. Lo que el hombre debía alcanzar elevándose hacia Dios, lo lleva a cabo Dios descendiendo hacia el hombre (101).
Para san Máximo, la encarnación [sarkosis] y la deificación [theosis] se corresponden y se implican mutuamente. Dios desciende al universo, se hace hombre, y el hombre se eleva hacia la plenitud divina, se hace dios, porque esa unión de las dos naturalezas, divina y humana, ha sido determinada en el Consejo eterno de Dios, porque es el fin último para el cual el mundo ha sido creado de la nada (101).
La deificación, la theosis de las criaturas se realizará en su plenitud en el siglo futuro, después de la resurrección de los muertos. Sin embargo, desde aquí abajo, es preciso que esa unión deificante se efectúe cada vez más, cambiando la naturaleza corruptible y corrupta y adaptándola a la vida eterna. Si bien Dios nos ha dado en la Iglesia todas las condiciones objetivas, todos los medias para alcanzar ese fin, es necesario que produzcamos, por nuestra parte, las condiciones subjetivas necesarias, pues la unión se realiza en la synergeia, en una cooperación del hombre con Dios. Este lado subjetivo de la unión con Dios constituye la vía de la unión que es la vida cristiana (146).
LOT-BORODINE, M.: (VII) La deificación es coparticipación por medio de la gracia, por tanto un modo de conocer y de ser. En efecto, en la antigüedad el conocimiento es asimilación del sujeto al objeto: conocer es ser. Porque conocer y amar a Dios son un todo, ambos en un último análisis quieren decir llegar a ser Dios; o bien, dada la heterogeneidad de la esencia, llegar a ser “semejante a Dios”. Pero sólo Dios hace conocer a Dios; él sólo, en un carisma supremo, don sustancial del Espíritu, actualiza la latente semejanza deiforme del alma humana (139).

MATEO SECO, L.F.: La divinización del hombre es ante todo relación filial al Padre (453). Nuestra adopción filial tiene lugar por la unión real con Cristo por obra del Espíritu Santo. Esta unión implica, a su vez, una transformación del hombre tan alta que los Santos Padres la califican sencillamente con el nombre de theosis y deificatio (453).
La divinización del hombre tiene como centro nuestra unión con Cristo y, en consecuencia, es esencialmente referencia filial al Padre. En Cristo tiene lugar la divinización del hombre, incluida la incorruptibilidad que recibe en la resurrección de los cuerpos (457).
La deificación se realiza, pues, por el Espíritu que une a los hombres con el Verbo y por medio del Verbo con el Padre (460).
El hombre ha sido llamado en Cristo a la unión con la divinidad. Para que esta unión pudiera tener lugar, el Verbo le imprimió al hombre y a su misma naturaleza una semejanza y un parentesco tal con la divinidad que lo empujase hacia arriba provocando en él el deseo de lo divino (465).
MAUSBACH, J.: En los griegos la gracia es una maravillosa elevación, glorificación, divinización del hombre: en Agustín es sanación, liberación, reconciliación del hombre enfermo, esclavo, alejado de Dios (37-38).
MEYENDORFF, J. (III): Para expresar esa concepción “geocéntrica” del hombre –tan parecida a los intentos actuales de elaborar una “antropología teocéntrica”- , los teólogos bizantinos se sirvieron de los conceptos de la filosofía griega, en especial la noción de theôsis o deificación (15).
Tanto si se aborda el dogma de la Trinidad o de la cristología, como si se examina la eclesiología o la doctrina sacramental, la línea maestra de la teología bizantina descubre la misma concepción del hombre, llamado a “conocer” a Dios, a “participar” en su vida, a ser “salvado”, no simplemente por una acción extrínseca de Dios o por un conocimiento racional de proposiciones y verdades, sino por el hecho de “hacerse Dios”. Y esa theôsis del hombre, según la teología bizantina, es completamente distinta del retorno neoplatónico a un Uno impersonal. Es una nueva expresión de lo que el Nuevo Testamento llama “vida en Cristo” y “comunión en el Espíritu Santo” (16).
“Dios se hizo hombre”, escribe Atanasio, “para que el hombre pudiera hacerse Dios”. Este principio fundamental de la teología alejandrina, que iba a dominar la entera discusión teológica sobre la “deificación”, creó muchos problemas. Los peligros más obvios eran el panteísmo, la huida de la historia, y el epiritualismo platonizante. Por su parte, la teología ortodoxa de Calcedonia, a pesar de que suele tener presentes esos peligros, implica una concepción positiva del hombre como un ser llamado a superar en todo momento sus limitaciones de creatura. La auténtica naturaleza humana se considera no como “autónoma”, sino como destinada compartir la vida divina que se ha hecho accesible en Cristo (17-18).
La concepción de la fe y de la teología cristiana, según los Padres Griegos, abre una posibilidad de experimentar a Dios por caminos distintos del conocimiento intelectual, de la emoción, o de los sentidos. Eso significa, simplemente, una apertura de Dios, su existencia fuera de su propia naturaleza, su acción o “energía”, por la que él se revela voluntariamente al ser humano. Al mismo tiempo, eso implica una propiedad peculiar del hombre, que le permite rebasar los límites del universo creado… [Esto hace posible lo que] los Padres Griegos definen como los “ojos de la fe”, “el Espíritu” o finalmente, la “deificación” (34).
En el conjunto de la creación, el papel del hombre es el de unificar todas las cosas en Dios, y así vencer a los poderes malignos de separación, división, desintegración y muerte. Por eso, el “movimiento natural” del hombre, decretado por Dios, su “energía” o voluntad, está dirigido a la comunión con Dios, o “deificación”, y no aislado del conjunto de la creación (73).
A través de la humanidad de Cristo, deificado por su unión hipostática con el Logos, todo miembro del Cuerpo de Cristo tiene acceso a la “deificación” por gracia, mediante la actuación del Espíritu Santo en la Iglesia de Cristo (75).
En la comunidad monástica bizantina…la oración se entendía como camino para alcanzar la meta de la vida cristiana, es decir, la participación en la vida de Dios, y la deificación [theôsis] mediante la comunión con la humanidad deificada de Cristo, por la acción del Espíritu Santo (126).
En su “deificación”, el hombre puede hacerse Dios sólo “por gracia”, o por “energía” (146).
La victoria de las tesis de Palamas en el siglo XIV fue, por tanto, la victoria de un humanismo específicamente cristiano y centrado en Dios. Su intuición fundamental de que la “deificación” no suprime la humanidad, sino que hace al hombre realmente humano, tiene una gran relevancia para nuestras inquietudes contemporáneas. El hombre sólo puede ser plenamente “humano”, si logra restablecer la comunión con Dios que había perdido (147).
El hombre puede ser deificado no por su propia actividad o “energía” –eso sería pelagianismo-, sino por la “energía” divina, a la que su actividad humana se muestra “obediente”; entre las dos se establece una “sinergia”, cuya base ontológica es la relación de las dos energías en Cristo (306).
En su “deificación” el hombre alcanza la meta suprema para la que fue creado. Esa meta, ya realizada en Cristo por una intervención unilateral del amor de Dios, encierra el sentido de la historia humana y también un juicio sobre el hombre. La acción de Dios está abierta a la respuesta y al libre esfuerzo del hombre (307).
La deificación implica una “participación” del hombre creado en la vida increada de Dios, cuya esencia permanece trascendente y, por tanto, excluye cualquier participación (345).
“Vida en Cristo” y “vida en el Espíritu” no son dos formas distintas de espiritualidad; son aspectos complementarios del mismo camino, que lleva a la “deificación” escatológica (360).
La fe cristiana conduce a la transfiguración y “deificación” de la totalidad del hombre, y, como ya se ha visto, esa “deificación”, como experiencia viva, es accesible incluso ahora, y no solamente en el reino futuro (397).
La dimensión escatológica no es sólo una realidad futura, sino también una experiencia presente, accesible en Cristo por los dones del Espíritu Santo…En la presencia eucarística del Señor se hace realidad su venida futura y queda trascendido el “tiempo”. Igualmente, la entera tradición de la espiritualidad monástica oriental se basa en la premisa de que ahora, en esta vida, el cristiano puede experimentar la visión de Dios y vivir la realidad de la “deificación” (404).
De ahí también que, si se concibe el destino final del hombre –y por tanto, su “salvación”- en términos de theôsis o “deificación”, más bien que como “justificación”, o sea, liberación del pecado y de la culpabilidad, la Iglesia deba entenderse en primer lugar como comunión entre los hijos libres de Dios, y sólo en segundo término como una institución dotada de autoridad para regir y juzgar (416).

MOLTMANN, J.: Participar en la gloria del ser divino eterno significa recibir una vida que no conoce la muerte sino que se caracteriza por la permanencia y la inmortalidad… Dios se hace hombre y asume la “ley de la muerte” para arrebatar a la muerte el poder sobre los hombres y sobre la creación y produciendo la vida imperecedera. La visión de la teopoiesis o deificación del hombre y de la creación presupone la superación de la muerte mediante la muerte del Dios humanado y su resurrección (78-79).
MONJE CONTEMPLATIVO (Un): LA DEIFICACIÓN EN LA SAGRADA ESCRITURA: La Sagrada Escritura, por una parte se preocupa de preservar lo absoluto de la trascendencia divina y presenta la asimilación a Dios como don inestimable y total de la gracia y la benevolencia de Dios…y nos revela los temas que fundan la doctrina de la deificación: la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, el parentesco con Dios, la imitación de Dios en Cristo, la adopción filial, la inhabitación de Dios en nosotros, la generación de Dios, el ser miembros de Cristo, el ser alimentado con su Cuerpo y Sangre, la participación en la incorruptibilidad e inmortalidad, la visión asimiladora de Dios, la participación en la naturaleza divina, el amor desmedido de Dios por nosotros (13).
LA DEIFICACIÓN EN LOS PADRES DE LA IGLESIA ORIENTAL: En la Tradición de los Padres de la Iglesia oriental, Dios es Amor-ágape, Amor de benevolencia sobreabundante, es el divino filántropo que crea al hombre a su imagen para poder dársele a Sí mismo y por él se hace hombre, para que la divinización del hombre responda “a la humanización de Dios” (22). La doctrina de la deificación es, pues, unaverdad de tal modo indiscutida que constituye un sólido fundamento para la defensa de la fe y es punto de partida para la argumentación teológica (25). Para describir la deificación, los Padres griegos recurren de forma preferente a cuatro imágenes: la luz, el fuego, el sello y el agua en el vino (31).
LA DEIFICACIÓN EN LA TeOLOGÍA, ESPIRITUALIDAD Y LITURGIA CRISTIANA-ORIENTAL: En la teología cristiana oriental el fin último del hombre es la unión con Dios o deificación, la theosis de los Padres, es decir, la transformación, el estado deificado del ser humano (43) La encarnación y la deificación se corresponden y se implican recíprocamente. Dios desciende al universo, se hace hombre, y el hombre se eleva hacia la plenitud divina, se convierte en dios (44). La causa de nuestra divinización es la incorporación a Cristo, Dios encarnado (45). Según los Padres orientales, la encarnación produjo una revivificación total de la naturaleza humana asumida por el Verbo, que hace posible la connaturalizad del hijo de Dios con la naturaleza humana de sus hermanos y sienta las premisas de la deificación participada de todos los salvados (46).

MUSSNER, F.: La participación de la naturaleza divina a que se alude en 2 Pe 1, 4b no es sino la participación en la vida imperecedera de Dios mediante la gracia que se confiere en el bautismo. Sólo en este sentido se puede aducir tal pasaje a favor de una teología de la divinización (603).
NELLAS, P.: (I) La deificación no debe quedar exclusivamente en el plano de la teología espiritual sino que ha de convertirse en la categoría fundante de toda antropología teológica (179).
NICODEMO DE ATHOS: Dios, bienaventuranza, perfección más allá de cualquier perfección, principio creador de todo lo que es bueno y bello, ha preestablecido desde la eternidad la deificación del hombre; para ello le propone una prueba y lo deja a su libre albedrío y, como premio por la lucha, estableció que recibiese la gracia de la deificación –ya presente en la sustancia de su ser-, haciendo que se convirtiera en dios (Filocalía-Proemio).
NICOLA, A.: La divinización es fruto del vaciamiento de la divinidad para rejuvenecer la naturaleza humana. Podríamos afirmar entonces que el contacto ontológico en la divinización provoca una nueva manera de plantear una relación: la “amistad” del alma junto a Dios (7).
Concluyendo nuestro trabajo tenemos los elementos para contestar nuestra pregunta inicial: ¿el ser tocado por la divinización es un nuevo ser?
El ser tocado por la divinización es un nuevo ser en cuanto que en su interior, en su “diastema” se produce una intensificación que le hace alcanzar la vida de Dios. No como algo sobreañadido, no como algo que empieza a ser y antes no era, sino en esa cualificación que hace cambiar la alteración por intensificación. Recibe un alimento que lo nutre al ser profundamente: el Espíritu Santo. Lo abraza como dos noches al día, encerrándolo como en un círculo, estableciéndolo como un amigo o, podríamos decir, elevándolo y uniéndolo como un esposo a su esposa.
Es innegable la importancia de la analogía en todo esto. Sin su ayuda difícilmente podríamos haber arribado a esta conclusión, la “proportinalitas” es necesaria para poder establecer el adecuado puente entre el Ser del Creador y el ser de la criatura.
Dos últimas consideraciones, de tipo pastoral, vienen a mi mente como elementos de una reflexión que el tema estudiado ha suscitado. El drama humano del sufrimiento como experiencia negativa puede ser asumido y transformado desde el don del Hijo hecho carne, muerto y resucitado, que vuelve a cultivar, a levantar lo que estaba devastado y arruinado. De la noche se puede pasar al día. Pero la experiencia de la historia humana nos enseña que puede suceder también al revés. Por eso es importante la hora del «entremedio»: el amanecer, cuando todavía no está del todo claro, allí es donde se levanta la Vida, donde se nutre el jardín con el Espíritu. Entonces, a partir de esto que pensamos, podemos redescubrir la posibilidad de una cercanía y acompañamiento de las situaciones dolorosas.
También me parece importante rescatar cómo la divinización no se da aisladamente. Se realiza junto a otros, en un espacio y un tiempo atravesados. Allí es donde el ser de la iglesia, como sujeto social, juega su papel importante. Es allí, también, donde es determinante su ser portadora de la deificación como lugar concreto en medio del universo sinfónico (Conclusión).
OCÁRIZ BRAÑA, F.: (II) Entre nuestra filiación divina y la filiación del Verbo se da una similitud (asimilación, conformidad y configuración) y una disimilitud infinitamente más grande, que Ocáriz resume en esta tabla: Hijo natural/ hijos adoptivos; el Hijo, engendrado desde toda la eternidad/ los hijos hechos en el tiempo; Hijo único/ muchos hijos; el Hijo es Dios/ los hijos son deificados; el Hijo es filiación/ los hijos tienen la filiación; es Hijo del Padre/ hijos de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo (102).
OROZ RETA, J.: Todo el proceso de la gracia se dirige a la divinización o deificación del hombre en virtud de la participación analógica en el ser mismo de Dios. Agustín ha visto en la deificación del hombre el fruto y el efecto más noble de la redención de Cristo, que alcanzará su última y perfecta mplenitud con la resurrección de la carne. El “totus homo deificatus”, el hombre total deificado de san Agustín, es el ombre escatológico, el de la resurrección de la carne…El cambio producido por el sacramento del bautismo llega a un grado misterioso, ya que hace al hombre “particeps divinitatis”, partícipe de la naturaleza divina: Es lo que llamamos deificación o divinización del hombre por la gracia de Dios (231).
No es justo admitir la negación de la teología divinzante en la soteriología de san Agustín…Para Agustín, la gracia es ciertamente liberación, curación, reconciliación, pero es también elevación, glorificación, iluminación. Y es también deificación o divinización (234-235).
La deificación del hombre es la obra más importante –la obra por excelencia- de Cristo, revelado en el nuevo Testamento y ya adivinado en el Antiguo…Si deseamos encontrar un fundamento general para explicar la realidad de la deificación del hombre, una base filosófica y teológica al mismo tiempo, podemos apelar a lo que se conoce como principio de participación. Esta participación es simplemente analógica y excluye toda deificación real, en el sentido panteísta, al estilo de algunos falsos místicos. Pero al mismo tiempo incluye alguna superior a la particpación moral, debido a una semejanza o imitación, como pretenden los semiracionalistas (236).
El fundamento y la razón de ser de este privilegio extraordinario: la participación de la naturaleza humana por parte del Hijo de Dios, que se hizo hombre (238-239).
Entre el Hijo de Dios y todos sus hijos adoptivos, es decir, todos los que han recibido el favor o la gracia divina de ser tales, hay una distancia infinita. La participación en la divinidad es, como hemos ya indicado, analógica (239-240).
Agustín utiliza las fórmulas de la participación para explicar de una manera o de otra el misterio de la deificación. Hace alusión a dos metáforas: la de la luz y la del fuego. Las dos metáforas hacen referencia a dos prerrogativas de la criatura racional: el conocimiento y el amor (241).
Tal sería la divinización o deificación de que estamos tratando aquí: la transmisión de cualidades divinas a un sujeto humano, enriqueciéndolo de un modo prodigioso (442).
La deificación tiene un carácter escatológico porque, según san Agustín, Cristo vendrá como Dios-hombre a transformar a los hombres en dioses. Esto se realizará mediante la investidura del hombre con la inmortalidad y la incorrupción. En este sentido escatológico la deificación se limita a la igualdad con los ángeles, el más alto grado de perfección que el hombre puede alcanzar (244).
Hay, pues, una realación entre la primera y la segunda resurrección, entre la conversión y la glorificación y la deificación del hombre, cuerpo y alma. Ahora, en la tierra nosotros portamos en la fe la imagen del hombre celeste, que aparecerá completo en la resurrección, cuando la deificación conseguirá su perfección integral (245).
PALAMAS, G.: Dios, en plena posesión de su plenitud, deifica a los que son dignos de ello, uniéndolos consigo, peo no de un modo hipostático -que sólo pertenece a Cristo- (371).
PANE, R.: La soteriología cristiana presenta dos componentes complementarios: la liberación del pecado y el ingreso en la vida divina. La redención es al mismo tiempo liberación del mal y entrada en la libertad de los hijos de Dios: Cuando se habla de divinización del hombre no se puede prescindir del primer aspecto (la liberación del pecado), pero a pesar de todo se pone el acento en el aspecto positivo y reconstructivo, se puede hablar de la elevación del hombre a la vida divina (82). La divinización del hombre tiene inicio en la creación misma a imagen y semejanza de Dios, y no permanece sólo como algo a realizar, pues el hombre lleva en sí mismo la impronta indeleble de la divinidad (109).
PEDRO EL VENERABLE (1094-1156): En la persona de Cristo se realiza aquella deificación deseada por el designio amoroso de Dios para todos los hombres y que no pudo llevarse a cabo por la falta de correspondencia ante la seducción del maligno (Sermo de transfiguratione Domini, PL 189, 972).
PESCH, O.H.: Gracia es el llegar el amor eterno de Dios a alma, o, dicho modernamente, al yo íntimo del hombre. Dios da al hombre en ese amor no algo…; se da a sí mismo. Y esa autodonación divina obra en el hombre la capacidad y proclividad (inalcanzables de otro modo) para corresponder al amor de Dios con una entrega análoga, es decir, espontánea y gozosa. El saldo resultante es amistad en recíproca comunicación, que compromete todo el obrar humano condensándolo en un único movimiento fundamental hacia Dios (I 261).
PHILIPON, M.-M.: La divinización es una verdadera participación física, ontológica, a la vez estática y dinámica, en la naturaleza misma de Dios. La gracia la da el ser Dios, el pensar como Dios, el amar y obrar a la manera de un Dios…Esta divinización hace de cada bautizado “otro cristo” en su ser y en su actuar, llamado a vivir según el mismo Espíritu, dentro del cielo de la vida trinitaria (228).
PHILIPS, G.: (I) El Espíritu es un don concedido al hombre para divinizarlo (38).
Cristo, el Verbo encarnado, que nos hace tomar parte en el dinamismo trinitario en un sentido ontológico real (42).
La gracia es la participación en la vida de las tres Personas, vida que no pasa por Cristo como un canal sino que el Salvador nos transmite por medio de su carne divinizada que se ha hecho divinizante (42).
(II) La teología ortodoxa cultiva la presencia real y divinizante de Cristo glorificado en la Iglesia y en el mundo, insistiendo en la acción del Espíritu Santo… La deificación es uno de sus temas favoritos, quizás su tema central, presentándola como una “iluminación”, que es mucho más que una simple metáfora (40).
Participar de su luz (de Dios) es ser transformado por ella en una nueva criatura, que es la antigua, pero transfigurada por Cristo (50).
PRUCHE, B.: La expresión (el Espíritu como forma de la santificación) se explica suficientemente por referencia a un tema caro al obispo de Cesarea, según el cual el Espíritu tiene razón de forma en cuanto que deifica a la criatura racional, haciéndola, mediante una participación creada de su propia luz, espiritual, “pneumática”, como Él (466).
RAHNER, K.: (I) La autocomunicación divina [ontológica], en la que Dios mismo se hace principio constitutivo del ente creado, sin perder por ello su absoluta autonomía ontológica, ejerce naturalmente, efectos “divinizantes” en el ente finito en el que se produce tal autocomunicación, efectos que, como determinaciones de un sujeto finito se han de concebir a su vez como finitas y creadas (157).
(II) Dios se comunica al alma y habita en ella al serle comunicada a ésta la gracia creada…La gracia increada –comunicación personal de Dios al hombre, inhabitación del Espíritu- significa una relación nueva de Dios con el hombre. Esta relación nueva puede concebirse solamente como fundada en una transformación absoluta y óntica (354).

RAMIÈRE, E.: Uniéndonos a este Hijo único, podemos llegar a ser, no sólo de nombre sino de hecho, hijos de Dios. El mensaje que los Apóstoles debían anunciar a todos los pueblos de la tierra es la divinización de los hijos de los hombres por medio del Hijo de Dios hecho hombre (13).
La verdadera divinización del cristiano es un dogma de fe que no se puede poner en duda sin desmentir la Sagrada Escritura y sin echar por tierra los cimientos mismos de la enseñanza de san Pablo (15)
Para mostrar la deificación que el Espíritu de Jesucristo produce en nosotros, los Padres se sirven de las más vivas comparaciones. Ni la unión del vino con el agua, ni la del perfume con la tela por él penetrada, ni la del fuego con el hierro hecho ascua, ni la de los dos trozos de cera juntamente fundidos, les parece lo suficientemente íntima para dar a entender la intimidad y la eficacia del la unión del Espíritu Santo con el alma del cristiano (19).
Podemos afirmar que Dios quiere ser glorificado por la divinización del hombre. Las criaturas racionales –los ángeles y los hombres- son, entre todas, las que mejor representan la perfección divina. Son las mejor dispuestas para recibir la felicidad de Dios (21).
El fin sobrenatural del hombre es su deificación. Sin embargo, entre esta divinización y el panteísmo, media la distancia que separa la divinidad de la nada. El panteísmo, al pretender absorber el alma en lo infinito, no consigue sino su aniquilamiento. En cambio en el fin sobrenatural conserva el alma su ser, su personalidad, sus facultades, conoce, ama y goza (23).
La vida divina, depositada al principio en el alma como una semilla, se va desarrollando durante todo el período del crecimiento, hasta que –llegado a la completa madurez- produce su fruto, que no es otro que la bienaventuranza del paraíso. Si la gracia no fuera una real participación de la naturaleza divina, habría una desproporción entre el fin y los medios. El justo de la tierra, como el bienaventurado del cielo, es un ser divinizado. Su divinización es tan real que los Santos Doctores se apoyan en ella para demostrar la divinidad del Espíritu Santo (26).
No podemos dudar que la vida sobrenatural es una vida verdaderamente divina. Vida que no resulta de la identificación del ser creado con el increado; que no supone que el hombre subsista por una personalidad divina, sino tan sólo que obra divinamente. Conserva en toda su integridad su ser, su personalidad, sus propias facultades. Pero se añaden a ellas las virtudes, que son como ciertas facultades sobrenaturales. Con estas virtudes se une Dios mismo substancialmente al cristiano y le hace verdaderamente partícipe de su naturaleza (27).
La divinización del hombre no es una vana metáfora. Es la más real de todas las realidades. Los Santos Doctores que han recibido de Dios la misión especial de combatir los errores sobre el Espíritu Santo, parece que no encuentran expresión bastante enérgica para hacernos palpar la intimidad de la unión, por la que se comunica al alma justa. Si esta unión no fuera substancial, no podría producir los efectos que se le atribuyen: librarnos de la muerte y llenar nuestro espíritu de vida; restaurar en nosotros la imagen divina, borrada por el pecado y hacernos hijos adoptivos de Dios (28).
La forma común que reviste esencialmente la divinización de los espíritus creados es la adopción filial (38).
No habrá sino un Hombre-Dios, pero todos los hombres que quieran recibir el influjo del Hombre-Dios podrán llegar a ser hombres divinos, obrar en Él actos divinos y alcanzar por él la divina felicidad (45).
Dios quiere nuestra divinización por medio de nuestra incorporación en Jesucristo. Pero ¿qué camino ha seguido para alcanzar este fin? Uno, cuyos extremos son dos abismos: la Encarnación y la Redención (59).
El hombre y el ángel están muy cerca de Dios, pero no son Dios. Poseen realmente la divinidad, pero no perfectamente. Sólo posee perfectamente la divinidad Aquél que puede decir con toda verdad: Yo soy Dios. El hombre y el ángel pueden decirlo, pero en un sentido restringido (61).
La vida de la gracia, que nos hace cristianos, es una vida verdaderamente divina (80).
La divinidad del cristiano es muy diferente de la de Jesucristo, pero su divinización no deja de ser muy real. No somos dioses en el riguroso sentido de la palabra, pero sí realmente deificados (84)
La gracia no es una virtud, ni una sustancia, sino la naturaleza divina participada que produce en el alma del cristiano una cualidad, un hábito. De donde se sigue que la gracia está más bien en la esencia del alma que en sus facultades (86).
A la falsa apariencia de divinidad que el panteísmo hace brillar a sus ojos y que no es otra cosa que el aniquilamiento de su personalidad, de sus facultades, de su ser, oponemos nosotros la divinización realísima que Jesucristo le ofrece. Dejando a la naturaleza humana su completa integridad, le añade el don magnífico de la naturaleza divina (87).
Nuestra divinización no es una divinización por pura semejanza, fruto de la perfección que un hombre puede adquirir desarrollando las facultades (115).
Nuestra divinización no es una transubstanciación. Para formarnos una idea cierta de esta divinización, ¿hay que concebirla como una especie de transubstanciación? ¿Somos cambiados en Dios, sea por la gracia en la tierra, sea por la gloria en el cielo, como el pan y el vino se mudan en el cuerpo y sangre de Jesucristo por las palabras de la consagración? Esto enseñaban, al parecer, ciertos falsos místicos del siglo XIII, según los cuales el alma que ha llegado a la perfección se despoja de su propio ser y se sumerge en el océano del ser divino. Interpretar en este sentido ciertas metáforas de los Santos Padres, es cambiar lo más sublime de todas las verdades en un absurdo. Despojarnos de nuestro propio ser no sería divinizarnos, sino aniquilarnos. Por otra parte, ¿cómo puede jamás la criatura unirse a Dios de manera que su ser limitado se confunda con el ser infinito de Dios? Arrojemos de nuestro entendimiento este absurdo. Nuestra divinización no puede consistir en la confusión de nuestro ser con el de Dios (117).
Hay un tercer género de unión que no es imposible, pues ha sido realizado en Jesucristo, pero al cual no pueden aspirar los otros hombres, por ser privilegio exclusivo del Hijo de Dios: es aquél, por el que la naturaleza humana, permaneciendo distinta de la divina, forma con ella una sola persona (118).
Según san Buenaventura, la justificación y la divinización del cristiano son el resultado de dos clases de gracias: la gracia increada, el Espíritu Santo, es como el sol, y la gracia creada es la irradiación de ese divino sol en el alma justa. Santo Tomás utiliza otra imagen: la del hierro metido en el fuego. Ese hierro no ha perdido su naturaleza. Es aún hierro y sin embargo ha de ser despojado de las cualidades del hierro para revestirse de las del fuego. En vez de oscuro, frío, resistente, se ha hecho dúctil, brillante, abrasador como el fuego. No se ha mudado en fuego, sino que ha sido ignificado, abrasado. Así el cristiano a quien Dios se da por la gracia santificante, conserva su naturaleza y personalidad humanas, pero adquiere fuerzas y cualidades divinas. No se vuelve Dios, pero sí un hombre divino (118-119).
El cristiano es divinizado físicamente y, en cierto sentido, substancialmente; puesto que sin convertirse en una misma sustancia y en una misma persona con Dios, posee en sí la sustancia de Dios y recibe la comunicación de su vida (119).
El Corazón de Jesús es el principal instrumento de nuestra divinización. Obra es ésta en verdad de la Trinidad toda entera, como quiera que tanta parte toman en ella la primera y tercera persona de la Santísima Trinidad como la segunda (226-227).
RATZINGER, J.: (I) Seguimiento de Cristo no significa imitar al hombre Jesús. Ese intento fracasaría necesariamente; sería un anacronismo. El seguimiento de Cristo tiene una meta mucho más elevada: identificarse con Cristo, es decir, llegar a la unión con Dios. Esa palabra tal vez choque a los oídos del hombre moderno. Pero, en realidad todos tenemos sed de infinito, de una libertad infinita, de una felicidad ilimitada. Toda la historia de las revoluciones de los últimos dos siglos sólo se explica así. La droga sólo se explica así. El hombre no se contenta con soluciones que no lleguen a la divinización. Pero todos los caminos ofrecidos por la «serpiente» (cf. Gn 3, 5), es decir, la sabiduría mundana, fracasan. El único camino es la identificación con Cristo, realizable en la vida sacramental. Seguir a Cristo no es un asunto de moralidad, sino un tema «mistérico», un conjunto de acción divina y respuesta nuestra.
(II) Para que el hombre sea libre ha de ser “como Dios”. El empeño de llegar a ser como Dios constituye el núcleo central de todo lo que se ha pensado para liberar al hombre.
Puesto que el deseo de libertad pertenece a la esencia misma del hombre, este hombre busca necesariamente, desde el principio, el camino que conduce a ser “como Dios”.
Una antropología de la liberación, si quiere responder en profundidad al problema que ésta plantea, no puede hacer caso omiso de la pregunta: ¿cómo es posible alcanzar este fin, llegar a ser como Dios, hacerse el hombre divino? (99-100).

RENCZES, Ph. G.: Máximo elabora una visión del hombre, del mundo, del ser en cuanto ser que encuentra su apogeo en la doctrina de la divinización (16).
En el contexto de la divinización, resultará, para Máximo, que ella se realiza gracias a una intervención, es decir una actividad de Dios a favor del hombre que no excluye, sino, por el contrario, presupone un consentimiento del hombre, llamado en su actividad propia a ser transformado a partir de una disposición estable en un “ser divinizado” (19).
Si pues según Máximo, “energeia y exis” estructuran este reencuentro entre Dios y el hombre que conduce a la divinización de este último, la inciativa que abre la llegada-proceso de la divinización pertenece claramente a la acción divina, la única capaz de elevar al hombre desde su propio estatuto de ser humano al estado de ser divino transcendente (19).
Su vocabulario específico (theosis, theopoiein, anthropos genetai theos, etc.), introducido en la literatura cristiana por Clemente de Alejandría, se instala sólidamente en el pensamiento de los Padres orientales. Si los fundamentos mismos de esta doctrina son evidentemente bíblicos, vestigios de ellos pueden igualmente encontrarse en el orfismo, el platonismo, el estoicismo y el neoplatonismo. La tesis no carece de riesgo, pues la noción de “divinización” podría ulteriormente comprometer la diferencia ontológica radical que separa definitivamente a Dios del hombre y terminar en una especie de panteísmo (319).
La divinización del hombre según Máximo sólo puede ser un don de Dios: ella es teológicamente hablando una gracia en sentido radical (323).
Máximo está convencido de que el plan de la divinización por la gracia es obra de la Trinidad entera (329).
La divinización sólo puede entenderse por analogía con la divinización de la naturaleza humana de Jesucristo. Llegar a ser Dios significa llegar a ser, “hijo de Dios” de manera análoga a Jesucristo, es decir, experimentar según la gracia lo que Cristo es según la esencia (346).
RICO PAVÉS, J.: En el Corpus Dionysiacum, la doctrina de la semejanza a Dios y de la divinización ocupa un lugar destacado (10). Semejanza a Dios y divinización aparecen estrechamente vinculadas entre sí en diversos pasajes del Corpus (37). El término preferido por Dionisio para hablar de la divinización es Theosis y su correspondiente formas verbal Theoo (85). Dionisio sitúa la divinización dentro de las acciones que la Trinidad realiza ad extra. Es, por tanto, el efecto de la acción divinizadora que realiza toda la Tearquía en su unidad. Siendo así, la divinización se entiende como el don que Dios hace de Sí, en cuento Dios (315). Dios es causa de la divinización misma y de la potencia que diviniza (317). La divinización sería, sin más, el efecto de la presencia de Dios en cuanto Causa, en todas las criaturas, que por esa presencia podrían ser llamadas divinizadas (318).
En el camino que conduce a la divinización, el primer paso para el hombre consiste en recibir el bautismo (352). Dionisio afirma que es posible alcanzar la semejanza divina mientras aún se vive en este mundo. El que es digno de participar en la comunión con los bienes divinos ha llegado ya a la semejanza (354). La Eucaristía, por encima de cualquier otro sacramento, logra nuestra comunión con Dios. Participando en Ella, el cristiano va siendo divinizado, gozando ya en su camino hacia la semejanza del premio reservado para el final. Por la Eucaristía, el ser humano alcanza la plenitud de su vocación última. Para Dionisio, pues, la unión a Dios es al mismo tiempo mística y eucarística (412).
La divinización es el efecto de la unión y semejanza a Dios, logradas con amor continuo en una colaboración con Él, que nos hace sus imitadores, según la capacidad recibida; no consiste en “ser dios”, sino en “ser de Dios”. Se trata de un proceso de gracia desde el inicio, con la cual el hombre colabora, imitando a Dios, según la propia capacidad, en ejercicio virtuoso de amor. El camino a la semejanza concluye en la divinización (422).
RONDET, H.: (II) Conclusiones de teología espiritual (579-587): l-La gracia santificante es en nosotros una realidad creada distinta del Espíritu Santo. El don creado es inseparable del don increado. 2-La gracia santificante es en nosotros como una nueva naturaleza y un nuevo principio de operaciones, que por medio de la caridad y de las demás virtudes infusas nos permite la posibilidad de realizar actos absolutamente sobrenaturales, que son unos actos de criatura divinizada. 3-El hombre en estado de gracia es hijo del Padre, hermano de Cristo, templo del Espíritu Santo; las tres personas vienen a habitar en él a fin de que él pueda gozar de su presencia. 4-Las tres personas divinas son inseparables y no hay que imaginar que el Espíritu Santo posea nuestras almas a la manera que el Verbo posee su muy santa humanidad; siendo la gracia creada en nosotros el efecto de una acción común a las tres personas, ella no puede divinizarnos si no es introduciéndonos en la familia divina. 5-Somos realmente los hijos del Padre, no de la Trinidad entera, somos los hermanos de Cristo y el Espíritu Santo es la vida de nuestras almas como es la vida del alma de Jesús, nuestro Jefe. 6-Entre la vida trinitaria de Dios y nuestra vida divinizada, hay unas correspondencias misteriosas, que reproducen en cada uno de nosotros lo que se opera en la vida de la humanidad en marcha hacia su destino sobrenatural. En el centro de esta historia está el Verbo encarnado, enviado por el Padre y que conjuntamente con él, envía al Espíritu Santo para prolongar en el tiempo, por el misterio de la Iglesia, la encarnación del Hijo de Dios. 7-A la vez, es la historia del univeso entero, que se nos presenta como transfigurado por la presencia del Dios trinitario. Todo ser creado es un vetigio de la Trinidad, la criatura racional es su imagen, pero el universo se une alrededor de la humanidad unificada por Cristo de tal forma que el Dios trinitario, sin dejar de ser transcendente a su obra, deviene también inmanente por la mediación histórica y cósmica del hombre-Dios en quien vive el Padre y el Espíritu Santo. 8-Dios nos ama en su Hijo, como miembros de su Hijo; nos constituye con él, que es el Hijo por naturaleza, el Hijo único. Sobre este Hijo como sobre Jesús en el bautismo el Espíritu Santo desciende y crea en las almas de los rescatados una vida nueva, que es participación de la vida misma de Dios. 9-Agregados a la Iglsia por el bautismo, somos a la vez invadidos por el Espíritu Santo, alma de la Iglesia. El Espíritu Santo nos asimila al Hijo y conjuntamente con él, nos orienta hacia el Padre a fin de que se complete la obra de nuestra adopción sobrenatural. 10-La vida del cielo consistirá en esta unión personal con las tres pesonas divinas, renovando en nuestras almas el misteio de las procesiones eternas; así pues, esta vida ha comenzado ya misteriosamente sobre la tierra. 11-Fuera del caso de experiencia mística, el cristiano no puede tener conciencia de estas realidades sobrenaturales, pero puede buscar representarlas para vivirlas. 12- Cristo vive en nosotros, crece en nosotros, busca tener en nosotros su estatura perfecta. Nosotros podemos, pues, hablarle como a una persona, a un amigo, a un jefe. 13- Por Cristo y en Cristo nuestra filiación divina es distinta de la que tenemos a título de creatura. Hay una diferencia de orden y no de grado. 14- Nos resulta más difícil hablar del Espíritu Santo, pero todavía podemos tomar la lectura de la liturgia y dirigirnos a él de persona a persona, como al huésped de nuestras almas. 15-Por consiguiente, alcanzamos a través de la naturaleza divina común a las tres personas, a las personas divinas mismas que, por su parte, se nos manifiestan, cada una a su manera, a través de la única naturaleza. 16- En fin, nos aercamos también a Dios en nuestros hermanos los justos en los que están presentes el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; y en los mismos pecadores, que son, a su manera, el término de un amor singular del Dios trinitario. Aunque en ellos la prsencia de las tres personas divinas sea todavía como exterior; ellos no son definitivamente excluidos del mundo de la gracia.
(III) La doctrina de la divinización del cristiano es fundamental. Es tan antigua como el cristianismo (387).Somos dioses o hijos de Dios por gracia, sin duda, pero realmente y con toda verdad (390). Tres aspectos de nuestra divinización: nuestra participación en la naturaleza divina, nuestra adopción filial y la presencia de Dios en nosotros (391).
RUBUNI, M.: La unión del hombre con Dios tiene su inicio con el santo Bautismo, como incorporación a Cristo y a su Cuerpo Místico, continúa con la acción crismal, en cuanto el bautizado es templo del Espíitu Santo, y está asociado al único Sacerdocio de Cristo, llegando a su apoteosisis, sobre la tierra con la Eucaristía como preludio a la deificación eterna en el Reino (31).
Pero los divinos misterios no actúan la deificación como si fueran signos mágicos, sino que es la obra constante de Cristo y del Espíritu Santo, en conjunción con la libre adhesión del hombre, la que en los divinos misterios y por medio de los divinos misterios, poco a pocoa, realiza la unión del hombre con Dios (31).
Cuando los Padres han buscado en la Sagrada Escritura el fundamento de la deificación del hombre han señalado: 1) la cración del hombre “a imagen y semejanza de” de Dios [Gn 1, 26-27]; 2) la adopción filial [Ga 4,4-7); 3) la imitación de Dios y de Cristo[Mt 5,48; Jn 8, 12; Jn 13,15; Lc 14,27; I Co 15, 47-50; Ef 4, 24; 5,17]; 4) la “participación de la naturaleza divina” [2 P 1, 4]; 5) al hecho de que seamos “estirpe de Dios” (Hch 17, 29).
RUIZ DE LA PEÑA, J. L.: (I) La patrística griega ha localizado la clave de la salvación del hombre en su participación en el ser de Cristo y, mediante él, en el misterio de la comunión vital trinitaria. De ahí que en la teología oriental de la gracia la categoría relevante sea la de divinización: el hombre llega a ser por gracia lo que las personas de la Trinidad son por naturaleza (268)… La salvación del hombre es su divinización; ella ocurre ineludiblemente mediante la encarnación del Verbo, que tiene como objetivo primario no tanto la remisión de la culpa y la justificación del pecador cuanto la comunicación a la criatura que el hombre es de la condición supercreatural de hijo de Dios y partícipe de la naturaleza divina (271). Si la gracia es esencialmente el don que Dios hace al hombre de sí mismo, es claro que ella conlleva una comunión en el ser divino: divinización. Esta divinización acaece por la asimilación del justo a la forma de ser de Jesucristo, el Hijo de Dios: filiación (371).
La comprensión cristiana de la divinización humana se distingue de las versiones homónimas alternativas al menos en estos tres puntos: (a) Tal divinización es don divino, no autopromoción humana, como piensan los antropomorfismos prometeicos, desde los griegos hasta Bloch. (b) La divinización no consiste en una pérdida por absorción de lo humano en lo divino, como piensan las místicas panteístas, desde el budismo hasta Molinos, pasando por Eckhart. (c) La divinización no entraña una metamorfosis alienante del ser propio en un ser extraño, como piensan Feuerbach y los restantes maestros de la sospecha…Todo lo cual significa, a fin de cuentas, que el modelo cristiano de divinización humana no cree que ésta conlleve el detrimento, sino la plenificación del propio ser. Deificar al hombre es humanizarlo, cumplir totalmente su identidad, la salvación no puede renegar de la creación (377).
La divinización y consecución de la filiación por la gracia no es un suceso puntual, sino un proceso teológicamente orientado hacia la consumación…es realidad ya presente, pero todavía no consumada…la dialéctica del ya-todavía no…Que la gracia se caracterice por esta pulsión escatológica no autoriza, sin embargo, a considerarla como medio para alcanzar el fin. Ella es ya el fin incoado…”La gracia que poseemos es… virtualmente igual a la gloria”, afirma Tomás de Aquino; “la gracia es la gloria en el exilio; la gloria es la gracia en el hogar”, escribe Newman…No hay pues dos vidas, ésta y la otra, hay una vida única que se vive de dos modos: en e tiempo y en la eternidad, en la gracia y en la gloria…La sustancial identidad gracia-gloria se nos desvela diáfanamente cuando nos apercibimos de que ambas realidades consisten en lo mismo: en la comunión con Cristo (390).
(II) La gracia no es simple medio para alcanzar el fin, es ya el fin incoado (inchoatio gloriae, decían los medievales). Ambas realidades, gracia y gloria, consisten en lo mismo: en la comunión con Cristo [el ser uno con el Hijo] lo que nos otorga ahora la filiación divina, que es auténtica divinización (214).
(III) La divinización no acontece al modo de una pérdida del yo humano y del tú divino…Es claro que divinización no es endiosamiento. No es el hombre el que deviene Dios por su propia virtud, bien al contrario, es Dios quien se ha humanizado para que el hombre pueda ser divinizado…la divinización a la que aspira la esperanza cristiana es la consumación de lo humano en cuanto humano (293).
SALGUERO, J.: La regeneración del cristiano es efecto de la gracia santificante, la cual es la participación de la vida divina: theias koinonoi physeos. La expresión es griega y aparece con frecuencia en los filósofos y en los escritores griegos, los cuales hablan de la physis divina. La fórmula physis divina designa al Ser divino, a la misma divinidad. Es la misma naturaleza divina como opuesta a todo lo que no es Dios. La fórmula lapidaria de San Pedro es audaz al mismo tiempo que clara, ya que esclarece el más espléndido efecto de la gracia santificante… Esta comunión no indica una simple relación, sino una verdadera participación o comunión de Dios con el hombre…El cristiano participa de la misma naturaleza divina, es decir, de todo el cúmulo de perfecciones contenidas de una manera formal-eminente en la esencia divina (156).
1 Jn 3, 1-2: El cristiano no es llamado hijo de Dios únicamente por una ficción jurídica y extrínseca, sino que es realmente hijo de Dios…La filiación adoptiva divina consiste en la participación en una nueva vida, de una nueva naturaleza semejante a la de Dios, el cual adopta al hombre por medio de un nuevo nacimiento o regeneración…Hijos de Dios ya lo somos desde ahora, porque la vida eterna ya mora en nosotros. Pero la filiación divina tendrá su plena expansión solamente en el cielo, cuando los fieles vean a Dios tal cual es (217-218).
SARTRE, J.P.: Ser hombre es tender a ser Dios; o si se prefiere, el hombre es fundamentalmente deseo de ser Dios (653).
SAYÉS, J. A.: (I) ¿Qué es la gracia sino Dios mismo que se da al hombre? La gracia no es algo que Dios da, sino Dios mismo que se da en su intimidad intratrinitaria (gracia increada) y que transforma al hombre (gracia creada)…Es claro que una entidad creada por sí sola no diviniza (253-254).
Tendremos que entrar a fondo en el misterio de la inhabitación divina y en la transformación real y profunda que produce en el hombre. Penetrar en este misterio es penetrar en la autocomunicación de Dios al hombre y su divinización; un misterio que se nos desvelará plenamente en la glroria (255).
Cuando hayamos entendido la inhabitación divina, entenderemos también su consecuencia transformadora en el justo. Esta es la gracia creada (281).
La gracia creada no es, pues, un ente creado por causalidad eficiente, sino la transformación que el hombre experimenta en su conocimiento y en su voluntad mediante la superación de la ley de la analogía y la adquisición de un objeto formal nuevo: Dios en sí mismo (301).
Ninguna realidad creada puede producir la inhabitación de Dios. Es justamente al revés, es la inhabitación divina la que produce en nosotros una transformación real que hemos identificado como elevación de la capacidad cognoscitivo-volitiva del hombre por la donación gratuita de Dios en sí mismo como nuevo objeto formal (309).
El hombre queda divinizado en cuanto que de esta forma su capacidad cognoscitiva y volitiva queda superada con un nuevo objeto formal: el hombre conoce a Dios directamente y le ama también directamente en sí mismo, aunque de una forma aún oscura y velada mientras no llegue la visión…Hay que dejar de hablar de la gracia creada como un ente para hablar de ella como la transformación divinizante que el hombre experimenta por la inhabitación de Dios en él…Es la presencia de Dios trino la que cambia al hombre sin intermediario alguno (330-331).
(II) El hombre ansía algo que sólo como don puede recibir. De recibirlo, se establece entre la Trinidad y él una relación directa e inmediata que le diviniza, de modo análogo a como la visión diviniza al hombre por la inmediatez que tiene entonces con la intimidad divina…El hombre tiene sed de infinito, en virtud de lo cual sólo en la visión de Dios puede descansar definitivament (313)
Ocurre que esta divinización del hombre, que encuentra en la gloria su fase final, comienza ya aquí por la gracia…Estamos ya divinizados, lo que ocurre es que ello tiene lugar aún de forma oculta, puesto que esta realidad nueva de nuestra inserción directa en Dios va todavía oculta bajo la mediación de la palabra externa de Dios y de los sacramentos, oculta por los signos de la gracia que hacen presente esa nueva realidad al mismo tiempo que la ocultan, oculta aún en nosotros mismos mientras no seamos transformados en gloria…Esta gracia que nos diviniza es, pues, Dios mismo, presente en nosotros por un amor y un conocimiento directo y personal. Con ello el hombre queda introducido en un nivel de vida que supera la ley de la creaturalidad, la ley del conocimiento analógico (316).
Cuando se establece esta relación directa e íntima con las pesonas divinas, es cuando tiene lugar la divinización del hombre: ha superado el conocimiento analógico de Dios, para recibir al Espíritu que se le da directa e íntimamente y que le introduce en Cristo, haciéndole partícipe de su filiación (317).

SCALTRITI, E.: En la tradición d los Padres de la Iglesia oriental, Dios es Amor-agape, Amor de benevolencia sobre abundante, es el divino filántropo que crea al hombre a su imagen para poder donársele Él mismo y por él hacerse hombre para que la divinización del hombre responda a la humanización de Dios. Es el misterioso intercambio, en el que cada uno hace suyas las propiedades del otro: el hombre llega a ser por gracia lo que es Dios por naturaleza, y es llamado a participar de la condición divina (21).
La divinización es realizada por el Verbo no sólo como iluminación de la inteligencia, porque en su encarnación el Verbo ha querido asumir la naturaleza humana…La divinización encuentra su perfección en la contemplación y en la visión de Dios, en la cual “la inteligencia es deificada por la visión”(23).
La potencia de la deificación se hace presente en el hombre mediante el ejercicio de las virtudes y sobre todo de la caridad: entre el amado y el amante debe existir una cierta afinidad; por lo cual los bienaventurados deben tener una semejanza especial con Dios, que es una verdadera deificación producida en el alma por Dios (28).
Junto a Jesús Resucitado, el don del amor deificante de Dios está plenamente realizado también en María Santísima…Siguiendo a su divino Hijo, la Virgen es la primicia, la primera creatura resucitada, asunta al cielo, deificada (90-91).
SCOLA, A.: (I) La incorporación a Cristo en el Espíritu hace al hombre partícipe no sólo de la naturaleza divina en sentido genérico, sino de la condición propia de Cristo como Hijo de Dios…La descripción de la divinización del hombre en los términos de la teología clásica (gracia santificante y virtudes teologales) se enriquece ahora con todos los matices de la vida y de las relaciones interpersonales hasta los efectos más íntimos (344-345).
(II) El hombre no alcanzará el vértice de la imagen en sentido propio, esto es algo exclusivo del Hijo, pero alcanzará la filiación adoptiva, el ser “filius in Filio”, es decir, alcanzará la participación en la naturaleza divina, lo que los Padres denominaban divinización…El hombre es llamado a conformarse mediante la gracia al Cristo glorioso realizando plenamente su naturaleza de ser imagen de Dios (238).
SCHILLEBEECKX, E.: La comunión personal con Dios, santificante y divinizante, se realiza de una manera cada vez más íntima por el encuentro sacramental con Cristo…En los sacramentos se trata en efecto de una divinización a modo de restablecimiento y redención…Los sacramentos confieren esencialmente una comunión con el destino de Cristo humillado y elevado y, de esta manera, con la vida divina en Él (207-208).
SCHLIER, H.: (Efesios, 1, 5-6): Somos hijos de Dios por medio de Jesucristo…hemos accedido a la condición de hijos porque hemos sido hechos partícipes de la filiación divina de Jesús, a quien hemos sido incorporados. Lo probable es que esto último sea lo que se escuche en el “en Cristo”, que vuelve a aparecer en nuestra carta (69).
(Efesios, 2, 5-9): Pasar de la muerte a la vida significa: ser salvados por gracia. El perfecto “estè sesosménoi” señala que la salvación continúa en el presente. Fueron salvados y, por consiguiente, son salvados…el perfecto acentúa la realidad permanente de la salvación que tuvo lugar (144-145).
Nosotros hemos sido trasladados con Cristo a los cielos, a fin de que Dios muestre las incalculables riquezas de su gracia. Por tanto, se hace patente de alguna manera la plenitud de la gracia divina en nosotros, que en Cristo estamos en los cielos (147).
SCHMAUS, M.: La divinización no consiste en que el hombre se hace a sí mismo Dios…la divinización ocurre gracias al Cristo histórico y glorificado y a través de Él…
El hombre logra divinizarse solamente participando en la vida de una figura histórica concreta…No pierde su carácter de criatura. La diferencia entre el hombre y Dios no es anulada, sino acentuada por esta divinización (141-142).
SCHMITZ-PERRIN, R: La particularidad del pensamiento de Scoto Erigena está en la audacia con que tematiza una antropología teológica en términos de theosis, fundada en el plan intratrintario de la encarnación del Hijo de Dios en vistas a la divinización del hombre (434).
La deificación del hombre se efectúa también por la gracia de Cristo, en una finalidad netamente escatológica, a dos niveles: en la economía del tiempo presente y en el teimpo escatológico. El hombre será deificado en Cristo, encarnado para divinizarle (440).
Si la divinización del hombre se realiza por y en la plenitud de la gracia de Cristo la theosis en lo más profundo es una acción que implica la operación de toda la Trinidad: es por el fuego que consume del Dios trinitario como el hombre es deificado…El mismo Dios nos concede la gracia de su vida divina en orden a transformar al hombre en un mismo movimiento de adelantamiento y de apofase, de nacimiento progresivo y de autorrealización última, que es una “THEOSIS hoc est deificatio” (444-445).
SCHÖNBORN, Ch.: (I) El mismo Cristo es forma y contenido de la divinización del hombre (12). Llegar a ser Dios, divinizarse: parece ser la meta más alta de todas las ansias humanas (35). El hombre es realmente hombre y así ha sido querido: no es ningún dios inconsciente de sí mismo, como creyó la gnosis de todos los tiempos. Pero él puede, si quiere, llegar a ser dios, si realiza el verdadero sentido de su ser hombre; sí, él no posee ningún otro camino para llegar a ser verdaderamente hombre (38). Aunque se comprendiera claramente todo tipo de divinización como una gracia, sigue siendo aquélla la verdadera meta para la que ha sido creado hombre (40). El hombre puede llegar a serlo todo lo que es Dios, menos la identidad de su ser, pues ha sido creado para conseguir esta participación. Creado a imagen y semejanza de Dios significa que ha sido diseñado y “arrojado” hacia la obtención de una semejanza cada vez más perfecta de Dios. Por esta razón, vemos claramente que la divinización gratuita no significa en absoluto la disolución de la naturaleza humana, sino, por el contrario, su realización más íntima (41). La divinización cristiana no es abstracta, anónima, sino, en su concreta realización, es lo que Pablo llama la “adopción” (41). La divinización tiene su lugar en el restablecimiento del hombre caído en su dignidad originaria (42). La humanidad divinizada es precisamente la que ha alcanzado la meta de su creación (43). El único camino para la divinización consiste en la imitación cada vez más profunda de Cristo. Llegar a ser “Hijo en el Hijo”: en esto consiste la divinización (43). La tradición cristiana siempre concedió al hombre un desiderium naturale de una visión divinizadora de Dios, pero, al mismo tiempo, insiste en que este deseo sólo lo puede alcanzar mediante la elevación del hombre por Dios a una semejanza, a una afinidad con Dios. Sólo por esta elevación realiza el hombre sus más profundas aspiraciones. Para la tradición cristiana no hay una auténtica “humanización” del hombre sin “elevación” (52).
(IV) A. v. Harnak y otros historiadores de su escuela han visto en la doctrina de la divinización la prueba más clara de una helenización del cristianismo en detrimento del moralismo religioso predicado por Cristo. Ciertos autores contemporáneos siguen pensando en esta línea y afirman, además, que la idea de divinización es extraña al hombre moderno, que busca la humanización del hombre más que su divinización. Otros teólogos rechazan la idea de la divinización por motivos propiamente teológicos, al afirmar que la finitud del hombre, su ser-hombre-y-no-Dios construye su alteridad con relación a Dios, que Dios mismo ha querido creando al hombre y que el hombre no debe de ninguna manera intentar trascender hacia una divinización. Otros, por fin, objetan que las expresiones “divinización” o “deificación” son ambiguas, llevan a confusión y no son bíblicas (53-54).
Los padres señalan que la deificación no podrá ser jamás autodivinización del hombre. Toda la tradición es unánime al decir que la divinización se realiza por gracia (56).
El hombre puede llegar a ser todo lo que es Dios, salvo la identidad de esencia, porque ha sido creado en vistas a tal participación. Ser creado a imagen y semejanza de Dios significa ser lanzado “proyectado” hacia una asimilación cada vez más perfecta con Aquel, del que el hombre es imagen. Es manifiesto que la divinización por gracia no es de ninguna manera la disolución de la natruraleza humana, sino la realización de su finalidad más íntima (56).
La divinización se sitúa en la restauración del hombre caído en su dignidad original. Si es evidente que la caída fue provocada por la perversión de la voluntad, la redención, en conscuencia, concierne al querer humano (57).
La theopoiesis es concretamente hyiopoiesis (57).
La gracia nos eleva y nos configura con Dios: nos confiere la capacidad de una bondad infinita, de la bienaventuranza divina, para la cual Dios nos ha creado y que nosotros no dejamos de buscar (62)
SESÉ ALEGRE, J.: Es una divinización que no es confusión; más aún, el alma santa intuye que si hubiera algún tipo de mezcla o confusión, ya no sería un amor genuino, porque ya no recibiría tanto, mereciendo tan poco: ya no sería el todo que se vuelca en la nada; e intuye también que, si hubiera igualdad de «condiciones» con Dios, perdería encanto ese amor (19).
SILANES, N.: Para los Padres, por tanto, las misiones de las divinas Personas prolongan en la Iglesia y en cada uno de sus miembros la vida misma, que el Hijo recibe del Padre, y el Espíritu de ambos. Toda la Trinidad se hace presente de un modo nuevo en los hombres incorporados a Cristo por la acción del Espíritu (185).
Ni de la enseñanza de la Escritura ni de los Padres se desprende lo que después se llamará “gracia creada” como “res creata”, sino más bien la comunicación inmediata de las personas del Hijo y del Espíritu Santo, que tienen como consecuencia la deificación del hombre (186).
La doctrina conciliar sobre el Espíritu como “alma de la Iglesia”, por su engarce con la teología de los Padres, favorece la comprensión patrística griega de la deificación del hombre (406).
Los efectos de la actuación del Espíritu Santo en la Iglesia se concretan en una doble vertiente: la deificación del hombre y otros muchos dones o carismas que se ordenan al crecimiento y desarrollo de todo el pleroma eclesial (427).
SIMEÓN EL NUEVO TEÓLOGO (949-1022):
Del mismo modo, en efecto, que jamás el Padre ignorará al Hijo, ni el Hijo al Padre, así no menos los santos, llegados a ser dioses por adopción por el hecho que tienen a Dios que habita en ellos, no se ignorarán unos a otros (Eth 1).
Él nos diviniza por el hecho de que somos incorporados en Él, carne de su carne y hueso de sus huesos (Eth 1).
¿Qué es, pues, Cristo sino Dios verdadero y hecho hombre perfecto verdaderamente?… ¿Para qué se ha hecho hombre Dios?… Es para hacer al hombre Dios (Eth 5).
Dame la gloria que te ha dado, oh Misericordioso, el Padre, a fin de que semejante a ti como todos tus servidores, llegue a ser dios según la gracia y esté contigo continuamente, ahora y siempre, por los siglos sin fin. Amén (Eth 5).
Dios nos hace coherederos y asociados de Dios y no sólo reyes, sino dioses, por un don de Dios, para compartir el gozo de Dios en los siglos de los siglos (Eth 10, 314-317).
Porque purificado por el arrepentimiento y por los torrentes de lágrimas, comulgando en su Cuerpo divinizado, como en Dios mismo, llego a ser también yo dios en esta unión inexpresable. ¡Ve qué misterio! El alma pues y el cuerpo…son un mismo ser en dos esencias. Ellos, que son uno y dos, porque han comulgado en Cristo y bebido su Sangre, unidos a las dos esencias y a las dos naturalezas de mi Dios, llegan a ser dios por su participación (Himno 30).
Por naturaleza soy hombre, por gracia soy dios (Himno, 30).
SOMME, L. TH.: (I) Nuestra filiación divina nos asimila libremente al Hijo único de Dios por su propio Espíritu de amor, que, derramado en nuestros corazones, nos regenera espiritualmente, habita en nosotros por la gracia y nos imprime la semejanza del Hijo, nos asimila y configura con Él, y constituye la prenda y las arras de nuestra herencia filial (159-160).
La filiación adoptiva es una semejanza participada de la filiación por naturaleza (329).
Nuestra filiación divina presupone una auténtica generación en la medida misma en que ella corresponde a una vida realmente divina. Tal es el caso: un ser espiritual y divino es comunicado al justo, a saber, la más alta semejanza participada de Dios, no solamente en tanto que ser, en tanto que viviente, en tanto que intelectual, sino según una participación de la deidad misma. Si es totalmente verdadero que la gracia no anula la naturaleza sino que la perfecciona, la divinización no sólo comunica un aumento de humanidad sino que también el sobrenatural que ella comunica es propiamente divino, aunque por participación solamente (350).
Somos regenerados como hijos de Dios por la gracia bautismal. La vida nueva que recibimos coincide con la deiformidad del obrar humano, es decir, con la capacidad para una naturaleza humana de realizar actos pertenecientes a la naturaleza divina. Puesto que el obrar sigue al ser, hay que remontar de la consideración de facto de un obrar deiforme al presupuesto de iure de una deificación en cuanto a la naturaleza (351-352).
(II) La divinización representa a la vez el anhelo imposible de una humanidad mortal y la asombrosa promesa del cristianismo transmitida de edad en edad…El Hijo de Dios se hace hombre y, por su humildad, su obediencia, su oblación, ha atravesado la muerte y nos ha comunicado, por su resurrección, la incorruptibilidad perdida. En adelante, la vida divina, la vida eterna, es ofrecida y comunicada a los hombres, de suerte que son adoptados por Dios como hijos (11).
¿De qué manera la encarnación del Verbo nos procura la filiación divina? Para explicarlo Santo Tomás recurre al concepto de asimilación a Dios. Asimilación significa a la vez transformación y unión. Llegar a ser por gracia lo que el Verbo es por naturaleza: hijos de Dios. Esta divinización puede, por tanto, traducirse en términos de asimilación a Aquel que nos hace participar en su propia vida divina. Esta asimilación se inaugura aquí, bajo el régimen de la gracia, para florecer en la gloria (17).
Nuestra filiación divina es el resultado del don por el que Dios nos hace participar de su propia vida. Es el fruto de una gracia filial (65).
Dios tiene el designio de hacernos participar de su propia vida. Adoptándonos no hace más que vernos como hijos suyos: él nos concede llegar a serlo realmente. La filiación divina que él nos concede por gracia es el medio por el cual nos diviniza (71).
La regeneración bautismal, que es el nuevo nacimiento por el cual llegamos a ser hijos de Dios, inaugura una vida espiritual: la vida divina, de la que, por don suyo, nos ha concedido participar (119).
SPICQ, C: La divinización del creyente se realizará por la unión y la conformidad con Cristo en Persona (235).
SPIDLÍK, T.: (I) Todo dinamismo del Espíritu Santo, que está en nosotros, consiste en ponernos en comunicación viva con Jesús y con el Padre, en “deificarnos”. A pesar de las pesadas hipotecas con las que se encontraba cargado, el vocabulario de la “deificación”, “divinización” (theosis, theopoiesis) debía imponerse a los Padres griegos como capaz de expresar la novedad de la condición en la cual la Encarnación del Hijo de Dios había restaurado al hombre. La divinización del hombre responde a la lógica interior de la “humanización” de Dios. Se trata de un misterioso intercambio en el que “cada uno hace suyas las propiedades del otro” [Teodoro de Ancira, In Nativitate 5] (77).
Atanasio, identificando claramente la filiación y la divinización, tiene mucho cuidado de señalar que esta asimilación a Dios no es una identificación: ella no nos hace “como Dios verdadero o su Verbo, sino como lo ha querido Dios que nos ha otorgado esta gracia” [Contra Arianos 3, 19]. En el Pseudo-Dionisio Areopagita la divinización se integra en el esquema neoplatónico del retorno a Dios (78).
Expresiones equivalentes.- Las palabras importan menos que la realidad que designan. En realidad, muchos autores no emplean ni theosis ni theopoiesis y prefieren atenerse al lenguaje de la Escritura: filiación adoptiva, regeneración, unción, parentesco, comunidad, familiaridad, nueva alianza, connaturalizad, conjunción, ligamen, imagen, mezcla (79-80).
Orígenes, y después de él parte de la tradición oriental, utiliza el carácter dinámico de la imagen: la imagen no es más que una divinización incoativa, su finalidad es parecerse a Dios lo más posible (86).
“El Verbo encarnado se ha hecho hombre, y el Hijo de Dios hijo del hombre, para permitir al hombre alcanzar al Verbo de Dios y, recibiendo la adopción, llegar a ser hijo de Dios” [Ireneo, Adv. Haer. III, 19, 1]. Este resumen de la Historia Santa, empleado con variantes en todas las épocas, está en la base de la enseñanza espiritual del Oriente cristiano. Esta enseñanza tiene como única finalidad la divinización del hombre (409).
SPITERIS, Y.: Dios es Trinidad porque es misterio de comunión y por ello hace participar al resto de seres de su vida interior. La participación en la vida divina es conocida en la tradición oriental como “divinización”…Dios crea al hombre a su imagen y semejanza…La verdadera imagen de Dios es Cristo y el hombre es imagen de la Imagen. Desde el mismo instante de la creación el hombre es “configurado con Cristo”. La divinización del hombre se identifica por ello con la cristificación (18).
La tradición oriental llama a la participación en la vida del Padre divinización o deificación, término usado como sinónimo de la “gracia santificante”. Tal vez no haya en la tradición patrística griega y bizantina concepto más significativo que el de la divinización. Con él se indica la relación entre Dios y el hombre y la misma antropología (37-38).
Las consecuencias de esta divinización invisten al hombre de todos sus aspectos. Alma y cuerpo son transfigurados, las facultades del creyente quedan enteramente espiritualizadas, ya que el bautizado se torna transparencia viviente de Dios, de aquel Dios que se entraña en el hombre. Pues bien, los efectos de la deificación son los siguientes: 1-El hombre de hace Dios por gracia. 2-La deificación afecta a la totalidad del hombre. 3-La visión de Dios. 4-La luz increada (42-47).
El hombre es definido por san Gregorio Nazianzeno como “el ser capaz de ser divinizado”. Siendo ya por creación imagen de Dios, todo lo que el hombre posee es para tender hacia Dios, del cual porta la imagen: el hombre tiende por naturaleza hacia Dios porque está hecho por Dios (61).
La divinización del ombre es realizada cuando formamos parte de Jesucristo; esta realidad es mostrada por el Nuevo Testamento con las fórmulas “ser en Cristo” y “ser revestidos de Cristo” (Ga 3, 27). La idea de una divinización del hombre responde a la lógica interna de la humanización del Verbo, y como tal esta enseñanza es prácticamente unánime en los padres griegos. De este modo la encarnación no es otra cosa que la plena realización del plan divino en divinizar al hombre. Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios, y en él el hombre se hace verdaderamente Dios y puede ser divinizado…La encarnación del Verbo es inseparable de la divinización del hombre y resume la economía de un modo prospectivo, abrazando toda la obra divina de la salvación…La divinización del hombre a través de Cristo acontece ya con la misma encarnación de Cristo que “recapitula en sí” a la humanidad entera (78-79).
Dado que la divinización ha sido realizada por Jesucristo, los seres creados a imagen de Dios son vistos por los padres como una permanente actualización en Cristo (83).
La acción del Espíritu en la formación de la imagen de Dios en nosotros tiene otras implicaciones: el hombre es divinizado en el Espíritu y gracias a él nos hacemos partícipes de la naturaleza divina…Podemos esquematizar la acción del Espíritu en nuetra divinización del siguiente modo: 1-La divinización se lleva a cabo porque el Espíritu abre lo creado a unirse con lo Increado. 2- La divinización se presenta como inhabitación de Dios en nosotros. 3-La divinización es realizable porque en el Espíritu el hombre se convierte en “Hijo en el Hijo”. 4-La divinización del hombre en el Espíritu es llamada también “santificación”.
STAUDENMAIER, F.A.: Divinizarse consiste en que todas las potencias espirituales del hombre estén determinadas y sostenidas por Dios, que todas las actividades del alma estén hacia Él orientadas hasta el grado de tenerle por centro de sus operaciones, que todas las inspiraciones y sentimientos estén presididos por Él, que todo pensamiento piense especialmente en Él o en su Verdad, que toda contradicción y oposición posible entre su voluntad y la del hombre sea suprimida, y que, ante todo y de forma inmediata, el amor del hombre se refiera a Él, de manera que en este mismo amor quiera todo lo demás (Vol. III, 785).
STUDER, B.: La divinización del hombre constituye un tema fundamental de la patrística, especialmente de la griega (621).
El vocabulario en cuestión ha experimentado una notable evolución. Zeopoiein y sus formas diversas sólo aparecen desde Clemente de Alejandría en adelante. Por influencia de pseudos-Dionisio Zeosis se hizo más importante que zeopoiesis (621).
Los latinos, al interesarse más por la santidad moral e insistir consiguientemente más en la eliminación del pecado como culpa que en la liberación de la corrupción mortal, parecen estar menos abiertos a la divinización. Sin embargo, ésta no está ausente de la teología latina, aunque sea deudora de la griega y dependa de los mismos influjos filosóficos (623).

TAULERO: Una persona está deificada cuando ha sido formada en la forma divina, cosa que acontece cuando el alma posee por gracia todo lo que Dios posee por naturaleza (PT 162) unidad e unión
El hombre deiforme, gotforming, es aquella persona cuya alma está llena de Dios y el cuerpo lleno de sufrimiento (PT 253).
En el alma así divinizada Dios se ama, se conoce y goza de sí mismo; ella misma es plenamente semejante a Dios, igual a Dios, divina, se convierte por gracia en lo que Dios es por naturaleza, es elevada en Dios por encima de sí misma: en resumen, tanto tiene la apariencia de Dios que, si se vira, se tomaría por el propio Dios (Sermón 37).
La divinización es la divina y sobrenatural unidad de unión por la que el espíritu es atraído y absorbido en el abismo de su principio (Sermón 70).
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TERRIEN, J.B.: Me preguntáis por qué soy hijo de Dios, dios deificado (86).
Nuestra filiación divina no está basada sobre el acto natural, no sobre la operación creadora de los seres, sino sobre una adopción de gracia (267).
Los hijos de Dios son dios ellos mismos por gracia y participación. Terrien cita el comentario de San Agustín sobre el Ps 49: “es el mismo el que justifica y el que deifica, pues justificar es hacer hijos de Dios” (267). Y menciona varias imágenes patrísticas de la acción de Dios sobre las almas justificadas: acción de pintar sobre el lienzo (San Ambrosio), la acción del escultor sobre el mármol o sobre el bronce (San Basilio, San Cirilo de Alejandría), el sello sobre la cera (San Cirilo) o sobre la moneda, la acción del sol sobre los cuerpos que ilumina (268).
Es una misma cosa participar de la naturaleza divina y participar de la vida divina (268).
La sustancia de Dios se une a nuestra sustancia por su operación, es decir, como principio de nuestro ser y de nuestra actividad sobrenaturales (269).
De otra manera la gracia es causa de la unión. Ella pone al alma en posesión de Dios como objeto de conocimiento y de amor sobrenaturales (269).
THILS, G.: La presencia de las tres Personas no es una especie de yuxtaposición en el espacio; es una unión activa, eficaz. Dios se nos da para hacernos “deiformes”, semejantes a Él, participantes de su vida, de su conciencia, de su amor, de su gloria (75).
Así el don de la vida divina nos transforma interiormente, nos hace “semejantes” a Dios o “deiformes”.Pero seguimos siendo esencialmente distinto del Señor…
Así el hombre, sin convertirse en Dios, es “transformado”a su imagen y deviene semejante a Él (77).
TILLARD, J. M. R.: Donde no hay comunión con Jesucristo, no hay existencia cristiana (15).
TOMAS DE AQUINO (Santo):

La naturaleza divina no es comunicable a no ser según una participación de semejanza (Iª, q. 13, a. 9 ad 1).

El término Dios es comunicable, no ciertamente en toda su extensión, sino en parte, de modo que se llama dioses a los que participan por semejanza de algo divino, según aquello: Yo dije: dioses sois [Ps 81, 6] (Iª, q. 13, a. 9 in fine).

La filiación adoptiva es cierta semejanza de participación de la filiación natural (IIIª, q. 3, a. 5, ad 2).

La filiación adoptiva es una cierta semejanza de la eterna…La adopción, aunque es común a toda la Trinidad, sin embargo es apropiada al Padre como autor, al Hijo como ejemplar, al Espíritu Santo como el que imprime en nosotros esta similitud del ejemplar (IIIª, q. 3, a. 2, ad 3).

El don de la gracia está sobre todas las potencias de la naturaleza creada, porque no es otra cosa que la participación de la naturaleza divina, superior a toda naturaleza. Es, por consiguiente, totalmente imposible que una criatura produzca la gracia. El hierro no puede recibir las propiedades del fuego si no se mete en él, y en tanto en cuanto a él se una; por semejante manera, sólo Dios puede divinizar una criatura, admitiéndola a la participación de su divina naturaleza. Porque, así como sólo el fuego tiene el poder de ignificar, así ningún influjo puede divinizar el alma, si no es el de la divinidad, dando a un mismo tiempo al alma la participación de su semejanza y naturaleza ( STh I-II q. 112, a 1 ).

El don de la gracia excede toda facultad de la naturaleza creada, pues no es otra cosa sino una cierta participación en la naturaleza divina que excede toda otra naturaleza…Así es necesario que sólo Dios deifique, comunicando el consorcio de la naturaleza divina por medio de una cierta participación de semejanza (STh I-II q. 112, a 1).
La gracia…que ahora tenemos… es virtualmente igual a la gloria (STh I-II, q. 114, a 3,
ad 3).

En todo conocimiento el que conoce se hace semejante [“asimilado”] a la realidad conocida; por eso, los que ven a Dios son transformados de alguna manera en Dios. Si lo ven perfectamente, son perfectamente transformados; es el caso de los bienaventurados en la Patria [I Jn 3, 2]. Si lo ven imperfectamente, son imperfectamente transformados. Es el caso de este mundo por la fe; ahora vemos en un espejo [I Cor 13, 12] (In Co 13, 12).

La fe es el hábito de la mente, por el que se tiene una incoación en nosotros de la vida eterna (STh II-II, 4 a 1).

Dos son los dones de Dios que nos alejan del pecado: uno es el conocimiento de la verdad…otro es el auxilio de la gracia interior, al que se opone “la envidia de la gracia fraterna” (STh II-II, 14, 2 ad 4).

La gracia y la gloria están en el mismo género, porque la gracia no es otra cosa que un anticipo o incoación de la gloria en nosotros (STh II-II, 24, 3 ad 2).

Llegamos a ser hijos adoptivos de Dios por asimilación al Hijo natural de Dios (Contra Gent. IV, 24).

El Hijo único de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza, a fin de que, hecho hombre, divinizase a los hombres (Opúsculo 57, lect. 1-4).

TURRADO, L.: Hechos, 17, 28-29: Pablo hace dos citas de poetas griegos, de las que se vale para recalcar la idea de que Dios no está lejano a nosotros, como algo a que nos es imposible llegar, sino que vivimos como inmersos en él y somos linaje suyo. Las citas son dos: una implícita y otra explícita. La primera reproduce casi literalmente este verso de Epiménides de Creta (s. VI a. C.) en su poema Minos…la segunda reproduce un verso de Arato (s.III a. C.) en el poema Fenómenos. Casi el mismo verso se encuentra también en Cleantes (s. III a. C.) en su Himno Zeus. Cleantes y Arato pertenecen a la escuela estoica…Es evidente que Pablo, después de lo que ha dicho de Dios creador (v. 24-26), al citar estas expresiones de concepción panteísta, las emplea desde su punto de vista monoteísta. Lo que trata de afirmar con la primera cita es que dependemos de Dios en todo, hasta el punto de que sin él no podríamos continuar viviendo, moviéndonos y ni aun existiendo (162-163 y nota 9).
VERDÚ BERGANZA, I.: Es un hecho constatable que Eckhart conoció la obra del Pseudo Dionisio Areopagita, al que cita en numerosas ocasiones…Los planteamientos dionisianos respecto del conocimiento de Dios (teología negativa o apofática) y de la divinización del hombre, una divinización que supone tres fases: purificación, iluminación y, finalmente, unión (mística) en Dios, recorren toda la obra del Maestro Eckhart (443).
Por su parte, la divinización del hombre es posible porque Dios mismo, en la persona del Hijo, se ha hecho hombre. La tesis de que “Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios” se convirtió en un lugar común entre los místicos renanos. No era una idea nueva, pero en Eckhart pasa a ser un elemento fundamental de todo su pensamiento (443).
Así, pues, podríamos concluir aquí, afirmando que la mística de Eckhart propone una divinización, un hacerse uno con Dios, a través del intelecto, y de carácter intelectual. Pero sin ser del todo falso, no sería del todo cierto. Y no lo sería porque nada de todo esto es posible sin la gracia de Dios (447).
El hombre divinizado es el hombre absolutamente desprendido, separado de todo, vacío incluso “de todos los rezos”, ya que “su oración no es otra cosa que ser uniforme con Dios” [Tratado del desprendimiento](451).
Para Eckhart es un hecho que Dios en la persona de su Hijo es hombre y, por ello, los hombres pueden hacerse Dios. Este es el misterio de la encarnación del Verbo. Y, de acuerdo con otro hecho incuestionable, que el Hijo, sin dejar de ser hijo, es Uno,como lo es el Padre y lo es el Espíritu, también nosotros, Hijos adoptivos de Dios por la gracia, podemos ser Hijos y, sin confundirnos, ser Uno (452).
VICENT, M.: Empleo de diversos vocablos, que evocan las dos opciones (divinización y humanización) en los textos del Concilio: – Términos que evocan la divinización: 151 veces, gracia; 31 veces, redención; 159 veces, salus-salvación; 34 veces, celeste -bien celestial, ciudad celeste-. Términos que evocan la humanización: 33 veces, humanidad; 420, humano; 4 veces, humanamente; 36 veces, terrestre -ciudad terrestre, bienes terrestres- (433, en nota 1).
l-La divinización: a) La dignidad de la persona reside en la comunión con Dios…Este fin único del hombre, la comunión con Dios, es, según los Padres conciliares, el aspecto más sublime de la dignidad humana [GS 19]. d) Génesis de esta comunión con Dios: La esperanza escatológica de comunión con su Dios, el hombre la recibe desde su nacimiento…De esta invitación a vivir en comunión con Él, Dios es instigador, iniciador (433-435).
2-La humanización como consecuencia de la divinización del hombre: Si los padres conciliares han reafirmado con vigor la vocación del hombre a la divinización, ellos no han limitado su perspectiva a un agustinismo extremo…La cooperación del hombre en la obra de la creación y de la humanización corresponde al designio de Dios sobre el mundo (435-437).
3-Reconciliación de la divinización y de la humanización: La actividad humana es pues buena, querida por Dios. El hombre es asociado a Dios, él se crece y crece con los otros…Toda actividad humana debe ser integrada en el misterio pascual, misterio de salvación de todos los hombres (437-439).
Conclusión: Los Padres conciliares reconocen que todo progreso humano es una primera etapa para la divinización y recíprocamente que la acción de Dios en el hombre, lejos de alienarle, le hace más hombre (439).
YANGUAS, J.M.: La divinización es el fin y el culmen de la vida cristiana, “el colmo de todos los deseos”, como diría Basilio. El Espíritu divino es quien causa en nosotros esa semejanza divina. La divinización del cristiano, su nueva condición de hijo de Dios, la purificación mediante el Espíritu nos hace verdaderamente libres. Él es realmente Espíritu de libertad (528-529).
ZUBIRI, X.: Para un latino el problema de la gracia va subordinado a la visión beatífica en la gloria, a la felicidad; para un griego la felicidad es consecuencia de la gracia entendida como deificación (402).
Junto a esta efusión creadora por la que Dios produce las cosas, ha realizado una segunda efusión ad extra. Si queremos encontrar un nombre genérico para designarla, la llamaremos deificación. La deificación no es, propiamente hablando, creación. En la creación se producen cosas distintas de Dios; en la deificación Dios se da personalmente a sí mismo. Es una efusión donante a la creación. Vista desde las criaturas, es una unificación de ellas con la vida personal de Dios. El ciclo del amor extático divino se completa de esta suerte. En la Trinidad, Dios vive; en la creación, produce cosas; en la deificación, las eleva para asociarlas a su vida personal (445).
San Pablo lo ha expresado claramente: la deificación del hombre consiste en una filiación adoptiva (458).
Mientras Dios ha deificado a Cristo dándole su propio ser personal divino, deifica a los demás hombres comunicándoles su vida, que deposita en ellos una impronta de la naturaleza divina: es lo que la gracia tiene de «ser». Como esta impronta procede de Dios mismo, por vía de impresión y de expresión formal, es una semejanza con la naturaleza divina, y, por tanto, al recibir nosotros una naturaleza deiforme, somos realmente hijos de Dios. La deificación del hombre es real, pero, si se quiere, accidental: es algo añadido al ser humano, pero nada constitutivo suyo: es lo que justifica el nombre de kháris, gracia (459).
En rigor, pues, no es que la gracia como semejanza natural con Dios atraiga hacia sí a la Trinidad, sino que más bien expresa que la Trinidad se mantiene en el alma del justo confiriéndole una segunda naturaleza deiforme (464).
La naturaleza humana de Cristo, según vimos, está sumergida en la divina. En nosotros no es así. Pero por la gracia hay una inserción de nuestra vida entera en Dios. Es lo que San Juan expresó con la metáfora del injerto. La posesión de la gracia es, por tanto, rigurosamente hablando, una vida sobrenatural consecutiva a nuestra deificación (465).
Esta unidad deificante del amor es ya una realidad, según acabamos de ver. La vida eterna, por tanto la gloria, es ya una realidad (478).

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* * * * * * * *
ÍNDICE

SAGRADA ESCRITURA
Salmo 81
Evangelio según San Juan 10, 34
Segunda Carta de San Pedro 1, 4b
Otros textos

SANTOS PADRES

LA DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE EN OS SANTOS PADRES
La Tradición y los Padres de la Iglesia
Autoridad de los Padres
Teología Patrística sobre la divinización del hombre

TEXTOS PATRÍSTICOS
San Ignacio de Antioquia
San Justino
San Teófilo de Antioquia
San Ireneo
Clemente de Alejandría
San Hipólito
Orígenes
San Hilario de Poitiers
Dídimo de Alejandría
San Atanasio
San Basilio de Cesarea
San Gregorio Nacianceno
San Gregorio de Nisa
San Ambrosio
San Juan Crisóstomo
Teodoro de Mopsuestia
San Agustín
San Cirilo de Alejandría
San Proclo de Constantinopla
San Pedro Crisólogo
San León Magno
Seudo-Dionisio
San Máximo el Confesor
San Juan Damasceno

EL TESTIMONIO DE LA LITURGIA

LEX ORANDI LEX CREDENDI

TEXTOS LITÚRGICOS
I-Misal:
Ofertorio
Canon
Prefacios
Rito de la Comunión
Oraciones:
1-Tiempo de Adviento
2-Tiempo de Navidad
3-Tiempo de Cuaresma
4-Tiempo de Pascua
5-Tiempo Ordinario
6-Solemnidades del Señor
7- Otras
II-Ritual del Bautismo:
Renuncias y Profesión de fe
Recitación de la Oración Dominical
Bendiciones
III-Liturgia de las Horas:
El Oficio Divino
Oraciones
Preces
Oficio de Lecturas:
1-Tiempo de Adviento
2-Tiempo de Navidad
3-Tiempo de Pascua
4-Tiempo Ordinario
5-Solemnidades del Señor
6-Memorias de los Santos
Antífonas

MAGISTERIO

ENSEÑANZAS DEL MAGISTERIO
La Gracia
Lo que no es la deificación
La Santísima Trinidad y la deificación

TEXTOS DEL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
San Dámaso I
Concilio Toledano IV
Concilio Constantinopolitano III
Juan XXII
Pío V
Inocencio XI
León XIII
Pío XII
Juan XXIII
Concilio Vaticano II
Pablo VI
Juan Pablo II
Benedicto XVI

CATECISMOS
Catecismo Romano
Catecismo de la Iglesia Católica
Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica

COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL
Documento “Teología-Cristología-Antropología” (año 1981).

TEOLOGÍA

LOS TEÓLOGOS Y LA DIVINIZACIÓN DEL HOMBRE

REFLEXIÓN TEOLÓGICA
Alberto Magno (San), Argárate, Arróniz
Beltran, Baltasar, Barzaghi, Biffi, Boff, Boros, Buenaventur (San)
Cabasilas, Capánaga, Capdevila, Carbone, Cerfaux, Colzani, Comité para el Jubileo del año 2000, Congar, Corbon,
De Angelis, De Libera, Díaz Lorite, Dockx, Durrwell,
Emery,
Farrugia, Fernández Jiménez, Fransen, Flick-Alzeghi, Forte, Fromm,
Galindo Rodrigo, García de Haro, Gelabert, Gillet, González-Ayesta, Granados García, Grossi, Guillermo de Saint-Thierry,
Honorio de Autun,
Isaac de Stella, Isaac el Sirio
Jeremias, Juan de Avila (San), Juan de la Cruz (San),
Küng,
Ladaria, López de Meneses, Lorda
Mausbach, Moltmann, Mussner,
Nicola
Ocáriz, Oroz Reta,
Pane, Pesch, Philipon, Philips, Pruche
Rahner, Ramièr, Ratzinger, Rondet, Rubini, Ruiz de la Peña,
Salguero, Sayés, Scaltriti, Scola, Schillebeeckx, Schlier, Schmaus, Schmitz-Perrin, Sesé, Silanes, Simeón el Nuevo Teólogo, Spicq, Spidlik, Spiteris, Schönborn, Somme, Studer.
Tauler, Terrien, Thils, Tillard, Tomás de Aquino (San), Turrado.
Verdú, Vicent
Yanguas
Zubiri
BIBLIOGRAFÍA

CATECISMO SIGLO XIV

CATECISMO EN COPLILLAS DE PEDRO DE VERAGÜE
SIGLO XIV

MARIANO ESTEBAN CARO

* * *

LA TRADICIÓN CATEQUÍSTICA TOLEDANA

Los historiadores de la catequesis dan gran importancia a la tradición catequística de la Iglesia Toledana en los siglos XIV y XV. Arranca del Sínodo celebrado en Toledo en el año 1323, que publica una SUMA DE LA DOCTRINA CRISTIANA. Esta Suma es la explicación ampliada de una TABLA, hecha en pergamino, que debía estar colgada en las iglesias de la diócesis para que todos pudieran leerla. A lo largo del año los sacerdotes tenían la obligación de explicar a los feligreses el contenido de esta tabla en las fiestas principales.

En la tabla se enumeraban los artículos de la fe, los sacramentos, los mandamientos, los pecados y las virtudes así como las obras de misericordia. El Cardenal Cisneros en el Sínodo celebrado en Talavera el año 1498 nos da a conocer el contenido de la TABLA CATEQUÍSTICA TOLEDANA.

DOCTRINA DE LA DISCRIPCIÓN DE PEDRO DE VERAGÜE

Esta composición escrita en tercetos octosílabos con un verso de pie quebrado suelto es también del siglo XIV y entronca con la tradición toledana del catecismo. Se conocía el códice de El Escorial, que contenía este catecismo de finales del siglo XIV. Actualmente están registrados otros códices que contienen esta DOCTRINA DE LA DISCRIPCIÓN así como una edición impresa del siglo XVI.

Su autor, Pedro de Veragüe, nació en uno de los despoblados, que están en la raíz de Escalonilla (Toledo). “En aquella época los apellidos no estaban fijados y se conocía generalmente a las personas por su nombre seguido del topónimo correspondiente a su origen. Por ello, parece claro que el poeta debió ser oriundo de un lugar llamado Verague, situado en el término municipal de Escalonilla y despoblado a principios del siglo XVI” (Pedro González).

Pedro de Veragüe creció en este lugar: allí leería la TABLA y escucharía la predicación de su contenido cuatro veces al año.

Es muy posible que las «letrillas» de Pedro de Veragüe sean la versión popular de aquellas catequesis, compuestas para ser cantadas y ayudar así a memorizar la doctrina que todo cristiano debe conocer.

IMPORTANCIA DE LA OBRA DE PEDRO DE VERAGÜE

El pozo de erudición que fue don Marcelino MENÉNDEZ PELAYO dice de la obra de Pedro de Veragüe que es «el más antiguo de los catecismos españoles que hemos visto ni en prosa ni en verso». Autores hay que discuten este título a la DOCTRINA DE LA DESCRIPCIÓN de Pedro de Veragüe. Los historiadores de la catequesis en España creen que en castellano sí que es el primero, siendo anterior la Suma de la Doctrina Cristiana del Sínodo toledano de 1323, pero está escrita en latín.

Pedro de Veragüe utiliza otra tradición toledana: las CANCIONCILLAS MOZÁRABES, que llama Dámaso Alonso a las que cantaban las gentes de Toledo en aquellos siglos. La presencia de mozárabes en la zona de Escalonilla está suficientemente documentada por los trabajos de varios escalonilleros que con tanto cariño investigan en la historia de su pueblo.

Hay que señalar otro dato: Pedro de Veragüe está en los orígenes de una tradición catequística muy española, como son LOS CATECISMOS PARA SER CANTADOS. Seguimos escuchando a D. Marcelino: «Esta doctrina (la de Veragüe) hubo de estar en uso por bastante tiempo, puesto que llegó a ser impresa en edición popular del siglo XVI… el metro en que estaba compuesta hubo de contribuir mucho a su popularidad y a que fácilmente se gravara en la memoria y se repitiera con cierta canturia o melopeya». Efectivamente hay constancia de ello en bibliotecas españolas y del extranjero.

Después de Veragüe escriben catecismos en verso Andrés Ermitaño, que se lo dedica a la Duquesa de Maqueda y el Apóstol de la Andalucía del siglo XVI, SAN JUAN DE AVILA, cuyo catecismo se tituló DOCTRINA CRISTIANA QUE SE CANTA.

Podemos aventurar una hipótesis: la canción popular de Escalonilla titulada los SACRAMENTOS bien pudiera ser restos sueltos de una antigua catequesis, que quedó en la memoria del pueblo.

CONTENIDO DE LA DOCTRINA DE LA DISCRIPCIÓN

Sigue un esquema tradicional en la Iglesia, el mismo de la TABLA toledana.

I. Los artículos de la Fe:

Verso 8:
«Creo en un Dios maravilloso
Padre Todo Poderoso
En cielo y tierra virtuoso
Creador».

Verso 18:
«Todos resucitaremos
En las carnes que hoy tenemos
Y por cuenta pasaremos
Muy estrecha».
II. Los Mandamientos.

Verso 32: Así habla del séptimo mandamiento:
«De furtar por algund arte
Pelo en ti no fallen parte
Que mas vale obligarte
A pedirlo».

III. Las obras de misericordia.

Verso 51:
«Deues fartar al fambriento,
Dar a beuer al sediento
E sacar por rendimiento
Al cabtivo».

IV. Los pecados capitales.

Verso 61:

«Grand tormento es desigual
Del enbidioso mortal
Sy otro tiene buen cabdal
Penado muere».

V. Fe, esperanza y caridad.

Verso 39:
«Esperança perderás
E la fee quando seras
Delante de Dios ueras
Su presencia».

Verso 40:
«Con grand liberalidad
Faz obras de caridad
Que la limpia voluntad
Non peresce».

VI. Los Sacramentos:
Verso 68:
«Rescibir santo bautismo
Confirmación eso mismo
Penitencia syn sofrismo
Es bien fecho».

VII. Un buen piropo a la mujer cristiana del siglo XIV

Verso 113:
«Es obra marauillosa
Buena muger e fermosa
Rica e generosa
De parientes».

Pedro de Veragüe es pues, un testigo, ya en el siglo XIV, de la misma fe que profesan las buenas gentes de Escalonilla en estos primeros años del siglo XXI. Además sus coplillas son un monumento a la lengua castellana que cantaba y hablaba el pueblo llano de hace seis siglos.

NUEVA EVANGELIZACIÓN. DICCIONARIO

NUEVA EVANGELIZACIÓN. DICCIONARIO
ENSEÑANZAS DE BENEDICTO XVI

ACCIÓN
Mensaje, 29 de junio de 2009: Espíritu Santo.
ADHESIÓN A JESÚS

Discurso, 5 de julio de 2007: Anuncio.

AGENTES DE PASTORAL
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-En el comprometedor itinerario de la nueva evangelización en el ámbito migratorio, desempeñan un papel decisivo los agentes pastorales –sacerdotes, religiosos y laicos–, que trabajan cada vez más en un contexto pluralista: en comunión con sus Ordinarios, inspirándose en el Magisterio de la Iglesia, los invito a buscar caminos de colaboración fraterna y de anuncio respetuoso, superando contraposiciones y nacionalismos.
AGNÓSTICOS
Discurso, 21 de diciembre de 2009.-Considero importante sobre todo el hecho de que también las personas que se declaran agnósticas y ateas deben interesarnos a nosotros como creyentes. Cuando hablamos de una nueva evangelización, estas personas tal vez se asustan. No quieren verse a sí mismas como objeto de misión, ni renunciar a su libertad de pensamiento y de voluntad. Pero la cuestión sobre Dios sigue estando también en ellos, aunque no puedan creer en concreto que Dios se ocupa de nosotros.
Intervención, 27 de octubre de 2011.- Existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: «No existe ningún Dios». Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros podemos y debemos vivir en función de ella. Pero también llaman en causa a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios – el verdadero Dios – se haga accesible.

ALEGRÍA

Homilía, 21 de agosto de 2005.-Quien ha descubierto a Cristo debe llevar a otros hacia él. Una gran alegría no se puede guardar para uno mismo. Es necesario transmitirla.
Homilía, 27 de abril de 2008.-Queridos amigos, esta es también vuestra misión: llevar el Evangelio a todos, para que todos experimenten la alegría de Cristo y todas las ciudades se llenen de alegría. ¿Puede haber algo más hermoso que esto? ¿Hay algo más grande, más estimulante que cooperar a la difusión de la Palabra de vida en el mundo, que comunicar el agua viva del Espíritu Santo? Anunciar y testimoniar la alegría es el núcleo central de vuestra misión, queridos diáconos, que dentro de poco seréis sacerdotes.
El apóstol san Pablo llama a los ministros del Evangelio «servidores de la alegría». A los cristianos de Corinto, en su segunda carta, escribe: «No es que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestra alegría, pues os mantenéis firmes en la fe» (2 Co 1, 24). Son palabras programáticas para todo sacerdote. Para ser colaboradores de la alegría de los demás, en un mundo a menudo triste y negativo, es necesario que el fuego del Evangelio arda dentro de vosotros, que reine en vosotros la alegría del Señor. Sólo podréis ser mensajeros y multiplicadores de esta alegría llevándola a todos, especialmente a cuantos están tristes y afligidos.
Discurso, 18 de mayo de 2009.-El verdadero discípulo de Jesucristo goza transmitiendo gratuitamente a otros su divina Palabra y compartiendo con ellos el amor que brota de su costado abierto en la cruz.

Cuando la belleza y la verdad de Cristo conquistan nuestros corazones, experimentamos la alegría de ser sus discípulos y asumimos de modo convencido la misión de proclamar su mensaje redentor.
Audiencia, 10 de septiembre de 2008.- La misión de todos los apóstoles de Cristo, en todos los tiempos, consiste en ser colaboradores de la verdadera alegría.
VIDEO-MENSAJE, 24 DE MARZO DE 2012.-Redescubrir la alegría de creer y el entusiasmo de comunicar la fuerza y la belleza de la fe es un reto fundamental de la nueva evangelización, a la que está llamada toda la Iglesia.

ÁMBITO PÚBLICO
Discurso, 11 de marzo de 2006: Destinatarios.
Discurso, 8 de septiembre de 2006: Cultura.

Discurso, 6 de junio de 2008: Derechos humanos.

Homilía, 2 de febrero de 2011: Marginación de la religión.

AMOR
Encíclica Deus caritas est (31), 25 de diciembre de 2005.-La caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos.
Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor. Sabe que Dios es amor (1 Jn 4, 8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar.
La mejor defensa de Dios y del hombre consiste precisamente en el amor.
Las organizaciones caritativas de la Iglesia tienen el cometido de reforzar esta conciencia en sus propios miembros, de modo que a través de su actuación —así como por su hablar, su silencio, su ejemplo— sean testigos creíbles de Cristo.
Discurso, 11 de marzo de 2006.-La tarea de la Iglesia consiste en comunicar incesantemente este amor divino, gracias a la acción vivificante del Espíritu Santo. En efecto, el Espíritu es quien transforma la vida de los creyentes, liberándolos de la esclavitud del pecado y de la muerte, y capacitándolos para testimoniar el amor misericordioso de Dios, que en su Hijo, quiere hacer de la humanidad, una única familia (cf. Deus caritas est, 19).

Desde sus orígenes, el pueblo cristiano percibió con claridad la importancia de comunicar, a través de una incesante acción misionera, la riqueza de este amor a todos los que todavía no conocían a Cristo.
El amor es lo que nos debe impulsar a anunciar con franqueza y valentía a todos los hombres la verdad que salva (cf. Gaudium et spes, 28). Un amor que se debe irradiar por doquier y alcanzar el corazón de todo hombre, pues los hombres esperan a Cristo.
Mensaje, 29 de abril de 2006.-El mensaje salvífico podría sintetizarse con las palabras del evangelista san Juan: «En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene; en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4, 9). Después de su resurrección, Jesús encomendó a los Apóstoles el mandato de difundir el anuncio de este amor.
Toda comunidad cristiana está llamada a dar a conocer a Dios, que es Amor.
No es difícil comprender que el auténtico celo misionero, compromiso primario de la comunidad eclesial, va unido a la fidelidad al amor divino, y esto vale para todo cristiano, para toda comunidad local, para las Iglesias particulares y para todo el pueblo de Dios.
Ángelus, 1 de octubre de 2006.-San Pablo, el apóstol de los gentiles, escribió: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5, 14). Que todo cristiano haga suyas estas palabras, con la gozosa experiencia de ser misionero del Amor allí donde la Providencia lo ha puesto, con humildad y valentía, sirviendo al prójimo sin segundas intenciones y sacando de la oración la fuerza de la caridad alegre y activa (cf. Deus caritas est, 32-39).
Ángelus, 18 de febrero de 2007.-El amor es la novedad del Evangelio, que cambia el mundo sin hacer ruido.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-Contemplando la experiencia de san Pablo, comprendemos que la actividad misionera es respuesta al amor con el que Dios nos ama. Su amor nos redime y nos impulsa a la missio ad gentes; es la energía espiritual capaz de hacer crecer en la familia humana la armonía, la justicia, la comunión entre las personas, las razas y los pueblos, a la que todos aspiran (cf. Deus caritas est, 12). Por tanto, Dios, que es Amor, es quien conduce a la Iglesia hacia las fronteras de la humanidad, quien llama a los evangelizadores a beber «de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios» (Deus caritas est, 7).
Discurso, 2 de abril de 2009.-Todo empeño evangelizador brota de un triple amor: a la Palabra de Dios, a la Iglesia y al mundo.

El evangelizador, pues, ha de ser un hijo fiel de la Iglesia y, además, lleno de amor a los hombres, para saber ofrecerles la gran esperanza que llevamos en nuestra alma.
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-Sin embargo, la belleza de la vida cristiana es más incisiva aún que el arte y la imagen en la comunicación del mensaje evangélico. En definitiva, sólo el amor es digno de fe y resulta creíble.
Discurso, 7 de octubre de 2011.- El impulso misionero sigue siendo esencial para la vida de la Iglesia, y encuentra expresión no sólo en la predicación del Evangelio, sino también en el testimonio de la caridad cristiana (cf. Ad gentes, 2). En este sentido, aprecio los intensos esfuerzos realizados por numerosas personas y organismos en nombre de la Iglesia para llevar la tierna compasión de Dios a los numerosos miembros de la sociedad.
Homilía, 11 de diciembre.-Continuad la obra de evangelización con la catequesis y la correcta información sobre lo que cree y anuncia la Iglesia católica; presentad con claridad las verdades de la fe cristiana; como dice san Pedro, estad dispuestos «para dar explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza» (1 P 3, 15); vivid el lenguaje comprensible a todos del amor y la fraternidad, pero sin olvidar el compromiso de purificar y reforzar vuestra fe frente a los peligros y a las insidias que pueden amenazarla en estos tiempos. Superad los límites del individualismo, de encerraros en vosotros mismos; la fascinación del relativismo, según el cual se considera lícito todo comportamiento; la atracción que ejercen formas de sentimiento religioso que exploran las necesidades y las aspiraciones más profundas del alma humana, proponiendo perspectivas de satisfacciones fáciles, pero ilusorias. La fe es un don de Dios, pero que pide nuestra respuesta, la decisión de seguir a Cristo no sólo cuando cura y alivia, sino también cuando habla de amor hasta la entrega de sí mismos.
Discurso, 16 de febrero de 2012.-La caridad favorece la apertura y el encuentro con el hombre de hoy, en su realidad concreta, para llevarle a Cristo y su amor a cada persona y a cada familia, especialmente a los más pobres y solos. «Caritas Christi urget nos» [2 Co 5, 14]: de hecho, el amor de Cristo es lo que llena los corazones e impulsa a evangelizar. El Maestro divino, hoy como entonces, envía a sus discípulos por los caminos del mundo para proclamar su mensaje de salvación a todos los pueblos de la tierra (Discurso, 16 de febrero).
Meditación, 8 de octubre de 2012.-Sólo en este encender al otro a través de la llama de nuestra caridad, crece realmente la evangelización, la presencia del Evangelio, que ya no es sólo una palabra, sino realidad vivida.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Los «pueblos» a los que hemos sido enviados no son sólo los demás países del mundo, sino también los diferentes ámbitos de la vida: las familias, los barrios, los ambientes de estudio o trabajo, los grupos de amigos y los lugares de ocio. El anuncio gozoso del Evangelio está destinado a todos los ambientes de nuestra vida, sin exclusión.

ANUNCIO

Discurso, 11 marzo 2006.-El anuncio y el testimonio del Evangelio son el primer servicio que los cristianos pueden dar a cada persona y a todo el género humano.
Discurso, 5 de julio de 2007.-La Iglesia se siente interpelada por el mandato de Jesús de anunciar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16,15) y se esfuerza para que este anuncio llegue a todos los hombres. Para alcanzar esta meta el mensaje debe ser claro y preciso a fin de que la palabra de vida proclamada se convierta en una adhesión personal a Jesús, nuestro Salvador.
Mensaje, 12 de agosto de 2008.-El servicio más importante que podemos brindar a nuestros hermanos es el anuncio claro y humilde de Jesucristo, que vino a este mundo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia (cf. Jn 10, 10).

Discurso, 2 de abril de 2009.-Este anuncio nítido y explícito de Cristo como Salvador de los hombres se inserta en esa búsqueda apasionante de la verdad, la belleza y el bien que caracteriza al ser humano.

Exhortación apostólica VD (92), 30 de septiembre de 2010.-La novedad del anuncio cristiano es la posibilidad de decir a todos los pueblos: «Él se ha revelado. Él personalmente. Y ahora está abierto el camino hacia Él. La novedad del anuncio cristiano no consiste en un pensamiento sino en un hecho: Él se ha revelado»
Exhortación apostólica VD (96).- Hay muchos cristianos necesitados de que se les vuelva a anunciar persuasivamente la Palabra de Dios, de manera que puedan experimentar concretamente la fuerza del Evangelio.

Exhortación Apostólica VD (98).-Nuestra responsabilidad no se limita a sugerir al mundo valores compartidos; hace falta que se llegue al anuncio explícito de la Palabra de Dios. Sólo así seremos fieles al mandato de Cristo.
Discurso, 17 de diciembre de 2009.-Es especialmente importante anunciar con renovado entusiasmo y fuerza el perenne mensaje del Evangelio a una sociedad que no es inmune a las tentaciones de la secularización, el hedonismo y el relativismo: los problemas de la disminución de los nacimientos, la fragilidad de las familias y la ilusión de hacer fortuna fuera de la propia tierra son un signo de ello.
Discurso, 30 de mayo de 2011: Continuidad.
APÓSTOL
Audiencia, 10 de septiembre de 2008.- ¿Qué es, por tanto, según la concepción de san Pablo, lo que los convierte a él y a los demás en apóstoles? En sus cartas aparecen tres características principales que constituyen al apóstol.
La primera es «haber visto al Señor» (cf. 1 Co 9, 1), es decir, haber tenido con él un encuentro decisivo para la propia vida…En definitiva, es el Señor el que constituye a uno en apóstol, no la propia presunción. El apóstol no se hace a sí mismo; es el Señor quien lo hace; por tanto, necesita referirse constantemente al Señor…Esta es la primera característica: haber visto al Señor, haber sido llamado por él.
La segunda característica es «haber sido enviado». El término griego apóstolos significa precisamente «enviado, mandado», es decir, embajador y portador de un mensaje. Por consiguiente, debe actuar como encargado y representante de quien lo ha mandado…Una vez más destaca inmediatamente la idea de una iniciativa ajena, la de Dios en Jesucristo, a la que se está plenamente obligado; pero sobre todo se subraya el hecho de que se ha recibido una misión que cumplir en su nombre, poniendo absolutamente en segundo plano cualquier interés personal.
El tercer requisito es el ejercicio del «anuncio del Evangelio», con la consiguiente fundación de Iglesias. Por tanto, el título de «apóstol» no es y no puede ser honorífico; compromete concreta y dramáticamente toda la existencia de la persona que lo lleva.
Un elemento típico del verdadero apóstol, claramente destacado por san Pablo, es una especie de identificación entre Evangelio y evangelizador, ambos destinados a la misma suerte.
AREÓPAGO
Mensaje, 13 de noviembre de 2009: Cultura.
Discurso, 26 de noviembre de 2010: Vida consagrada.

ATEOS
Discurso, 21 de diciembre de 2009: Agnósticos.

ATRIO DE LOS GENTILES
Discurso, 21 de diciembre de 2009.-Me vienen aquí a la mente las palabras que Jesús cita del profeta Isaías, es decir, que el templo debería ser una casa de oración para todos los pueblos (cf. Is 56, 7; Mc 11, 17). Él pensaba en el llamado «patio de los gentiles», que desalojó de negocios ajenos a fin de que el lugar quedara libre para los gentiles que querían orar allí al único Dios, aunque no podían participar en el misterio, a cuyo servicio estaba dedicado el interior del templo. Lugar de oración para todos los pueblos: de este modo se pensaba en personas que conocen a Dios, por decirlo así, sólo de lejos; que no están satisfechos de sus dioses, ritos y mitos; que anhelan el Puro y el Grande, aunque Dios siga siendo para ellos el «Dios desconocido» (cf. Hch 17, 23). Debían poder rezar al Dios desconocido y, sin embargo, estar así en relación con el Dios verdadero, aun en medio de oscuridades de diversas clases.
Creo que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de «patio de los gentiles» donde los hombres puedan entrar en contacto de alguna manera con Dios sin conocerlo y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio está la vida interna de la Iglesia. Al diálogo con las religiones debe añadirse hoy sobre todo el diálogo con aquellos para quienes la religión es algo extraño, para quienes Dios es desconocido y que, a pesar de eso, no quisieran estar simplemente sin Dios, sino acercarse a él al menos como Desconocido.
Videomensaje, 25 de marzo de 2011.-Vosotros jóvenes, creyentes y no creyentes, igual que en la vida cotidiana, esta noche queréis estar juntos para reuniros y hablar de los grandes interrogantes de la existencia humana.
Hoy en día, muchos reconocen que no pertenecen a ninguna religión, pero desean un mundo nuevo y más libre, más justo y más solidario, más pacífico y más feliz. Al dirigirme a vosotros, tengo en cuenta todo lo que tenéis que deciros: los no creyentes queréis interpelar a los creyentes, exigiéndoles, en particular, el testimonio de una vida que sea coherente con lo que profesan y rechazando cualquier desviación de la religión que la haga inhumana. Los creyentes queréis decir a vuestros amigos que este tesoro que lleváis dentro merece ser compartido, merece una pregunta, merece que se reflexione sobre él.
Queridos amigos, tenéis que construir puentes entre vosotros. Aprovechad la oportunidad que se os presenta para descubrir en lo más profundo de vuestras conciencias, a través de una reflexión sólida y razonada, los caminos de un diálogo precursor y profundo. Tenéis mucho que deciros unos a otros. No cerréis vuestras conciencias a los retos y problemas que tenéis ante vosotros.
La primera actitud que hay que tener o las acciones que podéis realizar conjuntamente es respetar, ayudar y amar a todo ser humano, porque es criatura de Dios y en cierto modo el camino que conduce a Él. Continuando lo que estáis viviendo esta noche, contribuid a derribar los muros del miedo al otro, al extranjero, al que no se os parece, miedo que nace a menudo del desconocimiento mutuo, del escepticismo o de la indiferencia. Procurad estrechar lazos con todos los jóvenes sin distinción alguna, es decir, sin olvidar a los que viven en la pobreza o en la soledad, a los que sufren por culpa del paro, padecen una enfermedad o se sienten al margen de la sociedad.
Queridos jóvenes, no es sólo vuestra experiencia de vida lo que podéis compartir, también vuestro modo de orar. Creyentes y no creyentes, presentes en este atrio del Desconocido, estáis invitados a entrar también en el espacio sagrado, a franquear el magnífico pórtico de Notre-Dame y entrar en la catedral para hacer un rato de oración. Esta oración será para algunos de vosotros una oración a un Dios conocido por la fe, pero también puede ser para otros una oración al Dios Desconocido.
Queridos jóvenes no creyentes, uniéndoos a aquellos que en Notre-Dame están rezando, en este día de la Anunciación del Señor, abrid vuestros corazones a los textos sagrados, dejaos interpelar por la belleza de los cantos, y si realmente lo deseáis, dejad que los sentimientos que hay dentro de vosotros se eleven hacia el Dios Desconocido.
¡No tengáis miedo! Caminando juntos hacia un mundo nuevo, buscad al Absoluto y buscad a Dios, incluso vosotros para quien Dios es el Dios Desconocido. Y que Aquel que ama a todos y a cada uno de vosotros os bendiga y os guarde. Él cuenta con vosotros para cuidar de los demás y del futuro. También vosotros podéis contar con Él.
AUTOEVALUACIÓN
Discurso, 26 de noviembre de 2011.-La evangelización, por consiguiente, se presenta no sólo como una tarea que es preciso realizar ad extra. Nosotros mismos somos los primeros en necesitar reevangelización. Como en todas las crisis espirituales, tanto individuales como comunitarias, sabemos que la respuesta definitiva sólo puede brotar de una autoevaluación rigurosa, crítica y constante, y de una conversión a la luz de la verdad de Cristo. Sólo a través de esta renovación interior podremos discernir y afrontar las necesidades espirituales de nuestra época con la verdad eterna del Evangelio

BIEN COMÚN
Mensaje, 22 de febrero de 2009: Jóvenes.
BUENA NOTICIA
Angelus, 18 de septiembre de 2011: Cristo.
de inspiración en vuestra misión de pastores.
Discurso, 30 de noviembre d 2012.-La Buena Nueva que tenemos la tarea de anunciar a los hombres de todos los tiempos, de todas las lenguas y de todas las culturas, se puede resumir en pocas palabras: Dios, creador del hombre, en su Hijo Jesús nos da a conocer su amor por la humanidad: «Dios es amor» (cf. 1 Jn), quiere la felicidad de sus criaturas, de todos sus hijos.

BÚSQUEDA DE DIOS
Discurso, 21 de diciembre de 2009.-En París hablé de la búsqueda de Dios como motivo fundamental del que nació el monacato occidental y, con él, la cultura occidental. Como primer paso de la evangelización debemos tratar de mantener viva esta búsqueda; debemos preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de su existencia; preocuparnos de que acepte esa cuestión y la nostalgia que en ella se esconde.

BÚSQUEDA SINCERA
Carta, 6 de agosto de 2011: Fenómenos contradictorios.

CAMBIOS

Discurso, 21 de mayo de 2010.-Es inmensa la misión de la evangelización, especialmente en nuestro tiempo, en el que la humanidad sufre cierta falta de pensamiento reflexivo y sapiencial (cf. Caritas in veritate, 19. 31) y se difunde un humanismo que excluye a Dios (cf. ib. 78). Por esto, es aún más urgente y necesario iluminar los nuevos problemas que surgen con la luz del Evangelio que no cambia.
La misión de anunciar el Evangelio a todas las naciones es juicio crítico sobre las transformaciones planetarias que están cambiando sustancialmente la cultura de la humanidad. La Iglesia, presente y operante en las fronteras geográficas y antropológicas, es portadora de un mensaje que penetra en la historia, donde proclama los valores inalienables de la persona, con el anuncio y el testimonio del plan salvífico de Dios, hecho visible y operante en Cristo.
Mensaje, 6 de enero de 2011.-Está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales.
Discurso, 30 de mayo de 2011.-El concilio Vaticano II recordaba que «los grupos en los que vive la Iglesia, con frecuencia y por diferentes causas, cambian totalmente, de modo que pueden surgir condiciones completamente nuevas» (decreto Ad gentes, 6). Con mirada clarividente, los padres conciliares contemplaron en el horizonte el cambio cultural que hoy es fácilmente verificable. Precisamente esta situación cambiada, que ha creado una condición inesperada para los creyentes, requiere una atención particular para el anuncio del Evangelio, a fin de dar razón de la propia fe en realidades diferentes a las del pasado. La crisis que se experimenta conlleva los rasgos de la exclusión de Dios de la vida de las personas, de una indiferencia generalizada respecto a la fe cristiana misma, hasta el intento de marginarla de la vida pública.
CAMINO
Homilía, 16 de octubre de 2011.-Los nuevos evangelizadores están llamados a ser los primeros en avanzar por este camino que es Cristo, para dar a conocer a los demás la belleza del Evangelio que da la vida. Y en este camino, nunca avanzamos solos, sino en compañía: una experiencia de comunión y de fraternidad que se ofrece a cuantos encontramos, para hacerlos partícipes de nuestra experiencia de Cristo y de su Iglesia. Así, el testimonio unido al anuncio puede abrir el corazón de quienes están en busca de la verdad, para que puedan descubrir el sentido de su propia vida.
CARISMAS
Discurso, 3 de diciembre de 2005: Vida consagrada.
Discurso, 15 de septiembre de 2011.-La reciente Jornada mundial de la juventud en Madrid ha demostrado, una vez más, la fecundidad de la riqueza de los carismas en la Iglesia, precisamente hoy, y la unidad eclesial de todos los fieles congregados en torno al Papa y a los obispos. Una vitalidad que refuerza la obra de evangelización y la presencia de la Iglesia en el mundo. Y vemos, podemos casi tocar que el Espíritu Santo también hoy está presente en la Iglesia, crea carismas y crea unidad.
CARITAS
Discurso, 24 de noviembre de 2011.-La modalidad de los gestos y de los signos es connatural a la función pedagógica de la Cáritas. En efecto, a través de los signos concretos habláis, evangelizáis y educáis. Una obra de caridad habla de Dios, anuncia una esperanza, induce a plantearse interrogantes.
CATEQUISTAS
Discurso, 18 de marzo de 2009.-En vuestro ministerio de anunciar el Evangelio os ayudan también otros agentes de pastoral, especialmente los catequistas. En la evangelización de vuestro País han tenido y desempeñan todavía un papel determinante. Les agradezco su generosidad y fidelidad en el servicio a la Iglesia. Por medio de ellos se lleva a cabo una auténtica inculturación de la fe. Por tanto, su formación humana, espiritual y doctrinal es esencial. El apoyo material, moral y espiritual que los Pastores les ofrecen para cumplir su misión en buenas condiciones de vida y de trabajo, es también para ellos una expresión del reconocimiento por parte de la Iglesia de la importancia de su compromiso en el anuncio y el desarrollo de la fe.
Discurso, 3 de febrero de 2011: Urgencia.
Discurso, 19 de noviembre de 2011-Exhorto especialmente a los catequistas, estos valientes misioneros en el corazón de las realidades más humildes, a ofrecer siempre, con una esperanza y determinación indefectibles, su ayuda singular y del todo necesaria para la propagación de la fe en fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia.

COLABORADORES
Homilía, 16 de octubre de 2011.-El apóstol san Pablo nos dice ante todo que no se evangeliza de manera aislada: también él tenía de hecho como colaboradores a Silvano y Timoteo (cf. 1 Ts 1, 1), y a muchos otros.
COMPARTIR
Mensaje, 6 de agosto de 2010.-Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás.
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-En la raíz de toda evangelización no hay un proyecto humano de expansión, sino el deseo de compartir el don inestimable que Dios ha querido darnos, haciéndonos partícipes de su propia vida.

COMPORTAMIENTOS COMPLEJOS
Discurso, 2 de julio de 2011.-El momento histórico actual, como sabemos, está marcado por luces y sombras. Asistimos a comportamientos complejos: encerramiento en sí mismo, narcisismo, deseo de poseer y de consumir, sentimientos y afectos desligados de la responsabilidad. Muchas son las causas de esta desorientación, que se manifiesta en un profundo malestar existencial, pero en el fondo de todo se puede entrever la negación de la dimensión trascendente del hombre y de la relación fundamental con Dios. Por esto es decisivo que las comunidades cristianas promuevan itinerarios de fe válidos y comprometidos.

COMPROMISO
Exhortación Apostólica VD (99), 30 de septiembre de 2010.-Al anunciar el Evangelio, démonos ánimo mutuamente para hacer el bien y comprometernos por la justicia, la reconciliación y la paz.
Exhortación apostólica VD (100).-El compromiso por la justicia y la transformación del mundo forma parte de la evangelización.
Discurso, 29 de noviembre de 2010.-La misión de la Iglesia de proclamar la palabra de Dios que da vida, se encuentra en su compromiso con las preocupaciones sociales y económicas, en particular respecto a los más pobres y débiles de la sociedad.
Discurso, 15 de octubre de 2011.- Ser evangelizadores no es un privilegio, sino un compromiso que deriva de la fe. A la pregunta que el Señor dirige a los cristianos: «¿A quién enviaré y quién irá por mí?» responded con la misma valentía y la misma confianza que el Profeta: «Aquí estoy, mándame» (Is 6, 8). Os pido que os dejéis moldear por la gracia de Dios y que correspondáis dócilmente a la acción del Espíritu del Resucitado. Sed signos de esperanza, capaces de mirar al futuro con la certeza que proviene del Señor Jesús, que ha vencido la muerte y nos ha dado la vida eterna. Comunicad a todos la alegría de la fe con el entusiasmo que proviene de estar movidos por el Espíritu Santo, porque él hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5), confiando en la promesa hecha por Jesús a la Iglesia: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 20).
Audiencia, 23 de noviembre de 2011.-Enunciar el Evangelio a aquellos que todavía no lo conocen. Se trata de un renovado compromiso por la evangelización, a la que todo bautizado está llamado, promoviendo la reconciliación, la justicia y la paz.

COMUNICACIÓN
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-Los pastores y los fieles experimentan con preocupación algunas dificultades en la comunicación del mensaje evangélico y en la transmisión de la fe, dentro de la comunidad eclesial misma.
Sin embargo, la belleza de la vida cristiana es más incisiva aún que el arte y la imagen en la comunicación del mensaje evangélico. En definitiva, sólo el amor es digno de fe y resulta creíble.
Mensaje, 24 de enero de 2011.-La proclamación del Evangelio supone una forma de comunicación respetuosa y discreta, que incita el corazón y mueve la conciencia; una forma que evoca el estilo de Jesús resucitado cuando se hizo compañero de camino de los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35), a quienes mediante su cercanía condujo gradualmente a la comprensión del misterio, dialogando con ellos, tratando con delicadeza que manifestaran lo que tenían en el corazón.

CONTINUIDAD
Discurso, 30 de mayo de 2011.-Anunciar a Jesucristo único Salvador del mundo es más complejo actualmente que en el pasado; pero nuestra tarea permanece igual que en los albores de nuestra historia. La misión no ha cambiado, así como no deben cambiar el entusiasmo y la valentía que movieron a los Apóstoles y a los primeros discípulos. El Espíritu Santo que los impulsó a abrir las puertas del Cenáculo, constituyéndolos evangelizadores (cf. Hch 2, 1-4), es el mismo Espíritu que mueve hoy a la Iglesia hacia un renovado anuncio de esperanza a los hombres de nuestro tiempo.
San Agustín afirma que no se debe pensar que la gracia de la evangelización se difundió sólo hasta los Apóstoles y que, con ellos, aquella fuente de gracia se agotó, sino que «esta fuente se manifiesta cuando fluye, no cuando deja de manar. Y fue así como la gracia a través de los Apóstoles llegó también a otros, que fueron enviados a anunciar el Evangelio… Es más, ha continuado llamando hasta estos últimos días a todo el cuerpo de su Hijo Unigénito, esto es, a su Iglesia extendida por toda la tierra» (Sermón 239, 1).
La gracia de la misión necesita siempre nuevos evangelizadores capaces de acogerla, a fin de que el anuncio salvífico de la Palabra de Dios no desfallezca en las condiciones mudables de la historia.
CONVERSIÓN
Discurso, 9 de marzo: Sacramentos.
CORAZÓN
Discurso, 11 de marzo de 2006: Destinatarios.

CRISTO
Homilía, 24 de abril de 2005.-Verdaderamente, nada hay más hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo a todos. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él.
Discurso, 11 de marzo de 2006.-La acción evangelizadora «debe avanzar por el mismo camino por el que avanzó Cristo: esto es, el camino de la pobreza, la obediencia, el servicio y la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que surgió victorioso por su resurrección» (ib., 5). Sí, la Iglesia está llamada a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús, dejándose iluminar por su Palabra e imitándolo en su entrega generosa a los hermanos. Ella es instrumento en sus manos, y por eso hace lo que puede, consciente de que es siempre el Señor quien realiza todo.
Discurso, 24 de mayo de 2007.-En efecto, estáis reflexionando sobre «Jesucristo, único Salvador del mundo: la Iglesia en misión, ad gentes y entre nosotros». Por tanto, en una perspectiva de evangelización articulada, pero en fin de cuentas justamente unitaria, porque siempre se trata de anunciar y testimoniar a Jesucristo mismo.
Me alegra que hayáis decidido poner en la base del compromiso misionero la verdad fundamental según la cual Jesucristo es el único Salvador del mundo, pues la certeza de esta verdad proporcionó desde el inicio el impulso decisivo para la misión cristiana.
Mensaje, 27 de mayo de 2007.-En la ardua labor de evangelización nos sostiene y acompaña la certeza de que él, el Dueño de la mies, está con nosotros y guía sin cesar a su pueblo. Cristo es la fuente inagotable de la misión de la Iglesia.
Mensaje, 20 de julio de 2007.-Sólo Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas del corazón del hombre; sólo Él es capaz de humanizar la humanidad y conducirla a su «divinización».
Discurso, 5 de julio de 2007: Anuncio.
Discurso, 8 de septiembre de 2007.-Seguir a Cristo significa asimilar cada vez más los sentimientos y el estilo de vida de Jesús.
Homilía, 7 de octubre de 2007.-La evangelización, en todo tiempo y lugar, tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1); y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación. Que nosotros venerados hermanos seamos los primeros en tener la mirada del corazón puesta en él, dejándonos purificar por su gracia.
Discurso, 10 de noviembre de 2007.-La evangelización de la persona y de las comunidades humanas depende totalmente de si existe, o no, este encuentro con Jesucristo.
Discurso, 28 de febrero de 2008: Diócesis.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-San Pablo había comprendido muy bien que sólo en Cristo la humanidad puede encontrar redención y esperanza. Por ello, sentía apremiante y urgente la misión de «anunciar la promesa de la vida en Cristo Jesús» (2 Tm 1, 1), «nuestra esperanza» (1 Tm, 1, 1), para que todas las gentes pudieran compartir la misma herencia, siendo partícipes de la promesa por medio del Evangelio (cf. Ef 3, 6).
Discurso, 2 de abril de 2009.-Evangelizar no consiste solamente en transmitir o enseñar una doctrina, sino en anunciar a Cristo, el misterio de su Persona y su amor, porque estamos verdaderamente convencidos de que nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo.
Discurso, 18 de mayo de 2009.-En efecto, cuando la belleza y la verdad de Cristo conquistan nuestros corazones, experimentamos la alegría de ser sus discípulos y asumimos de modo convencido la misión de proclamar su mensaje redentor.

Mensaje, 13 de noviembre de 2009.-En esta tarea misionera podemos mirar al apóstol san Pablo, imitar su «estilo» de vida y su mismo «espíritu» apostólico, totalmente centrado en Cristo. Con esta completa adhesión al Señor, los cristianos podrán transmitir con más facilidad a las generaciones futuras la herencia de la fe, capaz de transformar también las dificultades en posibilidades de evangelización.
Discurso, 21 de mayo de 2010.-Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos por el Evangelio, por Cristo. Nada hay más bello que conocerlo y comunicar a los otros la amistad con él (Homilía en la misa de inicio del ministerio petrino, 24 de abril de 2005: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de abril de 2005, p. 7).
La obra misionera requiere una unión cada vez más profunda con Aquel que es el Enviado de Dios Padre para la salvación de todos; requiere compartir el «nuevo estilo de vida» que inauguró el Señor Jesús y que hicieron suyo los Apóstoles (cf. Discurso a los participantes en la plenaria de la Congregación para el clero, 16 de marzo de 2009).
Discurso, 17 de septiembre de 2010.-Los cristianos nunca debemos vacilar en proclamar nuestra fe en la unicidad de la salvación que nos ha ganado Cristo, y en explorar juntos una comprensión más profunda de los medios que Él nos ha dado para alcanzar dicha salvación.
Dios «quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), y la verdad no es otra que Jesucristo, Hijo eterno del Padre, quien reconcilió consigo todas las cosas con la fuerza de su Cruz.
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Jesucristo, el primer y supremo evangelizador, en el día de su ascensión al Padre, ordenó a los Apóstoles: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20).
Discurso, 4 de octubre de 2010.-«¡Ay de mí, si no anunciase el Evangelio!» (1 Co 9,16) exclamaba el Apóstol de los gentiles. El deseo de anunciar el Evangelio nace de un corazón enamorado de Jesús, que anhela ardientemente que más personas puedan recibir la invitación y participar en el banquete de las Bodas del Hijo de Dios (cf. Mt 22,8-10).
Mensaje, 6 de enero de 2011.-Todos aquellos que se han encontrado con el Señor resucitado han sentido la necesidad de anunciarlo a otros, como hicieron los dos discípulos de Emaús.
Discurso, 18 de febrero de 2011.-Vuestra gran tarea en la evangelización es proponer una relación personal con Cristo como clave para la realización plena.
Discurso, 14 de mayo de 2011.-Una condición fundamental para el anuncio es dejarse aferrar completamente por Cristo, Palabra de Dios encarnada, porque sólo quien escucha con atención al Verbo encarnado, quien está íntimamente unido a él, puede anunciarlo (cf. ib., 51; 91). El mensajero del Evangelio debe permanecer bajo el dominio de la Palabra y alimentarse de los sacramentos, pues de esta linfa vital dependen su existencia y su ministerio misionero.
Discurso, 16 de mayo de 2011.-El Salvador de toda la creación es el portador de la Buena Nueva para todos y el cumplimiento de las aspiraciones más profundas del hombre.
La revelación definitiva del Dios que viene a nosotros en Jesucristo y que los creyentes del mundo entero anuncian gozosamente halla especial expresión en las Sagradas Escrituras y en la vida sacramental de la Iglesia.
Discurso, 2 de julio de 2011.-La relación profunda con Cristo, vivida y alimentada por la Palabra y por la Eucaristía, hace eficaz el anuncio, motiva el compromiso por la catequesis y anima el testimonio de la caridad. Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan encontrarse con Dios, encontrarse con Cristo o redescubrir la belleza del Dios cercano, del Dios que en Jesucristo ha mostrado su rostro de Padre y que llama a reconocer el sentido y el valor de la existencia. Hacer entender que es un bien vivir como hombre.
Angelus, 18 de septiembre de 2011.-Es un nuevo sentido de la vida, de la existencia humana, que consiste en la comunión con Jesucristo vivo; no sólo con un personaje histórico, un maestro de sabiduría, un líder religioso, sino con un hombre en quien habita personalmente Dios. Su muerte y resurrección es la Buena Noticia que, partiendo de Jerusalén, está destinada a llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, y a transformar desde dentro a todas las culturas, abriéndolas a la verdad fundamental: Dios es amor, se hizo hombre en Jesús y con su sacrificio rescató a la humanidad de la esclavitud del mal donándole una esperanza fiable.
Carta Apostólica “Porta Fidei”-7, 11 de octubre de 2011.-Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos.
Discurso, 17 de diciembre de 2011.-Dado que la fe cristiana está fundada en el Verbo encarnado, Jesucristo, la nueva evangelización no es un concepto abstracto, sino una renovación de la auténtica vida cristiana basada en las enseñanzas de la Iglesia.

Discurso, 20 de enero de 2012.-Llevar a Cristo a los hombres y llevar a los hombres a Cristo: esto es lo que anima toda obra evangelizadora.
Mensaje, 6 de enero de 2012.-El encuentro con Cristo como Persona viva, que colma la sed del corazón, no puede dejar de llevar al deseo de compartir con otros el gozo de esta presencia y de hacerla conocer, para que todos la puedan experimentar.
Discurso, 11 de mayo de 2012.-Jesús, el Verbo encarnado, siempre es el centro del anuncio, el punto de referencia para el seguimiento y para la metodología misma de la misión evangelizadora, porque él es el rostro humano de Dios que quiere encontrarse con cada hombre y cada mujer para hacerlos entrar en comunión con él, en su amor.
Recorrer las sendas del mundo para proclamar el Evangelio a todos los pueblos de la tierra y guiarlos al encuentro con el Señor (cf. Cart. ap. Porta fidei, 7), exige, por tanto, que el anunciador tenga una relación personal y cotidiana con Cristo, que lo conozca y lo ame profundamente.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Cristo resucitado envió a sus discípulos a testimoniar su presencia salvadora a todos los pueblos, porque Dios, en su amor sobreabundante, quiere que todos se salven y que nadie se pierda. Con el sacrificio de amor de la Cruz, Jesús abrió el camino para que cada hombre y cada mujer puedan conocer a Dios y entrar en comunión de amor con él. Él constituyó una comunidad de discípulos para llevar el anuncio de salvación del Evangelio hasta los confines de la tierra, para llegar a los hombres y mujeres de cada lugar y de todo tiempo.¡Hagamos nuestro este deseo de Jesús!

Mensaje, 18 de octubre de 2012.-La evangelización parte siempre del encuentro con Cristo, el Señor. Quien se ha acercado a él y ha hecho la experiencia de su amor, quiere compartir en seguida la belleza de este encuentro que nace de esta amistad. Cuanto más conocemos a Cristo, más deseamos anunciarlo. Cuanto más hablamos con él, más deseamos hablar de él. Cuanto más nos hemos dejado conquistar, más deseamos llevar a otros hacia él.
Ángelus, 26 de diciembre de 2012.-San Esteban, finalmente, es un modelo para todos aquellos que quieren ponerse al servicio de la nueva evangelización. Él demuestra que la novedad del anuncio no consiste primariamente en el uso de métodos o técnicas originales, que ciertamente tienen su utilidad, sino en estar llenos del Espíritu Santo y dejarse guiar por Él. La novedad del anuncio está en la profundidad de la inmersión en el misterio de Cristo, de la asimilación de su palabra y de su presencia en la Eucaristía, de modo que Él mismo, Jesús vivo, pueda hablar y obrar en su enviado. En definitiva, el evangelizador se hace capaz de llevar a Cristo a los demás de manera eficaz cuando vive de Cristo, cuando la novedad del Evangelio se manifiesta en su propia vida. Oremos a la Virgen María, a fin de que la Iglesia, en este Año de la fe, vea multiplicarse a los hombres y a las mujeres que, como san Esteban, saben dar un testimonio convencido y valiente del Señor Jesús.

CULTURA
Discurso, 26 de noviembre de 2005.-Las actitudes negativas y las amenazas a la cultura cristiana son para la Iglesia una llamada a un esfuerzo ulterior en favor de una constante evangelización de la cultura. Se trata de impregnar las categorías del pensamiento de los contenidos y los valores del Evangelio, de los criterios, de las valoraciones y de las normas del comportamiento humano, tanto en la dimensión individual como en la social.
Discurso, 8 de septiembre de 2006.-La tarea fundamental de la evangelización de la cultura es el desafío de hacer visible a Dios en el rostro humano de Jesús.
Hoy se experimentan muy dramáticamente los obstáculos a la difusión del reino de Cristo en la separación entre Evangelio y cultura, excluyendo a Dios de la esfera pública.
En el contexto de la evangelización de la cultura, deseo mencionar la excelente red de escuelas católicas en el centro de la vida eclesial de vuestras provincias. La catequesis y la educación religiosa constituyen un arduo apostolado.
Discurso, 6 de marzo de 2008.-La evangelización de las culturas es una tarea prioritaria para que la Palabra de Dios se haga accesible a todos y, acogida en la mente y en el corazón, sea luz que las ilumine y agua que las purifique con el mensaje del Evangelio que trae la salvación para todo el género humano.
Discurso, 8 de marzo de 2008.-Exhorto sobre todo a los pastores de la grey de Dios a una misión incansable y generosa para hacer frente, en el terreno del diálogo y del encuentro con las culturas, del anuncio del Evangelio y del testimonio, al preocupante fenómeno de la secularización, que debilita a la persona y la obstaculiza en su deseo innato de la Verdad completa. Ojalá que así los discípulos de Cristo, gracias al servicio prestado en especial por vuestro dicasterio, sigan anunciando a Cristo en el corazón de las culturas, porque él es la luz que ilumina a la razón, al hombre y al mundo.
Mensaje, 13 de noviembre de 2009.-Revivir la experiencia del Apóstol de los gentiles en Atenas, quien, después de predicar en numerosos lugares, acudió al areópago y allí anunció el Evangelio usando un lenguaje que hoy podríamos definir «inculturado» (cf. Hch 17, 22-31).
Ese areópago, que entonces representaba el centro de la cultura del docto pueblo ateniense, hoy —como dijo mi venerado predecesor Juan Pablo II— «puede ser tomado como símbolo de los nuevos ambientes donde debe proclamarse el Evangelio» (Redemptoris missio, 37). Efectivamente, la referencia a ese acontecimiento constituye una apremiante invitación a saber valorar los «areópagos» de hoy, donde se afrontan los grandes desafíos de la evangelización.
Discurso, 5 de marzo de 2010.-Una nueva evangelización conlleva a su vez una cultura católica más profunda, arraigada en la familia.
Homilía, 16 de septiembre de 2010.-La evangelización de la cultura es de especial importancia en nuestro tiempo, cuando la “dictadura del relativismo” amenaza con oscurecer la verdad inmutable sobre la naturaleza del hombre, sobre su destino y su bien último.
Mensaje, 9 de febrero de 2012.-La evangelización de la cultura se funda en la convicción de que la vida de la persona y de un pueblo puede ser animada y transformada en todas sus dimensiones por el Evangelio, para alcanzar con plenitud su fin y su verdad.

DERECHO DE TODOS
Discurso, 11 de mayo de 2012.-Todos los hombres y todos los pueblos tienen derecho a recibir el Evangelio de la verdad.

DERECHOS HUMANOS
Discurso, 6 de junio de 2008.-Resistiendo a la «dictadura de la razón positivista», que intenta excluir a Dios del ámbito público, debemos acoger las «verdaderas conquistas de la Ilustración», especialmente el énfasis que pone en los derechos humanos y en la libertad de religión y su práctica. Destacando el carácter universal de los derechos humanos, fundados en la dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios, lleváis a cabo una importante tarea de evangelización, puesto que esta doctrina constituye un aspecto esencial del Evangelio. Al hacerlo, seguís los pasos de san Pablo, que supo expresar los elementos esenciales de la fe y de la práctica cristiana de una manera que pudiera ser asimilada por las comunidades de gentiles a las que fue enviado.
DESARROLLO
Encíclica Caritas in veritate (15), 29 de junio de 2009: Doctrina social de la Iglesia.
DESIERTO INTERIOR
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Nos hemos dado cuenta del desierto interior que nace donde el hombre, al querer ser el único artífice de su naturaleza y de su destino, se ve privado de lo que constituye el fundamento de todas las cosas.

DESTINATARIOS
Discurso, 11 de marzo de 2006.-Los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no son sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones.

DEVOCIONES
Discurso, 8 de abril de 2011.-Íntimamente unida a Jesús, está también la devoción de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe a la Santísima Virgen María. Ella, desde los albores de la evangelización, acompaña a los hijos de ese continente y es para ellos manantial inagotable de esperanza. Por eso, se recurre a Ella como Madre del Salvador, para sentir constantemente su protección amorosa bajo diferentes advocaciones. De igual modo, los santos son tenidos como estrellas luminosas que constelan el corazón de numerosos fieles de aquellos países, edificándolos con su ejemplo y protegiéndolos con su intercesión.
En la piedad popular se encuentran muchas expresiones de fe vinculadas a las grandes celebraciones del año litúrgico, en las que el pueblo sencillo reafirma el amor que siente por Jesucristo, en quien encuentra la manifestación de la cercanía de Dios, de su compasión y misericordia.
DIÁCONOS
Exhortación apostólica VD (94), 30 de septiembre de 2010: Obispos.
DIÁLOGO
Discurso, 31 de enero de 2008.-La Iglesia, en el tiempo del diálogo entre las religiones y las culturas, no se dispensa de la necesidad de la evangelización y de la actividad misionera hacia los pueblos, ni deja de pedir a los hombres que acojan la salvación ofrecida a todas las gentes.
Discurso, 8 de marzo de 2008: Cultura.
Discurso, 31 de enero de 2008: Religiones.
Discurso, 21 de diciembre de 2009: Atrio de los gentiles.
Videomensaje, 25 de marzo de 2011.-Queridos jóvenes, es tarea vuestra lograr que en vuestros países y en Europa creyentes y no creyentes reencuentren el camino del diálogo.
Discurso, 2 de julio de 2011: Sacerdotes.

DIFICULTADES ¿?
Discurso, 5 de mayo de 2007.-Si son numerosos los desafíos que afronta la evangelización en nuestra época, también son numerosos los signos de esperanza que en todas las partes del mundo testimonian una estimulante vitalidad misionera del pueblo cristiano. Y, sobre todo, es necesario que nunca se pierda la conciencia de que el Señor, antes de dejar a los discípulos para ir al cielo, al enviarlos a anunciar su Evangelio en todos los rincones del mundo, les aseguró: «He aquí que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).
DIÓCESIS
Discurso, 27 de enero de 2006.-Las comunidades eclesiales vivas, presentes en todos los lugares de vuestras diócesis, reflejan bien esta evangelización de cercanía que hace a los fieles cada vez más adultos en su fe, con espíritu de fraternidad evangélica, según el cual todos se esfuerzan por analizar juntos los diversos aspectos de la vida eclesial, sobre todo la oración, la evangelización, la atención a los más pobres y la autofinanciación de las parroquias.
Velad también para que estas comunidades eclesiales vivas sean verdaderamente misioneras, deseosas no sólo de acoger el Evangelio de Cristo, sino también de testimoniarlo ante los hombres.
Ángelus, 21 de octubre de 2007.-Cada Iglesia particular es corresponsable de la evangelización de toda la humanidad.

Discurso, 28 de febrero de 2008.-Por ello es preciso impulsar un ambicioso y audaz esfuerzo de evangelización en vuestras comunidades diocesanas, orientado a facilitar en todos los fieles ese encuentro íntimo con Cristo vivo que está a la base y en el origen del ser cristiano.
Discurso, 18 de mayo de 2009.-A este respecto, os exhorto a convocar a todas las fuerzas vivas de vuestras Diócesis, para que caminen desde Cristo irradiando siempre la luz de su rostro, en particular a los hermanos que, tal vez por sentirse poco valorados o no suficientemente atendidos en sus necesidades espirituales y materiales, buscan en otras experiencias religiosas respuestas a sus inquietudes.
Mensaje, 29 de junio de 2009: Espíritu Santo.

DIOS

Encíclica Deus caritas est (31), 25 de diciembre de 2005: Amor.

Discurso, 8 de septiembre de 2006: Cultura.

Discurso, 21 de diciembre de 2009: Agnósticos.
Discurso, 8 de abril de 2011: Devociones.
Angelus, 18 de septiembre de 2011: Cristo.
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-Nuestro tiempo está marcado por intentos de borrar a Dios y la enseñanza de la Iglesia del horizonte de la vida, mientras crece la duda, el escepticismo y la indiferencia, que querrían eliminar incluso toda visibilidad social y simbólica de la fe cristiana.
Homilía, 11 de octubre de 2012.-Dios por medio de Jesucristo es el principal artífice de la evangelización del mundo; pero Cristo mismo ha querido transmitir a la Iglesia su misión, y lo ha hecho y lo sigue haciendo hasta el final de los tiempos infundiendo el Espíritu Santo en los discípulos, aquel mismo Espíritu que se posó sobre él y permaneció en él durante toda su vida terrena, dándole la fuerza de «proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista»; de «poner en libertad a los oprimidos» y de «proclamar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).
Meditación, 8 de octubre de 2012.-Por lo tanto, cuando hagamos nosotros la nueva evangelización es siempre cooperación con Dios, está en el conjunto con Dios, está fundada en la oración y en su presencia real (Meditación, 8 de octubre).

DISCERNIMIENTO
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.- La diversidad de las situaciones exige un atento discernimiento; hablar de «nueva evangelización» no significa tener que elaborar una única fórmula igual para todas las circunstancias.
DIVINIZACIÓN
Mensaje, 20 de julio de 2007: Cristo.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Encíclica Caritas in veritate (15), 29 de junio de 2009.-Pablo VI aclaró la relación entre el anuncio de Cristo y la promoción de la persona en la sociedad. El testimonio de la caridad de Cristo mediante obras de justicia, paz y desarrollo forma parte de la evangelización, porque a Jesucristo, que nos ama, le interesa todo el hombre. Sobre estas importantes enseñanzas se funda el aspecto misionero de la doctrina social de la Iglesia, como un elemento esencial de evangelización. Es anuncio y testimonio de la fe. Es instrumento y fuente imprescindible para educarse en ella.

ECUMENISMO
Mensaje, 13 de noviembre de 2009.-La unidad de los cristianos hará más fácil la evangelización y la confrontación con los desafíos culturales, sociales y religiosos de nuestro tiempo.
Audiencia, 20 de enero de 2010.-La dificultad objetiva de proponer con credibilidad el anuncio evangélico al mundo no cristiano por parte de los cristianos divididos entre sí. Si a un mundo que no conoce a Cristo, que se ha alejado de él o que se muestra indiferente al Evangelio, los cristianos se presentan desunidos, más aún, con frecuencia contrapuestos, ¿será creíble el anuncio de Cristo como único Salvador del mundo y nuestra paz? La relación entre unidad y misión ha representado desde ese momento una dimensión esencial de toda la acción ecuménica y su punto de partida.
Discurso, 17 de septiembre de 2010.-La Iglesia está llamada a ser inclusiva, pero nunca a expensas de la verdad cristiana. En esto radica el dilema que afrontan cuantos están sinceramente comprometidos con el camino ecuménico.
Discurso, 24 de septiembre de 2011.- En la actual tendencia de nuestro tiempo, en que son bastantes los que quieren, por decirlo así, “liberar” de Dios a la vida pública, las Iglesias cristianas en Alemania – entre las cuales están también los cristianos ortodoxos y ortodoxos orientales –, fundadas en la fe en el único Dios y Padre de todos los hombres, caminan juntas por la senda de un testimonio pacífico para la comprensión y la comunión entre los pueblos. Al hacer esto, no dejan de poner el milagro de la encarnación de Dios en el centro del anuncio. Conscientes de que sobre este milagro se funda toda la dignidad de la persona, se comprometen juntas en la protección de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural.
Mensaje, 24 de noviembre de 2011.-Las circunstancias actuales, sean de orden cultural, social, económico, político o ecológico, proponen a los católicos y a los ortodoxos exactamente el mismo desafío. El anuncio del misterio de la salvación, a través de la muerte y la resurrección de Jesucristo, hoy necesita ser renovado con fuerza en numerosas regiones, que fueron las primeras en acoger la luz y que ahora sufren los efectos de una secularización capaz de empobrecer al hombre en su dimensión más profunda.
El futuro de la evangelización depende del testimonio de unidad que la Iglesia da y de la calidad de la caridad.
Audiencia, 18 de enero de 2012.-Debemos recordar las palabras del beato Juan Pablo II, quien en su encíclica Ut unum sint habla del daño causado al testimonio cristiano y al anuncio del Evangelio por la falta de unidad (cf. nn. 98-99). Este es un gran desafío para la nueva evangelización, que puede ser más fructuosa si todos los cristianos anuncian juntos la verdad del Evangelio de Jesucristo y dan una respuesta común a la sed espiritual de nuestros tiempos.
Discurso, 27 de enero de 2012.-La unidad no sólo es fruto de la fe, sino también un medio y casi un presupuesto para anunciar de forma cada vez más creíble la fe a aquellos que no conocen aún al Salvador.
Homilía, 25 de enero de 2013.-La unidad es en sí misma un medio privilegiado, casi un presupuesto para anunciar de manera cada vez más creíble la fe a quienes no conocen aún al Salvador, o que, incluso habiendo recibido el anuncio del Evangelio, casi han olvidado este don precioso. El escándalo de la división que mellaba la actividad misionera fue el impulso que dio inicio al movimiento ecuménico como hoy lo conocemos. La comunión plena y visible entre los cristianos se debe entender, de hecho, como una característica fundamental para un testimonio más claro todavía. Mientras estamos en camino hacia la unidad plena, es necesario entonces perseguir una colaboración concreta entre los discípulos de Cristo por la causa de la transmisión de la fe al mundo contemporáneo.

EDUCACIÓN
Discurso, 8 de septiembre de 2006: Cultura.
Homilía, 2 de febrero de 2011.-Que vuestra acción apostólica, en particular, queridos hermanos y hermanas, se convierta en compromiso de vida, que accede, con perseverante pasión, a la Sabiduría como verdad y como belleza, «esplendor de la verdad». Sabed orientar con la sabiduría de vuestra vida, y con la confianza en las posibilidades inexhaustas de la verdadera educación, la inteligencia y el corazón de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo hacia la «vida buena del Evangelio».
Discurso, 13 de marzo de 2008.-La escuela católica es un ámbito importante de evangelización, mediante el testimonio de vida de los educadores, el descubrimiento del mensaje evangélico o las celebraciones vividas en la comunidad educativa.
Discurso, 17 de abril de 2008.-El deber educativo es parte integrante de la misión que la Iglesia tiene de proclamar la Buena Noticia. En primer lugar, y sobre todo, cada institución educativa católica es un lugar para encontrar a Dios vivo, el cual revela en Jesucristo la fuerza transformadora de su amor y su verdad (cf. Spe salvi, 4). Esta relación suscita el deseo de crecer en el conocimiento y en la comprensión de Cristo y de su enseñanza. De este modo, quienes lo encuentran se ven impulsados por la fuerza del Evangelio a llevar una nueva vida marcada por todo lo que es bello, bueno y verdadero; una vida de testimonio cristiano alimentada y fortalecida en la comunidad de los discípulos de Nuestro Señor, la Iglesia.
EFICACIA
Mensaje, 30 de noviembre de 2011.-También hoy la Iglesia, si quiere hablar con eficacia al mundo, si quiere seguir anunciando con fidelidad el Evangelio y manifestar su presencia amigable a los hombres y a las mujeres que viven su vida sintiéndose «peregrinos de la verdad y de la paz», debe convertirse, incluso en los contextos aparentemente más difíciles o indiferentes al anuncio evangélico, en testigo de la credibilidad de la fe, es decir, debe dar testimonio concreto y profético mediante signos eficaces y transparentes de coherencia, de fidelidad y de amor apasionado e incondicional a Cristo, unido a una caridad auténtica, al amor al prójimo.
PUEDE ESTAR REPETIDO

EJEMPLO DE LOS APÓSTOLES
Homilía 6 de noviembre de 2010.-A nosotros, queridos hermanos, nos toca hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos.
ENTUSIASMO
Discurso, 17 de diciembre de 2009: Anuncio.
ESCUELA CATÓLICA
Discurso, 13 de marzo de 2008: Educación.
Discurso, 30 de noviembre de 2012.-La nueva evangelización pasa por estas escuelas y por la multiforme obra de la educación católica que abarca numerosas iniciativas y movimientos, por lo cual la Iglesia está agradecida.
ESPAÑA
Entrevista, 6 d noviembre de 2010.-En España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un laicismo fuerte y agresivo, como lo vimos precisamente en los años treinta, y esta disputa, más aún, este enfrentamiento entre fe y modernidad, ambos muy vivaces, se realiza hoy nuevamente en España: por eso, para el futuro de la fe y del encuentro —no desencuentro, sino encuentro— entre fe y laicidad, tiene un foco central también en la cultura española. En este sentido, he pensado en todos los grandes países de Occidente, pero sobre todo también en España.

ESPERANZA
Discurso, 29 de noviembre de 2010.- La tarea que tiene por delante el conjunto de la comunidad católica es transmitir una visión llena de esperanza de la fe y la virtud para que puedan encontrar aliento y guía en su camino a una vida plena en Cristo.
Mensaje, 10 de agosto de 2011.-Hoy más que nunca los cristianos, estamos llamados a dar razón de nuestra esperanza, a testimoniar en el mundo el «más allá» sin el cual todo permanece incomprensible. Pero para esto es necesario «renacer», como dijo Jesús a Nicodemo, dejarse regenerar por los sacramentos y por la oración, redescubrir en ellos el cauce de toda auténtica certeza.
Angelus, 18 de septiembre de 2011: Cristo.
ESPÍRITU SANTO
Discurso, 11 de marzo de 2006: Amor.
Discurso, 20 de julio de 2007: Testigo.
Mensaje, 20 de julio de 2007.-Cuanto más grande es el don de Dios –y el del Espíritu de Jesús es el máximo– tanto más lo es la necesidad del mundo de recibirlo y, en consecuencia, más grande y apasionante es la misión de la Iglesia de dar un testimonio creíble de él.
Y quien se deja guiar por el Espíritu comprende que ponerse al servicio del Evangelio no es una opción facultativa, porque advierte la urgencia de transmitir a los demás esta Buena Noticia.
Sin embargo, es necesario recordarlo una vez más, sólo podemos ser testigos de Cristo si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que es «el agente principal de la evangelización» (cf. Evangelii nuntiandi, 75) y «el protagonista de la misión» (cf. Redemptoris missio, 21).
Mensaje, 29 de junio de 2009.-Es necesario, sin embargo, reafirmar que la evangelización es obra del Espíritu y que incluso antes de ser acción es testimonio e irradiación de la luz de Cristo (cf. Redemptoris missio, 26) por parte de la Iglesia local, que envía sus misioneros y misioneras para ir más allá de sus fronteras.
Pido por lo tanto a todos los católicos que recen al Espíritu Santo para que aumente en la Iglesia la pasión por la misión de difundir el Reino de Dios, y que sostengan a los misioneros, las misioneras y las comunidades cristianas comprometidas en primera línea en esta misión, a veces en ambientes hostiles de persecución.
Discurso, 14 de mayo de 2011.-El Espíritu Santo, el protagonista de la misión.
Discurso, 21 de mayo de 2010.-Pero es importante recordar que el Evangelio «toma cuerpo en las conciencias y en los corazones humanos y se difunde en la historia sólo con el poder del Espíritu Santo» (cf. Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 64) y la Iglesia y los misioneros han sido hechos idóneos por él para cumplir la misión que se les ha encomendado (cf. ib. 25).
Es el Espíritu Santo (cf. 1 Co 14) el que une y preserva a la Iglesia, dándole la fuerza para expandirse, colmando a los discípulos de Cristo con una riqueza desbordante de carismas.
Es del Espíritu Santo de quien la Iglesia recibe la autoridad del anuncio y del ministerio apostólico.

Homilía, 16 de octubre de 2011.-Todo misionero del Evangelio siempre debe tener presente esta verdad: es el Señor quien toca los corazones con su Palabra y su Espíritu, llamando a las personas a la fe y a la comunión en la Iglesia.
La evangelización, para ser eficaz, necesita la fuerza del Espíritu, que anime el anuncio e infunda en quien lo lleva esa «plena convicción» de la que nos habla el Apóstol. Este término «convicción», «plena convicción», en el original griego, es pleroforía: un vocablo que no expresa tanto el aspecto subjetivo, psicológico, sino más bien la plenitud, la fidelidad, la integridad, en este caso del anuncio de Cristo. Anuncio que, para ser completo y fiel, necesita ir acompañado de signos, de gestos, como la predicación de Jesús. Palabra, Espíritu y convicción —así entendida— son por tanto inseparables y concurren a hacer que el mensaje evangélico se difunda con eficacia.
Mensaje, 6 de enero de 2012.-Invoco la efusión del Espíritu Santo sobre la obra de la evangelización ad gentes, y en particular sobre quienes trabajan en ella, para que la gracia de Dios la haga caminar más decididamente en la historia del mundo.
Discurso, 16 de febrero de 2012.-Los cristianos que tienen una fe viva y están abiertos a la acción del Espíritu Santo se convierten en testigos del Evangelio de Cristo con la palabra y la vida.

EUCARISTÍA
Ángelus, 23 de octubre de 2005.-El nexo entre la misión de la Iglesia y la Eucaristía es muy significativo. En efecto, la acción misionera y evangelizadora es la difusión apostólica del amor, que se concentra en el santísimo Sacramento. Quien acoge a Cristo en la realidad de su Cuerpo y Sangre no puede quedarse con este don para sí mismo; se siente impulsado a compartirlo mediante el testimonio valiente del Evangelio, el servicio a los hermanos que atraviesan dificultades y el perdón de las ofensas. Además, para algunos la Eucaristía es germen de una llamada específica a abandonarlo todo para ir a anunciar a Cristo a los que aún no lo conocen.
Exhortación apostólica SC (84), 22 de febrero de 2007.-No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento. Éste exige por su naturaleza que sea comunicado a todos. Lo que el mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él. Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es también de su misión: « Una Iglesia auténticamente eucarística es una Iglesia misionera ».[234]
La institución misma de la Eucaristía anticipa lo que es el centro de la misión de Jesús: Él es el enviado del Padre para la redención del mundo (cf. Jn 3,16-17; Rm 8,32). En la última Cena Jesús confía a sus discípulos el Sacramento que actualiza el sacrificio que Él ha hecho de sí mismo en obediencia al Padre para la salvación de todos nosotros. No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. Así pues, el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana.
(86)-Subrayar la relación intrínseca entre Eucaristía y misión nos ayuda a redescubrir también el contenido último de nuestro anuncio. Cuanto más vivo sea el amor por la Eucaristía en el corazón del pueblo cristiano, tanto más clara tendrá la tarea de la misión: llevar a Cristo. No es sólo una idea o una ética inspirada en Él, sino el don de su misma Persona. Quien no comunica la verdad del Amor al hermano no ha dado todavía bastante.
La Eucaristía, como sacramento de nuestra salvación, nos lleva a considerar de modo ineludible la unicidad de Cristo y de la salvación realizada por Él a precio de su sangre. Por tanto, la exigencia de educar constantemente a todos al trabajo misionero, cuyo centro es el anuncio de Jesús, único Salvador, surge del Misterio eucarístico, creído y celebrado. Así se evitará que se reduzca a una interpretación meramente sociológica la decisiva obra de promoción humana que comporta siempre todo auténtico proceso de evangelización.
Discurso, 4 de octubre de 2010.-Esto debe llevar a reflexionar que la desaparición del espíritu misionero tal vez no se deba tanto a limitaciones y carencias en las formas externas de la acción misionera tradicional como al olvido de que la misión debe alimentarse de un núcleo más profundo. Este núcleo es la Eucaristía. Esta, como presencia del amor humano-divino de Jesucristo, supone continuamente el paso de Jesús a los hombres que serán sus miembros, que serán ellos mismos Eucaristía. En suma, para que la misión sea realmente eficaz, esta debe partir de la Eucaristía y llevar a la Eucaristía.
Discurso, 11 de noviembre de 2010.-Los Congresos eucarísticos, especialmente en el contexto actual, tienen también como objetivo dar una contribución peculiar a la nueva evangelización, promoviendo la evangelización mistagógica (cf. Sacramentum caritatis, 64), que se realiza, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia, en oración, a partir de la liturgia y a través de la liturgia. Pero cada Congreso implica también una dimensión evangelizadora en el sentido más estrictamente misionero, hasta el punto de que el binomio Eucaristía-misión ha entrado a formar parte de las líneas maestras propuestas por la Santa Sede.
La Mesa eucarística, mesa del sacrificio y de la comunión, representa así el centro difusor del fermento del Evangelio, fuerza propulsora para la construcción de la sociedad humana y prenda del Reino que viene. La misión de la Iglesia está en continuidad con la de Cristo: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn 20, 21). Y la Eucaristía es el medio principal para llevar a cabo esta continuidad misionera entre Dios Padre, el Hijo encarnado, y la Iglesia que camina en la historia, guiada por el Espíritu Santo.
Discurso, 3 de febrero de 2011.-Una vida auténticamente eucarística es una vida misionera. En un mundo a menudo desorientado y que busca nuevas razones para vivir, es preciso llevar la luz de Cristo a todos. Estad en medio de los hombres y las mujeres de hoy como ardientes misioneros del Evangelio, sostenidos por una vida radicalmente aferrada por Cristo. Tened sed de anunciar la Palabra de Dios.
EVANGELIO
Angelus, 18 de septiembre de 2011.-El evangelio ha transformado el mundo, y lo sigue transformando, como un río que irriga un inmenso campo.
Discurso, 20 de enero de 2012.-Quien lleva el Evangelio jamás está solo.

EVANGELIZACIÓN DE CERCANÍA
Discurso, 27 de enero de 2006: Diócesis.

EXPERIENCIA DE DIOS ¿?
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Para proclamar de modo fecundo la Palabra del Evangelio se requiere ante todo hacer una experiencia profunda de Dios.
FAMILIA
Discurso, 6 de febrero de 2006.-La evangelización de la familia constituye asimismo una prioridad pastoral.
Regina Caeli, 13 de mayo de 2007.-.Las familias ocupan el centro de la misión evangelizadora de la Iglesia, pues es principalmente en la vida familiar donde nuestra vida de fe se expresa y se alimenta.
Discurso, 5 de julio de 2007.-La nueva evangelización tiene también como un objetivo primordial la familia. Ella es la verdadera “Iglesia doméstica”, sobre todo cuando es fruto de las comunidades cristianas vivas de las que surgen jóvenes con verdadera vocación al sacramento del matrimonio.
Discurso, 6 de septiembre de 2007.-Que cada vez más las familias sean verdaderos hogares de evangelización, donde cada uno experimente el amor de Dios, que entonces podrá comunicarse a los demás y, ante todo, a los niños.

Discurso, 3 de noviembre de 2007.-Vuestro compromiso de evangelización es silencioso y profundo, orientado a testimoniar que sólo la unidad familiar, don de Dios-Amor, puede transformar la familia en un verdadero nido de amor, una casa acogedora de la vida y una escuela de virtudes y de valores cristianos para los hijos
Mensaje, 17 de enero de 2009.-Con la fuerza que brota de la oración, la familia se transforma en una comunidad de discípulos y misioneros de Cristo. En ella se acoge, se transmite y se irradia el Evangelio.
La familia cristiana, viviendo la confianza y la obediencia filial a Dios, la fidelidad y la acogida generosa de los hijos, el cuidado de los más débiles y la prontitud para perdonar, se convierte en un Evangelio vivo, que todos pueden leer (Cf. 2 Co 3,2), en signo de credibilidad quizás más persuasivo y capaz de interpelar al mundo de hoy.
La familia, llamada a ser evangelizada y evangelizadora, humana y humanizadora.
Discurso, 17 de diciembre de 2009: Anuncio.
Discurso, 5 de marzo de 2010: Cultura.
Discurso, 3 de febrero de 2011: Urgencia.
Discurso, 15 de octubre de 2011.-También en la evangelización, de hecho, la familia tiene un lugar importante, como recordaba recientemente en Ancona: esta no es, sencillamente, la destinataria de la acción pastoral, sino que es protagonista de ella, llamada a tomar parte en la evangelización de un modo propio y original, poniendo al servicio de la misma Iglesia y de la sociedad el propio ser y la propia actuación, como íntima comunidad de vida y de amor (cf. Exhort. ap. Familiaris consortio, nº 50).
Discurso, 1 de diciembre de 2011.-La nueva evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica. En nuestro tiempo, como ya sucedió en épocas pasadas, el eclipse de Dios, la difusión de ideologías contrarias a la familia y la degradación de la ética sexual, están vinculados entre sí. Y del mismo modo que están en relación el eclipse de Dios y la crisis de la familia, así la nueva evangelización es inseparable de la familia cristiana.
La familia fundada en el sacramento del Matrimonio es actuación particular de la Iglesia, comunidad salvada y salvadora, evangelizada y evangelizadora. Como la Iglesia, está llamada a acoger, irradiar y manifestar en el mundo el amor y la presencia de Cristo.
Siguiendo la línea de mis predecesores, también yo he exhortado muchas veces a los esposos cristianos a evangelizar tanto con el testimonio de la vida como con la participación en las actividades pastorales.

Discurso, 9 de junio de 2012.-Hablando de este aspecto de la evangelización, la familia desempeña un papel clave, pues es la unidad básica de la sociedad humana y el primer lugar donde se asimilan la fe y la cultura. Aunque la sociedad haya reconocido el papel importante de la familia a lo largo de la historia, actualmente es necesario prestar atención especial a los bienes religiosos, sociales y morales de la fidelidad, la igualdad y el respeto recíproco que deben existir entre marido y mujer.
Discurso, 9 de junio de 2012.-A este propósito, elogio vuestros esfuerzos por dar prioridad pastoral a la evangelización del matrimonio y de la familia de acuerdo con la doctrina moral católica. Mientras proseguís las celebraciones por el centenario del nacimiento del beato Pedro To Rot, que derramó su sangre por la defensa de la santidad del matrimonio,

FE
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia.
Mensaje. 3 de diciembre de 2007.-Además, para que la Iglesia pueda continuar y desarrollar la misión que Cristo le confió, y no falten los evangelizadores que el mundo tanto necesita, es preciso que nunca deje de haber en las comunidades cristianas una constante educación en la fe de los niños y de los adultos; es necesario mantener vivo en los fieles un sentido activo de responsabilidad misional y una participación solidaria con los pueblos de toda la tierra.
El don de la fe llama a todos los cristianos a cooperar en la evangelización.
Mensaje, 24 de noviembre de 2008.-El discípulo de Cristo, llamado por el Señor a “dar razón” a todos de la belleza y de la verdad de su propia fe.
Mensaje, 13 de noviembre de 2009: Cristo.
Discurso, 20 de marzo de 2010.-Que un nuevo impulso misionero anime vuestras comunidades, a fin de que se acoja plenamente y se viva fielmente el mensaje evangélico. La fe siempre necesita consolidar sus raíces para no volver a prácticas antiguas o incompatibles con el seguimiento de Cristo y para resistir a las llamadas de un mundo a veces hostil al ideal evangélico.
Discurso, 15 de junio de 2010.-La fe nunca puede darse por supuesta, porque cada generación necesita recibir este don mediante el anuncio del Evangelio y conocer la verdad que Cristo nos ha revelado. La Iglesia, por tanto, siempre está comprometida en proponer a todos la herencia de la fe, que incluye también la doctrina sobre la Eucaristía —misterio central en el que «se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia.
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.- La misión evangelizadora ha asumido en la historia formas y modalidades siempre nuevas según los lugares, las situaciones y los momentos históricos. En nuestro tiempo, uno de sus rasgos singulares ha sido afrontar el fenómeno del alejamiento de la fe, que se ha ido manifestando progresivamente en sociedades y culturas que desde hace siglos estaban impregnadas del Evangelio.

Discurso, 13 de junio de 2011.-en una intervención durante el Sínodo romano, cité unas palabras que me había escrito en una breve carta Hans Urs von Balthasar: «La fe no se debe presuponer, sino proponer». Así es. De por sí, la fe no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser anunciada siempre.
Para que sea eficaz, el anuncio de la fe, a su vez, debe partir de un corazón que cree, que espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu Santo. Así sucedió desde el inicio.
Angelus, 18 de septiembre de 2011: Nueva Evangelización.
Mensaje, 6 de enero de 2012.-En efecto, uno de los obstáculos para el impulso de la evangelización es la crisis de fe, no sólo en el mundo occidental, sino en la mayoría de la humanidad que, no obstante, tiene hambre y sed de Dios y debe ser invitada y conducida al pan de vida y al agua viva, como la samaritana que llega al pozo de Jacob y conversa con Cristo.
En este designio de amor realizado en Cristo, la fe en Dios es ante todo un don y un misterio que hemos de acoger en el corazón y en la vida, y del cuál debemos estar siempre agradecidos al Señor. Pero la fe es un don que se nos dado para ser compartido; es un talento recibido para que dé fruto; es una luz que no debe quedar escondida, sino iluminar toda la casa. Es el don más importante que se nos ha dado en nuestra existencia y que no podemos guardarnos para nosotros mismos.

FELICIDAD
Discurso, 15 de octubre de 2011.- El mundo de hoy necesita personas que anuncien y testimonien que es Cristo quien nos enseña el arte de vivir, el camino de la verdadera felicidad, porque él mismo es el camino de la vida; personas que tengan ante todo ellas mismas la mirada fija en Jesús, el Hijo de Dios: la palabra del anuncio siempre debe estar inmersa en una relación intensa con él, en un profunda vida de oración. El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios para poder hablar de Dios. Y también debemos recordar siempre que Jesús no redimió al mundo con palabras bellas o medios vistosos, sino con el sufrimiento y la muerte. La ley del grano de trigo que muere en la tierra es válida también hoy; no podemos dar vida a los demás, sin dar nuestra vida: «el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará», nos dice el Señor (Mc 8, 35).
Discurso, 19 de enero de 2012.-Iglesia en Estados Unidos, por su parte, está llamada, en todo tiempo oportuno y no oportuno, a proclamar el Evangelio que no sólo propone verdades morales inmutables, sino que lo hace precisamente como clave para la felicidad humana y la prosperidad social.

FENÓMENOS CONTRADICTORIOS
Carta, 6 de agosto de 2011.-En realidad asistimos, en el mundo contemporáneo, a fenómenos contradictorios: por un lado existe una generalizada distracción y también una insensibilidad frente a la trascendencia, por el otro hay numerosos signos que atestiguan la permanencia, en el corazón de muchos, de una profunda nostalgia de Dios, que se manifiesta de muchas formas distintas y que pone a muchos hombres y mujeres en actitud de sincera búsqueda.

FIDELIDAD AL MANDATO
Discurso, 11 de septiembre de 2006.-Se trata de un mandato cuya fiel realización exige paciencia y clarividencia, valentía y humildad, escucha de Dios y discernimiento vigilante de los «signos de los tiempos».
Discurso, 28 de febrero de 2008.-Hay que ayudar a los fieles laicos a que descubran cada vez más la riqueza espiritual de su bautismo, por el cual están «llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor» (Lumen gentium, 40), y que iluminará su compromiso de dar testimonio de Cristo en medio de la sociedad humana (cf. Gaudium et spes, 43). Para cumplir esta altísima vocación necesitan estar bien enraizados en una intensa vida de oración, escuchar asidua y humildemente la Palabra de Dios y participar frecuentemente en los sacramentos, así como adquirir un fuerte sentido de pertenencia eclesial y una sólida formación doctrinal, especialmente en cuanto se refiere a la doctrina social de la Iglesia, donde encontrarán criterios y orientaciones claras para poder iluminar cristianamente la sociedad en la que viven.
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Fiel a este mandamiento, la Iglesia, pueblo adquirido por Dios para que proclame sus obras admirables (cf. 1 P 2, 9), desde el día de Pentecostés, en el que recibió como don el Espíritu Santo (cf. Hch 2, 1-4), nunca se ha cansado de dar a conocer a todo el mundo la belleza del Evangelio, anunciando a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, el mismo «ayer, hoy y siempre» (Hb 13, 8), que con su muerte y resurrección realizó la salvación, cumpliendo la antigua promesa.
Discurso, 16 de mayo de 2011.-Hoy, como en todo tiempo, el mandato apostólico tiene su origen y su punto central en el anuncio del Hijo de Dios encarnado, que es la plenitud de la revelación divina y “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14, 6).

FIELES LAICOS
Discurso, 3 de diciembre de 2005.-En esta obra de evangelización el papel de los laicos es insustituible. Su testimonio de fe es particularmente elocuente y eficaz, porque se da en la realidad diaria y en los ámbitos a los que un sacerdote accede con dificultad.
Uno de los principales objetivos de la actividad del laicado es la renovación moral de la sociedad, que no puede ser superficial, parcial e inmediata. Debería caracterizarse por una profunda transformación en el ethos de los hombres, es decir, por la aceptación de una oportuna jerarquía de valores, según la cual se formen las actitudes.
Tarea específica del laicado es la participación en la vida pública y en la política.
Discurso, 17 de diciembre de 2005.-La gran obra misionera de toda la Iglesia debe ser sostenida espiritual y materialmente por todos, según la vocación cristiana de cada uno, en virtud del compromiso que brota del bautismo, a llevar a todos los pueblos el mensaje evangélico del amor de Cristo.
Discurso, 1 de marzo de 2006.-Con la aportación de todos los cristianos el anuncio del Evangelio resultará ciertamente cada vez más comprensible y eficaz.
Discurso, 5 de mayo de 2007.-Todos estamos implicados, aunque sea de modos diversos, en el anuncio y en el testimonio del Evangelio.
Discurso, 13 de mayo de 2007.-La Iglesia tiene la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del pueblo de Dios, y recordar también a los fieles que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con él, imitar su ejemplo y dar testimonio. Todo bautizado recibe de Cristo, como los Apóstoles, el mandato de la misión: «Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará» (Mc 16, 15). Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida «en él» supone estar profundamente enraizados en él.
Discurso, 5 de julio de 2007.-Éste es un cometido que atañe especialmente a los laicos, ya que es propio de su misión “la instauración del orden temporal, y que actúen en él de una manera directa y concreta, guiados por la luz del Evangelio y el pensamiento de la Iglesia, y movidos por el amor cristiano” (Apostolicam actuositatem, 7). Por eso, es necesario proporcionarles una formación religiosa adecuada, que les capacite para afrontar los numerosos retos de la sociedad actual.
A ellos corresponde promover los valores humanos y cristianos que iluminen la realidad política, económica y cultural del País, con el fin de instaurar un orden social más justo y equitativo, según la Doctrina Social de la Iglesia.
Al mismo tiempo, en coherencia con las normas éticas y morales, han de dar ejemplo de honestidad y transparencia en la gestión de sus actividades públicas, frente a la solapada y difundida lacra de la corrupción, que a veces alcanza incluso las áreas del poder político y económico, además de otros ámbitos públicos y sociales.
Los laicos han de ser fermento en medio de la sociedad, actuando en la vida pública para iluminar con los valores del Evangelio los diversos ámbitos donde se fragua la identidad de un pueblo. Desde sus actividades diarias, han de “testificar cómo la fe cristiana… constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad” (Christifideles laici, 34).
Su condición de ciudadanos y seguidores de Cristo no ha de inducirlos a llevar como “dos vidas paralelas: por una parte, la denominada vida espiritual, con sus valores y exigencias; y por otra, la denominada vida secular, es decir, la vida de la familia, del trabajo, de las relaciones sociales, del compromiso político y de la cultura” (ibíd., 59). Al contrario, han de esforzarse para que la coherencia entre su vida y su fe sea un elocuente testimonio de la verdad del mensaje cristiano.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-Todos vosotros, queridos fieles laicos, que trabajáis en los diferentes ámbitos de la sociedad, estáis llamados a participar, de manera cada vez más relevante, en la difusión del Evangelio. Así, se abre ante vosotros un areópago complejo y multiforme que hay que evangelizar: el mundo. Sed testigos con vuestra vida de que los cristianos «pertenecen a una sociedad nueva, hacia la cual están en camino y que es anticipada en su peregrinación» (Spe salvi, 4).
Discurso, 18 de marzo de 2009.-Las numerosas asociaciones de laicos que florecen en vuestras diócesis, son signo de la acción del Espíritu en el corazón de los fieles y contribuyen a un renovado anuncio del Evangelio. Me complace destacar y alentar la participación activa de las asociaciones femeninas en diferentes sectores de la misión de la Iglesia, demostrando así una toma de conciencia real de la dignidad de la mujer y de su vocación específica en la comunidad eclesial y en la sociedad.
Doy gracias a Dios por la voluntad que muestran los laicos en vuestras comunidades de contribuir al futuro de la Iglesia y al anuncio del Evangelio. Por los sacramentos de la iniciación cristiana y los dones del Espíritu Santo, tienen la capacidad y el compromiso de anunciar el Evangelio, sirviendo a la persona y a la sociedad. Os animo encarecidamente a perseverar en vuestros esfuerzos por ofrecerles una sólida formación cristiana que les permita «desarrollar plenamente su papel de animación cristiana del orden temporal (político, cultural, económico, social), que es compromiso característico de la vocación secular del laicado» (Ecclesia in Africa, n. 75).
Discurso, 2 de abril de 2009.-El anuncio del Evangelio concierne a todos en la Iglesia; también a los fieles laicos, destinados a esta misión gracias al bautismo y la confirmación.

Discurso, 30 de abril de 2009.-Los seglares, conscientes de sus compromisos bautismales, y animados por la caridad de Cristo, participen activamente en la misión de la Iglesia así como en la vida social, política, económica y cultural de su país.

Los católicos deberán destacar entre sus conciudadanos por el cumplimiento ejemplar de sus deberes cívicos, así como por el ejercicio de las virtudes humanas y cristianas que contribuyen a mejorar las relaciones personales, sociales y laborales.

El compromiso de los seglares los llevará también a promover de modo especial aquellos valores que son esenciales al bien común de la sociedad, el bien de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, la tutela de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural, y el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones morales y religiosas.
Discurso, 8 de junio de 2009.- Los fieles laicos, por su parte, participan según su modo específico en la misión salvífica de la Iglesia (cf. Lumen gentium, 33). Como discípulos y misioneros de Cristo, están llamados a iluminar y ordenar las realidades temporales de modo que respondan al designio amoroso de Dios (ibíd. 31). Para ello, hace falta un laicado maduro, que dé testimonio fiel de su fe y sienta el gozo de su pertenencia al Cuerpo de Cristo, al que debe ofrecerse, entre otras cosas, un adecuado conocimiento de la doctrina social de la Iglesia.

Discurso, 27 de junio de 2009.-Los laicos católicos deberán demostrar, por medio de una vida basada en la caridad, en la honradez y en el amor por el bien común, que un buen católico es también un buen ciudadano.
Ángelus, 18 de octubre de 2009.-La Jornada mundial de las misiones, que constituye para todas las comunidades eclesiales y para cada cristiano una fuerte llamada al compromiso de anunciar y testimoniar el Evangelio a todos, en particular a los que todavía no lo conocen.
Discurso, 21 de mayo de 2010.-Toca a los fieles laicos mostrar concretamente en la vida personal y familiar, en la vida social, cultural y política, que la fe permite leer de una forma nueva y profunda la realidad y transformarla; que la esperanza cristiana ensancha el horizonte limitado del hombre y lo proyecta hacia la verdadera altura de su ser, hacia Dios; que la caridad en la verdad es la fuerza más eficaz capaz de cambiar el mundo; que el Evangelio es garantía de libertad y mensaje de liberación; que los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia, como la dignidad de la persona humana, la subsidiariedad y la solidaridad, son de gran actualidad y valor para la promoción de nuevas vías de desarrollo al servicio de todo el hombre y de todos los hombres.

Homilía, 16 de septiembre de 2010.-Hoy en día, algunos buscan excluir de la esfera pública las creencias religiosas, relegarlas a lo privado, objetando que son una amenaza para la igualdad y la libertad. Sin embargo, la religión es en realidad garantía de auténtica libertad y respeto, que nos mueve a ver a cada persona como un hermano o hermana. Por este motivo, os invito particularmente a vosotros, fieles laicos, en virtud de vuestra vocación y misión bautismal, a ser no sólo ejemplo de fe en público, sino también a plantear en el foro público los argumentos promovidos por la sabiduría y la visión de la fe.
Exhortacion apostólica VD (94), 30 de septiembre de 2010.-Puesto que todo el Pueblo de Dios es un pueblo «enviado», el Sínodo ha reiterado que «la misión de anunciar la Palabra de Dios es un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo». Ningún creyente en Cristo puede sentirse ajeno a esta responsabilidad que proviene de su pertenencia sacramental al Cuerpo de Cristo. Se debe despertar esta conciencia en cada familia, parroquia, comunidad, asociación y movimiento eclesial. La Iglesia, como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano.
Los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren. A este propósito, los Padres sinodales han expresado «la más viva estima y gratitud, junto con su aliento, por el servicio a la evangelización que muchos laicos, y en particular las mujeres, ofrecen con generosidad y tesón en las comunidades diseminadas por el mundo, a ejemplo de María Magdalena, primer testigo de la alegría pascual». El Sínodo reconoce con gratitud, además, que los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades son en la Iglesia una gran fuerza para la obra evangelizadora en este tiempo, impulsando a desarrollar nuevas formas de anunciar el Evangelio.
Mensaje, 6 de enero de 2011.-La misión universal implica a todos, todo y siempre. El Evangelio no es un bien exclusivo de quien lo ha recibido; es un don que se debe compartir, una buena noticia que es preciso comunicar. Y este don-compromiso está confiado no sólo a algunos, sino a todos los bautizados, los cuales son «linaje elegido, nación santa, pueblo adquirido por Dios» (1 P 2, 9), para que proclame sus grandes maravillas.
Es importante que tanto los bautizados de forma individual como las comunidades eclesiales se interesen no sólo de modo esporádico y ocasional en la misión, sino de modo constante, como forma de la vida cristiana.
A través de la participación corresponsable en la misión de la Iglesia, el cristiano se convierte en constructor de la comunión, de la paz, de la solidaridad que Cristo nos ha dado, y colabora en la realización del plan salvífico de Dios para toda la humanidad.
Ángelus, 6 de febrero de 2011.-Los discípulos del Señor están llamados a dar nuevo «sabor» al mundo, y a preservarlo de la corrupción, con la sabiduría de Dios, que resplandece plenamente en el rostro del Hijo, porque él es la «luz verdadera que ilumina a todo hombre» (Jn 1, 9). Unidos a él, los cristianos pueden difundir en medio de las tinieblas de la indiferencia y del egoísmo la luz del amor de Dios, verdadera sabiduría que da significado a la existencia y a la actuación de los hombres.
Discurso, 30 de mayo de 2011.-Si, por un lado, toda la comunidad está llamada a vigorizar el espíritu misionero para dar el nuevo anuncio que esperan los hombres de nuestro tiempo, no se podrá olvidar que el estilo de vida de los creyentes necesita una credibilidad genuina, tanto más convincente cuanto más dramática es la condición de aquellos a quienes se dirigen.
Discurso, 17 de diciembre de 2011: Obispos.

FRATERNIDAD
Discurso, 27 de enero de 2006: Diócesis.
FRONTERAS
Mensaje, 11 de mayo de 2008: Amor.
Discurso, 21 de mayo de 2010: Cambios.

GLOBALIZACIÓN
Mensaje, 6 de enero de 2011: Cambios.
GRACIA
Carta apostólica US, 21 de mayo de 2010.-No es difícil percatarse de que lo que necesitan todas las Iglesias que viven en territorios tradicionalmente cristianos es un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia.
Discurso, 30 de mayo de 2011: Continuidad.

HEDONISMO
Discurso, 17 de diciembre de 2009: Anuncio.

Discurso, 16 de febrero de 2012.-Hoy en día, especialmente en Europa, aunque también en algunas partes de África, se siente el peso del ambiente secularizado y a menudo hostil a la fe cristiana. Otro desafío para el anuncio del Evangelio es el hedonismo, que ha contribuido a hacer que la crisis de valores penetre en la vida cotidiana, en la estructura de la familia, en la manera misma de interpretar el significado de la existencia.

HISTORIA
Homilía, 16 de octubre de 2011.-La teología de la historia es un aspecto importante, esencial de la nueva evangelización, porque los hombres de nuestro tiempo, tras el nefasto periodo de los imperios totalitarios del siglo XX, necesitan reencontrar una visión global del mundo y del tiempo, una visión verdaderamente libre, pacífica, esa visión que el concilio Vaticano II transmitió en sus documentos, y que mis predecesores, el siervo de Dios Pablo VI y el beato Juan Pablo II, ilustraron con su magisterio.
HOSPITAL
Discurso, 17 de noviembre de 2012.-Los hospitales deben ser considerados como lugar privilegiado de evangelización, pues donde la Iglesia se hace «vehículo de la presencia de Dios», se convierte al mismo tiempo en «instrumento de una verdadera humanización del hombre y del mundo» (Congregación para la doctrina de la fe, Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización, 9).

HUIDOS
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-Los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, los laicos y, sobre todo, los hombres y las mujeres jóvenes han de ser sensibles para ofrecer apoyo a tantas hermanas y hermanos que, habiendo huido de la violencia, deben afrontar nuevos estilos de vida y dificultades de integración. El anuncio de la salvación en Jesucristo será fuente de alivio, de esperanza y de «alegría plena» (cf. Jn 15,11).

IDENTIDAD CATÓLICA
Encuentro, 16 de abril de 2008.-Hay que fomentar una identidad católica basada no tanto en elementos externos, sino más bien en un modo de pensar y actuar enraizado en el Evangelio y enriquecido con la tradición viva de la Iglesia.

IGLESIA

Discurso, 22 de diciembre de 2005.-Una Iglesia misionera, consciente de que tiene el deber de anunciar su mensaje a todos los pueblos, necesariamente debe comprometerse en favor de la libertad de la fe. Quiere transmitir el don de la verdad que existe para todos y, al mismo tiempo, asegura a los pueblos y a sus gobiernos que con ello no quiere destruir su identidad y sus culturas, sino que, al contrario, les lleva una respuesta que esperan en lo más íntimo de su ser, una respuesta con la que no se pierde la multiplicidad de las culturas, sino que se promueve la unidad entre los hombres y también la paz entre los pueblos.
Discurso, 11 de marzo de 2006.-La Iglesia ha adquirido una conciencia aún más clara de su innata vocación misionera, reconociendo en ella un elemento constitutivo de su misma naturaleza. En obediencia al mandato de Cristo, que envió a sus discípulos a anunciar el Evangelio a todas las gentes (cf. Mt 28, 18-20), también en nuestra época la comunidad cristiana se siente enviada a los hombres y a las mujeres del tercer milenio, para darles a conocer la verdad del mensaje evangélico y abrirles de este modo el camino de la salvación. Y esto —como decía— no es algo facultativo, sino la vocación propia del pueblo de Dios, un deber que le incumbe por mandato del mismo Señor Jesucristo (cf. Evangelii nuntiandi, 5).
Más aún, el anuncio y el testimonio del Evangelio son el primer servicio que los cristianos pueden dar a cada persona y a todo el género humano, por estar llamados a comunicar a todos el amor de Dios, que se manifestó plenamente en el único Redentor del mundo, Jesucristo.
Ángelus, 1 de octubre de 2006.-La Iglesia es por su misma naturaleza misionera. «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21), dijo Jesús resucitado a los Apóstoles en el Cenáculo. La misión de la Iglesia es la continuación de la de Cristo: llevar a todos el amor de Dios, anunciándolo con las palabras y con el testimonio concreto de la caridad.
Mensaje, 27 de mayo de 2007.-El compromiso misionero sigue siendo el primer servicio que la Iglesia debe prestar a la humanidad de hoy, para orientar y evangelizar los cambios culturales, sociales y éticos; para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, en muchas partes del mundo humillado y oprimido a causa de pobrezas endémicas, de violencia, de negación sistemática de derechos humanos.
La Iglesia no puede eximirse de esta misión universal; para ella constituye una obligación. Dado que Cristo encomendó el mandato misionero en primer lugar a Pedro y a los Apóstoles, ese mandato hoy compete ante todo al Sucesor de Pedro, que la divina Providencia ha elegido como fundamento visible de la unidad de la Iglesia, y a los obispos, directamente responsables de la evangelización, sea como miembros del Colegio episcopal, sea como pastores de las Iglesias particulares (cf. ib., 63).
Efectivamente, toda comunidad cristiana nace misionera, y el amor de los creyentes a su Señor se mide precisamente según su compromiso evangelizador. Podríamos decir que, para los fieles, no se trata simplemente de colaborar en la actividad de evangelización, sino de sentirse ellos mismos protagonistas y corresponsables de la misión de la Iglesia.
Ángelus, 7 de octubre de 2007.-El anuncio del Evangelio sigue siendo el primer servicio que la Iglesia debe a la humanidad, para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, humillado y oprimido de tantas maneras, y para orientar en sentido cristiano las transformaciones culturales, sociales y éticas que se están produciendo en el mundo.
El anuncio del Evangelio sigue siendo el primer servicio que la Iglesia debe a la humanidad, para ofrecer la salvación de Cristo al hombre de nuestro tiempo, humillado y oprimido de tantas maneras, y para orientar en sentido cristiano las transformaciones culturales, sociales y éticas que se están produciendo en el mundo.
Mensaje, 3 de diciembre de 2007.-La Iglesia es misionera en su conjunto y en cada uno de sus miembros.
Discurso, 18 de mayo de 2009.-Una Iglesia en misión relativiza sus problemas internos y mira con esperanza e ilusión al porvenir. Se trata de relanzar el espíritu misionero, no por temor al futuro, sino porque la Iglesia es una realidad dinámica y el verdadero discípulo de Jesucristo goza transmitiendo gratuitamente a otros su divina Palabra y compartiendo con ellos el amor que brota de su costado abierto en la cruz (cf. Mt 10,8; Jn 13,34-35; 19,33-34; 1 Co 9,16).
La unidad auténtica en la Iglesia es siempre fuente inagotable de espíritu evangelizador.
Mensaje, 29 de junio de 2009.-La Iglesia no actúa para extender su poder o afirmar su dominio, sino para llevar a todos a Cristo, salvación del mundo.
La misión de la Iglesia es la de “contagiar” de esperanza a todos los pueblos. Para esto Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios. Es sólo al interno de dicha misión que se comprende y autentifica el verdadero camino histórico de la humanidad.
La misión universal debe convertirse en una constante fundamental de la vida de la Iglesia. Anunciar el Evangelio debe ser para nosotros, como lo fue para el apóstol Pablo, un compromiso impostergable y primario.
La Iglesia universal, sin confines y sin fronteras, se siente responsable del anuncio del Evangelio a pueblos enteros (cf. Evangelii nuntiandi, 53). Ella, germen de esperanza por vocación, debe continuar el servicio de Cristo al mundo. Su misión y su servicio no son a la medida de las necesidades materiales o incluso espirituales que se agotan en el marco de la existencia temporal, sino de una salvación trascendente, que se actúa en el Reino de Dios (cf. Evangelii nuntiandi, 27). Este Reino, aun siendo en su plenitud escatológico y no de este mundo (cf. Jn 18,36), es también en este mundo y en su historia fuerza de justicia, de paz, de verdadera libertad y de respeto de la dignidad de cada hombre.
La Iglesia busca transformar el mundo con la proclamación del Evangelio del amor, “que ilumina constantemente a un mundo oscuro y nos da la fuerza para vivir y actuar… y así llevar la luz de Dios al mundo” (Deus caritas est, 39). Es a esta misión y servicio que, con este Mensaje, llamo a participar a todos los miembros e instituciones de la Iglesia.
La misión de la Iglesia es la de llamar a todos los pueblos a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado. Es necesario por lo tanto renovar el compromiso de anunciar el Evangelio, que es fermento de libertad y de progreso, de fraternidad, de unidad y de paz (cf. Ad gentes, 8). Deseo “confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia” (Evangelii nuntiandi, 14), tarea y misión que los amplios y profundos cambios de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes.
La Iglesia entera debe comprometerse en la missio ad gentes, hasta que la soberanía salvadora de Cristo se realice plenamente: “Pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido” (Hb 2,8).
Ángelus, 18 de octubre de 2009.-Es la luz del Evangelio, que orienta el camino de los pueblos y los guía hacia la formación de una gran familia, en la justicia y la paz, bajo la paternidad del único Dios bueno y misericordioso. La Iglesia existe para anunciar este mensaje de esperanza a toda la humanidad.
La Iglesia universal pone de relieve su vocación misionera. Guiada por el Espíritu Santo, se sabe llamada a proseguir la obra de Jesús mismo anunciando el Evangelio del reino de Dios, que «es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo» (Rm 14, 17). Este reino ya está presente en el mundo como fuerza de amor, de libertad, de solidaridad, de respeto a la dignidad de cada hombre, y la comunidad eclesial siente con fuerza en el corazón la urgencia de trabajar para que la soberanía de Cristo se realice plenamente. Todos sus miembros y articulaciones cooperan en ese proyecto, según los diversos estados de vida y los carismas.
Audiencia, 3 de febrero de 2010.-En el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero, que impulsa incesantemente a llevar el primer anuncio del Evangelio y, donde sea necesario, a una nueva evangelización: de hecho, Cristo es el bien más precioso que los hombres y las mujeres de todo tiempo y de todo lugar tienen derecho a conocer y amar. Y es consolador ver cómo también en la Iglesia de hoy son tantos —pastores y fieles laicos, miembros de antiguas Órdenes religiosas y de nuevos movimientos eclesiales— los que con alegría entregan su vida por este ideal supremo: anunciar y dar testimonio del Evangelio.
Discurso, 21 de mayo de 2010.-La predicación del Evangelio es un inestimable servicio que la Iglesia puede ofrecer a la humanidad entera que camina en la historia.
Discurso, 15 de junio de 2010: fe.
Homilía, 28 de junio de 2010.-La Iglesia tiene el deber de anunciar siempre y en todas partes el Evangelio de Jesucristo.

Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Para la Iglesia la misión evangelizadora, continuación de la obra que quiso Jesús nuestro Señor, es necesaria e insustituible, expresión de su misma naturaleza (Carta US, 21-9-10).
Exhortación apostólica VD (95), 30 de septiembre de 2010.-La Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de «mantenimiento» para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial.
La Iglesia ha de ir hacia todos con la fuerza del Espíritu (cf. 1 Co 2,5), y seguir defendiendo proféticamente el derecho y la libertad de las personas de escuchar la Palabra de Dios, buscando los medios más eficaces para proclamarla, incluso con riesgo de sufrir persecución. La Iglesia se siente obligada con todos a anunciar la Palabra que salva (cf. Rm 1,14).
Exhortación apostólica VD (96).-La Iglesia, segura de la fidelidad de su Señor, no se cansa de anunciar la Buena Nueva del Evangelio e invita a todos los cristianos a redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo.
Mensaje, 6 de enero de 2011.-El incesante anuncio del Evangelio vivifica también a la Iglesia, su fervor, su espíritu apostólico; renueva sus métodos pastorales para que sean cada vez más apropiados a las nuevas situaciones —también las que requieren una nueva evangelización— y animados por el impulso misionero: «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola! La nueva evangelización de los pueblos cristianos hallará inspiración y apoyo en el compromiso por la misión universal» (Juan Pablo II, Redemptoris missio, 2).
Discurso, 30 de mayo de 2011.-Confío en que, en el trabajo de estos días, tracéis un proyecto capaz de ayudar a toda la Iglesia y a las distintas Iglesias particulares en el compromiso de la nueva evangelización; un proyecto en el que la urgencia de un anuncio renovado se haga cargo de la formación, en especial para las nuevas generaciones, y se conjugue con la propuesta de signos concretos adecuados para hacer evidente la respuesta que la Iglesia pretende ofrecer en este momento peculiar.
El desafío de la nueva evangelización interpela a la Iglesia universal
Discurso, 7 de octubre de 2011: Amor.
IGLESIAS DE ANTIGUA FUNDACIÓN
Mensaje, 29 de junio de 2009.-A las Iglesias antiguas como a las de reciente fundación les recuerdo que han sido colocadas por el Señor como sal de la tierra y luz del mundo, llamadas a difundir a Cristo, Luz de las gentes, hasta los extremos confines de la tierra. La missio ad gentes debe constituir la prioridad de sus planes pastorales.
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.- Esta nueva evangelización se refiere sobre todo a las Iglesias de antigua fundación, que viven realidades bastante diferenciadas, a las que corresponden necesidades distintas, que esperan impulsos de evangelización diferentes: en algunos territorios, en efecto, aunque avanza el fenómeno de la secularización, la práctica cristiana manifiesta todavía una buena vitalidad y un profundo arraigo en el alma de poblaciones enteras; en otras regiones, en cambio, se nota un distanciamiento más claro de la sociedad en su conjunto respecto de la fe, con un entramado eclesial más débil, aunque no privado de elementos de vivacidad, que el Espíritu Santo no deja de suscitar; también existen, lamentablemente, zonas casi completamente descristianizadas, en las cuales la luz de la fe está confiada al testimonio de pequeñas comunidades: estas tierras, que necesitarían un renovado primer anuncio del Evangelio, parecen particularmente refractarias a muchos aspectos del mensaje cristiano.
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010: Alejamiento de la fe.
Mensaje, 6 de enero de 2011.-Es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe.
Carta, 6 de agosto de 2011.-En el transcurso de los siglos la Iglesia no ha dejado de proclamar el misterio salvífico de la muerte y resurrección de Jesucristo, pero este mismo anuncio necesita hoy un renovado vigor en muchas de las regiones que fueron las primeras en acoger la luz y que experimentan los efectos de una secularización capaces de empobrecer al hombre en su dimensión más profunda.
Angelus, 18 de septiembre de 2011: Nueva Evangelización.
CFR. ALEJAMIENTO DE LA FE
Mensaje, 6 de enero de 2012.-Es necesario renovar el entusiasmo de comunicar la fe para promover una nueva evangelización de las comunidades y de los países de antigua tradición cristiana, que están perdiendo la referencia de Dios, de forma que se pueda redescubrir la alegría de creer.

ILUMINAR

Mensaje, 20 de julio de 2007.-Estad listos a poner en juego vuestra vida para iluminar el mundo con la verdad de Cristo; para responder con amor al odio y al desprecio de la vida; para proclamar la esperanza de Cristo resucitado en cada rincón de la tierra.
Exhortación apostólica VD (93), 30 de septiembre de 2010.-El Señor ofrece la salvación a los hombres de toda época. Todos nos damos cuenta de la necesidad de que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la vida social. No se trata de anunciar una palabra sólo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva.
IMPONER
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia.

IMPULSO MISIONERO
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Que toda la Iglesia, dejándose regenerar por la fuerza del Espíritu Santo, se presente al mundo contemporáneo con un impulso misionero capaz de promover una nueva evangelización.
INCULTURACIÓN
Discurso, 3 de abril de 2006.-Para que la Iglesia sea un signo cada vez más comprensible de lo que es y cumpla cada vez mejor su misión, la tarea de inculturación de la fe es una necesidad. Este proceso, tan importante para el anuncio del Evangelio a todas las culturas, no debe poner en peligro la especificidad y la integridad de la fe, sino que debe ayudar a los cristianos a comprender y a vivir mejor el mensaje evangélico en su propia cultura, y a saber renunciar a las prácticas que van en contra de los compromisos bautismales.
Discurso, 22 de junio de 2007.-La inculturación del mensaje evangélico, realizada con fidelidad a la enseñanza de la Iglesia, contribuye al arraigo efectivo de la fe en vuestro pueblo, permitiéndole acoger a la persona de Jesucristo en todas las dimensiones de su existencia.
Discurso, 18 de marzo de 2009: Catequistas.
Mensaje, 13 de noviembre de 2009: Cultura.

Discurso, 16 de mayo de 2011.-El proceso de inculturación exige que en la presentación de la Buena Nueva, sacerdotes, religiosos y laicos empleen con atención los lenguajes y las costumbres propios de las personas a las que sirven.

Exhortación Apostólica Africae Munus-37, 19 de noviembre de 2011.- No debemos olvidar que el Espíritu Santo es el verdadero protagonista de la inculturación,
El Espíritu Santo actúa para que el Evangelio sea capaz de impregnar todas las culturas, sin dejarse atenazar por ninguna de ellas.

INDIFERENCIA

Discurso, 30 de mayo de 2011: Cambios.

INMIGRANTES
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-La Iglesia afronta el desafío de ayudar a los inmigrantes a mantener firme su fe, aun cuando falte el apoyo cultural que existía en el país de origen, buscando también nuevas estrategias pastorales, así como métodos y lenguajes para una acogida siempre viva de la Palabra de Dios. En algunos casos se trata de una ocasión para proclamar que en Jesucristo la humanidad participa del misterio de Dios y de su vida de amor, se abre a un horizonte de esperanza y paz, incluso a través del diálogo respetuoso y del testimonio concreto de la solidaridad, mientras que en otros casos existe la posibilidad de despertar la conciencia cristiana adormecida a través de un anuncio renovado de la Buena Nueva y de una vida cristiana más coherente, para ayudar a redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, que llama al cristiano a la santidad dondequiera que se encuentre, incluso en tierra extranjera.
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-El actual fenómeno migratorio es también una oportunidad providencial para el anuncio del Evangelio en el mundo contemporáneo. Hombres y mujeres provenientes de diversas regiones de la tierra, que aún no han encontrado a Jesucristo o lo conocen solamente de modo parcial, piden ser acogidos en países de antigua tradición cristiana. Es necesario encontrar modalidades adecuadas para ellos, a fin de que puedan encontrar y conocer a Jesucristo y experimentar el don inestimable de la salvación, fuente de «vida abundante» para todos (cf. Jn 10,10); a este respecto, los propios inmigrantes tienen un valioso papel, puesto que pueden convertirse a su vez en «anunciadores de la Palabra de Dios y testigos de Jesús resucitado, esperanza del mundo» (Exhortación apostólica Verbum Domini, 105).

INSENSIBILIDAD

Carta, 6 de agosto de 2011: Fenómenos contradictorios.

INTERPELAR

Videomensaje, 25 de marzo de 2011: Atrio de los gentiles.

IRRADIAR A CRISTO

Discurso, 8 de junio de 2009.-Aprecio vuestro empeño por irradiar la luz del Evangelio sobre los acontecimientos de mayor relevancia que afectan a vuestro País, sin otros intereses que la difusión de los más genuinos valores cristianos, con vistas también a favorecer la búsqueda del bien común, la convivencia armónica y la estabilidad social.
Discurso, 18 de septiembre de 2010.-Sin la vida de oración, sin la transformación interior que se lleva a cabo a través de la gracia de los sacramentos, no podemos irradiar a Cristo.

JÓVENES
Discurso, 10 de mayo de 2007.-Sois los jóvenes de la Iglesia. Por eso yo os envío a la gran misión de evangelizar a los muchachos y muchachas que andan errantes por este mundo, como ovejas sin pastor. Sed los apóstoles de los jóvenes. Invitadlos a caminar con vosotros, a hacer la misma experiencia de fe, de esperanza y de amor; a encontrarse con Jesús, para que se sientan realmente amados, acogidos, con plena posibilidad de realizarse. Que también ellos descubran los caminos seguros de los Mandamientos y recorriéndolos lleguen a Dios.
Mensaje, 22 de febrero de 2009.- ¿Cómo anunciar la esperanza a estos jóvenes? Sabemos que el ser humano encuentra su verdadera realización sólo en Dios. Por tanto, el primer compromiso que nos atañe a todos es el de una nueva evangelización, que ayude a las nuevas generaciones a descubrir el rostro auténtico de Dios, que es Amor.
Si os alimentáis de Cristo, queridos jóvenes, y vivís inmersos en Él como el apóstol Pablo, no podréis por menos que hablar de Él, y haréis lo posible para que vuestros amigos y coetáneos lo conozcan y lo amen.
Sed pacientes y perseverantes, venciendo la natural tendencia de los jóvenes a la prisa, a querer obtener todo y de inmediato.
Queridos amigos, como Pablo, sed testigos del Resucitado. Dadlo a conocer a quienes, jóvenes o adultos, están en busca de la «gran esperanza» que dé sentido a su existencia. Si Jesús se ha convertido en vuestra esperanza, comunicadlo con vuestro gozo y vuestro compromiso espiritual, apostólico y social.
Alcanzados por Cristo, después de haber puesto en Él vuestra fe y de haberle dado vuestra confianza, difundid esta esperanza a vuestro alrededor.
Tomad opciones que manifiesten vuestra fe; haced ver que habéis entendido las insidias de la idolatría del dinero, de los bienes materiales, de la carrera y el éxito, y no os dejéis atraer por estas falsas ilusiones. No cedáis a la lógica del interés egoísta; por el contrario, cultivad el amor al prójimo y haced el esfuerzo de poneros vosotros mismos, con vuestras capacidades humanas y profesionales al servicio del bien común y de la verdad, siempre dispuestos a dar respuesta «a todo el que os pida razón de vuestra esperanza» (1 P 3,15).
Mensaje, 29 de junio de 2009: Espíritu Santo.
Mensaje, 13 de noviembre de 2009: Misión.
Mensaje, 6 de agosto de 2010.-Si creéis, si sabéis vivir y dar cada día testimonio de vuestra fe, seréis un instrumento que ayudará a otros jóvenes como vosotros a encontrar el sentido y la alegría de la vida, que nace del encuentro con Cristo.
Exhortación apostólica VD (104), 30 de septiembre de 2010.-Esta atención al mundo juvenil implica la valentía de un anuncio claro; hemos de ayudar a los jóvenes a que adquieran confianza y familiaridad con la Sagrada Escritura, para que sea como una brújula que indica la vía a seguir. Para ello, necesitan testigos y maestros, que caminen con ellos y los lleven a amar y a comunicar a su vez el Evangelio, especialmente a sus coetáneos, convirtiéndose ellos mismos en auténticos y creíbles anunciadores.
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-Hoy no pocos jóvenes, aturdidos por las infinitas posibilidades que ofrecen las redes informáticas u otras tecnologías, entablan formas de comunicación que no contribuyen al crecimiento en humanidad, sino que corren el riesgo de aumentar el sentido de soledad y desorientación. Antes estos fenómenos, más de una vez he hablado de emergencia educativa, un desafío al que se puede y se debe responder con inteligencia creativa, comprometiéndose a promover una comunicación que humanice, que estimule el sentido crítico y la capacidad de valoración y de discernimiento.
Discurso, 18 de febrero de 2011.-La primacía de Dios es particularmente importante cuando se trata de la evangelización de la juventud.
Videomensaje, 25 de marzo de 2011: Atrio de los gentiles, Diálogo.
Discurso, 19 de junio de 2011.-De este modo vuestra vida, animada por una búsqueda continua del rostro del Señor y por la voluntad sincera de entregaros vosotros mismos, será para muchos coetáneos vuestros un signo, una llamada elocuente a hacer que el deseo de plenitud que todos tenemos se realice finalmente en el encuentro con el Señor Jesús.
¡Dejad que el misterio de Cristo ilumine toda vuestra persona! Entonces podréis llevar a los distintos ambientes la novedad que puede cambiar las relaciones, las instituciones, las estructuras, para construir un mundo más justo y solidario, animado por la búsqueda del bien común. ¡No cedáis a lógicas individualistas y egoístas!
Discurso, 2 de diciembre de 2011.-Los jóvenes cristianos, proviniendo de culturas distintas, pero perteneciendo a la única Iglesia de Cristo, pueden demostrar que el Evangelio es Palabra de esperanza y de salvación para los hombres de todos los pueblos y culturas, de todas las edades y de todas las épocas.
Mensaje, 15 de marzo de 2012.-Sobre todo vosotros, jóvenes discípulos de Cristo, tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe. El Evangelio es la «buena noticia» de que Dios nos ama y que cada uno de nosotros es importante para Él. Mostrad al mundo que esto de verdad es así.
Por lo tanto, sed misioneros entusiasmados de la nueva evangelización. Llevad a los que sufren, a los que están buscando, la alegría que Jesús quiere regalar. Llevadla a vuestras familias, a vuestras escuelas y universidades, a vuestros lugares de trabajo y a vuestros grupos de amigos, allí donde vivís. Veréis que es contagiosa. Y recibiréis el ciento por uno: la alegría de la salvación para vosotros mismos, la alegría de ver la Misericordia de Dios que obra en los corazones.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-La historia nos ha mostrado cuántos jóvenes, por medio del generoso don de sí mismos y anunciando el Evangelio, han contribuido enormemente al Reino de Dios y al desarrollo de este mundo. Con gran entusiasmo, han llevado la Buena Nueva del Amor de Dios, que se ha manifestado en Cristo, con medios y posibilidades muy inferiores con respecto a los que disponemos hoy.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Queridos jóvenes: Vosotros sois los primeros misioneros entre los jóvenes.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Dios es amor. El hombre que se olvida de Dios se queda sin esperanza y es incapaz de amar a su semejante. Por ello, es urgente testimoniar la presencia de Dios, para que cada uno la pueda experimentar. La salvación de la humanidad y la salvación de cada uno de nosotros están en juego. Quien comprenda esta necesidad, sólo podrá exclamar con Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1Co 9,16).
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Al anunciar el Evangelio vosotros mismos crecéis arraigándoos cada vez más profundamente en Cristo, os convertís en cristianos maduros. El compromiso misionero es una dimensión esencial de la fe; no se puede ser un verdadero creyente si no se evangeliza. El anuncio del Evangelio no puede ser más que la consecuencia de la alegría de haber encontrado en Cristo la roca sobre la que construir la propia existencia. Esforzándoos en servir a los demás y en anunciarles el Evangelio, vuestra vida, a menudo dispersa en diversas actividades, encontrará su unidad en el Señor, os construiréis también vosotros mismos, creceréis y maduraréis en humanidad.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-¿Qué significa ser misioneros? Significa ante todo ser discípulos de Cristo, escuchar una y otra vez la invitación a seguirle, la invitación a mirarle: «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Un discípulo es, de hecho, una persona que se pone a la escucha de la palabra de Jesús (cf. Lc 10,39), al que se reconoce como el buen Maestro que nos ha amado hasta dar la vida. Por ello, se trata de que cada uno de vosotros se deje plasmar cada día por la Palabra de Dios; ésta os hará amigos del Señor Jesucristo, capaces de incorporar a otros jóvenes en esta amistad con él.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Os aconsejo que hagáis memoria de los dones recibidos de Dios para transmitirlos a su vez. Aprended a leer vuestra historia personal, tomad también conciencia de la maravillosa herencia de las generaciones que os han precedido: Numerosos creyentes nos han transmitido la fe con valentía, enfrentándose a pruebas e incomprensiones. No olvidemos nunca que formamos parte de una enorme cadena de hombres y mujeres que nos han transmitido la verdad de la fe y que cuentan con nosotros para que otros la reciban. El ser misioneros presupone el conocimiento de este patrimonio recibido, que es la fe de la Iglesia. Es necesario conocer aquello en lo que se cree, para poder anunciarlo.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Jesús envió a sus discípulos en misión con este encargo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). Evangelizar significa llevar a los demás la Buena Nueva de la salvación y esta Buena Nueva es una persona: Jesucristo. Cuando le encuentro, cuando descubro hasta qué punto soy amado por Dios y salvado por él, nace en mí no sólo el deseo, sino la necesidad de darlo a conocer a otros.

Mensaje, 18 de octubre.-El alma de la misión es el Espíritu de amor, que nos empuja a salir de nosotros mismos, para «ir» y evangelizar. Queridos jóvenes, dejaos conducir por la fuerza del amor de Dios, dejad que este amor venza la tendencia a encerrarse en el propio mundo, en los propios problemas, en las propias costumbres. Tened el valor de «salir» de vosotros mismos hacia los demás y guiarlos hasta el encuentro con Dios.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-El anuncio de Cristo no consiste sólo en palabras, sino que debe implicar toda la vida y traducirse en gestos de amor. Es el amor que Cristo ha infundido en nosotros el que nos hace evangelizadores; nuestro amor debe conformarse cada vez más con el suyo. Como el buen samaritano, debemos tratar con atención a los que encontramos, debemos saber escuchar, comprender y ayudar, para poder guiar a quien busca la verdad y el sentido de la vida hacia la casa de Dios, que es la Iglesia, donde se encuentra la esperanza y la salvación (cf. Lc 10,29-37).
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Queridos amigos, no tengáis miedo de proponer a vuestros coetáneos el encuentro con Cristo. Invocad al Espíritu Santo: Él os guiará para poder entrar cada vez más en el conocimiento y el amor de Cristo y os hará creativos para transmitir el Evangelio.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Ante las dificultades de la misión de evangelizar, a veces tendréis la tentación de decir como el profeta Jeremías: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Pero Dios también os contesta: «No digas que eres niño, pues irás adonde yo te envíe y dirás lo que yo te ordene» (Jr 1,6-7). Cuando os sintáis ineptos, incapaces y débiles para anunciar y testimoniar la fe, no temáis. La evangelización no es una iniciativa nuestra que dependa sobre todo de nuestros talentos, sino que es una respuesta confiada y obediente a la llamada de Dios, y por ello no se basa en nuestra fuerza, sino en la suya. Esto lo experimentó el apóstol Pablo: «Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros» (2Co 4,7).
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Por ello os invito a que os arraiguéis en la oración y en los sacramentos. La evangelización auténtica nace siempre de la oración y está sostenida por ella. Primero tenemos que hablar con Dios para poder hablar de Dios. En la oración le encomendamos al Señor las personas a las que hemos sido enviados y le suplicamos que les toque el corazón; pedimos al Espíritu Santo que nos haga sus instrumentos para la salvación de ellos; pedimos a Cristo que ponga las palabras en nuestros labios y nos haga ser signos de su amor. En modo más general, pedimos por la misión de toda la Iglesia, según la petición explícita de Jesús: «Rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies» (Mt 9,38).
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Queridos jóvenes, para permanecer firmes en la confesión de la fe cristiana allí donde habéis sido enviados, necesitáis a la Iglesia. Nadie puede ser testigo del Evangelio en solitario. Jesús envió a sus discípulos a la misión en grupos: «Haced discípulos» está puesto en plural. Por tanto, nosotros siempre damos testimonio en cuanto miembros de la comunidad cristiana; nuestra misión es fecundada por la comunión que vivimos en la Iglesia, y gracias a esa unidad y ese amor recíproco nos reconocerán como discípulos de Cristo (cf. Jn 13,35). Doy gracias a Dios por la preciosa obra de evangelización que realizan nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y nuestros movimientos eclesiales. Los frutos de esta evangelización pertenecen a toda la Iglesia: «Uno siembra y otro siega» (Jn 4,37).
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Cristo necesita vuestro compromiso y vuestro testimonio. Que nada –ni las dificultades, ni las incomprensiones– os hagan renunciar a llevar el Evangelio de Cristo a los lugares donde os encontréis; cada uno de vosotros es valioso en el gran mosaico de la evangelización.
Mensaje, 18 de octubre de 2012.-Queridos jóvenes, al concluir quisiera invitaros a que escuchéis en lo profundo de vosotros mismos la llamada de Jesús a anunciar su Evangelio. Como muestra la gran estatua de Cristo Redentor en Río de Janeiro, su corazón está abierto para amar a todos, sin distinción, y sus brazos están extendidos para abrazar a todos. Sed vosotros el corazón y los brazos de Jesús. Id a dar testimonio de su amor, sed los nuevos misioneros animados por el amor y la acogida. Seguid el ejemplo de los grandes misioneros de la Iglesia, como san Francisco Javier y tantos otros.

JUICIO CRÍTICO
Discurso, 21 de mayo de 2010: Cambios.
JUSTICIA
Encíclica Caritas in veritate (15), 29 de junio de 2009: Doctrina social de la Iglesia.
Exhortación Apostólica VD (100), 30 de septiembre de 2010: Compromiso.

KERIGMA
Mensaje, 6 de enero de 2012.-El punto central del anuncio sigue siendo el mismo: el Kerigma de Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo, el Kerigma del amor de Dios, absoluto y total para cada hombre y para cada mujer, que culmina en el envío del Hijo eterno y unigénito, el Señor Jesús, quien no rehusó compartir la pobreza de nuestra naturaleza humana, amándola y rescatándola del pecado y de la muerte mediante el ofrecimiento de sí mismo en la cruz.

LAICISMO
Discurso, 6 de junio de 2008: Relativismo
Entrevista, 6 de noviembre de 2010.-Con este dicasterio he pensando en el mundo entero, porque la novedad del pensamiento, la dificultad de pensar en los conceptos de la Escritura, de la teología, es universal, pero hay naturalmente un centro: el mundo occidental, con su laicismo, su laicidad, y la continuidad de la fe que debe tratar de renovarse para ser fe hoy y para responder al desafío de la laicidad. En Occidente todos los grandes países tienen su propio modo de vivir este problema.

LIBERTAD
Discurso, 22 de diciembre de 2005: Iglesia.
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia.
Discurso, 17 de mayo de 2008.-Las palabras de Jesús, «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20), constituyen aún un mandato obligatorio para toda la Iglesia y para cada uno de los fieles de Cristo. Este compromiso apostólico es un deber y también un derecho irrenunciable, expresión propia de la libertad religiosa, que tiene sus correspondientes dimensiones ético-sociales y ético-políticas (cf. Dignitatis humanae, 6).
Discurso, 21 de diciembre de 2009: Agnósticos.
Discurso, 21 de mayo de 2010: Cambios, Misión.
Discurso, 7 de octubre de 2011.-La libertad de vivir y de predicar el Evangelio nunca debe darse por descontada, sino que siempre se debe defender de modo correcto y paciente. Y la libertad religiosa no es sólo un derecho a verse libres de constricciones externas. También es un derecho a ser católicos de forma auténtica y plena, a practicar la fe, a edificar la Iglesia y a contribuir al bien común, proclamando el Evangelio como Buena Nueva para todos e invitando a todos a la intimidad con el Dios de la misericordia y la compasión manifestado en Jesucristo.
LITURGIA
Discurso, 17 de noviembre de 2012.-la belleza de las celebraciones ltúrgicas mucho más que las innovaciones y los arreglos subjetivos, constituye una obra duradera y eficaz de evangelización.

LÓGICA DE ESTE MUNDO
Discurso, 11 de mayo de 2012.-El mensaje de Cristo, hoy como ayer, no puede acomodarse a la lógica de este mundo, porque es profecía y liberación, es semilla de una humanidad nueva que crece, y solamente al final de los tiempos tendrá su plena realización.

MARGINACIÓN DE LA RELIGIÓN
Homilía, 2 de febrero de 2011.-Hoy vivimos, sobre todo en las sociedades más desarrolladas, una condición marcada a menudo por una pluralidad radical, por una progresiva marginación de la religión de la esfera pública, por un relativismo que afecta a los valores fundamentales. Esto exige que nuestro testimonio cristiano sea luminoso y coherente y que nuestro esfuerzo educativo sea cada vez más atento y generoso.

MARÍA
Ángelus, 7 de octubre de 2007.-Que María nos ayude a recordar que todo cristiano está llamado a anunciar el Evangelio con su palabra y con su vida.
Discurso, 14 de mayo de 2011.-María, Estrella de la evangelización y Reina de los Apóstoles.
Discurso, 30 de mayo de 2011.-Invocando la intercesión de María, Estrella de la evangelización, para que acompañe a los portadores del Evangelio y abra los corazones de quienes escuchan.
Angelus, 18 de septiembre de 2011.-Dirijámonos en oración a la Virgen María, para que en toda la Iglesia maduren vocaciones sacerdotales, religiosas y laicales para el servicio de la nueva evangelización.
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-Invoquemos la intercesión de María, Virgen del Camino, para que el anuncio gozoso de salvación de Jesucristo lleve esperanza al corazón de quienes se encuentran en condiciones de movilidad por los caminos del mundo.
Mensaje, 24 de enero de 2012.-A María, cuyo silencio “escucha y hace florecer la Palabra” (Oración para el ágora de los jóvenes italianos en Loreto, 1-2 de septiembre 2007), confío toda la obra de evangelización que la Iglesia realiza a través de los medios de comunicación social.

Homilía, 11 de octubre de 2012.-La Virgen María brille siempre como estrella en el camino de la nueva evangelización.

MÁS ALLA
Mensaje, 10 de agosto de 2011: Esperanza.

MATERIALISMO
Discurso, 6 de junio de 2008: Relativismo
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Discurso, 8 de septiembre de 2005.-En la tarea evangelizadora hay que ser creativos, siempre en fidelidad a la Tradición de la Iglesia y de su magisterio. Por encontrarnos en una nueva cultura marcada por los medios de comunicación social, la Iglesia ha de aprovechar, a este respecto, la colaboración de sus fieles, la preparación de tantos hombres de cultura y las oportunidades que las instituciones públicas concedan en materia de dichos medios (cf. Juan Pablo II, Ecclesia in America, 72). Poner el rostro de Cristo en ese ambiente mediático requiere un serio esfuerzo formativo y apostólico que no puede postergarse, necesitando también para ello la aportación de todos.
Discurso, 26 de noviembre de 2005.-Hoy los medios de comunicación social desempeñan un papel particular en el mundo de la cultura. Se sabe que no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios. Por tanto, pueden constituir un valioso instrumento de evangelización.
Los hombres de Iglesia, especialmente los cristianos laicos, están llamados a promover en un radio de acción aún mayor los valores evangélicos por medio de la prensa, la radio, la televisión e internet.
Quiero encomendar también a vuestra atención especial, queridos hermanos, la cuestión de la institución y del uso de las emisoras católicas de radio y televisión en la obra de evangelización de la cultura, ya sea de carácter local, regional o nacional. Pueden desarrollar una obra valiosa para la nueva evangelización y la difusión de la doctrina social de la Iglesia. Han de proclamar la verdad de Dios, sensibilizando al mundo actual sobre el patrimonio de los valores cristianos; su objetivo principal ha de ser el acercamiento a Cristo, la construcción de la comunidad de la Iglesia con el espíritu de la búsqueda de la verdad, del amor, de la justicia y de la paz, en el respeto de la autonomía de la esfera política. En todo caso, será necesario que, en cuanto realizan una acción pastoral, mantengan relaciones abiertas y confiadas con los obispos, de acuerdo con la responsabilidad que es propia de ellos en este campo.
Discurso, 6 de febrero de 2006.-Para que la palabra del Evangelio se escuche en todos los puntos del país y la enseñanza de la Iglesia influya profundamente en las conciencias, en las mentalidades y en las costumbres, el uso de los medios de comunicación social, en especial la radio y la televisión, resulta más necesario que nunca…También gracias a estos medios la Iglesia podrá cumplir mejor su ministerio profético.
Discurso, 5 de julio de 2007.-En vuestro ministerio episcopal muchos de estos retos pastorales están estrechamente relacionados con la evangelización de la cultura, la cual ha de promover los valores humanos y evangélicos en toda su integridad. El ámbito de la cultura es uno de los “areópagos modernos”, en los que ha de hacerse presente el Evangelio con toda su fuerza (cf. Redemptoris missio, 37). En esta tarea no puede prescindirse de los medios de comunicación social: radio, producciones televisivas, videos y redes informáticas pueden ser de gran utilidad para una amplia difusión del Evangelio.
Discurso, 29 de octubre de 2009.-Deseo aprovechar esta ocasión para invitar a cuantos en la Iglesia trabajan en el ámbito de la comunicación y tienen responsabilidades de guía pastoral, a fin de que recojan los desafíos que estas nuevas tecnologías plantean a la evangelización.
Mensaje, 24 de enero de 2010.-En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más intenso y eficaz.
En verdad el mundo digital, ofreciendo medios que permiten una capacidad de expresión casi ilimitada, abre importantes perspectivas y actualiza la exhortación paulina: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). Así pues, con la difusión de esos medios, la responsabilidad del anuncio no solamente aumenta, sino que se hace más acuciante y reclama un compromiso más intenso y eficaz.
Mensaje, 24 de enero de 2010: Sacerdotes.
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-En un mundo que hace de la comunicación la estrategia vencedora, la Iglesia, depositaria de la misión de comunicar a todas las gentes el Evangelio de salvación, no permanece indiferente y extraña; al contrario, trata de valerse con renovado compromiso creativo, pero también con sentido crítico y atento discernimiento, de los nuevos lenguajes y las nuevas modalidades comunicativas.
Discurso, 29 de noviembre de 2010.-Es necesario que se presente al público una voz unificada y positiva en formas tanto de medios de comunicación antiguos como nuevos, para que el mensaje del Evangelio pueda tener un impacto cada vez más poderoso en las personas de la nación. Es importante que el laicado católico competente en comunicaciones sociales ocupe su propio lugar en la propuesta del mensaje cristiano de una manera convincente y atractiva.
Mensaje, 24 de enero de 2011.-Los creyentes, dando testimonio de sus más profundas convicciones, ofrecen una valiosa aportación, para que la red no sea un instrumento que reduce las personas a categorías, que intenta manipularlas emotivamente o que permite a los poderosos monopolizar las opiniones de los demás. Por el contrario, los creyentes animan a todos a mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas. Esta tensión espiritual típicamente humana es precisamente la que fundamenta nuestra sed de verdad y de comunión, que nos empuja a comunicarnos con integridad y honradez.
La red está contribuyendo al desarrollo de nuevas y más complejas formas de conciencia intelectual y espiritual, de comprensión común. También en este campo estamos llamados a anunciar nuestra fe en Cristo, que es Dios, el Salvador del hombre y de la historia, Aquél en quien todas las cosas alcanzan su plenitud (cf. Ef 1, 10).

MENSAJE
Discurso, 5 de julio de 2007: Anuncio.
Discurso, 16 de mayo de 2011.-La revelación cristiana, libremente aceptada y en virtud de la obra de la gracia de Dios, transforma a hombre y mujeres desde dentro e instaura una relación maravillosa y redentora con Dios nuestro Padre celestial, a través de Cristo, en el Espíritu Santo. Éste es el corazón del mensaje que enseñamos; éste el gran don que ofrecemos con caridad a nuestro prójimo: compartirla misma vida de Dios.
MIEDO
Videomensaje, 25 de marzo de 2011: Atrio de los gentiles.
MILITARES
Discurso, 22 de octubre de 2011.-La obra de evangelización en el mundo militar exige una creciente asunción de responsabilidades, para que, en este ámbito, haya un anuncio siempre nuevo, convencido y gozoso de Jesucristo, única esperanza de vida y de paz para la humanidad. Él, de hecho, dijo: “sin mí, no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Que vuestra particular misión y vuestro ministerio y el de vuestros colaboradores, presbíteros y diáconos, favorezcan una renovación general de los corazones, presupuesto de la paz universal, a la que todo el mundo aspira.

MISIÓN
Homilía, 25 de abril de 2005.-La Iglesia, por su misma naturaleza, es misionera; su tarea principal es la evangelización.
Al inicio del tercer milenio, la Iglesia siente con renovada intensidad que el mandato misionero de Cristo es más actual que nunca. El gran jubileo del año 2000 la ha llevado a «recomenzar desde Cristo», contemplado en la oración, para que la luz de su verdad se irradie a todos los hombres, ante todo con el testimonio de la santidad.
Mensaje, 29 de abril de 2006.-La misión, si no está orientada por la caridad, es decir, si no brota de un profundo acto de amor divino, corre el riesgo de reducirse a mera actividad filantrópica y social. En efecto, el amor que Dios tiene por cada persona constituye el centro de la experiencia y del anuncio del Evangelio, y los que lo acogen se convierten a su vez en testigos. El amor de Dios que da vida al mundo es el amor que nos ha sido dado en Jesús, Palabra de salvación, imagen perfecta de la misericordia del Padre celestial.
Ser misioneros significa amar a Dios con todo nuestro ser, hasta dar, si es necesario, incluso la vida por él. ¡Cuántos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, también en nuestros días, han dado el supremo testimonio de amor con el martirio! Ser misioneros es atender, como el buen Samaritano, las necesidades de todos, especialmente de los más pobres y necesitados, porque quien ama con el corazón de Cristo no busca su propio interés, sino únicamente la gloria del Padre y el bien del prójimo. Aquí reside el secreto de la fecundidad apostólica de la acción misionera, que supera las fronteras y las culturas, llega a los pueblos y se difunde hasta los extremos confines del mundo.
El testimonio del amor, alma de la misión, concierne a todos, pues servir al Evangelio no debe considerarse como una aventura en solitario, sino como un compromiso compartido de toda comunidad.
Ángelus, 1 de octubre de 2006: Amor.
Ángelus, 22 de octubre de 2006.-La misión, si no está animada por el amor, se reduce a actividad filantrópica y social.
La misma caridad que movió al Padre a mandar a su Hijo al mundo, y al Hijo a entregarse por nosotros hasta la muerte de cruz, fue derramada por el Espíritu Santo en el corazón de los creyentes. Así, todo bautizado, como sarmiento unido a la vid, puede cooperar a la misión de Jesús, que se resume en llevar a toda persona la buena nueva de que «Dios es amor» y, precisamente por esto, quiere salvar el mundo.
La misión brota siempre de un corazón transformado por el amor de Dios, como testimonian innumerables historias de santos y mártires, que de modos diferentes han consagrado su vida al servicio del Evangelio.
La misión es, por tanto, una obra en la que hay lugar para todos: para quien se compromete a realizar en su propia familia el reino de Dios; para quien vive con espíritu cristiano su trabajo profesional; para quien se consagra totalmente al Señor; para quien sigue a Jesús, buen Pastor, en el ministerio ordenado al pueblo de Dios; para quien, de modo específico, parte para anunciar a Cristo a cuantos aún no lo conocen.
Mensaje, 27 de mayo de 2007.-Verdaderamente el mandato misionero encomendado por Cristo a los Apóstoles nos compromete a todos.
Mensaje, 20 de julio de 2007.-Nunca se puede separar la santidad de la misión (cf. Redemptoris missio, 90). No tengáis miedo de convertiros en santos misioneros.
Mensaje, 11 de mayo de 2008: Amor.
Discurso, 24 de mayo de 2007: Urgencia.
Mensaje, 29 de junio de 2009.-La participación en la misión de Cristo, en efecto, marca también la vida de los anunciadores del Evangelio, para quienes está reservado el mismo destino de su Maestro. “Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20). La Iglesia sigue el mismo camino y sufre la misma suerte de Cristo, porque no actúa según una lógica humana o contando con las razones de la fuerza, sino siguiendo la vía de la Cruz y haciéndose, en obediencia filial al Padre, testigo y compañera de viaje de esta humanidad.
Mensaje, 29 de junio de 2009: Espíritu Santo.
Mensaje, 13 de noviembre de 2009.-Hay que orientar la actividad misionera de la Iglesia hacia estos centros neurálgicos de la sociedad del tercer milenio. Tampoco hay que subestimar la influencia de una cultura relativista generalizada, que la mayoría de las veces carece de valores y que entra en el santuario de la familia, se infiltra en el campo de la educación y en otros ámbitos de la sociedad y los contamina, manipulando las conciencias, especialmente las de los jóvenes.
Discurso, 21 de mayo de 2010.-La misión ad gentes requiere a la Iglesia y a los misioneros que acepten las consecuencias de su ministerio: la pobreza evangélica, que les confiere la libertad de predicar el Evangelio con valentía y franqueza; la no violencia, por la que responden al mal con el bien (cf. Mt 5, 38-42; Rm 12, 17-21); y la disponibilidad a dar la propia vida por el nombre de Cristo y por amor a los hombres.
Discurso, 4 de octubre de 2010: Reduccionismo.
Discurso, 26 de noviembre de 2010: Vida consagrada.
Mensaje, 6 de enero de 2011.-La atención y la cooperación en la obra evangelizadora de la Iglesia en el mundo no pueden limitarse a algunos momentos y ocasiones particulares, y tampoco pueden considerarse como una de las numerosas actividades pastorales: la dimensión misionera de la Iglesia es esencial y, por tanto, debe tenerse siempre presente.
Discurso, 8 de abril de 2011.-Relanzar el proceso de nueva evangelización invitando a todos los miembros de la Iglesia a ponerse en un estado permanente de misión.
Homilía, 18 de septiembre de 2011: Nueva Evangelización.
Discurso, 25 de septiembre de 2011.-Los tres Evangelios sinópticos destacan distintos aspectos del envío a la misión: la misión se basa ante todo en una experiencia personal: “Vosotros soy testigos” (Lc 24, 48); se expresa en relaciones: “Haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28, 19); trasmite un mensaje universal: “Proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15). Sin embargo, a causa de las pretensiones y de los condicionamientos del mundo, este testimonio viene repetidamente ofuscado, alienadas las relaciones y relativizado el mensaje. Si después la Iglesia, como dice el Papa Pablo VI, “trata de adaptarse a aquel modelo que Cristo le propone, es necesario que ella se diferencie profundamente del ambiente humano en el cual vive y al cual se aproxima” (Carta encíclica Ecclesiam suam, 24). Para cumplir su misión, deberá continuamente también tomar distancias respecto a su entorno, deberá, por decirlo así, desligarse del mundo.
En efecto, la misión de la Iglesia se deriva del misterio del Dios uno y trino, del misterio de su amor creador. Y el amor no está presente en Dios sólo de un modo cualquiera: Él mismo lo es, es por su naturaleza amor. Y el amor de Dios no quiere quedarse aislado en sí mismo, sino que por su naturaleza quiere difundirse. En la Encarnación y en el sacrificio del Hijo de Dios, este amor ha alcanzado a la humanidad – esto es, nosotros – de modo particular; y esto por el hecho de que Cristo, el Hijo de Dios, ha salido, por decirlo así, de la esfera de su ser Dios, se ha hecho carne y se ha hecho hombre; no sólo para ratificar al mundo en su ser terrenal, y ser para él como un mero acompañante que lo deja tal como es, sino para transformarlo.
La Iglesia se sumerge en la atención condescendiente del Redentor para con los hombres. Cuando es realmente Ella misma, está siempre en movimiento, debe ponerse constantemente al servicio de la misión que ha recibido del Señor. Por eso debe abrirse una y otra vez a las preocupaciones del mundo, del cual ella precisamente forma parte, dedicarse sin reservas a estas preocupaciones, para continuar y hacer presente el intercambio sagrado que comenzó con la Encarnación.
En el desarrollo histórico de la Iglesia se manifiesta, sin embargo, también una tendencia contraria, es decir, la de una Iglesia satisfecha de sí misma, que se acomoda en este mundo, es autosuficiente y se adapta a los criterios del mundo. Así, no es raro que dé mayor importancia a la organización y a la institucionalización, que no a su llamada de estar abierta a Dios y a abrir el mundo hacia el prójimo.
Para corresponder a su verdadera tarea, la Iglesia debe hacer una y otra vez el esfuerzo de desprenderse de esta secularización suya y volver a estar de nuevo abierta a Dios. Con esto sigue las palabras de Jesús: “No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (Jn 17,16), y es precisamente así como Él se entrega al mundo.
Los ejemplos históricos muestran que el testimonio misionero de la Iglesia desprendida del mundo resulta más claro. Liberada de fardos y privilegios materiales y políticos, la Iglesia puede dedicarse mejor y de manera verdaderamente cristiana al mundo entero; puede verdaderamente estar abierta al mundo. Puede vivir nuevamente con más soltura su llamada al ministerio de la adoración de Dios y al servicio del prójimo. La tarea misionera que va unida a la adoración cristiana, y debería determinar la estructura de la Iglesia, se hace más claramente visible. La Iglesia se abre al mundo, no para obtener la adhesión de los hombres a una institución con sus propias pretensiones de poder, sino más bien para hacerles entrar en sí mismos y conducirlos así hacia Aquel del que toda persona puede decir con san Agustín: Él es más íntimo a mí que yo mismo (cf. Conf. 3, 6, 11). Él, que está infinitamente por encima de mí, está de tal manera en mí que es mi verdadera interioridad. Mediante este estilo de apertura al mundo propio de la Iglesia, queda al mismo tiempo diseñada la forma en la que cada cristiano puede realizar esa misma apertura de modo eficaz y adecuado.
No se trata aquí de encontrar una nueva táctica para relanzar la Iglesia. Se trata más bien de dejar todo lo que es mera táctica y buscar la plena sinceridad, que no descuida ni reprime nada de la verdad de nuestro hoy, sino que realiza la fe plenamente en el hoy, viviéndola íntegramente precisamente en la sobriedad del hoy, llevándola a su plena identidad, quitando lo que sólo aparentemente es fe, pero que en realidad no es más que convención y costumbre.
Digámoslo con otras palabras: para el hombre, la fe cristiana es siempre un escándalo, y no sólo en nuestro tiempo. Creer que el Dios eterno se preocupa de los seres humanos, que nos conoce; que el Inasequible se ha convertido en un determinado momento y lugar en accesible; que el Inmortal ha sufrido y muerto en la cruz; que a los mortales se nos haya prometido la resurrección y la vida eterna; para nosotros los hombres, creer todo esto es sin duda una auténtica osadía.
Carta Apostólica “Porta Fidei”-10, 11 de octubre de 2011.-La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
Mensaje, 6 de enero de 2012.-¡Ay de mí si no evangelizase!, dice el apóstol Pablo (1 Co 9,16). Estas palabras resuenan con fuerza para cada cristiano y para cada comunidad cristiana en todos los continentes. También en las Iglesias en los territorios de misión, iglesias en su mayoría jóvenes, frecuentemente de reciente creación, el carácter misionero se ha hecho una dimensión connatural, incluso cuando ellas mismas aún necesitan misioneros.

MODOS NUEVOS

Discurso, 21 de agosto de 2005.-Todos juntos debemos tratar de encontrar modos nuevos de llevar el Evangelio al mundo actual, anunciar de nuevo a Cristo y establecer la fe.

Discurso, 8 de febrero de 2008.-Tenéis ante vosotros la tarea de buscar nuevas maneras de anunciar a Cristo en medio de una situación de rápidas y a menudo profundas transformaciones, acentuando el carácter misionero de toda actividad pastoral. El acoger y hacer propio el mensaje del Evangelio es algo que corresponde a cada persona y cada generación, en las diversas circunstancias y etapas de su vida.
MOVILIDAD
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-El momento actual llama a la Iglesia a emprender una nueva evangelización también en el vasto y complejo fenómeno de la movilidad humana, intensificando la acción misionera, tanto en las regiones de primer anuncio como en los países de tradición cristiana.

NIÑOS
Carta, 3 de septiembre de 2007.-La amistad con Jesús es un don tan hermoso que no se puede tener sólo para sí mismo. Quien recibe este don siente la necesidad de transmitirlo a los demás; y, de este modo, el don, compartido, no disminuye sino que se multiplica. Seguid así. Vosotros estáis creciendo y pronto llegaréis a ser adolescentes y jóvenes: no perdáis vuestro espíritu misionero. Mantened una fe siempre límpida y genuina, como la de san Pedro.

NOSTALGIA DE DIOS
Carta, 6 de agosto de 2011: Fenómenos contradictorios.

NUEVA EVANGELIZACIÓN
Discurso, 24 de mayo de 2007: Cristo.
Discurso, 26 de noviembre de 2010: Vida consagrada.
Discurso, 8 de abril de 2011.- Llevar a cabo la nueva evangelización dentro de un proceso que impregne todo el ser y quehacer del cristiano.
Discurso, 14 de mayo de 2011.-La Iglesia debe renovar constantemente su compromiso de llevar a Cristo, de prolongar su misión mesiánica para la venida del reino de Dios, reino de justicia, de paz, de libertad y de amor. Transformar el mundo según el proyecto de Dios con la fuerza renovadora del Evangelio, «para que Dios sea todo en todos» (1 Co 15, 28), es tarea de todo el pueblo de Dios.
Por consiguiente, es necesario continuar con renovado entusiasmo la obra de evangelización, el anuncio gozoso del reino de Dios, que vino en Cristo por la fuerza del Espíritu Santo, para llevar a los hombres a la verdadera libertad de los hijos de Dios contra toda forma de esclavitud. Es necesario lanzar las redes del Evangelio en el mar de la historia para conducir a los hombres hacia la tierra de Dios.
Discurso, 30 de mayo de 2011.-El término «nueva evangelización» recuerda la exigencia de una modalidad renovada de anuncio, sobre todo para aquellos que viven en un contexto, como el actual, donde los desarrollos de la secularización han dejado graves huellas incluso en países de tradición cristiana.
El Evangelio es el anuncio siempre nuevo de la salvación obrada por Cristo para hacer a la humanidad partícipe del misterio de Dios y de su vida de amor y abrirla a un futuro de esperanza fiable y fuerte.
Subrayar que en este momento de la historia la Iglesia está llamada a realizar una nueva evangelización quiere decir intensificar la acción misionera para corresponder plenamente al mandato del Señor.
Existe una continuidad dinámica entre el anuncio de los primeros discípulos y el nuestro. En el curso de los siglos la Iglesia jamás ha dejado de proclamar el misterio salvífico de la muerte y resurrección de Jesucristo, pero ese mismo anuncio tiene hoy necesidad de un renovado vigor para convencer al hombre contemporáneo, a menudo distraído e insensible.
La nueva evangelización, por esto, deberá encargarse de encontrar los caminos para hacer más eficaz el anuncio de la salvación, sin el cual la existencia personal permanece en su contrariedad y carece de lo esencial. También para quien sigue vinculado a las raíces cristianas, pero vive la difícil relación con la modernidad, es importante hacer que comprenda que ser cristiano no es una especie de vestido que se lleva en privado o en ocasiones particulares, sino que se trata de algo vivo y totalizante, capaz de asumir todo lo que de bueno existe en la modernidad.

Angelus, 18 de septiembre de 2011.-Hoy vivimos en una época de nueva evangelización. Vastos horizontes se abren al anuncio del Evangelio, mientras que regiones de antigua tradición cristiana están llamadas a redescubrir la belleza de la fe. Protagonistas de esta misión son hombres y mujeres que, como san Pablo, pueden decir: «Para mí vivir es Cristo». Personas, familias, comunidades que aceptan trabajar en la viña del Señor, según la imagen del evangelio de este domingo (cf. Mt 20, 1-16): obreros humildes y generosos, que no piden otra recompensa sino la de participar en la misión de Jesús y de su Iglesia.
Discurso, 24 de septiembre de 2011.-Vemos que en nuestro opulento mundo occidental hay carencias. A muchos les falta la experiencia de la bondad de Dios. No encuentran un punto de contacto con las Iglesias institucionales y sus estructuras tradicionales. Pero, ¿por qué? Pienso que ésta es una pregunta sobre la que debemos reflexionar muy seriamente. Ocuparse de ella es la tarea principal del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización. Pero, evidentemente, se dirige a todos nosotros. Permitidme afrontar aquí un aspecto de la específica situación alemana. La Iglesia está organizada de manera óptima. Pero, detrás de las estructuras, ¿hay una fuerza espiritual correspondiente, la fuerza de la fe en el Dios vivo? Debemos decir sinceramente que hay un desfase entre las estructuras y el Espíritu. Y añado: La verdadera crisis de la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe. Si no llegamos a una verdadera renovación en la fe, toda reforma estructural será ineficaz.
Pero volvamos a estas personas a quienes falta la experiencia de la bondad de Dios. Necesitan lugares donde poder hablar de su nostalgia interior. Y aquí estamos llamados a buscar nuevos caminos de evangelización. Uno de estos caminos podrían ser pequeñas comunidades donde se vive la amistad que se profundiza regularmente en la adoración comunitaria de Dios. Aquí hay personas que hablan de sus pequeñas experiencias de fe en su puesto de trabajo y en el ámbito familiar o entre sus conocidos, testimoniando de este modo un nuevo acercamiento de la Iglesia a la sociedad. A ellos les resulta claro que todos tienen necesidad de este alimento de amor, de la amistad concreta con los otros y con Dios. Pero sigue siendo importante la relación con la sabia vital de la Eucaristía, porque sin Cristo no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5).

NUEVAS INICIATIVAS
Exhortación apostólica VD (97), 30 de septiembre de 2010.-El inmenso horizonte de la misión eclesial, la complejidad de la situación actual, requieren hoy nuevas formas para poder comunicar eficazmente la Palabra de Dios. El Espíritu Santo, protagonista de toda evangelización, nunca dejará de guiar a la Iglesia de Cristo en este cometido.
Discurso, 18 de febrero de 2011.-Hay que reconocer que las nuevas iniciativas en el ámbito de la evangelización sólo darán fruto si, por gracia de Dios, quienes las proponen son personas que creen verdaderamente en el mensaje del Evangelio y lo viven.

OBISPOS
Discurso, 3 de diciembre de 2005.- Sabemos bien que el primer responsable de la obra de evangelización es el obispo, que ejerce los tria munera: profético, sacerdotal y pastoral.
Discurso, 27 de enero de 2006.-Deseo que cada uno de vosotros procure analizar la cuestión central de la propuesta del Evangelio y saque sus consecuencias pastorales para la vida de las comunidades locales, a fin de que el celo apostólico de los pastores y de los fieles se renueve y la reconstrucción moral, espiritual y material una a las comunidades en una sola familia, signo de fraternidad para vuestros contemporáneos.

Con una atención cada vez mayor a las inspiraciones del Espíritu y una intimidad cada vez más profunda con Cristo, la Iglesia cumple su misión profética de anunciar el Evangelio con valentía y entusiasmo. Esta misión, a la que el Señor resucitado llama a sus discípulos, que no pueden sustraerse a ella, os corresponde a vosotros de un modo especial, queridos hermanos en el episcopado, puesto que «la actividad evangelizadora del obispo, orientada a conducir a los hombres a la fe o robustecerlos en ella, es una manifestación preeminente de su paternidad» (Pastores gregis, 26).

Por tanto, os exhorto a proclamar sin cesar, con el ejemplo y la santidad de vuestra vida estrechamente unida a Cristo, el Evangelio de Cristo y a dejaros renovar por él, recordando que la Iglesia vive del Evangelio, sacando continuamente de él orientaciones para su camino. El Evangelio puede iluminar a fondo las conciencias y transformar desde el interior las culturas, a condición de que cada fiel se deje alcanzar en su vida personal y comunitaria por la palabra de Cristo, que invita, mediante una conversión auténtica y duradera, a una respuesta de fe personal y adulta, con vistas a una fecundidad social y a una fraternidad entre todos.
Discurso, 20 de febrero de 2006.-Caminando con su pueblo, el obispo debe suscitar, guiar y coordinar la acción evangelizadora, para que la fe aumente y se difunda entre los hombres.
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Precedencia.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-El obispo no sólo es consagrado para su diócesis, sino para la salvación de todo el mundo (cf. Redemptoris missio, 63). Como el apóstol san Pablo, está llamado a preocuparse de las personas lejanas que todavía no conocen a Cristo, o que todavía no han experimentado su amor, que libera; ha de esforzarse por hacer que toda la comunidad diocesana sea misionera, contribuyendo de buen grado, según las posibilidades, a enviar presbíteros y laicos a otras iglesias para el servicio de evangelización. La missio ad gentes se convierte así en el principio unificador y convergente de toda su actividad pastoral y caritativa.
Discurso, 18 de marzo de 2009.-Con vosotros, pues, queridos Hermanos, también vuestras comunidades están llamadas a dar testimonio del Evangelio. El Concilio Vaticano II recordó con énfasis que «la actividad misionera dimana íntimamente de la naturaleza misma de la Iglesia» (Ad gentes, n. 6). Para guiar y alentar al Pueblo de Dios en esta tarea, los Pastores, ante todo, deben ser ellos mismos predicadores de la fe para llevar a Cristo nuevos discípulos. Anunciar el Evangelio es propio del Obispo, quien, como San Pablo, puede decir también: «El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio, y ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16). Los fieles necesitan la palabra de su Obispo, que es el catequista por excelencia, para confirmar y purificar su fe.
Para cumplir esta misión de evangelización y responder a los numerosos desafíos de la vida del mundo de hoy, es indispensable, más allá de las reuniones institucionales, en sí mismas necesarias, una profunda comunión que una a los Pastores de la Iglesia entre sí.
Exhortación apostólica VD (94), 30 de septiembre de 2010.-Los Obispos y sacerdotes, por su propia misión, son los primeros llamados a una vida dedicada al servicio de la Palabra, a anunciar el Evangelio, a celebrar los sacramentos y a formar a los fieles en el conocimiento auténtico de las Escrituras. También los diáconos han de sentirse llamados a colaborar, según su misión, en este compromiso de evangelización.
Discurso, 5 de marzo de 2010.-Los obispos, como primeros agentes de evangelización, están llamados a dar un testimonio claro de la solidaridad concreta que brota de nuestra comunión en Cristo. Con espíritu de caridad cristiana, las diócesis que disponen de más recursos, tanto materiales como espirituales, deben ayudar a las que tienen menos.
Discurso, 17 de diciembre de 2011.-Vosotros, como obispos y pastores, estáis llamados a ser protagonistas al formular esta respuesta según las necesidades y las circunstancias locales en vuestros distintos países y entre vuestros pueblos. Reforzando los vínculos visibles de comunión eclesial, cread entre vosotros un sentido aún más fuerte de fe y de caridad, de forma que aquellos a quienes servís imiten, a su vez, vuestra caridad y sean embajadores de Cristo tanto en la Iglesia como en la sociedad civil.
Debéis afrontar este desafío histórico bajo la guía del Espíritu Santo, que está presente y que, además, llama, consagra y envía sacerdotes como «cooperadores del orden de los obispos, con los cuales están unidos en el oficio sacerdotal y juntamente con los cuales están llamados al servicio del pueblo de Dios» (Rito de ordenación sacerdotal).
Vuestra tarea de difundir el Evangelio depende a menudo de la ayuda de los misioneros y catequistas laicos. Seguid garantizándoles una formación sólida y permanente, de modo especial en el contexto de sus asociaciones. Al hacerlo así, los prepararéis para toda obra buena en la edificación del Cuerpo de Cristo (cf. 2 Tm 3, 17; Ef 4, 12). Su celo por la fe, gracias a vuestra guía y a vuestro apoyo constante, dará ciertamente frutos abundantes en la viña del Señor.
Discurso, 9 de junio de 2012.-En la obra de evangelización, por consiguiente, queridos hermanos en el episcopado, seguid aplicando las verdades eternas del Evangelio a las costumbres de las personas a las que servís, con el fin de construir sobre los elementos positivos ya presentes y purificar otros cuando sea necesario. De este modo desempeñáis vuestro papel en la misión de la Iglesia de llevar a personas de toda nación, raza y lengua a Jesucristo el Salvador, en el que encontramos reveladas la plenitud y la verdad de la humanidad.
Discurso, 9 de junio de 2012.-La obra de evangelización implica a todos los miembros de la Iglesia de Cristo. Recordando que los obispos, como los Apóstoles, «han sido enviados a sus diócesis como primeros testigos del Resucitado» (Ecclesia in Oceania, 19), realizad todos los esfuerzos necesarios para ofrecer programas adecuados de formación y de catequesis para los sacerdotes, para los religiosos y las religiosas, y para los fieles laicos, a fin de que sean testigos fuertes y gozosos de la fe que profesan como miembros de la Iglesia católica.
Discurso, 9 de junio de 2012.-Por último, queridos hermanos en el episcopado, albergo la esperanza de que vuestra visita al Sucesor de Pedro y a las tumbas de los Apóstoles os afiance en vuestra decisión de ser protagonistas de la nueva evangelización, especialmente durante el inminente Año de la fe.

OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
Mensaje, 6 de enero de 2012.-Junto a este grande signo de fe que se transforma en caridad, recuerdo y agradezco a las Obras Misionales Pontificias, instrumento de cooperación en la misión universal de la Iglesia en el mundo. Por medio de sus actividades, el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas.

ORACIÓN
Discurso, 5 de mayo de 2007.-El Dueño de la mies no dejará que falten obreros en su mies, si con confianza e insistentemente se lo pedimos en la oración y en la dócil escucha de su palabra y de sus enseñanzas.
Mensaje, 27 de mayo de 2007.-Con todo, no conviene olvidar que la primera y principal aportación que debemos dar a la acción misionera de la Iglesia es la oración.
Pido a las personas consagradas, y especialmente a los monasterios de clausura, que intensifiquen su oración por las misiones.
Gracias al compromiso de todos los creyentes debe ampliarse en toda la Iglesia la red espiritual de oración en apoyo de la evangelización.
Ángelus, 19 de octubre de 2008.-El primer compromiso misionero de cada uno de nosotros es precisamente la oración. Ante todo orando se prepara el camino al Evangelio; orando se abren los corazones al misterio de Dios y se disponen los espíritus a acoger su Palabra de salvación.
Discurso, 21 de mayo de 2010.-La evangelización necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en el gesto de la oración, cristianos movidos por la convicción de que la conversión del mundo a Cristo no la producimos nosotros, sino que nos es dada.
Discurso, 18 de septiembre de 2010: Irradiar.
Mensaje, 10 de agosto de 2011: Esperanza.
Homilía, 16 de octubre de 2011.-El anuncio siempre debe ir precedido, acompañado y seguido por la oración.
Discurso, 11 de mayo de 2012.-La misión hoy necesita renovar la confianza en la acción de Dios; necesita una oración más intensa para que venga su reino, para que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo. Es necesario invocar luz y fuerza del Espíritu Santo, y comprometerse con decisión y generosidad.
Discurso, 21 de septiembre de 2012.-La evangelización, en cambio, requiere partir del encuentro con el Señor mediante un diálogo establecido en la oración; luego, concentrarse en el testimonio que hay que dar para ayudar a nuestros contemporáneos a reconocer y redescubrir los signos de la presencia de Dios.

ORTODOXOS
Carta, 6 de agosto de 2011.-Los actuales escenarios culturales, sociales y económicos plantean los mismos retos a católicos y ortodoxos.
PALABRA DE DIOS
Discurso, 6 de marzo de 2008: Cultura.
Homilía, 26 de octubre de 2008.- La tarea prioritaria de la Iglesia, al inicio de este nuevo milenio, consiste ante todo en alimentarse de la Palabra de Dios, para hacer eficaz el compromiso de la nueva evangelización, del anuncio en nuestro tiempo. Ahora es necesario que esta experiencia eclesial sea llevada a todas las comunidades; es preciso que se comprenda la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas que marcan a las personas. Esto exige, en primer lugar, un conocimiento más íntimo de Cristo y una escucha siempre dócil de su Palabra.
Mensaje, 24 de enero de 2010.-Con el Evangelio en las manos y en el corazón, es necesario reafirmar que hemos de continuar preparando los caminos que conducen a la Palabra de Dios, sin descuidar una atención particular a quien está en actitud de búsqueda. Más aún, procurando mantener viva esa búsqueda como primer paso de la evangelización. Así, una pastoral en el mundo digital está llamada a tener en cuenta también a quienes no creen y desconfían, pero que llevan en el corazón los deseos de absoluto y de verdades perennes, pues esos medios permiten entrar en contacto con creyentes de cualquier religión, con no creyentes y con personas de todas las culturas.
Exhortación apostólica VD (93), 30 de septiembre de 2010.-Por lo tanto, la misión de la Iglesia no puede ser considerada como algo facultativo o adicional de la vida eclesial. Se trata de dejar que el Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (Jn20,21), para comunicar la Palabra con toda la vida. Es la Palabra misma la que nos lleva hacia los hermanos; es la Palabra que ilumina, purifica, convierte. Nosotros no somos más que servidores.
Es necesario, pues, redescubrir cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo.
Exhortación apostólica VD (100).-La Palabra de Dios impulsa al hombre a entablar relaciones animadas por la rectitud y la justicia; da fe del valor precioso ante Dios de todos los esfuerzos del hombre por construir un mundo más justo y más habitable. La misma Palabra de Dios denuncia sin ambigüedades las injusticias y promueve la solidaridad y la igualdad. Por eso, a la luz de las palabras del Señor, reconocemos los «signos de los tiempos» que hay en la historia y no rehuimos el compromiso en favor de los que sufren y son víctimas del egoísmo.
Discurso, 8 de abril de 2011.-Dar primacía a la Palabra de Dios para que sea el alimento permanente de la vida cristiana y el eje de toda acción pastoral. Este encuentro con la divina Palabra debe llevar a un profundo cambio de vida, a una identificación radical con el Señor y su Evangelio, a tomar plena conciencia de que es necesario estar sólidamente cimentado en Cristo.

Discurso, 15 de octubre de 2011.- ¿Pero qué terreno encuentra la Palabra de Dios? Como entonces, también hoy puede encontrar cerrazón y rechazo, modos de pensar y de vivir que están lejos de la búsqueda de Dios y de la verdad. El hombre contemporáneo a menudo está confundido y no consigue hallar respuestas a tantos interrogantes que agitan su mente con respecto al sentido de la vida y a las cuestiones que alberga en lo profundo de su corazón. El hombre no puede eludir estos interrogantes que afectan al significado de sí mismo y de la realidad, ¡no puede vivir en una sola dimensión! En cambio, no raramente, es alejado de la búsqueda de lo esencial en la vida, mientras se le propone una felicidad efímera, que satisface un instante, pero enseguida deja tristeza e insatisfacción.
Sin embargo, a pesar de esta condición del hombre contemporáneo, podemos todavía afirmar con certeza, como en los comienzos del cristianismo, que la Palabra de Dios sigue creciendo y multiplicándose. ¿Por qué? Quiero destacar, al menos, tres motivos. El primero es que la fuerza de la Palabra no depende, en primer lugar, de nuestra acción, de nuestros medios, de nuestro «hacer», sino de Dios, que esconde su poder bajo los signos de la debilidad, que se hace presente en la brisa suave de la mañana (cf. 1 R 19, 12), que se revela en el árbol de la cruz. Debemos creer siempre en el humilde poder de la Palabra de Dios y dejar que Dios actúe. El segundo motivo es que la semilla de la Palabra, como narra la parábola evangélica del Sembrador, cae también hoy en un terreno bueno que la acoge y produce fruto (cf. Mt 13, 3-9). Y los nuevos evangelizadores forman parte de este campo que permite al Evangelio crecer en abundancia y transformar la propia vida y la de los demás. En el mundo, aunque el mal hace más ruido, sigue existiendo un terreno bueno. El tercer motivo es que el anuncio del Evangelio ha llegado efectivamente hasta los confines del mundo e, incluso en medio de la indiferencia, la incomprensión y la persecución, muchos siguen abriendo con valentía, aún hoy, el corazón y la mente para acoger la invitación de Cristo a encontrarse con él y convertirse en sus discípulos. No hacen ruido, pero son como el grano de mostaza que se convierte en árbol, la levadura que fermenta la masa, el grano de trigo que se rompe para dar origen a la espiga. Todo esto, si por una parte infunde consuelo y esperanza porque muestra el incesante fermento misionero que anima a la Iglesia, por otra debe llenar a todos de un renovado sentido de responsabilidad hacia la Palabra de Dios y la difusión del Evangelio.

PARROQUIA
Discurso, 3 de febrero de 2011: Urgencia.
Discurso, 30 de noviembre de 2012.-La nueva evangelización será eficaz si involucra a fondo a las comunidades y parroquias.
PASTORAL
Discurso, 14 de mayo de 2011.-En realidad, cada cristiano debería hacer propia la urgencia de trabajar para la edificación del reino de Dios. Todo en la Iglesia está al servicio de la evangelización: cada sector de su actividad y también cada persona, en las distintas tareas que está llamada a realizar.
Por lo tanto, se debe prestar especial cuidado para garantizar que todas las áreas de la pastoral, de la catequesis y de la caridad se caractericen por la dimensión misionera: la Iglesia es misión.
PAZ
Encíclica Caritas in veritate (15), 29 de junio de 2009: Doctrina social de la Iglesia.
Homilía, 1 de enero de 2012.-Para la Comunidad eclesial, educar para la paz forma parte de la misión que ha recibido de Cristo, forma parte integrante de la evangelización, porque el Evangelio de Cristo es también el Evangelio de la justicia y la paz.

PÉRDIDA DEL SENTIDO DE LO SAGRADO ¿?
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.-Se ha verificado una pérdida preocupante del sentido de lo sagrado, que incluso ha llegado a poner en tela de juicio los fundamentos que parecían indiscutibles, como la fe en un Dios creador y providente, la revelación de Jesucristo único salvador y la comprensión común de las experiencias fundamentales del hombre como nacer, morir, vivir en una familia, y la referencia a una ley moral natural.
POLÍTICA
Discurso, 3 de diciembre de 2005: Fieles laicos
Exhortación Apostólica VD (100), 30 de septiembre de 2010.-A este respecto, los Padres sinodales han pensado particularmente en los que están comprometidos en la vida política y social. La evangelización y la difusión de la Palabra de Dios han de inspirar su acción en el mundo en busca del verdadero bien de todos, en el respeto y la promoción de la dignidad de cada persona.
PREÁMBULO DE LA FE
Carta Apostólica “Porta Fidei”-10, 11 de octubre de 2011.-Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre». Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.

PRE-CATEQUESIS DE ACCESO

Discurso, 21 de agosto de 2005.-Deberíamos reflexionar seriamente sobre el modo como podemos realizar una verdadera evangelización, no sólo una nueva evangelización, sino con frecuencia una auténtica primera evangelización. Las personas no conocen a Dios, no conocen a Cristo. Existe un nuevo paganismo y no basta que tratemos de conservar a la comunidad creyente.

El conocimiento religioso es escaso y muchas personas ignoran cosas a menudo simples y elementales. ¿Qué podemos hacer? No lo sé. Tal vez, por una parte, debería darse a los no creyentes una especie de pre-catequesis de acceso, que sobre todo abra a la fe.

PRECEDENCIA
Homilía, 10 de septiembre de 2006.-Como es obvio, algunos piensan que los proyectos sociales se han de promover con la máxima urgencia, mientras que las cosas que conciernen a Dios, o incluso la fe católica, son más bien particulares y menos prioritarias. Sin embargo, la experiencia de esos obispos es precisamente que la evangelización debe tener la precedencia; que es necesario hacer que se conozca, se ame y se crea en el Dios de Jesucristo; que hay que convertir los corazones, para que exista también progreso en el campo social, para que se inicie la reconciliación, para que se pueda combatir por ejemplo el sida afrontando de verdad sus causas profundas y curando a los enfermos con la debida atención y con amor.
La cuestión social y el Evangelio son realmente inseparables. Si damos a los hombres sólo conocimientos, habilidades, capacidades técnicas e instrumentos, les damos demasiado poco.
PREDICACIÓN DEL EVANGELIO ¿?
Discurso, 21 de mayo de 2010.-La predicación del Evangelio es la llamada a la libertad de los hijos de Dios, también para la construcción de una sociedad más justa y solidaria y para prepararnos a la vida eterna.

PRESENTACIÓN DEL MENSAJE
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-A veces parece que los problemas aumentan cuando la Iglesia se dirige a los hombres y mujeres lejanos o indiferentes a una experiencia de fe, a los cuales el mensaje evangélico llega de manera poco eficaz y atractiva.
La incapacidad del lenguaje de comunicar el sentido profundo y la belleza de la experiencia de fe puede contribuir a la indiferencia de muchos, sobre todo jóvenes; puede ser motivo de alejamiento, como afirmaba ya la constitución Gaudium et spes, poniendo de relieve que una presentación inadecuada del mensaje esconde, en vez de manifestar, el rostro genuino de Dios y de la religión (cf. n. 19).
PRIMER PASO
Discurso, 21 de diciembre de 2009: Búsqueda de Dios.

PROPONER

Mensaje, 20 de julio de 2007.-Algunos pueden pensar que presentar el tesoro precioso de la fe a las personas que no la comparten significa ser intolerante con ellos, pero no es así, porque proponer a Cristo no significa imponerlo.

Discurso, 15 de junio de 2010: Fe
Discurso, 4 de octubre de 2010.-A veces nos encontramos con esta objeción: imponer una verdad, aunque sea la verdad del Evangelio, imponer un camino, aunque sea el de la salvación, no puede ser sino una violación de la libertad religiosa. Me complace transcribir la respuesta pertinente e instructiva que dio a ello el papa Pablo VI: “Sería ciertamente un error imponer cualquier cosa a la conciencia de nuestros hermanos. Pero proponer a esa conciencia la verdad evangélica y la salvación ofrecida por Jesucristo, con plena claridad y con absoluto respeto hacia las opciones libres que luego pueda hacer —sin coacciones, solicitaciones menos rectas o estímulos indebidos— (131), lejos de ser un atentado contra la libertad religiosa, es un homenaje a esta libertad, a la cual se ofrece la elección de un camino que incluso los no creyentes juzgan noble y exaltante. (…) Este modo respetuoso de proponer la verdad de Cristo y de su reino, más que un derecho es un deber del evangelizador. Y es a la vez un derecho de sus hermanos recibir a través de él, el anuncio de la Buena Nueva de la salvación” (Exort. ap. Evangelii nuntiandi, 80).

PROPUESTA PÚBLICA

Discurso, 8 de mayo de 2010.-Todos los miembros de la comunidad católica, pero especialmente los fieles laicos, están llamados a testimoniar abiertamente su fe y a ser fermento en la sociedad, respetando una sana laicidad de las instituciones públicas y a las demás confesiones religiosas. Este testimonio no se puede limitar sólo al encuentro personal, sino que debe asumir las características de una propuesta pública, respetuosa pero legítima, de los valores inspirados por el mensaje evangélico de Cristo.

PROSELITISMO

Encíclica Deus caritas est (31), 25 de diciembre de 2005: Amor.

Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia

RAZÓN
Entrevista, 23 de marzo.-Debemos partir del problema común: cómo en la actualidad, en este contexto de nuestra racionalidad moderna, podemos redescubrir a Dios como la orientación fundamental de nuestra vida, la esperanza fundamental de nuestra vida, el fundamento de los valores que realmente construyen una sociedad, y cómo podemos tener en cuenta la especificidad de las distintas situaciones. El primero me parece muy importante: anunciar a un Dios que responde a nuestra razón, porque vemos la racionalidad del cosmos, vemos que hay algo detrás, pero no vemos lo cerca que está este Dios, cómo me concierne; y esta síntesis del Dios grande y majestuoso, y del Dios pequeño que está cerca de mí, que me orienta, que me muestra los valores de mi vida, es el núcleo de la evangelización. Por tanto, un cristianismo que va a lo esencial, donde se encuentra realmente el núcleo fundamental para vivir hoy con todos los problemas de nuestro tiempo. Y, por otra parte, tener en cuenta la realidad concreta.

REDUCCIONISMO
Discurso, 8 de septiembre de 2006.-Cualquier reducción del mensaje central de Jesús, es decir, el «reino de Dios», a un discurso indefinido sobre «valores del reino» debilita la identidad cristiana y disminuye la contribución de la Iglesia a la regeneración de la sociedad. Cuando creer se reemplaza por «hacer», y el testimonio por discursos sobre «cuestiones», urge recuperar la alegría profunda y el estupor de los primeros discípulos, cuyo corazón, en presencia del Señor, «ardía en su interior», impulsándolos a «contar lo que les había pasado» (cf. Lc 24, 32. 35).
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia.
Discurso, 4 de octubre de 2010.-Con todo, los desafíos del contexto actual podrían llevar a una visión reduccionista del concepto de misión. Esta no puede limitarse a una simple búsqueda de nuevas técnicas y formas que hagan a la Iglesia más atractiva y capaz de vencer la competencia con otros grupos religiosos o con ideologías relativistas. La Iglesia no trabaja para ella misma: está al servicio de Jesucristo; existe para hacer que la Buena Nueva sea accesible para todas las personas. La Iglesia es católica justamente porque invita a todo ser humano a experimentar la nueva existencia en Cristo. La misión, por tanto, no es más que la consecuencia natural de la propia esencia de la Iglesia, un servicio del ministerio de la unión que Cristo quiso llevar a cabo en su cuerpo crucificado.
Discurso, 14 de mayo de 2011.-Sólo quien está profundamente arraigado en Cristo y en su Palabra es capaz de no ceder a la tentación de reducir la evangelización a un proyecto puramente humano, social, escondiendo o callando la dimensión trascendente de la salvación ofrecida por Dios en Cristo. Es una Palabra que debe ser testimoniada y proclamada de forma explícita, porque sin un testimonio coherente resulta menos comprensible y creíble. Aunque a menudo nos sentimos inadecuados, pobres, incapaces, mantenemos siempre la certeza en el poder de Dios, que pone su tesoro en «vasos de barro» precisamente para que se vea que es él quién actúa a través de nosotros.
REINO DE DIOS

Ángelus, 18 de octubre de 2009: Iglesia

Mensaje, 4 de octubre de 2001.-El Reino de Dios y la obra de Cristo van a la par. Se despliegan donde, a través del anuncio de la Buena Noticia y la celebración de los sacramentos, se verifica el encuentro con Él, el redentor y salvador de los hombres. Él mismo es la fuente de paz y el dador de salvación.

RELATIVISMO

Discurso, 31 de enero de 2008.-La «Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización» —el otro documento publicado por vuestra Congregación en diciembre de 2007—, ante el peligro de un persistente relativismo religioso y cultural, reafirma que la Iglesia, en el tiempo del diálogo entre las religiones y las culturas, no se dispensa de la necesidad de la evangelización y de la actividad misionera hacia los pueblos, ni deja de pedir a los hombres que acojan la salvación ofrecida a todas las gentes.
Discurso, 6 de junio de 2008.-En particular, debéis garantizar que el Evangelio cristiano de ninguna manera se confunda en su mente con los principios laicistas asociados a la Ilustración. Por el contrario, «diciendo la verdad con amor» (Ef 4, 15), podéis ayudar a vuestros compatriotas a separar el trigo del Evangelio de la paja del materialismo y el relativismo.
Discurso, 17 de diciembre de 2009: Anuncio.
Homilía, 16 de septiembre de 2010: Cultura.
RELIGIONES
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia.
Discurso, 24 de mayo de 2007.-La estima y el respeto hacia las demás religiones y culturas, con las semillas de verdad y de bondad que contienen y que constituyen una preparación para el Evangelio, son particularmente necesarios hoy, en un mundo que crece cada vez más interrelacionado. Pero no puede disminuir la conciencia de la originalidad, plenitud y unicidad de la revelación del verdadero Dios, que se nos dio definitivamente en Cristo, y tampoco puede atenuarse o debilitarse la vocación misionera de la Iglesia.
Discurso, 31 de enero de 2008.-El reconocimiento de elementos de verdad y bondad en las religiones del mundo y de la seriedad de sus esfuerzos religiosos, el mismo coloquio y espíritu de colaboración con ellas para la defensa y la promoción de la dignidad de la persona y de los valores morales universales, no pueden entenderse como una limitación de la tarea misionera de la Iglesia, que la compromete a anunciar sin cesar a Cristo como el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 6).
Discurso, 6 de junio de 2008.-En el contexto de un diálogo abierto y honrado con musulmanes, budistas, hinduistas y seguidores de las demás religiones presentes en vuestros respectivos países, ayudáis a vuestros compatriotas a reconocer y observar la ley «escrita en su corazón» (Rm 2, 15), expresando claramente la verdad del Evangelio. De esta manera, vuestra enseñanza podrá llegar a un público muy amplio, contribuyendo a promover una visión unificada del bien común. Esto, a su vez, ayudará a fomentar la libertad religiosa y una mayor cohesión social entre los miembros de los diferentes grupos étnicos, lo cual no puede menos de propiciar la paz y el bienestar de toda la comunidad.
Discurso, 21 de diciembre de 2009: Atrio de los gentiles.
Videomensaje, 25 de marzo de 2011.-Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno y a cada una vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia. Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo, iguales en sus derechos de vivir su vida personal y comunitaria con fidelidad a sus convicciones, y tienen que ser hermanos entre sí. Un motivo fundamental de este atrio de los Gentiles es promover esta fraternidad más allá de las convicciones, pero sin negar las diferencias. Y, más profundamente aún, reconociendo que sólo Dios, en Cristo, libera interiormente y nos permite reencontrarnos en la verdad como hermanos.

RELIGIOSIDAD POPULAR
Discurso, 8 de abril de 2011.-El ámbito pastoral de la religiosidad popular constituye una manera privilegiada para que la fe sea acogida en el corazón del pueblo, toque los sentimientos más profundos de las personas y se manifieste vigorosa y operante por medio de la caridad.
Para llevar a cabo la nueva evangelización, dentro de un proceso que impregne todo el ser y quehacer del cristiano, no se pueden dejar de lado las múltiples demostraciones de la piedad popular. Todas ellas, bien encauzadas y debidamente acompañadas, propician un fructífero encuentro con Dios, una intensa veneración del Santísimo Sacramento, una entrañable devoción a la Virgen María, un cultivo del afecto al Sucesor de Pedro y una toma de conciencia de pertenencia a la Iglesia. Que todo ello sirva también para evangelizar, para comunicar la fe, para acercar a los fieles a los sacramentos, para fortalecer los lazos de amistad y de unión familiar y comunitaria, así como para incrementar la solidaridad y el ejercicio de la caridad (D 8-4-11).
RENACER
Mensaje, 10 de agosto de 2011: Esperanza.
RESPETO
Homilía, 10 de septiembre de 2006: Tolerancia
Videomensaje, 25 de marzo de 2011: Atrio de los gentiles.
ROSTRO DE DIOS
Mensaje, 22 de febrero de 2009: Jóvenes.
RUIDO
Angelus, 18 de febrero de 2007: Amor.
SACERDOTES
Discurso, 13 de mayo de 2005.-En realidad, todo lo que constituye nuestro ministerio no puede ser producto de nuestra capacidad personal. Esto vale para la administración de los sacramentos, pero vale también para el servicio de la Palabra: no hemos sido enviados a anunciarnos a nosotros mismos o nuestras opiniones personales, sino el misterio de Cristo y, en él, la medida del verdadero humanismo. Nuestra misión no consiste en decir muchas palabras, sino en hacernos eco y ser portavoces de una sola «Palabra», que es el Verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación.
Es esencial estar con él y así sentimos la inquietud y somos capaces de llevar la fuerza y la alegría de la fe a los demás, de dar testimonio con toda nuestra vida y no sólo con las palabras.
Naturalmente, para cada uno de vosotros, de nosotros, esta cercanía y esta entrega tienen un coste personal: significan tiempo, preocupaciones, gasto de energías.
Discurso, 18 de junio de 2005.-El anuncio del Evangelio requiere sacerdotes de calidad, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y moral, que den durante toda su vida un testimonio de fidelidad sin reservas a la persona de Cristo y a su Iglesia.
Discurso, 3 de diciembre de 2005: Vida consagrada.
Mensaje, 3 de diciembre de 2007.-Si por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación cada cristiano está llamado a dar testimonio y a anunciar el Evangelio, la dimensión misionera está especial e íntimamente unida a la vocación sacerdotal.
Entre las personas dedicadas totalmente al servicio del Evangelio se encuentran de modo particular los sacerdotes llamados a proclamar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, entregados al servicio de los más pequeños, de los enfermos, de los que sufren, de los pobres y de cuantos pasan por momentos difíciles en regiones de la tierra donde hay tal vez multitudes que aún hoy no han tenido un verdadero encuentro con Jesucristo. A ellos, los misioneros llevan el primer anuncio de su amor redentor.
Homilía, 27 de abril de 2008: Alegría.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-Vosotros, queridos presbíteros, los primeros colaboradores de los obispos, sed pastores generosos y evangelizadores entusiastas.
Mensaje, 24 de enero de 2010: Medios de comunicación social.
Mensaje, 24 de enero de 2010.-La tarea primaria del sacerdote es la de anunciar a Cristo, la Palabra de Dios hecha carne, y comunicar la multiforme gracia divina que nos salva mediante los Sacramentos. La Iglesia, convocada por la Palabra, es signo e instrumento de la comunión que Dios establece con el hombre y que cada sacerdote está llamado a edificar en Él y con Él.
Se pide a los presbíteros la capacidad de participar en el mundo digital en constante fidelidad al mensaje del Evangelio, para ejercer su papel de animadores de comunidades que se expresan cada vez más a través de las muchas «voces» surgidas en el mundo digital. Deben anunciar el Evangelio valiéndose no sólo de los medios tradicionales, sino también de los que aporta la nueva generación de medios audiovisuales (foto, vídeo, animaciones, blogs, sitios web), ocasiones inéditas de diálogo e instrumentos útiles para la evangelización y la catequesis.
El sacerdote podrá dar a conocer la vida de la Iglesia mediante estos modernos medios de comunicación, y ayudar a las personas de hoy a descubrir el rostro de Cristo. Para ello, ha de unir el uso oportuno y competente de tales medios –adquirido también en el período de formación– con una sólida preparación teológica y una honda espiritualidad sacerdotal, alimentada por su constante diálogo con el Señor.
En el contacto con el mundo digital, el presbítero debe trasparentar, más que la mano de un simple usuario de los medios, su corazón de consagrado que da alma no sólo al compromiso pastoral que le es propio, sino al continuo flujo comunicativo de la «red».
Los nuevos medios, por tanto, ofrecen sobre todo a los presbíteros perspectivas pastorales siempre nuevas y sin fronteras, que lo invitan a valorar la dimensión universal de la Iglesia para una comunión amplia y concreta; a ser testigos en el mundo actual de la vida renovada que surge de la escucha del Evangelio de Jesús, el Hijo eterno que ha habitado entre nosotros para salvarnos.
Queridos sacerdotes, os renuevo la invitación a asumir con sabiduría las oportunidades específicas que ofrece la moderna comunicación. Que el Señor os convierta en apasionados anunciadores de la Buena Noticia, también en la nueva «ágora» que han dado a luz los nuevos medios de comunicación.
Le corresponde ofrecer a quienes viven éste nuestro tiempo «digital» los signos necesarios para reconocer al Señor; darles la oportunidad de educarse para la espera y la esperanza, y de acercarse a la Palabra de Dios que salva y favorece el desarrollo humano integral. La Palabra podrá así navegar mar adentro hacia las numerosas encrucijadas que crea la tupida red de autopistas del ciberespacio, y afirmar el derecho de ciudadanía de Dios en cada época, para que Él pueda avanzar a través de las nuevas formas de comunicación por las calles de las ciudades y detenerse ante los umbrales de las casas y de los corazones y decir de nuevo: «Estoy a la puerta llamando. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos» (Ap 3, 20).
Discurso, 5 de marzo de 2010.-Vuestros sacerdotes, como ministros de evangelización comprometidos.
Exhortación apostólica VD (94), 30 de septiembre de 2010: Obispos.

Discurso, 2 de julio de 2011.-Queridos sacerdotes: Anunciad el Evangelio con valentía y fidelidad, sed testigos de la misericordia de Dios y, guiados por el Espíritu Santo, sabed indicar la verdad, sin temer el diálogo con la cultura y con los que buscan a Dios.
Discurso, 20 de enero de 2012.-La Iglesia espera mucho de los sacerdotes jóvenes en la obra de evangelización y de nueva evangelización.

SACRAMENTOS
Mensaje, 10 de agosto de 2011: Esperanza.
Discurso, 9 de marzo de 2012.-La celebración del sacramento de la Reconciliación es ella misma anuncio y por eso camino que hay que recorrer para la obra de la nueva evangelización.
¿En qué sentido la Confesión sacramental es «camino» para la nueva evangelización? Ante todo porque la nueva evangelización saca linfa vital de la santidad de los hijos de la Iglesia, del camino cotidiano de conversión personal y comunitaria para conformarse cada vez más profundamente a Cristo. Y existe un vínculo estrecho entre santidad y sacramento de la Reconciliación, testimoniado por todos los santos de la historia. La conversión real del corazón, que es abrirse a la acción transformadora y renovadora de Dios, es el «motor» de toda reforma y se traduce en una verdadera fuerza evangelizadora. En la Confesión el pecador arrepentido, por la acción gratuita de la misericordia divina, es justificado, perdonado y santificado; abandona el hombre viejo para revestirse del hombre nuevo. Sólo quien se ha dejado renovar profundamente por la gracia divina puede llevar en sí mismo, y por lo tanto anunciar, la novedad del Evangelio.
La nueva evangelización, entonces, parte también del confesionario. O sea, parte del misterioso encuentro entre el inagotable interrogante del hombre, signo en él del Misterio creador, y la misericordia de Dios, única respuesta adecuada a la necesidad humana de infinito. Si la celebración del sacramento de la Reconciliación es así, si en ella los fieles experimentan realmente la misericordia que Jesús de Nazaret, Señor y Cristo, nos ha donado, entonces se convertirán en testigos creíbles de esa santidad, que es la finalidad de la nueva evangelización.
El ministro del sacramento de la Reconciliación colabora en la nueva evangelización renovando él mismo, el primero, la consciencia del propio ser penitente y de la necesidad de acercarse al perdón sacramental, a fin de que se renueve el encuentro con Cristo que, iniciado con el Bautismo, ha hallado en el sacramento del Orden una configuración específica y definitiva.
Este es mi deseo para cada uno de vosotros: que la novedad de Cristo sea siempre el centro y la razón de vuestra existencia sacerdotal, para que quien se encuentre con vosotros pueda proclamar, a través de vuestro ministerio, como Andrés y Juan: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1, 41). De esta forma cada confesión, de la que cada cristiano saldrá renovado, representará un paso adelante de la nueva evangelización.

SALVACIÓN
Discurso, 17 de septiembre de 2010: Cristo.
Discurso, 4 de octubre de 2010.-«Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4).
Dios puede realizar esta salvación por vías extraordinarias que solamente Él conoce. Sin embargo, si su Hijo vino, fue precisamente para mostrarnos, con su palabra y su vida, los caminos ordinarios de salvación, y Él nos mandó a transmitir esta revelación a los demás con su propia autoridad. Siendo así, no podemos eludir este pensamiento: los hombres podrían salvarse por otras vías, gracias a la misericordia de Dios, si no se les anuncia el Evangelio; pero ¿podría yo salvarme si por negligencia, miedo, vergüenza o por seguir ideas falsas, dejara de anunciar?
SANTIDAD
Discurso, 9 de marzo de 2012: Sacramentos.
Homilía, 7 de octubre de 2012.-Una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos (cf. Const. Lumen gentium, 39-42). Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones.
Homilía, 7 de octubre de 2012.-Ellos son, también de forma particular, los pioneros y los que impulsan la nueva evangelización: con su intercesión y el ejemplo de sus vidas, abierta a la fantasía del Espíritu Santo, muestran la belleza del Evangelio y de la comunión con Cristo a las personas indiferentes o incluso hostiles, e invitan a los creyentes tibios, por decirlo así, a que con alegría vivan de fe, esperanza y caridad, a que descubran el «gusto» por la Palabra de Dios y los sacramentos, en particular por el pan de vida, la eucaristía.

Homilía, 7 de octubre.-Santos y santas florecen entre los generosos misioneros que anuncian la buena noticia a los no cristianos, tradicionalmente en los países de misión y actualmente en todos los lugares donde viven personas no cristianas. La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje – el del amor y la verdad – es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva.

SECULARIZACIÓN
Discurso, 8 de marzo de 2008: Cultura.
Discurso, 17 de diciembre de 2009: Anuncio.
Entrevista, 23 de marzo de 2012.-El período de la nueva evangelización comenzó con el Concilio; esta era fundamentalmente la intención del Papa Juan XXIII; la subrayó mucho el Papa Juan Pablo II y, en un mundo que atraviesa una fase de gran cambio, su necesidad se vuelve cada vez más evidente. Necesidad en el sentido de que el Evangelio debe expresarse de nuevos modos; necesidad también en el sentido de que el mundo necesita una palabra en la confusión, en la dificultad de orientarse hoy en día. Existe una situación común en el mundo: está la secularización, la ausencia de Dios, la dificultad de encontrar acceso, de verlo como una realidad que concierne a mi vida. Y, por otra parte, están los contextos específicos; usted ha señalado los de Cuba, con el sincretismo afro-cubano, con tantas otras dificultades, pero cada país tiene su situación cultural específica.

SEMINARISTAS
Homilía, 25 de marzo de 2012.-En el horizonte pastoral y evangelizador que se abre ante nosotros, es de capital relevancia cuidar con gran esmero de los seminaristas, animándolos a que no se precien «de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado» (1 Co 2,2).
SERVICIO
Discurso, 11 marzo 2006: Anuncio.
Mensaje, 12 de agosto de 2008: Anuncio.
SILENCIO
Mensaje, 24 de enero de 2012.-Palabra y silencio. Aprender a comunicar quiere decir aprender a escuchar, a contemplar, además de hablar, y esto es especialmente importante para los agentes de la evangelización.
Mensaje, 24 de enero de 2012.-Silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, para un renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo.

SOLIDARIDAD

Discurso, 26 de mayo de 2009.-La Palabra anunciada y vivida se vuelve creíble y se encarna en comportamientos de solidaridad, en el compartir, en gestos que muestren el rostro de Cristo como Amigo verdadero del hombre.

Discurso, 21 de mayo de 2010: Cambios
Mensaje, 6 de enero de 2011.-La evangelización es un proceso complejo y comprende varios elementos. Entre estos, la animación misionera ha prestado siempre una atención peculiar a la solidaridad. Este es también uno de los objetivos de la Jornada mundial de las misiones, que a través de las Obras misionales pontificias, solicita ayuda para el desarrollo de las tareas de evangelización en los territorios de misión. Se trata de sostener instituciones necesarias para establecer y consolidar a la Iglesia mediante los catequistas, los seminarios, los sacerdotes; y también de dar la propia contribución a la mejora de las condiciones de vida de las personas en países en los que son más graves los fenómenos de pobreza, malnutrición sobre todo infantil, enfermedades, carencia de servicios sanitarios y para la educación. También esto forma parte de la misión de la Iglesia.
Al anunciar el Evangelio, la Iglesia se toma en serio la vida humana en sentido pleno. No es aceptable, reafirmaba el siervo de Dios Pablo VI, que en la evangelización se descuiden los temas relacionados con la promoción humana, la justicia, la liberación de toda forma de opresión, obviamente respetando la autonomía de la esfera política.
SUFRIMIENTO
Discurso, 11 de mayo de 2012.-El anuncio del Evangelio conlleva no pocas veces dificultades y sufrimiento; de hecho, el crecimiento del reino de Dios en el mundo con frecuencia se realiza al precio de la sangre de sus servidores.

TESTIGO
Exhortación apostólica, SC (85), 22 de febrero de 2007.-La misión primera y fundamental que recibimos de los santos Misterios que celebramos es la de dar testimonio con nuestra vida. El asombro por el don que Dios nos ha hecho en Cristo infunde en nuestra vida un dinamismo nuevo, comprometiéndonos a ser testigos de su amor.
Nos convertimos en testigos cuando, por nuestras acciones, palabras y modo de ser, aparece Otro y se comunica.

Discurso, 11 de junio de 2007.-El testigo de Cristo no transmite sólo informaciones, sino que está comprometido personalmente con la verdad que propone, y con la coherencia de su vida resulta punto de referencia digno de confianza.

Mensaje, 20 de julio de 2007.-Sólo podemos ser testigos de Cristo si nos dejamos guiar por el Espíritu Santo, que es el “agente principal de la evangelización” y el “protagonista de la misión”.
Discurso, 19 de octubre de 2007.-Para evangelizar de verdad y en profundidad, es necesario ser testigos cada vez más fieles y creíbles de Cristo.
Audiencia, 13 de enero de 2010.-También hoy, a pesar de vivir en una sociedad en la que a menudo prevalece el «tener» sobre el «ser», la gente es muy sensible a los ejemplos de pobreza y solidaridad que dan los creyentes con opciones valientes. En nuestros días tampoco faltan iniciativas similares: los movimientos, que parten realmente de la novedad del Evangelio y lo viven con radicalidad en la actualidad, poniéndose en las manos de Dios, para servir al prójimo. El mundo, como recordaba Pablo VI en la Evangelii nuntiandi, escucha de buen grado a los maestros, cuando son también testigos. Esta es una lección que no hay que olvidar nunca en la obra de difusión del Evangelio: ser los primeros en vivir aquello que se anuncia, ser espejo de la caridad divina.
Audiencia, 20 de enero de 2010.-Sólo podemos ser testigos conociendo a Cristo y, conociendo a Cristo, conociendo también a Dios.

Conocer a Cristo implica ciertamente una dimensión intelectual –aprender cuanto conocemos de Cristo- pero siempre es mucho más que un proceso intelectual: es un proceso existencial, es un proceso de la apertura de mi yo, de mi transformación por la presencia y la fuerza de Cristo, y así también es un proceso de apertura a los demás que deben ser cuerpo de Cristo.

Conocer a Cristo como proceso intelectual y sobre todo existencial, es un proceso que nos hace testigos.

Sólo podemos ser testigos si a Cristo lo conocemos de primera mano y no solamente por otros, en nuestra propia vida, por nuestro encuentro personal con Cristo.

Encontrándonos con Cristo realmente en nuestra vida de fe nos convertimos en testigos y así podemos contribuir a la novedad del mundo, a la vida eterna.

Audiencia, 7 de abril de 2010.-Todo discípulo de Cristo, también cada uno de nosotros, está llamado a ser testigo. Este es el mandato preciso, comprometedor y apasionante del Señor resucitado.

Carta, 14 de diciembre de 2010.-En los diversos ambientes de la vida, los cristianos están llamados a ser agentes de verdad y testigos valientes del Evangelio; cada uno debe y puede trabajar para que los valores espirituales y éticos, traducidos en estilos de vida, ofrezcan una contribución determinante a la edificación de una sociedad más justa y fraterna.
Mensaje, 24 de enero de 2012.-La pregunta fundamental sobre el sentido del hombre encuentra en el Misterio de Cristo la respuesta capaz de dar paz a la inquietud del corazón humano. Es de este Misterio de donde nace la misión de la Iglesia, y es este Misterio el que impulsa a los cristianos a ser mensajeros de esperanza y de salvación, testigos de aquel amor que promueve la dignidad del hombre y que construye la justicia y la paz.

TESTIMONIO
Exhortación apostólica SC (85), 22 de febrero de 2007.-Se puede decir que el testimonio es el medio como la verdad del amor de Dios llega al hombre en la historia, invitándolo a acoger libremente esta novedad radical. En el testimonio Dios, por así decir, se expone al riesgo de la libertad del hombre. Jesús mismo es el testigo fiel y veraz (cf. Ap 1,5; 3,14); vino para dar testimonio de la verdad (cf. Jn 18,37).
Con estas reflexiones deseo recordar un concepto muy querido por los primeros cristianos, pero que también nos afecta a nosotros, cristianos de hoy: el testimonio hasta el don de sí mismos, hasta el martirio, ha sido considerado siempre en la historia de la Iglesia como la cumbre del nuevo culto espiritual: « Ofreced vuestros cuerpos » (Rm 12,1).
Discurso, 2 de abril de 2009.-Se ha de tener siempre muy presente que la primera forma de evangelización es el testimonio de la propia vida.

Mensaje, 29 de junio de 2009: Espíritu Santo.
Discurso, 17 de diciembre de 2009.-Queridos hermanos, sabed valorizar toda buena aportación para anunciar y difundir el reino de Dios, testimoniando con gestos concretos la fraternidad que genera la paz; la mansedumbre que acompaña la justicia; el espíritu de comunión que huye de los personalismos; la caridad que es paciente y benigna, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe, nunca falta al respeto; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad y todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta por amor de Cristo (cf. 1 Co 13, 4-7).

Exhortación Apostólica VD (97), 30 de septiembre de 2010.-Es importante que toda modalidad de anuncio tenga presente, ante todo, la intrínseca relación entre comunicación de la Palabra de Dios y testimonio cristiano. De esto depende la credibilidad misma del anuncio.

Por una parte, se necesita la Palabra que comunique todo lo que el Señor mismo nos ha dicho. Por otra, es indispensable que, con el testimonio, se dé credibilidad a esta Palabra, para que no aparezca como una bella filosofía o utopía, sino más bien como algo que se puede vivir y que hace vivir.

Esta reciprocidad entre Palabra y testimonio vuelve a reflejar el modo con el que Dios mismo se ha comunicado a través de la encarnación de su Verbo. La Palabra de Dios llega a los hombres por el encuentro con testigos que la hacen presente y viva.

Hay una estrecha relación entre el testimonio de la Escritura, como afirmación de la Palabra que Dios pronuncia por sí mismo, y el testimonio de vida de los creyentes. Uno implica y lleva al otro. El testimonio cristiano comunica la Palabra confirmada por la Escritura. La Escritura, a su vez, explica el testimonio que los cristianos están llamados a dar con la propia vida. De este modo, quienes encuentran testigos creíbles del Evangelio se ven movidos así a constatar la eficacia de la Palabra de Dios en quienes la acogen.

Exhortación apostólica VD (98).-En esta circularidad entre testimonio y Palabra comprendemos las afirmaciones del Papa Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi. Nuestra responsabilidad no se limita a sugerir al mundo valores compartidos; hace falta que se llegue al anuncio explícito de la Palabra de Dios.
Que el anuncio de la Palabra de Dios requiere el testimonio de la propia vida es algo que la conciencia cristiana ha tenido bien presente desde sus orígenes. Cristo mismo es testigo fiel y veraz, testigo de la Verdad.

Discurso, 14 de mayo de 2011.-El ministerio de la evangelización es fascinante y exigente: requiere amor al anuncio y al testimonio, un amor total que puede verse marcado incluso por el martirio.
Homilía, 25 de enero de 2012.-Nuestras divisiones hacen que nuestro testimonio de Cristo sea menos luminoso.
Homilía, 11 de octubre de 2012.-Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino.

TOLERANCIA
Homilía, 10 de septiembre de 2006.-Queridos amigos, este cinismo no es el tipo de tolerancia y apertura cultural que los pueblos esperan y que todos deseamos. La tolerancia que necesitamos con urgencia incluye el temor de Dios, el respeto de lo que es sagrado para el otro. Pero este respeto de lo que los demás consideran sagrado exige que nosotros mismos aprendamos de nuevo el temor de Dios. Este sentido de respeto sólo puede renovarse en el mundo occidental si crece de nuevo la fe en Dios, si Dios está de nuevo presente para nosotros y en nosotros.
Nuestra fe no la imponemos a nadie. Este tipo de proselitismo es contrario al cristianismo. La fe sólo puede desarrollarse en la libertad. Pero a la libertad de los hombres pedimos que se abra a Dios, que lo busque, que lo escuche.
No faltamos al respeto a las demás religiones y culturas, no faltamos al respeto a su fe, si confesamos en voz alta y sin medios términos a aquel Dios que opuso su sufrimiento a la violencia, que ante el mal y su poder eleva su misericordia como límite y superación. A él dirigimos nuestra súplica, para que esté en medio de nosotros y nos ayude a ser sus testigos creíbles.
TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO
Discurso, 15 de octubre de 2011.-Estoy convencido de que los nuevos evangelizadores se multiplicarán cada vez más para dar vida a una verdadera transformación que el mundo actual necesita. Sólo a través de hombres y mujeres moldeados por la presencia de Dios, la Palabra de Dios continuará su camino en el mundo dando sus frutos.

TRANSFORMACIONES
Ángelus, 7 de octubre de 2007: Iglesia
Carta apostólica US, 21 de septiembre de 2010.- Las transformaciones sociales a las que hemos asistido en las últimas décadas tienen causas complejas, que hunden sus raíces en tiempos lejanos, y han modificado profundamente la percepción de nuestro mundo. Pensemos en los gigantescos avances de la ciencia y de la técnica, en la ampliación de las posibilidades de vida y de los espacios de libertad individual, en los profundos cambios en campo económico, en el proceso de mezcla de etnias y culturas causado por fenómenos migratorios de masas, y en la creciente interdependencia entre los pueblos. Todo esto ha tenido consecuencias también para la dimensión religiosa de la vida del hombre.

TRASCENDENCIA
Carta, 6 de agosto de 2011: Fenómenos contradictorios.

TRANSPARENCIA

Mensaje, 24 de noviembre de 2008.-Nuestra misión diaria debe convertirse en transparencia elocuente de la belleza del amor de Dios para que llegue de modo eficaz a nuestros contemporáneos.

TRANSMISIÓN DE LA FE

Discurso, 13 de noviembre de 2010: Comunicación.

TURISMO
Mensaje, 18 de abril de 2012.-La nueva evangelización, a la que todos estamos convocados, nos exige tener presente y aprovechar las numerosas ocasiones que el fenómeno del turismo nos ofrece para presentar a Cristo como respuesta suprema a los interrogantes del hombre de hoy.

UNIVERSIDADES
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-Las Universidades de inspiración cristiana han de ser lugares de testimonio y de irradiación de la nueva evangelización, seriamente comprometidas a contribuir en el ambiente académico al progreso social, cultural y humano, además de promover el diálogo entre las culturas, valorizando la aportación que pueden dar los estudiantes internacionales. Estos se sentirán alentados a convertirse ellos mismos en protagonistas de la nueva evangelización si encuentran auténticos testigos del Evangelio y ejemplos de vida cristiana.
Discurso, de diciembre de 2011.-El mundo universitario es para la Iglesia un campo privilegiado para la evangelización. Como destaqué en el Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del próximo año, los ateneos de inspiración cristiana, cuando se mantienen fieles a su propia identidad, se convierten en lugares de testimonio, donde Jesús puede ser encontrado y conocido, donde se puede experimentar su presencia, que reconcilia, serena e infunde una nueva esperanza.

URGENCIA
Discurso, 22 de junio de 2007.-La obra de evangelización es una necesidad urgente.
Mensaje, 20 de julio de 2007: Espíritu Santo.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-Quiero invitaros a reflexionar sobre la urgencia persistente de anunciar el Evangelio también en nuestro tiempo. El mandato misionero sigue siendo una prioridad absoluta para todos los bautizados, llamados a ser «siervos y apóstoles de Cristo Jesús» en este inicio de milenio.
Es importante reafirmar que, aun en medio de dificultades crecientes, el mandato de Cristo de evangelizar a todas las gentes sigue siendo una prioridad. Ninguna razón puede justificar una ralentización o un estancamiento, porque «la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia» (Evangelii nuntiandi, 14). Esta misión «se halla todavía en los comienzos y debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio» (Redemptoris missio, 1).
Mensaje, 11 de mayo de 2008: Cristo.
Discurso, 17 de mayo de 2008.-Sigue siendo urgente y necesaria la misión de evangelizar a la humanidad. La misión es un deber, al que hay que responder: «¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!» (1 Co 9, 16).
Discurso, 18 de marzo de 2009.-Es particularmente oportuno recordar la necesidad urgente de anunciar el Evangelio a todos. Este mandato, que la Iglesia ha recibido de Cristo, sigue siendo una prioridad, porque todavía hay muchas personas aguardando el mensaje de esperanza y de amor que les permita «entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios» (Rm 8,21).
Discurso, 21 de mayo de 2010: Cambios.
Discurso, 3 de febrero de 2011.-Hoy, la urgencia de este anuncio es especialmente evidente en las familias, con tanta frecuencia rotas, en los jóvenes y en los ambientes intelectuales. Contribuid a renovar desde dentro el dinamismo apostólico de las parroquias, desarrollando sus orientaciones espirituales y misioneras. Asimismo, os aliento a estar atentos a las personas que vuelven a la Iglesia y que no han recibido una catequesis profunda. Ayudadles a arraigar su fe en una vida auténticamente teologal, sacramental y eclesial.
Mensaje, 21 de septiembre de 2001.-Hoy notamos la urgencia de promover, con nueva fuerza y modalidades renovadas, la obra de evangelización en un mundo en el que la desaparición de las fronteras y los nuevos procesos de globalización acercan aún más las personas y los pueblos, tanto por el desarrollo de los medios de comunicación como por la frecuencia y la facilidad con que se llevan a cabo los desplazamientos de individuos y de grupos.
Discurso, 11 de mayo de 2012.-La evangelización, que siempre tiene un carácter de urgencia, en estos tiempos impulsa a la Iglesia a obrar con un paso aún más ágil por las sendas del mundo, para llevar a todos los hombres a conocer a Cristo. De hecho, solamente en la verdad, que es Cristo mismo, la humanidad puede descubrir el sentido de la existencia, encontrar la salvación y crecer en la justicia y en la paz.

VALENTÍA

Discurso, 11 de marzo de 2006: Amor.
Discurso, 15 de diciembre de 2007.-La necesidad de anunciar a Cristo con audacia y valentía es una prioridad continua para la Iglesia.
Discurso, 27 de septiembre de 2009.-Los cristianos de hoy, abriéndose a la situación actual y reconociendo todo lo que hay de bueno en la sociedad, deben tener la valentía de invitar a hombres y mujeres a la conversión radical que deriva del encuentro con Cristo e introduce en una nueva vida de gracia.

Homilía, 28 de septiembre de 2009.-Hoy se necesitan personas que sean “creyentes” y “creíbles”, dispuestas a defender en todo ámbito de la sociedad los principios e ideales cristianos en los que se inspira su acción.
Discurso, 2 de mayo de 2010.-Que cada uno se sienta «parte viva» de la Iglesia, implicado en la tarea de la evangelización, sin miedo, con un espíritu de sincera armonía con los hermanos en la fe y en comunión con los pastores, saliendo de una tendencia individualista también al vivir la fe, para respirar a pleno pulmón la belleza de formar parte del gran mosaico de la Iglesia de Cristo.
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-La vida de los santos, de los mártires, muestra una singular belleza que fascina y atrae, porque una vida cristiana vivida en plenitud habla sin palabras. Necesitamos hombres y mujeres que hablen con su vida, que sepan comunicar el Evangelio, con claridad y valentía, con la transparencia de las acciones, con la pasión gozosa de la caridad.
Discurso, 14 de mayo de 2011.-La Iglesia no puede faltar a su misión de llevar la luz de Cristo, de proclamar el anuncio gozoso del Evangelio, aunque ello conlleve la persecución (cf. Verbum Domini, 95). Es parte de su misma vida, como lo fue para Jesús. Los cristianos no deben sentir temor, aunque «son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe» (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2011, n. 1: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de diciembre de 2010, p. 2). San Pablo afirma que «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Rm 8, 38-39).

Discurso, 30 de mayo de 2011: Continuidad.
Mensaje, 21 de septiembre de 2011.-En esta nueva situación debemos despertar en cada uno de nosotros el entusiasmo y la valentía que impulsaron a las primeras comunidades cristianas a anunciar con ardor la novedad evangélica, haciendo resonar en nuestro corazón las palabras de san Pablo: «El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16).

VALORES MORALES
Discurso, 31 de enero de 2008: Religiones.
Exhortación apostólica VD (98), 30 de septiembre de 2010: Anuncio.
VERDAD
Discurso, 22 de diciembre de 2005: Iglesia.
Homilía, 26 de mayo de 2006.-Sólo la verdad íntegra nos puede llevar a la adhesión a Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación.
Discurso, 13 de noviembre de 2010.-La Iglesia quiere dialogar con todos, en la búsqueda de la verdad; pero para que el diálogo y la comunicación sean eficaces y fecundos es necesario sintonizarse en una misma frecuencia, en ámbitos de encuentro amistoso y sincero, en ese «patio de los gentiles» ideal que propuse al hablar a la Curia romana hace un año y que el dicasterio está realizando en distintos lugares emblemáticos de la cultura europea.
Homilía, 16 de septiembre de 2010: Cultura.
Discurso, 17 de septiembre de 2010: Cristo.
Discurso, 29 de noviembre de 2010.-Si el Evangelio de Cristo es ser levadura en la sociedad, entonces toda la comunidad católica debe estar atenta a la fuerza de la verdad proclamada con amor.
Mensaje, 24 de enero de 2011.-La verdad del Evangelio no puede ser objeto de consumo ni de disfrute superficial, sino un don que pide una respuesta libre. Esa verdad, incluso cuando se proclama en el espacio virtual de la red, está llamada siempre a encarnarse en el mundo real y en relación con los rostros concretos de los hermanos y hermanas con quienes compartimos la vida cotidiana. Por eso, siguen siendo fundamentales las relaciones humanas directas en la transmisión de la fe.
Videomensaje, 25 de marzo de 2011.-La búsqueda de la verdad no es fácil. Y si cada uno está llamado a decidirse con valentía por la verdad es porque no hay atajos hacia la felicidad y la belleza de una vida plena. Jesús lo dice en el Evangelio: «La verdad os hará libres».
Discurso, 14 de mayo de 2011.-Pero para que se dé un decidido compromiso en la evangelización, es necesario que tanto los cristianos individualmente como las comunidades crean de verdad que «la Palabra de Dios es la verdad salvadora que todo hombre necesita en cualquier época» (ib., 95). Si esta convicción de fe no está profundamente arraigada en nuestra vida, no podremos sentir la pasión y la belleza de anunciarla.
Angelus, 18 de septiembre de 2011: Cristo.
VIDA
Discurso, 24 de mayo de 2007: Solidaridad.
VIDA CONSAGRADA
Discurso, 3 de diciembre de 2005.-La diversidad de carismas y de servicios que realizan los religiosos y las religiosas, o los miembros de los institutos laicos de vida consagrada, es una gran riqueza de la Iglesia. El obispo puede y debe impulsarlos a insertarse en el programa diocesano de evangelización y a asumir las tareas pastorales, de acuerdo con su carisma, en colaboración con los sacerdotes y con las comunidades de laicos.
Mensaje, 11 de mayo de 2008.-Y vosotros, queridos religiosos y religiosas, que por vocación os caracterizáis por una fuerte connotación misionera, llevad el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los lejanos, por medio de un testimonio coherente de Cristo y un radical seguimiento de su Evangelio.
Exhortación apostólica VD (94), 30 de septiembre de 2010.-La vida consagrada brilla en toda la historia de la Iglesia por su capacidad de asumir explícitamente la tarea del anuncio y la predicación de la Palabra de Dios, tanto en la missio ad gentes como en las más difíciles situaciones, con disponibilidad también para las nuevas condiciones de evangelización, emprendiendo con ánimo y audacia nuevos itinerarios y nuevos desafíos para anunciar eficazmente la Palabra de Dios.
Discurso, 26 de noviembre de 2010.-El Evangelio vivido diariamente es el elemento que da atractivo y belleza a la vida consagrada y os presenta ante el mundo como una alternativa fiable. Esto necesita la sociedad actual, esto espera de vosotros la Iglesia: ser Evangelio vivo.
La misión es el modo de ser de la Iglesia y, en ésta, de la vida consagrada; forma parte de vuestra identidad; os impulsa a llevar el Evangelio a todos, sin fronteras. La misión, sostenida por una fuerte experiencia de Dios, por una robusta formación y por la vida fraterna en comunidad, es una clave para comprender y revitalizar la vida consagrada. Id, por tanto, y con fidelidad creativa haced vuestro el desafío de la nueva evangelización. Renovad vuestra presencia en los areópagos de hoy para anunciar, como hizo san Pablo en Atenas, al Dios «ignoto» (cf. Discurso en el Collège des Bernardins).
Discurso, 17 de diciembre de 2011.-Deseo reconocer la significativa contribución que dan a la difusión del Evangelio los religiosos y las religiosas presentes en toda vuestra región, incluidos quienes trabajan en los campos de la educación, la catequesis y la pastoral. Que, juntamente con quienes llevan una vida contemplativa, permanezcan fieles a los carismas de sus fundadores, que siempre están unidos a la vida y a la disciplina de toda la Iglesia, y que su testimonio de Dios siga siendo un faro que señala hacia una vida de fe, amor y rectitud.
VIDA PERSONAL
Mensaje, 6 de enero de 2012.-La preocupación de evangelizar nunca debe quedar al margen de la actividad eclesial y de la vida personal del cristiano, sino que ha de caracterizarla de manera destacada, consciente de ser destinatario y, al mismo tiempo, misionero del Evangelio.

VIDA PÚBLICA

Discurso, 30 de mayo de 2011: Cambios.

VOCACIÓN CRISTIANA
Discurso, 4 de octubre de 2010.-De hecho, la misión es el desbordamiento de la llama de amor que se inflama en el corazón del ser humano, que, al abrirse a la verdad del Evangelio y dejarse transformar por ella, pasa a vivir su vida – como decía san Pablo – «en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). En consecuencia, la llamada a la misión no es algo destinado exclusivamente a un restringido grupo de miembros de la Iglesia, sino un imperativo dirigido a cada bautizado, un elemento esencial de su vocación. Como afirmó el Concilio Vaticano II: la «vocación cristiana es, por su propia naturaleza, vocación al apostolado” (Decr. Apostolicam actuositatem, 2).

ÍNDICE

ACCIÓN

AGENTES DE PASTORAL

AGNÓSTICO

ALEGRÍA

ÁMBITO PÚBLICO

AMOR

ANUNCIO

APÓSTOL

ATEOS

ATRIO DE LOS GENTILES

AUTOEVALUACIÓN

BIEN COMÚN

BUENA NOTICIA

BÚSQUEDA DE DIOS

BÚSQUEDA SINCERA

CAMBIOS

CAMINO

CARISMAS

CARITAS

CATEQUISTAS

COLABORADORES

COMPATIR

COMPORTAMIENTOS COMPLEJOS

COMPROMISO

COMUNICACIÓN

CONTINUIDAD

CONVERSIÓN

CORAZÓN

CRISTO

CULTURA

DERECHO DE TODOS

DERECHOS HUMANOS

DESARROLLO

DESIERTO INTERIOR

DESTINATARIOS

DEVOCIONES

DIÁCONOS

DIÁLOGO

DIFICULTADES

DIÓCESIS

DIOS

DISCERNIMIENTO

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESA

ECUMENISMO

EDUCACIÓN

EFICACIA

EJEMPLO DE LOS APÓSTOLES

ENTUSIASMO

ESCUELA CATÓLICA

ESPAÑA

ESPERANZA

ESPÍRITU SANTO

EUCARISTÍA

EVANGELIO

EVANGELIZACIÓN DE CERCANÍA

EXPERIENCIA DE DIOS

FAMILIA

FE

FELICIDAD

FENÓMENOS CONTRADICTORIOS

FIDELIDAD AL MANDATO

FIELES LAICOS

FRATERNIDAD

GLOBALIZACIÓN

GRACIA

HEDONISMO

HISTORIA

HOSPITAL

HUIDOS

IDENTIDAD CATÓLICA

IGLESIA

IGLESIAS DE ANTIGUA FUNDACIÓN

ILUMINAR

IMPONER

IMPULSO MISIONERO

INCULTURACIÓN

INDIFERENCIA

INMIGRANTES

INSENSIBILIDAD

INTERPELAR

IRRADIAR A CRISTO

JÓVENES

JUSTICIA

KERIGMA

LAICISMO

LIBERTAD
LITURGIA

LÓGICA DE ESTE MUNDO

MARGINACIÓN DE LA RELIGIÓN

MARÍA

MÁS ALLÁ

MATERIALISMO

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

MENSAJE

MIEDO

MILITARES

MISIÓN

MODOS NUEVOS

MOVILIDAD

NOSTALGIA DE DIOS

NUEVA EVANGELIZACIÓN

NUEVAS INICIATIVAS

NIÑOS

OBISPOS

OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS

ORACIÓN

ORTODOXOS

PALABRA DE DIOS

PARROQUIA

PASTORAL

PAZ

PÉRDIDA DEL SENTIDO DE LO SAGRADO

POLÍTICA

PREÁMBULO DE LA FE

PRE-CATEQUESIS DE ACCESO

PRECEDENCIA

PREDICACIÓN DEL EVANGELIO

PRESENTACIÓN DEL MENSAJE

PRIMER PASO

PROPONER

PROPUESTA PÚBLICA

PROSELITISMO

RAZÓN

REDUCCIONISMO

REINO DE DIOS

RELATIVISMO

RELIGIONES

RELIGIOSIDAD POPULAR

RENACER

RESPETO

ROSTRO DE DIOS

RUIDO

SACERDOTES

SACRAMENTOS

SALVACIÓN

SANTIDAD

SECULARIZACIÓN

SEMINARISTAS

SERVICIO

SILENCIO

SOLIDARIDAD

SUFRIMIENTO

TESTIGO

TESTIMONIO

TOLERANCIA

TRANSFORMACIÓN DEL MUNDO

TRANSFORMACIONES

TRANSMISIÓN DE LA FE

TRANSPARENCIA

TRASCENDENCIA

TURISMO

UNIVERSIDADES

URGENCIA

VALENTÍA

VALORES MORALES

VERDAD

VIDA

VIDA CONSAGRADA

VIDA PERSOANAL

VIDA PÚBLICA

VOCACIÓN CRISTIANA